III Jornadas Ilustración y Universo Creativo
Altavoz Cultural – Septiembre 2023

¿Cuándo y cómo te inicias en el mundo del arte? ¿Cuál fue ese punto de inflexión en el que decidiste apostar por una carrera profesional ligada al universo creativo?
Tengo la suerte de tener un hermano cinco años mayor al que siempre le ha gustado mucho leer, por lo que de niño siempre había cómics en casa, ya fuera porque se los regalaban familiares o porque él los sacaba de la biblioteca. Y, claro, como estaban por allí pues yo acababa echándoles un vistazo también. Supongo que esas fueron las primeras semillas. Además, ya desde pequeño me gustaba dibujar… Recuerdo que algunas veces en el recreo prefería quedarme en el aula garabateando cosas en mis cuadernos antes que salir fuera a jugar al fútbol o hacer cualquier tipo de actividad física más cansada que sostener un lápiz con la mano. ¿Vocación temprana o pereza supina? No se puede saber. Pero lo cierto es que cada vez que me preguntaban qué quería hacer de mayor respondía que cómics, eso lo he tenido clarísimo toda la vida.
¿Cómo lograste encontrar tu esencia artística, tu identidad? ¿Albergas un «sentido de pertenencia» a la llamada Escuela Bruguera, por sus características, su enfoque o su ámbito generacional?
Como la mayoría de gente de mi generación en España, los primeros cómics que leí de pequeño fueron tebeos de Bruguera: Mortadelo y Filemón, Super López, Zipi y Zape, Sir Tim O’theo… Si me preguntas por mis obras del noveno arte favoritas de todos los tiempos, mínimo dos álbumes de Super López fijo que van a caer en la lista. Normalmente aprendes a hacer las cosas por imitación, así que de niño pasé por una “etapa Ibáñez”, otra “etapa Jan”, etc., en las que intentaba copiar como buenamente podía el estilo de esas viñetas que me hacían reír tanto. Después se ampliaron las lecturas y con ellas los horizontes comiqueros, descubrí a Hergé, Quino, los superhéroes americanos, el manga (¡Akira Toriyama!)… cada autor o estilo nuevo que descubría, si me entraba por los ojos, empezaba a fusilarlo con devoción (y frustración por no estar a la altura, para qué negarlo). De esa manera, cada tipo de lectura fue dejando un poso y unos recursos gráficos que, muy mezclados, componen mi estilo actual, que es lo que les ocurre al ciento por ciento de los autores, vaya.
Volviendo a la pregunta, bastante de Bruguera hay en mis páginas, no ya solo a nivel gráfico sino a la hora de, por ejemplo, concatenar gags: Ibáñez tenía un ritmo endiablado logrando meter chistes cada dos o tres viñetas, eso funcionaba muy bien en sus historias y yo intento mantenerlo siempre que puedo (y que cuadre con lo que estoy contando). Pero debido a la mezcla de influencias no creo que se me pueda adscribir únicamente a la Escuela Bruguera, lo cierto es que la gente de mi edad hemos mamado de muchas fuentes diferentes y en nuestros lápices se aprecia un mestizaje curioso.
¿De dónde suele beber tu inspiración a la hora de crear? ¿Qué rutina de trabajo tienes?
Siempre he sido de ese tipo de personas que prefiere permanecer en segundo plano sin ser el centro de atención (eso lo llevo fatal, cuestión de timidez). Eso me ha permitido ser bastante observador y aprender a fijarme en pequeños detalles. De cara a mis últimas obras, Tal Cual, COnviVIenDo 19 días y Sí Soy, en la que mis páginas se nutren principalmente de la vida cotidiana, eso me ha venido genial. El día a día, por poco interesante que pueda parecer a priori, es una fuente inagotable de pequeñas anécdotas o puntos de partida sobre los que construir reflexiones curiosas. Mi rutina de trabajo se reduce a ir a todas partes y a todas horas con los ojos y las orejas bien abiertos, y a la mínima que ocurre algo susceptible de poder inspirar una página o historia graciosa, sacar el móvil y dictarle una nota para ver si después, cuando esté delante de la mesa de dibujo, se me ocurre algo gracioso con ella. En esta etapa de mi vida, si hago algo y sale bien, genial, y si sale mal, pues ya tengo guión para una nueva página. ¡Win-win!
¿En qué momento dirías que se encuentra el humor como componente social? ¿Cómo lo trabajas tú desde el filtro personal hacia el artístico a la hora de dotar de fuerza satírica a tus viñetas y publicaciones?
El humor ha sido, es y será fundamental como vía de escape. La sonrisa es una tirita para el alma, la risa es medicina para el cerebro y la carcajada es el estornudo de la felicidad. Perdón, creo que me ha poseído Paulo Coelho… ¿Sabes las salas esas llenas de espejos deformantes que hay en muchos parques de atracciones? El humor es eso, una sala en la que pones tus mierdas en el centro y te ríes al ver los reflejos deformados y estrambóticos. Lo que pasa es que a veces te acabas dando cuenta de que es una sala con espejos normales.
A mí me parece maravillosa la capacidad de hacer reír que tienen algunas personas, es algo mágico, uno de los dones más bonitos que puede tener un ser humano. Yo en directo soy bastante sieso, como mucho puedo hacer reír en diferido con mis páginas. Lo que vendría a ser como el sexo telefónico: en persona está mejor, pero, oye, a falta de pan…
De una marca de la casa a una adaptación necesaria por su particular público: ¿cómo planteas y produces tus series infantiles? ¿Qué es lo que te resulta más complicado a la hora de trabajar en esas coordenadas y qué es para ti lo más satisfactorio de ello?
Trabajar para el público infantil es una de las cosas más satisfactorias que hay. Lo único que hay que tener en cuenta es cambiar el chip, evidentemente en mis viñetas de MiniMonsters no puedo meter el mismo tipo de gags burros que colaba en las páginas de Sexo Raro y tengo que trabajar un humor más blanco. Pero, vamos, eso es algo que cualquiera con dos dedos de frente hace sin pensar: no es lo mismo hablar con tu amiga íntima que con tu sobrino de 5 años. Y también se trata de saber dialogar con tu niño interior e intentar recordar qué era lo que le gustaba. Yo era un obseso de los dinosaurios, por ejemplo, así que imaginé que podía ser buena idea hacer un cómic en el que el protagonista tuviese la habilidad de transformarse en el dinosaurio que quisiera, y así nacieron las tiras de Dinokid. En las sesiones de firmas siempre me hace gracia encontrarme mezclados a gente mayor que trae mis cómics más adultos y a niños acompañados de sus padres que vienen con álbumes de MiniMonsters o Dinokid. La verdad es que la ilusión que irradian sus caras cuando te ven dibujar el personaje que te han pedido es brutal. Por contra, a veces cuando un adulto te pide un dibujo lo que puedes ver en su cara es cómo calcula cuánto más podrá sacar en eBay por el ejemplar…
Desde hace unos años estoy en el equipo que realiza la serie de TV Momonsters dirigida a preescolares, y el sentimiento es el mismo. Los primeros días que se emitió la serie, en plena pandemia, no paraban de llegarme al whatsapp vídeos de los hijos de mis amigos imitando el baile que hacen los protagonistas en cada episodio y moría de amor.
¿Qué peso específico le concedes a la cultura japonesa en el desarrollo de la ilustración a nivel nacional e internacional y cómo valoras el estado del Manga como forma expresiva dentro del panorama artístico actual?
Con el boom del manga en los años 90 muchos descubrimos que esos dibujos animados con personajes de ojos grandes que veíamos por la tele tenían su origen en papel, eran adaptaciones de cómic superventas japoneses. Sin ir más lejos, yo estuve años imitando el estilo de dibujo de Dragon Ball y Dr. Slump tras verlos en TV3 sin saber que ambas series estaban basadas en mangas del mismo autor. Cuando estos comenzaron a ser editados en España fue un soplo de aire fresco, nuevos estilos de dibujo y una manera diferente de narrar las cosas, mucho más pausada y dada a centrarse en detalles. Y fue también la constatación de que se podía hacer un cómic de cualquier cosa que se te pasase por la cabeza; la variedad de temáticas que abarcan los mangas es apabullante.
Lo curioso es que en esa primera oleada había muchos autores (o aspirantes a serlo, entre los que me incluyo) que ya habíamos mamado de cómics de otras procedencias, con lo que nuestro estilo era una mezcolanza curiosa a la que se añadió la influencia nipona. Pero a partir de ahí, cuando ya se normalizó la edición de manga en nuestro país, las generaciones posteriores han tenido acceso a ellos desde el principio de su formación artística. Para muchos probablemente han sido su primera inspiración de la misma manera que para mí fueron Mortadelo y Filemón, Super López o Mafalda. Eso queda patente porque muchos de los autores que han ido surgiendo influenciados casi únicamente por el manga tienen un estilo mucho más “puro”, hasta tal punto que muchas veces resulta complicado distinguir su obra de un tebeo realizado en Japón.
Imagino que esa apertura de las editoriales japonesas, que tras décadas de centrarse en su mercado interno en cierto momento se plantearon que en el resto del mundo podían interesar sus cómics, propició que esto mismo haya ocurrido a nivel mundial. Por ejemplo, en Estados Unidos durante la primera oleada de manga editado allí comenzaron a aparecer autores influenciados por él, la llamada corriente amerimanga, con gente como Joe Madureira o Adam Warren, a la que le pasaba lo mismo que he comentado que ocurrió en nuestro país: su estilo era una especie de híbrido entre las típicas páginas de estilo americano y viñetas puramente niponas, tanto a la hora de diseñar personajes como de narrar. Vamos, que el peso de la cultura japonesa en la ilustración es bastante importante, no se puede obviar que, independientemente del manga, los animes (sus adaptaciones televisivas) han llegado a todas las televisiones o plataformas de streaming del mundo y eso es un altavoz cultural muy poderoso.
¿Cómo fue el proceso creativo de Sí Soy? ¿Cómo consideras que se inserta en tu trayectoria una obra como esta después de otros trabajos brillantes y personales editados con Norma?
En 2019 comencé a hacer páginas autobiográficas en las que narraba mi vida como autor de cómics en compañía de mi pareja y mis manías. Cuando empecé a preparar el recopilatorio en papel de todas esas páginas que había ido subiendo a redes sociales (@davidramirezros si me buscáis) me di cuenta de dos cosas: que ese cómic era una especie de diario de mi 2019 y que me lo había pasado MUY bien haciéndolo. En cierta manera, hacer según qué páginas me sirvió como terapia al descubrir, cuando las compartí, que lo que yo creía que eran rarezas absurdas mías en realidad era algo que compartía con muchas otras personas. Lo sé: mal de muchos, consuelo de tontos, pero consuelo al fin y al cabo. De hecho, el título del cómic, Tal Cual, me lo regaló la gente de Instagram, Twitter y Facebook: muchas veces compartían o comentaban mis páginas con un sincero “tal cual”, indicando que se habían visto reflejadas en mis viñetas.
Total, que decidí hacer una continuación, un nuevo cómic, narrando mi siguiente año con la esperanza de pasármelo igual de bien. Lo que pasa es que el 2020 fue un pelín más interesante de lo que a todos nos hubiera gustado, así que mi siguiente obra autobiográfica acabó tratando sobre la pandemia, sobre cómo mi marido fue uno de los infectados por la primera ola de COVID (trabaja en sanidad) y cómo acabó hospitalizado durante varios días con un pronóstico incierto. Lo hice en tono de humor, porque está en mi naturaleza, pero también con mucha verdad, probablemente mi obra más personal y sincera hasta la fecha.
Y ya al año siguiente me pude poner con Sí Soy, que viene a ser la continuación natural de Tal Cual, nuevamente páginas humorísticas sobre temas variados, en la que por suerte todos los personajes que aparecen están sanos (al menos físicamente). Y nuevamente el título me lo proporcionaron los seguidores de mis RRSS al compartir a menudo mis páginas con esas dos palabras.
¿Qué te aportan y qué te quitan las redes sociales? ¿Cuánto dirías que han influido en tu desarrollo como artista?
Aportar, me aportan un contacto más directo con la gente que me lee. Antes de las redes sociales mi único contacto con las personas que me seguían era un intercambio de minuto o minuto y medio durante las sesiones de firmas. Lo peor de todo es que si intento ser simpático con quien ha venido a la sesión de firmas con toda la ilusión para que le dedique uno de mis cómics y me pongo a charlar… dejo inmediatamente de dibujar. En ese aspecto soy muy, muy hombre: ¿incapaz de hacer dos cosas a la vez? Sí soy. Triste pero cierto: o le doy al lápiz o le doy a la lengua… Y, claro, si hay pocas personas en la cola pues no importa, pero como haya bastante afluencia… no puedo permitirme detenerme cada dos por tres porque me sabe mal no poder atender a todo el mundo, así que a veces no puedo interaccionar tanto como me gustaría con cada uno. Gracias a las RRSS, eso ha cambiado y puedo estar en contacto con la gente a la que le gusta lo que hago más a menudo. Además, las redes son una buena manera de promocionarte si sabes cómo, aunque eso implica dedicarles bastante tiempo y trabajo y no todo el mundo sabe o puede permitírselo. También os digo que ese aspecto promocional lo ideal sería que se lo trabajasen más las editoriales, pero no todas están por la labor, con lo que además de guionista, dibujante y colorista puedes acabar siendo también publicista. ¡Cuatro trabajos con un solo sueldo, ideal! Bueno… hablamos de hacer cómics así que borrad lo de un solo sueldo, poned mejor medio sueldo.
¿Qué consejos le darías a alguien que desea emprender en España una carrera estable dentro del mundo del arte para poder dedicarse a ello?
Que tenga un diálogo honesto consigo mismo/a y se pregunte si está dispuesto a trabajar mucho, a menudo incluidos fines de semana, y cobrar poco. Si la necesidad de crear es superior a todo eso, p’alante. Pero que sea consciente de eso. Que luego a lo mejor tiene suerte y suena la flauta, hay personas que viven bien del arte en España, pero hay que ser consciente de que no son la mayoría y muchas acaban teniendo que compaginar su faceta artística con otro trabajo alimenticio. Y, por no ser demasiado cenizo, también le aconsejaría que luche por sus derechos y que intente crear una buena red de contactos con otras personas del sector. Al ser trabajos en los que casi siempre estás en soledad, en casa o en el estudio, muchas veces va bien comparar notas con otros colegas de profesión para saber a qué atenerse en cuestiones de tarifas o derechos, por ejemplo.
¿Qué proyectos tienes a corto, medio y largo plazo?
Pues ya estamos escribiendo los guiones de la tercera temporada de Momonsters, por suerte la serie tiene buena audiencia y podemos seguir contando los descubrimientos que hacen Haha, Hehe, Hihi, Hoho y Huhu cada día.
Y en cuanto a cómic, estoy preparando el que vendría a ser el cuarto álbum de mi “etapa cotidiano-autobiográfica”, que traerá algunas novedades con respecto a los otros, como ser completamente a color (en los anteriores usaba paletas de color bastante reducidas). También tocaré algunos temas personales que aún no había plasmado en viñetas, lo que me asusta un poco, pero al mismo tiempo tengo muchas ganas de hacer. Mezclará el humor con la introspección poniéndole mucho sentimiento y creo que va a quedar muy bonito (pero qué voy a decir, si soy el padre).