-Lastura-

   Daniel María nos cautiva por corazón, alma, voz y línea de sutura. Línea musical en todo caso. Brillante, valiente, sensible hasta ser vulnerable y rico hasta ser fascinante. Con una alita rota emociona y pone en pie. La poesía también era esto -o sobre todo esto-: la ideal herramienta de expresión del universo interior de una persona con una historia que contar. Lastura vuelve a abrirnos las puertas de su frondosa casa para permitirnos hallar el montón de perlas -poemas- sobre el lienzo blanco. ¿Sabéis esa sensación de querer desearle todo lo bueno y lo bonito a alguien? Hoy es uno de esos días.

   Cuarenta y cinco poemas enlazados en sucesión irrefrenable, con título de una única y rotunda palabra salvo un par de ligeras excepciones muy justificadas, por motivos geobiográficos (Stonewall-Tenerife, 2019) y por la necesidad de una denominación a la altura del mensaje y la relevancia (Mariquita de pueblo), iniciamos nuestro camino con Historia y lo concluimos con Final, en uno de los numerosos derroches de coherencia entrañable con los que tropezaremos hacia la meta. 

   Antes de acceder a esas piedras bellísimamente talladas debemos recoger, tinaja entre los brazos, un pozo de significado derretido procedente de una estalactita de citas que funcionan como pórtico de bienvenida a los poemas de Daniel: recogemos mucha fuerza queer, mucho “terror” como sentimiento ambivalente en las mismas referencias, un pedazo de la canción Qué sabe nadie cantada por Raphael… y cargamos las pilas para responder preguntas y abrazar cuerpos guiados por la mano de nuestro autor.

   Estamos ante un poemario ““en respuesta”” a Rotura, de Fran Garcerá. Un compendio de talento y alma que despliega poesía y poética del cuerpo, que es el gran protagonista, el gran tema y el gran vehículo. Tenemos Masterpiece de Jessie J en los cascos y vislumbramos el tiempo y los tiempos, las pausas y los momentos tan cuidados de una técnica literaria de quien domina el verso y sus secretos. Sentimos a la vez el tono de canto popular, flamenquero, festivo-dramatizado, un huracán de arte particularmente agarrado a la canción como manera, que además flota como la referencia crucial en el mar del imaginario sociocultural que nos regala la pluma de DM. 

   Entendemos, a pesar del delicioso discurrir de la imparable corriente versada, una suerte de segunda parte -con pequeños giros, cambio de motivos, extensiones ya más tendentes a la largura donde la brevedad pasa a ser más excepcional, etc.- a partir de Stonewall-Tenerife, 2019, que se sitúa en el poema número 26/45.

   Revelamos el carrete y las imágenes que golpean la luz son íntimas, naturales, cotidianas, reivindicativas desde la vista y desde la palabra exclamada según progresa la obra hacia el último tramo del paseo, hasta dejar huella. Como decíamos, el cuerpo es el centro, el motor de la expresión total del poemario. Espejos se erige como el primer gran hit de la secuencia.

   Daniel se abre en canal para resaltar con su propia piel la importancia de lo carnal (de la carne misma, sin metáforas), de lo corpóreo-sexual -no explícito necesariamente, sino más bien sutil, erótico-, y reservar el resto de energías para ser mucho más crudo en lo políticosocial, donde desemboca lo carnal/sexual-erótico -que casa, por cierto, a las mil maravillas con el acto de dormir y sus derivados (ese acto tan íntimo con la pareja, ese velar por su sueño, ese imaginar, fluir o invadir apasionadamente)- y se confirma, aderezada con el saldo de unas cuantas cuentas pendientes a lo largo de las sombras del pasado, la solidez de una literatura urgente. 

   Si apartamos despacio cortinas y reflejos, observaremos cómo Luz es el primero de los que extienden sus letras más a lo ancho; Hambre es el que da el salto espacial en general; se produce el diálogo de páginas-espejo con los brevísimos y geniales Sacrilegio y Palabra.

   Debemos detenernos ya en la contemplación sin disimulo de la espectacular cubierta por manos de Roberta Marrero: es quizás la cara más hermosa que hayamos visto de un libro. Seguimos: Actúo y Cuerpo representan los dos grandiosos micro-himnos de la obra en términos de identificación y confesión de la forma de ser-y desear ser-y esperar ser. Precisamente Espera dialoga con Ansia en uno de los múltiples juegos internos que nos entrega el poeta. Resolvemos también que Algo es, por su fuerza condensada en un texto tan breve y a la vez más críptico que otros, una rareza de esas que bruñe toda la colección, una colección preciosa que nos sacia hasta colmarnos con otras propuestas como Sed y gracias a un insuperable triple final escalonado enhebrado con NosotresQuieroFinal [son los dos últimos los más transgresores en formas y usos del entorno poético-físico]. 

   Bajo nuestro foco fluorescente repercute asimismo el concepto de ternura, que además cuenta con un poema como tal y pertenece a esa “segunda parte” derivada del hilo generado en Stonewall-Tenerife, 2019. Es aquel, Ternura, el primer poema que alberga cita introductoria: correspondiente a la canción Resurrección de la alegría cantada por María Jiménez, la primera de tres que anotamos: la siguiente, muy cercana, pertenece al bolero cantado por La Lupe para el poema Manos.

   Ya lo anticipamos, querides: Vulnerable es el resultado de otra de las banderas trinchadas en este balcón vital con vistas a la esperanza y el constante, incansable esfuerzo por alcanzar con una mirada y un beso las estrellas y su poder. Porque es un ejercicio de desnudo integral, de ex-[hibición/humación] del alma en un terreno brutal, tan hostil y cálido. Acompañamos, cuerpo a cuerpo, a Daniel María, sentimos que le leemos en la misma habitación en la que se encuentra, en la que escribe, en la que llora, en la que folla, en la que nos dice palabras que salvan mientras encogen el pecho. 

   Así llegamos al momento de curar y pulir las esquirlas más hondas: la cita pendiente la recibimos en el poema definitivo Mariquita de pueblo. Es de Cernuda en Ocnos (1942) y dice tantísimo. Respecto del propio título de la presente obra, Con una alita rota se lo debemos a Pedro Lemebel, desde su Manifiesto. Hablo por mi diferencia (1986), cuyo fragmento supone la primerísima composición de todas las que abren este maravilloso libro.

   Simulacro es el poema anterior a Mariquita de pueblo y le sirve como antesala perfecta, tan narrativo igual y relevante –Mariquita de pueblo es el más largo de los cuarenta y cinco, con un total de tres páginas-. Nos encanta la voz de Daniel, su sencillez, su poderío, su control, su capacidad; desprende tanta belleza como corazón, es generoso en lo que dice y fundamental en la misma decisión de hacerlo. 

   Gloria a la poesía de Daniel María, de trazo eterno para nuestra memoria. Gloria a Lastura, la casa donde suceden las victorias.

Altavoz Cultural

Entrevista a Daniel María

Fotografía de Katia Mora

Bienvenido, querido y admirado Daniel. ¿Cómo nace Con una alita rota en términos de estímulo creativo original, de causa y motivación que te llevaron a comenzar su escritura? Una vez desarrollado, puesto guapo y lanzado al mundo, ¿qué propósitos principales tiene la obra según su propio autor?

La poesía fue la primera expresión creativa que desarrollé, pero me genera un estímulo muy particular, de ahí que desde 2009 hasta ahora haya publicado cuatro libros de poesía, mientras que la narrativa, la crónica y el ensayo han originado más títulos en estos años. Siento que los poemas deben reposar tiempo, cuidarse en el silencio, no tocarlos, dejarlos crecer a su ritmo, y ese es básicamente mi proceso creativo: silencio y destrucción, porque cada vez que regreso a un poema es para despojarlo de capas. Con lo excesivo y camp que soy en todo lo demás, con la poesía me ocurre casi lo contrario, que tiendo a lo esencial. Por otra parte, el propósito principal es compartir el resultado de una intimidad para comunicarme, otra vez de la mano del silencio, con personas que puedan sentirse estimuladas por los textos, que les provoquen sus lecturas personales, que reflejen su mirada y no la mía, porque una cosa es lo que escribo y otra muy distinta lo que leen los demás.

La música, más concretamente la canción, refleja muchas de las influencias que tejen el tono de la obra, incluso se manifiestan en citas y fragmentos específicos por letra o voz de los diversos artistas. ¿Qué le ofrece la poesía a Daniel María que no le ofrezcan el resto de formas de expresión posibles y qué vínculo personal le traslada hasta esa inercia cantora, popular, tan sentida y bella como doble cara del plano comunicativo de Con una alita rota?

La poesía es música y la música popular (rancheras, boleros, tangos…) es la poesía que llega más rápida e íntimamente al público. En mi imaginario poético ocupa el mismo espacio y la misma intensidad un poema de Cernuda que María Jiménez cantando Resurrección de la alegría (que es una cita del libro) o un poema de Gloria Fuertes y un bolero cantado por La Lupe (que es otra cita). El vínculo con estas canciones es la vida y no se me ocurre un lazo más fuerte.

¿Qué grado de sinergia e impulso ejercen Fran Garcerá y su Rotura (también en esta casa editorial, en Lastura) respecto del proceso creativo, el imaginario y el discurso vertidos sobre tu propia obra? A posteriori, una vez entregada a los ojos lectores, ¿en qué puntos consideras que dialogan particularmente ambos textos?

No es tanto una sinergia entre nuestros textos, porque mi poemario ya estaba terminado cuando apareció Rotura, sino el amor que nos une, porque nos queremos, nos adoramos y somos cómplices de la vida del otro. Fran Garcerá es un poeta que admiro y un amigo al que amo y eso está por encima de todo. Lo que ocurre es que nuestro grado de intimidad, nuestro cariño personal, es muy grande y la literatura que escribimos se conecta a través de lo que hablamos y compartimos. Yo no escribiré jamás un poema más hermoso que nuestra amistad y eso me hace feliz.

El leitmotiv de Con una alita rota es el cuerpo como espacio, vehículo y entidad identitaria. ¿Qué experiencias, lecturas y obras artísticas en general han construido tu forma de encarar este concepto central tal y como lo encontramos desplegado a lo largo de las páginas? ¿Qué peso específico dirías que tiene o merece tener el cuerpo en la representación de la diversidad sociosexual?

Mi cuerpo es quien escribe. Mi cuerpo gordo, pansexual, isleño, velludo, torpe en el movimiento, cálido y blando. Este libro es el resultado del encuentro con otros cuerpos, casi un diario de intercambios y experiencias que iban de la mano de mi propio crecimiento sexual. Intimidades con personas que, en su inmensa mayoría, no he vuelto a ver y junto a quienes solo viví un único encuentro. Esa intensidad es la que ha marcado el ritmo del libro y ha participado de manera muy decisiva en mi evolución personal y mi autoconocimiento. Compartir mis experiencias a través del cuerpo me ayudó a reconciliarme con él, porque la relación con mi cuerpo no siempre ha sido sana y estable, me han bombardeado desde la infancia mil violencias que me alejaban de mi cuerpo gordo y generaban una toxicidad que ahora, por fin, he logrado vencer. Este libro es un regalo a mi cuerpo, a quien incluso pido perdón por haberlo rechazado tantas veces.

Hasta la fecha, verano mediante, ¿cómo ha sido el recorrido promocional de la obra por presentaciones, firmas, eventos y medios? ¿Qué planes tienes a corto y medio plazo a este respecto y dónde puede encontrarte y seguir tus pasos nuestra comunidad lectora?

Pueden seguirme en mi cuenta de Instragram: @daniel.maria.85. El 30 de septiembre presenté en la madrileña librería Mary Read, en lo que fue la primera presentación, que siempre es muy ilusionante. Los poemarios tienen una vida editorial muy particular, como cualquier libro, pero especialmente la poesía tiene sus propios derroteros. Estoy muy agradecido con el amor y los cuidados de Lastura (Lidia y Ana son ángeles de la guarda) y deseo que estos poemas viajen y se encuentren con cuerpos que los acojan. He aprendido a vivir sin expectativas y eso me genera un sosiego que necesitaba hace mucho. 

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