-Blackie Books-

Jornadas de la Mujer 2024 – Altavoz Cultural

Que Julia Viejo ha nacido para escribir ya lo sabíamos, ya sentó precedentes con “En la celda había una luciérnaga”, pero con Mala estrella lo que vemos es claramente que Julia ha venido para servir coño (que ganas tenía de poner esta frase y Julia es que se lo merece).

La autora nos presenta a Vera, una chiquilla de 13 años que tiene una familia un poco especial: su madre está ingresada en un sanatorio y su padre es el típico padre ausente que además está metido en temas de corrupción y al que no le interesa para nada la vida de su hija.

Entonces nos encontramos a una protagonista que se ha tenido que mudar a la casa del pueblo de su abuelo, fuera de todo su grupo de amigos, y que prácticamente está sola. Además de que en el pueblo todo el mundo está polarizado, por lo tanto hay gente que la tiene cariño por ser quien es y otra que directamente la odia por venir de la familia que viene.

Con Vera hacemos un viaje al cambio de niña a adolescente, buscando su sitio, mientras no comprende muchas cosas que la están pasando, rodeada de chavales de su edad con vidas totalmente diferentes, más normativas. Vera tiene muchas ganas de gritar y es una de las cosas que te hace empatizar con el personaje, porque entiendes el punto en el que está, dado que todos hemos pasado por una adolescencia en la que parece que nadie te comprende.

Todos estos cambios y silencios por los que pasa Vera están acompañados de un hombre/monja llamado León que se tira por la ventana y hace cosas rarísimas pero es justo el personaje que ella está buscando todo el rato… Una fantasía, la verdad.

Julia consigue lo que quiere con este libro: que te sientas identificada con la protagonista en un mundo a veces surrealista pero que guarda tanta crudeza que hace que te enganches de una manera loca. No os voy a contar más, ya lo sabéis: si queréis meteros en el mundo de Vera, Mala estrella os va a encantar. 

Mil gracias, Julia, por este viaje, ¡desde aquí te deseamos lo mejor!

Entrevista a Julia Viejo

¿Cuál fue el primer estímulo que te llevó a plantearte Mala estrella y cómo ha sido su proceso creativo?

El primer estímulo llegó muy pronto con una serie interminable de ficciones sobre niñas fantasiosas, deslenguadas y un poco tristes, como Celia, Vada Sultenfuss o Matilda. Después, en la literatura, las encontré en El Sur, de Adelaida García Morales (y su película), en Ana María Matute… Todas ellas fueron refugios y referentes. Pero necesitaba poder contar esta historia de crecimiento con mis propios códigos, y fue ahí cuando nació el personaje de León, el hombre monja, y a su alrededor se fue conformando un universo particular que entronca con lo mágico y lo simbólico.

¿Cómo te sientes con Vera en rol principal? ¿Qué te lleva a utilizar de hilo conductor la circunstancia de la familia destrozada y la importancia de las raíces y las herencias?

Vera existe desde antes de que exista la novela. Su voz es la mía y su soledad también, en cierto modo. La familia, eso sí, es totalmente ficticia, pero me sirve para representar un sistema patriarcal y obsoleto que descarga todo su peso sobre todos los personajes, especialmente sobre las mujeres, pero también sobre los hombres. Es una «mala estrella» que acaba matando a todos tarde o temprano. Todo esto acentúa la soledad y el desasosiego de la protagonista, y al mismo tiempo también la empuja a crearse un mundo mucho más festivo, con sus propias normas, sus propias palabras y sus propios personajes.

En la novela se manifiestan múltiples formas de violencia hacia el cuerpo de la mujer a lo largo de las diversas etapas vitales de la protagonista. ¿Cuán importante ha sido para ti tratar este tema desde esos distintos puntos de vista y qué mensaje sientes que proyecta el conjunto de esas perspectivas de cara a las lectoras?

En la preadolescencia una descubre que tiene un cuerpo, un cuerpo que es curioso y quiere disfrutar libremente a su ritmo, pero que al mismo tiempo incomoda a todo el mundo, que hay que ocultar y que a menudo es invadido. Son dos caras de la misma moneda que a las mujeres nos mantienen en permanente conflicto y tensión desde pequeñas. Pero yo también quería reflejar que tenemos tan normalizadas estas violencias que mientras suceden no nos damos cuenta, para bien o para mal. Vera narra el recuerdo de que se compró una muñeca de comunión con la misma naturalidad que cuenta que le robaron las bragas en la fiesta. Quizás tome verdadera consciencia en el futuro, pero eso no lo vemos; con 13 años lo único que siente es una especie de desasosiego sin nombre.

Resulta muy interesante cómo introduces un espejo de realidad tan brutal en un universo propio (el de la protagonista) muy onírico. ¿Cómo has afrontado y desarrollado esa forma de entrelazar ambas alternativas en la narración?

Para mí es casi imprescindible utilizar elementos mágicos para narrar una historia. Si la ficción me permite ese poder, ¡cómo no voy a utilizarlo! Lo mágico a veces solo es un estiramiento de lo extraordinario o de lo poético. Es una manera de refugiarse de la sordidez de la realidad, e incluso también de analizarla desde fuera. Lo malo es que al mirarla desde lejos, se ve con mayor claridad y duele más.

¿Cómo crees que se instala Mala estrella en el panorama literario actual? ¿Cómo ha sido tu regreso editorial a casa, tu regreso a Blackie Books?

De momento se instala muy bien. No sé si pertenece a algún cajón del panorama actual porque no creo mucho en las etiquetas de ese tipo, simplemente estoy muy agradecida de tener lectores que entiendan el libro. Y no siento que sea un regreso a Blackie porque nunca me fui, de hecho, cada vez estoy más dentro. Además de los libros que firmo como autora hago muchas otras cosas con ellos: traducción, edición, malabares con fuego… 

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