Premio Carmen Conde de Poesía 2023
-Torremozas-

Torremozas guarda en sus murallas de papel una voz arrolladora que sobrevuela nuestra vida con tanta gracia como firmeza. Posee alas Estefanía Cabello y no teme las alturas ni padece vértigo alguno que no sea el que provocan sus propios versos: elevados y afilados, agentes del amor y la vida, enviados por ángeles con arco y muchas ganas de conquistar ojos sedientos.
Muchacha con mirlo en las manos es una obra excelsa, soberana en forma y fondo, redonda en la virtud del hallazgo intrínseco a la poesía. La propuesta de la autora sugiere originalidad y pertinencia, sacude como un latigazo preciso en el centro del alma, que queda rasgada, abierta, con su boca a punto de agua -o amor-. El monumento erigido para la noble representación de dicha apertura anímica refleja un gusto por la arquitectura poética más atractiva, deslumbrante, desde la solidez de unos cimientos-referencia hasta la colocación genuina de una cúspide que aletea mientras besa el cielo -será Cabello una trascendental voz atravesando el mar del recuerdo para parirse eco-.
Ese monumento es un cajón multidimensional: tres grandes partes o bloques o capas o etapas alfombran un panorama existencial hacia las verdades del amor. Su disposición responde a: Parte I: La edad previa, Parte II: La invocación de los astros (Un mirlo blanco), Parte III: La heredad fértil. La bienvenida global para todo lo que nos sobreviene es de Carmen Castellote (“Me retuve a mí misma: / en una mano la fábula / y, en la otra, el mundo”).
Observamos una primera parte que contiene una “Carta primera” bajo el título grande de La edad previa y dentro una sucesión de veintitrés poemas, pero antes de estos paladeamos sendas introducciones versadas y una página-pórtico a modo de prefacio de la misma piel de la autora. La segunda fase de esta hermosa-y-espinosa travesía es una sucesión cual torrente, un único poema de catorce partes o trozos o pedazos o tramos en una secuencia sin numerar y sin títulos que destaquen una horda de versos sobre otros.
La tercera y finalizadora parte está constituida por un conjunto de composiciones que roza la veintena entre subsecciones internas, segundas partes de un mismo texto y un poema último homónimo del libro para cerrarlo. Algunos de sus títulos son: Padre, Polifemo, Nota a Rilke; sus esencias y reminiscencias están vinculadas a personas y personajes (escritores entre otros), paisajes y lugares y una recreación de cuadros como el propio Muchacha con mirlo en las manos, entre diversos ejemplos que darían para título de obra pictórica. Son poemas breves y con una estructura más tradicional -sonetos o hermanos- en ciertos casos.
El desarrollo argumental-semántico que atraviesa toda esa carretera aérea atañe al crecimiento personal, al miedo que genera, al amor y sus represalias hacia el cuerpo, a la mujer y al hombre como imperfecta pareja consumable a través de su vehículo más orgánico.
Ovidio y Juana Castro son las voces que proponen las palabras introductorias de todo el poemario, voces que nos hablan sobre cisnes y pájaros enjaulados, sobre la llamada del primero y la liberación del segundo y su salida al mundo. Estamos ante una obra sumamente pulcra que filtra en sus propias líneas de prefacio versado escrito por Estefanía algunas de sus claves interpretativas: “Escribo / desde el lugar abierto a la intemperie” -esa libertad (deseada, ansiada, alcanzada), esa salida al mundo, afuera, al aire libre, que ya entronca con la figura del mirlo, símbolo con el que compartir la intimidad. Revela la metáfora de la costa rocosa azotada como ella -la mujer, la voz poética- es azotada por el amor -y palpa aquellos lugares en los que fue besada, aquellas huellas visibles, esos estragos en su cuerpo-. Desde esa altura miramos hacia el horizonte y nos preparamos para volar.
La edad previa desenreda una Carta primera que despega con la palabra ‘Amiga’ -hacia el tú que tanto sujetará la mano de la voz protagónica-, la superficie de todo un poema epistolar desplegado en esta primera parte -así como la segunda será un poema-carta dirigido hacia un tú bien distinto, complementario, pero heredero en cierto sentido en términos meramente cronológicos de preparación personal, oportuno-.
“Diana cazadora amó siempre demasiado a Diana cazada” será la referencia cumbre de toda una etapa dedicada al pasado de la protagonista acerca de la mala experiencia del amor-con-los-hombres -y de paso una gran referencia a una materia, la mitología, que será habitual posteriormente en el fervor terciario-. La sororidad, la compañía, la comprensión y el arrullo de la-otra-mujer (la otra yo, la otra ella, la otra toda) coparán las alforjas de una travesía oscura, tenebrosa (“Tengo un caballo de miedo / dentro de mí. / Anida conmigo, anida junto / a mí en esta vasta noche.” -corte XII), donde se revela ese miedo primigenio de esta edad previa, una etapa en la que se toma como referencia y luz a la abuela (dedicado a ella está el corte XVII) y que concluye con la esperanza orientada (horizonteada) hacia un futuro mejor -acunada en una dedicatoria a sí misma, a su yo venidero-.
Dicha esperanza tiene un contorno muy definido: se dibuja en torno al pájaro que llegará (la promesa del mirlo) tras esta primera singladura que, tan subterránea en contraposición natural al simbolismo del aire habitado, levanta un gran imperio de la noche, elemento que va mutando en su genética sintáctica conforme avanzamos a lo largo de la obra conjunta.
Afloran en esta parte inaugural los motivos de la naturaleza, especialmente desde el ámbito vegetal, pero también las palomas como anticipo del destino alado. No apreciamos rastro del amado ni intención, pues nos hallamos aún en fase de transición, de reconstrucción, de curación y remiendo, de recarga de baterías y fuerza, una fase solitaria y ruda pero necesaria.
Rápidamente gozamos de un componente emocional suministrado al lector de manera realmente inteligente, práctica, según se excava la corteza y emerge la pieza profunda que otorga tanto sabor a una obra poética que destaca por su nitidez y por su nervio empático.
El poema largo integrado en La invocación de los astros (Un mirlo blanco) concentra un total de ciento-un versos esparcidos en catorce fragmentos sucesivos, lanzados detrás del encuentro-presentación que todo lo detona: “Has venido, mirlo joven,…”. El mirlo ejerce de guía-compañero para tomar el camino vital más certero, es el tú de fondo constante de esta parte del camino, en la que abonar de semillas y ejecutar la transformación, desde la humildad, hacia la ascensión hasta tocar-y-ser-digna-de la palabra amar.
Amar lo que otros han dejado, ciegos, pasar… Una convicción que encierra otra metáfora tremenda, familia de aquella sobre las rocas que introducía nuestro periplo por Muchacha con mirlo en las manos: el amado y la catedral, como monumento recio capaz de contener y albergar en el calor de su interior, salvando de la tormenta de afuera y empleando el símil del cuerpo-hogar con ese tú que todo lo desborda.
La poeta nos acostumbra a habitar el interior del cuerpo amado como refugio y mirador hacia el mar, un espacio en el que brotan las palabras, la luz y los textos, en ese continente soberbio y perfecto, fotografiado en estas dos composiciones-espejo que juntas, en sendas páginas alineadas, desgranan el fruto fundamental: “Has despertado a un gigante con el solo tacto de tu abrazo” -has despertado el amor-.
En extensión semejante llega el que podría ser el texto trillizo: uno de los poemas más hermosos de todo el libro, iniciado con la figura del peregrino, protagonista de un cúmulo de imágenes del cuerpo-paisaje maravillosas, esculpidas desde el amor, la pasión y una emoción extraordinaria en el juego de lo natural (mar, arena y sus actividades) como código de lenguaje corporal entre los amados. Aquí se remarca el interés por el verdadero centro, por el núcleo del otro (“el centro donde mana el agua”) y se abre la ventana de la pasión: le sucede un episodio nocturno de escena erótica, de nuevo expresado en muy pocos versos.
Otras de las recurrencias preferidas de Cabello aluden a la capacidad (o necesidad, o anhelo) de parar, detener el tiempo y sus aledaños y a ciertas imágenes reproductoras de acciones realizadas con el pie desnudo/descalzo.
Con todo ello revoloteando nuestras cabezas, asistimos a la vida entre las manos de ellos, la vida amada como luz que llega a la pareja (desde el tiempo), a la caricia como gran forma de contacto, al prototipo o modelo de hombre como especie y su centro como lugar favorito en el mundo para ella, que trata la hondura y sucedáneos como máxima manifestación erótica predilecta. Pasos previos a la línea que da el título a esta segunda balada del poemario: “… / me enseñaste a leer / la invocación de los astros”.
Se estrecha el contacto voz-oído en pleno auge comunicativo a través de otro elemento ya destacado: la carne, mientras de fondo emerge la imagen de la figura de San Sebastián -en su icónica fosa plagada de flechas, con su esperanza intacta- y se desarrolla la conexión agua-herida (en el ansia incansable de ella por beber).
Por fin alcanzamos el encuentro en una habitación para dos más allá del deseo tras celebrar la existencia del otro en el mundo. Nos llama poderosamente la atención el propio término habitación, que tanto rompe el imaginario hasta ahora establecido, menos terrenal y ordinario y más puramente lírico y lejano, muchísimo menos concreto o accesible. Todo un acierto. Sentimos la bendición a través del otro, del (su) amor.
Desde el ecuador de esta invocación de los astros la extensión de los fragmentos ya ha sido reducida y se suceden textos de cuatro-cinco o seis líneas. En los dos últimos se despliega un ideal broche circular: para alcanzar a esa persona especial ha tenido que vaciarse de nombres -dejar atrás a los demás, a los otros amados y las otras experiencias, abandonar el pasado para merecer el amor presente [y los labios como lugar del amor]-, para finalmente proclamar la victoria: “Creemos en el otro, / nuestros cuerpos levantan la huella del amor. // Ahora, levántame en ti / para que sea dicha.”.
La hazaña de ser nombrada, de existir como tal a partir y solo a partir del otro y del amor otorgado y experimentado entierra definitivamente aquella “edad previa” para abrir sus manos hacia un destino prometedor.
La heredad fértil es el puzle majestuoso. Situemos nombres y lugares: Padre, Sofía de Mello, Polifemo, San Juan, Pablo, M.ª Victoria Atencia, Rilke Miguel Hernández // las aguas cerca del Etna, Córdoba, las playas del Algarve, el jardín de Aldobrandini, el cementerio inglés de Sant James, un campo. Ahora crucemos ambas listas: nombresXlugares.
Ilustres, cercanos, familiares, retrotraídos cuerpos ocupan localizaciones vertidos en homenajes y aprendizajes, supurando reminiscencias y ejemplos. Debemos dejar apuntados algunos detalles-destellos: la forma en la que la belleza comienza a acaparar tantísimo espacio dentro del discurso poético de Cabello, especialmente en Recuerdo a un chico Wrangler (“Que toda esta belleza nos acompañe / hasta el final de mis días”), tan carsoniano, pero también en Polifemo (“Mi pecado es ser consciente de tanta belleza”). Añadimos la Perífrasis de San Juan (“Al atardecer de la vida, / amaneceremos de amor”), que es una de las más cruciales claves de todo el libro: ese alcanzar el amor en la madurez de la vida, en la edad adulta, ya con el alma preparada.
Se destilan desde el principio de la sección muchas formas de amar y mostrar amor cotidianas, desde la rutina de la casa y la tierra, con esa prudencia heredada de un padre que se nos confiesa en Padre, así como mucha mitología -griega- como materia preferida para pintar distintas etapas del viaje. Quedan diversas enseñanzas, de Rilke, de Miguel Hernández, del pájaro, sobre todo. Quedan como gotas de sabiduría y dirección vital agarrada con ambas manos.
Nos asaltan varias escenas nocturnas y la soledad extiende su conocimiento, para crear, amar y vivir a partir de ella, asumiendo la playa como paraíso que conecta con aquellas imágenes formativas del mar, la costa… en un baile de estampas más oníricas, quizás idílicas, acaso espléndidas, que igualmente nos trasladan a escenarios antiguos, clásicos, en la línea de lo mitológico.
Nos espera un final con título de libro: Muchacha con mirlo en las manos actúa, diseñado al milímetro, verso a verso, como una reunión, una recapitulación y definitiva exposición consecuente del inventario de virtudes y experiencias logradas en todo el camino andado -volado-, hasta poder estrechar el pájaro-poesía y (re)vivir desde el amor.
Reconocemos una cronología forjada mediante el alineamiento de las tres partes capitales de una obra con enjundia, aliento de renovación e iluminación estratosférica. Estefanía Cabello arrasa el terreno pretérito para labrarlo de nuevas, para levantar un castillo férreo que gesta en su interior el fuego del amor y la libertad, un matrimonio que obra el milagro de la paz, el éxito de la felicidad. Tocamos el libro con la emoción del pianista ciego, con la esperanza de quien reza a una diosa blanca. ¡Gloria! ¡Fertilidad!
Altavoz Cultural
Entrevista a Estefanía Cabello

Bienvenida a Altavoz Cultural y muchas gracias por tu tiempo, querida Estefanía. ¿Cómo surge Muchacha con mirlo en las manos desde su primer estímulo creativo y cómo ha sido después su proceso de desarrollo hasta lograr el reconocimiento del Premio Carmen Conde de Poesía 2023 y su correspondiente publicación editorial?
¡Bienhallada, gracias! El poemario surge como muchas otras cosas en poesía: inesperadamente. Luego quedó el difícil proceso de llevarlo a libro. Pero, en especial, tenía una cosa clara: quería que Muchacha con mirlo en las manos fuese un canto a la belleza y, sobre todo, un poemario luminoso.
Cuando lo terminé, estaba segura de lo que había quedado reflejado en él y, desde ahí, ya comencé a moverlo por los premios literarios. Es una fortuna que haya aparecido bajo el Carmen Conde, un sello editorial y un nombre que amo tanto.
De ese proceso, tras una lectura pausada, se obtienen con cierta contundencia conceptos explícitos como: ‘noche’, ‘miedo’, ‘dioses’, ‘amor’ y otros quizás más implícitos como: ‘mujer’, ‘belleza’, ‘dolor’, ‘sororidad’. ¿Cómo dirías que se entrelazan todos ellos con la estructura de tres partes (I: La edad previa; II: La invocación de los astros (Un mirlo blanco); III: La heredad fértil) en la que dispones la obra, en un sentido, digamos, argumental, a través de diferentes momentos narrativos y su respectiva simbología?
Sí… Muchacha con mirlo en las manos cuenta la historia de una superación, desde un punto de vista luminoso. Y también habla del encuentro con una misma, del alcance del mejor conocimiento de una misma. Comienza en “La edad previa”, con poemas en forma de epístolas a una amiga, otra voz femenina. Esa voz crece y se alza en el descubrimiento de una nueva forma de amar, en “La invocación de los astros (un mirlo blanco)”, que es la parte segunda del libro; y, por último, culmina en agradecimiento, en “La heredad fértil”, reconociendo lo aprendido, lo válido para estar en el mundo. En esta última parte rindo, además, una especie de homenaje a escritoras y escritores cuya obra ha sido muy importante para mí: Sophia de Mello, Ana Rossetti, Pablo García Baena, Rilke, M.ª Victoria Atencia…
El guiño al mundo clásico está muy presente, desde esa elección de un paratexto de las Heroidas, para la parte primera del libro, hasta la referencia a las korés en el poema de Sophia de Mello.
¿De qué formas vincularías esta propuesta literaria con tus igualmente brillantes investigaciones académicas? Asimismo, desde tu experiencia y tu perspectiva, ¿de qué modo crees que se pueden o se deben combinar ambos prismas, el artístico-literario y el académico-investigador, en torno a las cuestiones sociales relevantes?
La creación literaria es una válvula de escape maravillosa que me permite descansar del mundo de la investigación académica. La investigación universitaria es una carrera de fondo para los jóvenes, cada vez más exigente y extenuante, por eso tener ese otro lado creativo equilibra la balanza y me ayuda a desconectar siempre y cuando lo necesito. Aparte de ello, ambas se cruzan y se retroalimentan en temas y contenidos. Ambas exigen y alimentan aprendizajes.
Regresas a casa, a Torremozas, tras 13 segundos para escapar, galardonado con el Premio Gloria Fuertes de Poesía en 2017. ¿Cómo valoras todo este camino desde un punto hasta otro de tu trayectoria y qué diferencias pero también qué esencias mantenidas dirías que puede el lector fiel apreciar entre ambas obras respecto de tu voz poética?
¡¡Sí!! Estoy muy feliz de regresar a la casa editorial que me vio nacer, por así decirlo. Aunque solo han transcurrido seis años entre un premio y otro, los divide la distancia entre los veinte años cortos y los veintimuchos, que son unos años esenciales de cara a la maduración personal y, por tanto, también creativa. El enfoque de los temas que toca mi poesía, la mirada ha cambiado. Pero los temas siguen siendo los mismos.
De Gloria a Carmen, estas obras son custodiadas por dos de los nombres más representativos de la literatura hispanohablante. ¿Sientes, como autora, la responsabilidad de hacer prevalecer su memoria, su herencia? ¿Cómo consideras, en esta línea, que se inserta Muchacha con mirlo en las manos en el panorama literario actual?
Presentarse a estos premios es una manera de querer honrar su herencia y su memoria, al igual que me honra a mí el galardón. Me encanta celebrar premios literarios con nombres de escritoras en nuestro país y pienso que aún debería haber muchos más, porque ahí sí que la balanza no está aún equilibrada.
En diversos textos se transparentan valores personales adquiridos o cultivados desde la familia y desde la mitología como dos raíces profundas. ¿Qué te aporta la poesía que no encuentres en otros medios de expresión?
El mirar las cosas de una manera diferente. El obligarme a replantearme hasta el hecho más cotidiano; y, por tanto, conocer más lo que me rodea y a mí misma.
En poesía, hasta el balanceo de unas hojas en los árboles es una ocasión para el goce y la reflexión; y eso me parece fascinante y maravilloso. Pienso que esa es la característica más única del ejercicio poético.
Nos gustaría concluir esta entrevista preguntándote acerca de tus próximos pasos en torno a la promoción de Muchacha con mirlo en las manos. ¿Dónde vamos a poder encontrarte presentando la obra y, en general, dónde puede localizarte nuestra comunidad lectora para estar al tanto de tus novedades?
¡Muchas gracias también a vosotros, Altavoz Cultural, porque ha sido una entrevista cálida y generosa! Voy a realizar pocas presentaciones de Muchacha con mirlo en las manos, porque tengo muy cerca la fecha de depósito de la tesis doctoral, sobre mujeres escritoras del siglo XIX y sus redes de sociabilidad, y me impondré cierta reclusión. He presentado el libro en noviembre en Córdoba, y en diciembre en Madrid y Pamplona, pero por ahora no voy a realizar más presentaciones hasta nuevo aviso. Quizá a final de la primavera alguna más. Mientras tanto, me pueden encontrar en las redes y, por supuesto, en las librerías.