Semana de la Poesía 2024

Bienvenida a Altavoz Cultural y muchas gracias por tu tiempo, querida Marina. Nos gustaría comenzar esta entrevista conociendo tu visión acerca de tu propio momento literario actual. ¿Cómo te encuentras en este estadio de tu carrera? ¿Qué has incorporado y qué has desechado a lo largo del camino hasta llegar a tu voz presente?

Muchas gracias a vosotros, Rut y Ferki. Es realmente ilusionante ser entrevistada en Altavoz Cultural. Admiro mucho vuestro trabajo y creo que es un proyecto construido con empeño y pasión.

De mi momento literario actual puedo decir, para empezar, que me encuentro al final de una etapa. Tengo 34 años y estoy al borde de lo que se considera “la juventud literaria”. Lo cierto es que nunca he creído en esa etiqueta de “poeta joven”; me parece impostada. Sin embargo, en la práctica, cuando cumples 35 se te cierran muchas puertas en el mundo literario: ya no puedes presentarte a certámenes “jóvenes” y dejan de contar contigo en determinados eventos. Traspasado el umbral de esa “juventud”, entras en una especie de limbo en el que ya no eres ni “joven” ni consagrada.

Por otra parte, empiezo a aceptar mi propia voz, que está un poco lejos de las corrientes predominantes y eso nunca facilita las cosas. Confieso que, en momentos puntuales de mi carrera, me he planteado tratar de adaptar mi voz a las modas actuales, pero, finalmente, he concluido que eso es un error, porque el resultado resulta artificioso. Mi voz es la que es; no hay que obsesionarse con gustar a todo el mundo. Y eso no implica que no tenga que ser exigente con lo que escribo. Creo que la autoexigencia es fundamental; somos nuestros críticos más feroces. En resumen, mi momento actual es el de seguir trabajando en mi obra, superarme a mí misma.

Tu más reciente etapa creativa nos regala dos hermanas de diferente piel: la novela La manzana de Eris y el poemario Entra la noche. ¿Qué te aporta cada formato y qué dirías que prevalece, inmutable, de tu genio literario más allá de la dedicación a uno u otro?, ¿cuáles son sus puntos de conexión?

Lo cierto es que, de niña, siempre pensé en ser novelista. La poesía se cruzó en mi camino y acabó imponiéndose; es un cauce de expresividad que intensifica mi vida. La novela exige dos requisitos imprescindibles, entre otros tantos: primero, una cierta madurez literaria y vital; segundo, tiempo. Rutinas de trabajo, una constancia. En ese sentido, la poesía es más amable, porque se adapta mejor a una vida ajetreada.

La treintena me trajo ese tiempo necesario, y me atrevo a decir que también parte de esa madurez. He publicado dos novelas hasta la fecha: Los doce reinos del Tiempo (2021) y La manzana de Eris (2022). La primera podría considerarse “novela juvenil” y la segunda entraría en el género negro. 

Creo que mi voz difiere bastante entre poesía y novela. Existe un prejuicio muy habitual, que es el de esperar que, si un poeta escribe una novela, esta tenga un tono lírico, un ritmo lento y detenido; pero mi ritmo de narración es ágil, incorpora muchos diálogos, mantiene la tensión. Me considero seguidora de los clásicos de la novela negra, como Raymond Chandler o Patricia Highsmith. Sí que me interesa bastante, como narradora, profundizar el perfil psicológico de los personajes. Hay una obsesión temática que mantengo en los dos géneros: el paso del tiempo, la memoria. Y la búsqueda de la propia identidad. La poesía me sirve para encontrarme a mí misma, para conocerme más, pero también lo hace, desde otra perspectiva, la novela.

Entra la noche se abre paso a lomos de un impresionante Premio León Felipe. ¿Qué representa para ti la figura de dicho poeta? ¿Cómo recibes la distinción de tu obra en el certamen y qué conexiones literarias consideras que se desprenden desde esa unión entre ambas voces poéticas?

León Felipe ha sido, desde siempre, uno de mis grandes referentes poéticos, por eso me emocionó especialmente recibir un premio con su nombre. Cómo no conmoverse ante su compromiso con los idealistas, representado por ese quijotesco “Payaso de las Bofetadas” del que el mundo se ríe, o por ese “Niño de Vallecas” cuya cabeza rota protagoniza uno de sus mejores poemas. Su lucha contra el franquismo, a favor de los exiliados, de los oprimidos; su espiritualidad humana… Esa luz que había que ganar: “Ganarás la luz”.

Me sorprendió que me concedieran un reconocimiento con este libro, porque se aleja bastante de las corrientes poéticas actuales. Como decía al comienzo, eso ocurre con toda mi poesía, en general, pero de una forma más acusada con Entra la noche. En los últimos meses, publiqué también otro libro, Otros sabrán de mí, galardonado con el Premio Paul Beckett de Poesía. Pero tenía un tono más claro, más explícito; su reconocimiento no me sorprendió tanto. Entra la noche es onírico, simbolista, con tintes surrealistas… Por eso, me hizo mucha ilusión el premio.

De León Felipe he heredado su deuda con la memoria, su empeño por luchar contra el olvido, el descubrimiento de que la luz no llega sola; hay que ganársela, buscarla debajo de las sombras, seguir creyendo en ella, aunque la evidencia nos diga que se ha apagado para siempre. ¿Qué sería el poeta sin idealismo?

¿Sientes que Entra la noche ha sido escrito por la Marina más transparente de todas las Marinas que hemos podido leer durante tu trayectoria? ¿Sientes que has realizado una entrega, en este sentido, más íntima al lector?

Soy incapaz de concebir la poesía sin intimismo. Incluso si hablo del mundo externo, hablo desde mi visión; intervienen mis propias emociones. Hay una diferencia entre eso y los “poetas” que solo se miran el ombligo. No soporto la poesía “ombliguista”. El punto que siempre he perseguido es el de partir de la experiencia individual y alcanzar una dimensión universal en la que el lector pueda sentirse identificado.

Digo esto porque creo que siempre he mantenido mi transparencia poética, desde mi primer libro. Incluso diría que, al ser Entra la noche una obra más onírica, podría considerarse menos clara que otras, como Otros sabrán de mí, que es mucho más explícita. Sin embargo, Entra la noche aborda el tema de la muerte desde un tono oscuro y simbolista; por eso, puede percibirse como más desgarrador.

Profundizando en su aspecto técnico-estilístico: ¿cómo es el proceso creativo del poemario una vez tienes sobre la mesa su concepto aún desparramado? ¿Hay en su recta final hacia la última versión mucha postproducción, mucho reajuste?

Siempre he intentado que mis poemarios no sean una mera recopilación de textos, sino que exista un sentido general y que cada poema ocupe un lugar especial en el conjunto. Que la obra cuente una historia. A la hora de crear un poemario, reviso los textos que tengo escritos y trato de extraer una conexión entre ellos. Con esa idea inicial, trazo la estructura del futuro libro y elijo los poemas que, por tema y por estilo, encajan en él. También el orden en el que aparecerán. Pero no escribo los poemas pensando en el libro. Creo que, si lo hiciera, caería en el riesgo de la impostura.

Una vez compuesto el libro, lo suelo dejar un tiempo “en barbecho” y, cuando vuelvo a él, suelo modificar bastantes poemas, incluso eliminar algunos del conjunto. Ese tiempo de reposo resulta fundamental para lograr un libro depurado. Es algo que he ido aprendiendo con los años y la experiencia: mis primeros libros apenas están revisados.

¿Qué referencias, desde las heredadas de experiencias personales hasta las puramente artísticas, han servido como alimento para el imaginario, tan «nocturno», que propones para dibujar con las palabras el texto?

La noche representa ese momento en el que desconectamos de la realidad y nos quedamos solos con nosotros mismos. Y llegan en pleamar todos los recuerdos, anhelos y miedos que no queremos mirar durante el día. La noche es también, por eso mismo, el mejor momento para la inspiración; es la ciudad natal de la poesía; un espejo donde nos encontramos con nuestra verdadera imagen. Es fascinante y tenebrosa, al mismo tiempo.

Ya había usado este símbolo en obras anteriores. En De las horas sin sol (2019) tenía connotaciones muy negativas: la pérdida de la esperanza, la ausencia de un ser querido. Después, fui iluminándola, y en Los ojos fríos del vals (2022) le concedí ya el significado actual, como espacio mágico en el que podemos encontrarnos, como lugar donde abrazar los sueños, la poesía…

Confieso que, para llegar a esa interpretación, he usado una referencia más musical que literaria. Concretamente, el álbum Days Of Future Passed (1967) de los Moody Blues. Se trata de una obra conceptual en la que cada tema representa un momento del día. El último, “Nights In White Satin”, es el más bonito, en el que se desarrolla el amor. Da la impresión de que todo el día ha ido sucediendo con el único fin de entrar en la noche.

En mi libro, la voz lírica abandona la realidad y se interna en esa noche con forma de templo en la que todo sucede.

¿Qué respuesta/s daría Marina Casado a la cuestión definitiva: «¿tú qué razones hallas para buscar el cielo?»?

Esa pregunta, que cierra el libro, forma parte de un poema titulado “Las célebres órdenes de la noche”. Se llama como un cuadro de Anselm Kiefer que vi en el Guggenheim. Era un hombre tumbado boca arriba sobre la hierba, mirando el firmamento, cuajado de estrellas. Me impresionó, porque me recordaba a una pesadilla mía recurrente: me encuentro en la misma posición que ese hombre y, de repente, todo el firmamento se vuelca sobre mí.

¿Qué es el cielo? Esa sería la primera cuestión. A menudo pensamos en el cielo desde el imaginario católico, pero no en mi caso. El cielo, para mí, representa aquello que resulta inalcanzable y, no obstante, seguimos persiguiendo. Una forma de idealismo. Por eso, en mi pesadilla a menudo cae por su propio peso.

Busco el cielo del mismo modo en que busco esa luz que, según León Felipe, había que ganarse. Decía Alejandra Pizarnik –otro de mis grandes referentes poéticos–: “Todo continuará igual / Las sonrisas gastadas / El interés interesado / Las preguntas de piedra en piedra / Las gesticulaciones que remedan amor / Todo continuará igual / Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo / porque aún no les enseñaron / que ya es demasiado tarde”. Precisamente, busco el cielo porque creo que aún es pronto para buscarlo, aunque esto suene ingenuo. 

¿Crees que se puede entrenar la sensibilidad?

Es una cuestión que me plantea muchos interrogantes; también desde el punto de vista de mi trabajo como docente. ¿Qué hace que los alumnos que llegan a 1º de la ESO estén más o menos predispuestos al arte? Creo que hay una parte inherente a la personalidad, desde luego, y encuentro casos asombrosos. Pero, en general, considero fundamental la contribución de la familia durante los primeros años. A mí, mis padres me llevaban a menudo al cine, al teatro, a museos… En mi casa se escuchaba constantemente a Aute, a Silvio Rodríguez… ¿Fue un entrenamiento de mi sensibilidad? Creo que sí, aunque ya la tenía “de fábrica”. Si los niños son educados en la empatía (tanto en un ámbito privado como más social, por ejemplo, la memoria histórica), comprenderán esa emoción y resultará más fácil que la pongan en práctica.

Respecto al entrenamiento de la sensibilidad, creo que algunos deberíamos entrenar precisamente lo contrario, la fortaleza o la serenidad, para que los acontecimientos no nos afecten tanto… Un exceso de sensibilidad conduce al sufrimiento.

¿Qué planes y proyectos confesables tienes a corto, medio y largo plazo?

En la actualidad, tengo dos poemarios inéditos, ya terminados, que estoy moviendo en concursos. Ojalá haya suerte con alguno. Sigo escribiendo poesía, claro. También estoy concluyendo una novela de misterio, pero todavía no he pensado en las condiciones de su publicación. Lo primero es terminarla y después llegan las sucesivas fases de revisión, así que hay mucha tarea por delante antes de plantearme sacarla a la luz.

Acaba de publicarse la antología de mi grupo poético, Los Bardos, en la que participo. Ha salido con La Imprenta. Por ahora, es mi única publicación prevista para este 2024, a no ser que surja alguna sorpresa.

Más adelante, me gustaría ampliar y reeditar en otra editorial un ensayo que publiqué en 2014 sobre referencias literarias en la música pop y rock. Y tengo más ideas para novelas que seguramente llevaré a la práctica a medio plazo. La verdad es que proyectos nunca me faltan. 

Antes de despedirme, me gustaría agradeceros, de nuevo, esta entrevista, e incidir en mi enhorabuena por este proyecto tan interesante del que he tenido el honor de formar parte. 

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