Por Jorge López Llorente
Frankenstein no para de engendrar nuevas criaturas, pobres (y maravillosas) criaturas. En la famosa novela de Mary Shelley, el científico se planteaba crear una versión femenina de su monstruo original y ha acabado haciéndola póstumamente, con una mujer mucho más incontrolable y audaz de lo que podría haber imaginado: Bella Baxter. El escritor y artista escocés Alasdair Gray la fabricó de pedazos de ficciones victorianas desenterradas en su novela Pobres criaturas y ahora Emma Stone le da voz en la gran adaptación steampunk de Yorgos Lanthimos, con un Oscar merecidísimo. Dado que esta historia viene de una larga cadena de adaptaciones y reinterpretaciones, por geniales que sean, asumía que no habría grandes sorpresas al leer la novela de Gray, sobre todo después de haber visto la película. (Sí, vi la película primero… ¿Podréis perdonarme?). Pero sí me asombró y mucho. Frankenstein es solo una pequeña parte de esta caja de sorpresas, esta matrioska de narradores y alusiones literarias, que la película apenas refleja.

Lo más destacado es la reescritura que hace Gray de Frankenstein de Mary Shelley, con varias vueltas de tuerca más. Bella Baxter no es solo una versión más sexy de la Criatura que desafía a su creador, sino una nueva, más sensible Víctor Frankenstein: es madre de sí misma, tanto literalmente, con el cerebro de su hija trasplantado a su cráneo, como metafóricamente, por su emancipación tan autodidacta. (Además, en su vida anterior se llamaba Victoria Hattersley, tocaya de Víctor, y al final se vuelve una doctora). Godwin Bysshe Baxter, el científico loco que crea vida artificial en esta ocasión, es también un guiño a William Godwin, padre de Mary Shelley y del anarquismo, y a su marido Percy Bysshe Shelley, editor de Frankenstein, ya que comparte sus radicales ideas anticapitalistas. Es un creador más empático y protector con Bella de lo que fue Frankenstein con su creación, aunque ambos tienen su propia monstruosidad por sus ambiciones turbias, en el caso de Godwin también por sus deformidades físicas. Tampoco parece casualidad que Víctor Frankenstein viajase a Escocia para experimentar con la creación de una criatura femenina y que Gray sitúe el laboratorio de Godwin ahí, en su Glasgow natal. Hay más que guiños superficiales: a nivel estructural, Gray adapta la narración múltiple de Mary Shelley, con aún más capas. En Frankenstein, el explorador ártico Robert Walton prologa y cierra el relato de Víctor Frankenstein, que a su vez cita en parte la versión de la Criatura. Pobres criaturas es una supuesta autobiografía de McCandless, que a su vez cita la lectura (editada y/o censurada) que hace Godwin Baxter de las cartas contradictorias de Duncan Wedderburn y Bella sobre lo que pasó durante su viaje juntos en la mayor parte del libro, con un epílogo de la propia Bella/Victoria desmintiendo la historia, todo «editado», prologado y anotado por Alasdair Gray.
Aun así, la novela es mucho más que una reinterpretación feminista y posmoderna de Frankenstein. Es una parodia general del estilo victoriano típico, desde una versión menos épica y más realista del Bildungsroman de viajes de Lord Byron en Las peregrinaciones de Childe Harold a un reverso asalvajado del Pigmalión de George Bernard Shaw (adaptado en My Fair Lady), pasando por tópicos góticos y una imitación de Bella del verso blanco. La estructura con cartas y manuscritos encontrados es reminiscente del Drácula de Bram Stoker y los experimentos de Godwin Baxter podrían recordar los del doctor Moreau de H.G. Wells. También hay alusiones internacionales, como un personaje que imita al Dostoyevski real o su alter ego en El jugador, un ludópata ruso en un casino alemán que se hace amigo de Bella. (El título de Pobres criaturas puede referirse al de Pobre gente, la primera novela de Dostoyevski, y sigue su ejemplo con la preocupación de Bella por los pobres y las injusticias sociales). En sus notas finales, Gray menciona esta alusión y luego medio recicla y medio se inventa versos de grandes autores victorianos como Tennyson o Kipling sobre la vida del general Blessington, el cruel exmarido de Bella. Hasta los personajes juegan con alusiones así a sabiendas. El donjuán fracasado Duncan Wedderburn asocia su amorío fallido con Bella a la historia de Fausto como autoconsuelo, McCandless se avergüenza de «desvariar en el lenguaje de las novelas que sé que son basura» y Bella equipara cómicamente su relación con Godwin a la de Cathy y Heathcliff en Cumbres Borrascosas, aunque ni ha leído el libro y se nota. Por detalles así, una Bella/Victoria más mayor desacredita la narración de McCandless en su epílogo, porque la historia «apesta a todo lo morboso en el más morboso de los siglos, el XIX», con «fantasmadas de las obras de Mary Shelley y Edgar Allan Poe», entre otros.
Al final, con estos personajes tan conscientes de su literariedad, me pregunto si la novela no se acerca más a los puzles posmodernos de Vladimir Nabokov que al pastiche y la parodia de lo victoriano. Su estructura fragmentada y ambigua con un prólogo, un epílogo y anotaciones va por ese camino, parecido al de Lolita, al igual que los muchos juegos de palabras de Gray. De hecho, Pobres criaturas podría ser Lolita al revés: un narrador principal igual de poco fiable se representa a sí mismo como un gran amante, mientras presenta a una mujer adulta como una niña en vez de hacer como si una niña fuera una mujer adulta, ambas con doble nombre, doble identidad. En este caso, Bella/Victoria sería una Lolita liberada y empoderada, que logra manipular a los hombres que quieren manipularla y que busca disfrutar del sexo cuando y como ella quiere, en vez de sufrirlo sin consentimiento alguno. Además, el sexo explícito en la película está levantando algunas ampollas morales en la prensa y en redes sociales, tanto de feministas como de conservadores, como si hubiera un eco distante de la polémica en torno a Lolita, o eso me parece.

En cuanto a la adaptación cinematográfica de la novela, en parte por las restricciones del medio, Lanthimos no ha podido trasladar todo este rompecabezas. Se limita a la narración de McCandless y diluye los discursos feministas, anticapitalistas y anticolonialistas más vehementes de Gray, además de que aplana ciertos personajes con dobleces: por ejemplo, Godwin Baxter no es un mero robot científico monstruoso, sino un hombre con sus deseos complejos y su conciencia política en el libro. En su lugar, la película hace zoom en los detalles físicos del reencuentro de Bella con su cuerpo, creando escenas que no salen en la novela como cuando Bella aprende a bailar con deliciosa torpeza. Por ello se centra más en las escenas explícitas del prostíbulo, mientras que en la novela Bella resume esa parte sin tanto detalle. (¿O es Godwin quien la recorta por vergüenza al leérsela a McCandless? ¿O es McCandless quien la edita para nosotros?). En todo caso, en la novela, Bella/Victoria también se libera a través de sus deseos sexuales, pero vemos mucho más de su lado intelectual, trabajando como doctora y activista socialista que busca mejorar el mundo.
No hay una sola manera de entender la excesiva, tragicómica, delirante, chocante, polifacética Pobres criaturas. ¿Como la imaginó Gray o como la reinventa Lanthimos? ¿Como Bella/Victoria quiere o como McCandless nos la presenta o ninguna de las dos del todo? ¿Como romance victoriano o máquina nabokoviana? Bella Baxter ha demostrado que puede ser cualquier cosa que se proponga y no sé a dónde acabará llevando a cada lector/a o espectador/a, pero se saldrá del molde seguro.
(Nota: Todas las traducciones son propias).