-Traducción de Sofía Nowendsztern-
-Torremozas-

La voz de Nancy Cunard es el testimonio bélico materializado en una poética de la guerra más espectacular -por escalofriante, por desgarrador, completo y complejo- de cuantos han dibujado a través de versos un retrato del siglo XX, tan gravemente mancillado por el terror, la deshumanización y el dolor. Como una corresponsal cámara -pluma- al hombro, sus composiciones derrochan la virtud de la fotografía, del documental, del tenebroso ejercicio de traslado físico-emocional del lector/espectador al lugar in situ, a sus componentes sociopolíticos, al conflicto desde diversas y todas fascinantes dimensiones que gracias a su capacidad para el verbo logramos tocar con la piel, para nuestro estremecimiento.
En este traslado a los mayores escenarios del pánico la poeta viaja asistida por una escudera igualmente muy bien versada: Sofía Nowendsztern se infiltra en las letras de Cunard para situar a nuestra disposición la versión hispanohablante de una fabulosa edición bilingüe propuesta por Torremozas. Es ella, la traductora, la que nos pulsa el corazón con el calor de sus manos en español, exhibiendo el mismo enorme talento para conectar con nuestras entrañas interpeladas por las imágenes que va coleccionando nuestra retina abierta como un océano frente a esa poesía visceral. Poesía desde el fango. Poesía desde la crudeza más honda. Poesía desde el activismo.
Además Nowendsztern ejerce de anfitriona: elabora la introducción “Nancy Cunard frente a sus guerras”, a través de la cual se nos permite el acceso al contexto sociocultural original de la poeta londinense, a sus primeras interacciones con el universo artístico, así como al propio proceso de forjado de su visión, tan sensible y lúcida, del mundo que le rodea -antes, durante y después de los acontecimientos históricos encadenados, cronología que radiografía de manera extraordinaria la progresiva variación de su voz en determinados matices ligados a su componente más humano, más hondo, como agua de pozo con gotas de colores distintos, con multitud de negro, de rojo, de blanco o de azul-.
Recabada su situación en el doble mapa sociopolítico y artísticoliterario, asistimos con máxima expectación al camino de Cunard por los diferentes puntos álgidos -y de sutura- de su periplo por los años que abarcan entre sus letras de fuego la Primera Guerra Mundial, el período de entreguerras, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, cuatro tramos que se corresponden con las vértebras mayores de la estructura interna de la recopilación poética de este libro maravilloso, terrible que nos ofrece una perspectiva tan íntima y rotunda.
Debemos señalar entre esos tramos el dedicado a la Guerra Civil española como uno especialmente ambicioso en términos de entrega poética por parte de Cunard, extraordinariamente azorada por la índole del conflicto, extremadamente comprometida con el dibujo -en sus innumerables aristas- de la época bañada por su desarrollo, tan cercana, directa y contundente. Una de las más impresionantes crónicas de ese obscuro suceso se la debemos a ella.
La prueba de calor literario refleja una pluma valiente, sentida, honesta, vinculada anímicamente con cada instante retratado, dañada -o al menos arañada- por las injusticias, los tormentos ajenos y las circunstancias humanitarias que se desmoronaban en cada acometida del destino más cruento. Cunard prescinde de cualquier conciencia formal para apostar todo a la ficha del significado, haciendo gala de la transparencia y su imaginario más leal y plausible. Su talento se filtra a través de las sombras como un potentísimo haz de luz de tono violeta, que utilizamos para identificar, reconocer, reparar.
Torremozas cosecha otra obra trascendental en su espléndida labor arqueológica de la literatura que es tesoro para la historia, la vida y el deleite del conocimiento a través de la lectura. Guerra es un hallazgo prodigioso que nos sugiere una óptica arrolladora de algunos de los episodios -y sus consecuencias: porque Cunard escribe más sobre el después que sobre el durante- más desgraciados de nuestra especie.
No dejen, pues, de adentrarse en este brutal compendio de poemas, no dejen de abrazar los ojos de Cunard como una suerte de regalo ni de ovacionar la indescriptible habilidad de su traductora Sofía Nowendsztern -pulcra, impactante, demoledora en decisiones, detalles e interpretación asociados al mismo trabajo de versionado- para otorgarnos esta aventura caleidoscópica.
Altavoz Cultural