-Traducción de Marco Vidal González-
-La Tortuga Búlgara-

En el interior de La Tortuga Búlgara, en la dermis de su catálogo editorial, hallamos una piedra lírica que refulge atractivamente: una antología de cuarenta poemas a doble voz (edición bilingüe búlgaro-español) que nos presenta a Vania Válkova en plenitud urbana. Nunca habíamos saboreado el perfume de lengua búlgara y Marco Vidal González nos lo sirve en bandeja de plata para esta ocasión tan especial de estreno, asombro y celebración. La ciudad se abre paso ante nuestros ojos de la mano de la poeta.
En una temporada asomada a la pandemia, impregnada también de revueltas sociopolíticas nacionales, Sofía se erige como escenario más habitual dentro del espacio urbano como indiscutible protagonista de escenas cotidianas casi costumbristas, en el que se despliegan grises señoras y cafés, parques, paseos, imágenes y seres filtrados por la poeta-observadora-flâneuse que nos obsequia en su postproducción con intercalados dibujos/diseños que acompañan a los poemas y nos confiesan la profesión artísticamente multidisciplinar de la autora. La ciudad en el centro, como espacio habitable, pero hostil, a veces se torna extraña, rara, como si no permitiera la pertenencia de una Válkova desconfiada, que se maneja distante, midiendo el riesgo y calculando la palabra adecuada.
Resulta inevitable detenerse en los paisajes tan desfigurados -oníricos por momentos- de estrecha lectura social que propone la óptica de la poeta: si no le sirve de utilidad, ese elemento, ese entorno, ese dibujo es desechado, queda mudo, marginado; desde la poética de la experiencia apreciamos un refinamiento de la decisión más práctica, más rotunda. No caben adornos ni jolgorios en la línea argumental de la implacable VV. No obstante, brotan las emociones con la naturalidad esperable ante tales preocupaciones y retratos, pues nuestra poeta se deja tocar, mirar, compartir desde las entrañas: nos traslada el llanto y el sudor, nos sumerge en su cosmos de ebullición que reúne madres, hijas, trabajadoras, amigas, artistas. Su visión crítica entra de lleno en el cajón de numerosas voces que desde el verso se vuelcan sobre la masa social y su suciedad como halcones hambrientos.
Este primer contacto con la poesía de una escritora búlgara deja marcas en las palmas: rojez y llagas compiten por la gloria del resultado de un viaje espinoso, rico en matices e instantes, con tiempo para el deleite más original o la instantánea más brutal, cocinados todos con una fuerza singular, como de viento diferente, como de ángulo revolucionario.
Ferki López, codirector de Altavoz Cultural