-Crecida-

En episodios anteriores nos deleitamos sobremanera con una excavación poética titulada Arde (ed. InLimbo) levantada por las prodigiosas manos de Sara Prida Vega. Aquella nos conmocionó. Hoy regresamos a su luz entre las sombras, a su lámpara bajo los murmullos y sus ecos, a su apasionante visión del orbe a través de un agujero tan curioso como irrefutable.
Bienvenidos por un extraordinario prólogo de Carlos de la Cruz Iglesias, entramos en la construcción de tres pilares: Aire comprimido; Fractura; Gomeru, bloques discursivos de diez, diez y once textos respectivamente que se ven abrochados por una dupla de anexos: glosarios de términos de la mina y de términos en asturiano. Nos reciben dichos populares, proverbios asturianos y lemas de lucha minera asturiana, en un notable contexto de fondo con la Huelgona de 1962..
Rodamos por una lucha constante, un poemario de pelea y revolución desde la mina como hogar y espacio propio con sus códigos y formas singulares, con la familia como base capital sentimental en unos vaivenes que desprenden crudeza, honor, esperanza y determinación, vaivenes entre los que emerge un texto dedicado al mágico poeta gijonés David González, vaivenes que desvelan un ecosistema propio y versos desde dentro hacia fuera, desde la mina como espacio habitado, como hogar y prisma.
Sara Prida Vega establece la revolución como una promesa. Nos encanta el diseño del libro a todos los niveles, su configuración completa. Con el tirachinas a mano, nos adentramos en toda su ciencia y su arte mineras, en un mundo que se nos abre fascinante como resultado de un trabajo orfebre tan atractivo desde el contenido a la estética. Ahí dentro hay fuego, hay agitación, hay una melodía silente de trabajo y movimiento constantes, con mirada por el rabillo a la perseverancia de la honra de los tuyos y la tradición en dar a conocer ese terreno tan personal que se vuelca desde la llamada de la montaña, un enorme sentimiento. Tenían esos días un dios que comía una colación de leche con entramados vegetales, murmullos, efluvios y rugidos.
Se trata de un poemario de grieta y barrena, un himno o, mejor, un manifiesto contra el sistema de fuera y de arriba, recio ante los conscientes miedos como el de que el hambre se convirtiera en el animal más grande de la tierra, con la necesidad de aferrarse a ciertos elementos cotidianos para seguir firmes y continuar el camino. La rebeldía y la memoria como armas definitivas.
Se anuncia “pariremos piedras” en uno de los poemas de la tercera parte, en uno de nuestros favoritos, un corte brutal que alimenta una etapa final del libro que crece en fuerza y situación de combate. Sara carga el gomeru con la contundencia de todos los huesos. A estas alturas hemos gozado de momentos de una intensidad privilegiada, tan agarrada a las entrañas y las madrigueras como atada al mástil del cartel que nos ordena que prosigamos con una flecha feroz. Pues la marcha es incesante y el ruido de los valores no comprende de noches ni paredes.
Pariré Piedras es, desde luego, una sorprendente propuesta plástica que destaca por su vigor, que condensa como un álbum polvoriento, trabado de carbón, un linaje presentado al mundo desde el homenaje y su inconmensurable autenticidad. Un linaje tatuado en nubes subterráneas. Además del obsequio que nos dona, la autora dedica su emplazamiento como escenario desde el cual erigir su canto, sirviéndose de sus extensiones para complementar la información, el deseo y el pulso a la mirada que acude. Pariré Piedras es mucho más que un poemario valiente y solvente: se asienta en su indomable originalidad para contar y subrayar historia, para servir a quienes desconocen como un empujón de atención y, a poca medida, de implicación. Una obra de bellísimo megáfono.
Ferki López, codirector de Altavoz Cultural