-Páginas de Espuma-

En el primer relato de ‘No se van a ordenar solas las cosas’ me gusta mucho la forma en la que Nuria parece que está escribiendo un diario. Me gusta la referencia de Leonora Carrington, me gusta ese toque a ‘Canina’ Rachel Yoder de la mujer que quiere convertirse en animal o en monstruo, ese leve detalle del interior, de una casa de intentar controlar todo lo que pasa dentro, del instituto de la manada y de la supervivencia. Al mismo tiempo, el hilo conductor de la historia es la asistenta sin papeles que tiene la protagonista que dentro de un mundo injusto es la persona con poder quien reflexiona sobre la injusticia de la persona a la que ahoga. Pero hasta en esa injusticia vemos una vida y una entereza que anhelamos. Porque la protagonista de nuestra historia está rota, han sido muchas cosas y entre ellas la última, el abandono de su marido, la que la deja totalmente hueca. Y es que hay algo, que une a muchas mujeres y es la maternidad y en cómo concebimos el hogar y las cuatro paredes. Y es que da igual de dónde vengas porque al final quieres convertirte en otra mujer más fuerte y con más ganas de seguir viviendo pese a saber que está incluso más rota que tu.
En ‘Como si te hubieras olvidado el sentido de vivir’ Labari, lo que hace es meterse en el cerebro de un adolescente, obsesionado con su cuerpo, con todo lo mainstring que hay ahora sobre levantarse a las 5:30, va a hacer pis, ser el más guapo, hacer más dinero, ser el más exitoso, el odio irracional hacia las personas trans o del colectivo, la masculinidad tóxica, la forma de relacionarse tóxica con las mujeres, todo esto en la cabeza de un adolescente. Al final en este relato lo importante es que ha cogido una de las cosas más naturales del mundo, que es lo que ve una persona todo el rato en redes sociales y los mensajes que le llegan a las adolescentes, convertirlo en un trastorno y ponerlo, desde el punto de vista de un adolescente que escucha una voz en su cabeza, y es que no hay nada más terrorífico que pensar que no vales para nada porque tienes una meta y que eres una persona que está mal de la cabeza en un momento tan crucial de tu vida como es la adolescencia, en el que piensas que estás solo en el mundo.
‘No se van a ordenar solas las cosas’, que da título a esta antología, es un relato sobre cómo el amor no cambia, sobre cómo a través del lenguaje que no se comparte pero se aprende dos personas pueden evolucionar al mismo tiempo. Es un relato bonito, crudo y triste. Porque aunque veas una diferencia de edad, de vida y de habla, los personajes protagonistas deciden compartir su propia experiencia. Me ha gustado mucho el juego que hace Nuria en este relato, de jugar con los recuerdos, con un idioma nuevo mientras critica la dureza que es tener que salir de tu casa por querer un futuro mejor y no parar de encontrarte trabas por el camino y violencia.
‘Nunca te fíes de mí’ es un relato sobre un viaje en familia a Santo Domingo que no empieza bien. La protagonista y su marido viven sumidos en un matrimonio en el que no se aguantan. Y encima se van con sus hijas al otro lado del océano a vivir una experiencia que no dejará indiferente a nadie. Y es que en un paseo por la selva que les llevará a una playa increíble nuestra protagonista se da cuenta que todo está mal. La protagonista en este viaje se da cuenta de que justamente la familia perfecta que parecen se desmorona por momentos. Ella pensando en que podría enseñarles mundo y valores a su familia y resulta que son unos racistas de manual, por ejemplo, que son unos quejicas. Y al final este relato es la crítica, para mí, de ir de vacaciones de forma consciente sin querer tener el síndrome de El Salvador blanco y que no tienes que quedarte al lado de un tío que no te aporta nada.
‘El mundo cuando mueras’ es un conjunto de pequeños relatos partidos que hablan sobre la muerte, tal y como anuncia el título. Y es que en este cuento sobre el duelo, el cáncer y la pérdida encontramos algo por lo que creo que han pasado casi todas las familias y que nos suena a todos: cómo sobrevivir a la cotidianidad del vacío que deja alguien que siempre estuvo presente, al caos experimental de las primeras veces cuando te atreves a hacer una actividad que pertenecía a la otra persona. Y escrito con una delicadeza y una realidad que parecía palpable.
Con el cierre de ‘No soy un alte kaker’ es la vida jubilada de un hombre homosexual judío psicoanalista que después de una vida ajetreada se rompe una mañana porque su lavadora se rompe, pero es más lo que significa acabar con una era y replantearse cosas que el hecho en sí de que la lavadora deje de funcionar. Y seguimos con el historial de toda una vida dedicada a los demás y analizamos el presente. Con una crítica a las guerras, la violencia al pueblo judío es el broche perfecto para esta antología de relatos.
Una de las cosas que más me han gustado a fin de cuentas del libro de Nuria tiene que ver con todos los referentes. A día de hoy me encanta leer a alguien que no para de poner referentes. Me encanta ese pequeño detalle, que sé que es una tontuna, pero dice mucho de qué tipo de escritor eres. La otra cosa que me ha gustado mucho es lo visual que es la autora. He podido sumergirme pacientemente mientras leía en las imágenes que proyectan sus palabras.
Rut Alameda, directora de Altavoz Cultural