Springfield es un grito a la libertad de dos chicos rusos jóvenes que, atrapados por su nivel económico y por un país que no les deja vivir su amor con libertad, intentan abrirse camino. Es una crítica a un país que por fuera parece “perfecto”, que no tiene nada de malo, pero en verdad como todo, tiene carencias por todas partes. Ya sabemos que Rusia es un país que coarta la libertad de las personas LGTBIQ+, bastante dictatorial y que tiene una población bastante pobre y que, de hecho, actualmente está en guerra. A su presidente le da todo exactamente igual, porque pese a que se ha saltado todas las leyes de derechos humanos del mundo por el forro del mismísimo, no se ha echado hacia atrás con una guerra que el próximo febrero cumplirá 2 años.

Por eso este libro está prohibido en su propio país, porque aunque parezca una historia de amor, Springfield es una crítica en toda regla y un paisaje de un país corrompido, con un sistema que se cae a cachos y de fondo con una Rusia decadente que intenta sobrevivir al recuerdo de la URSS. Nuestros protagonistas intentan sobrevivir a la pobreza en Togliatti, mientras sueñan con vivir en San Francisco. Aquí quiero hacer un punto para decirte, querida lectora, que si has visto la MTV de los 2000, vas a sentir mucha representación en este libro. Y es que soñar con una América libre, llena de todo lo que puedes ver en YouTube, viviendo en Rusia, pues obviamente parece un sueño.

Matvie y Andrei se conocen por pura suerte un día y empiezan una relación donde cada uno tiene sus pequeñas cosas, al final son chicos jóvenes que están deseando romper con su realidad actual, entre fiestas, sexo, trabajos precarios, videojuegos y amigos que se encuentran en la misma posición. De hecho, podemos ver escenas como ir a hacerse una prueba de VIH, montar una especie de fiesta / marcha por mitad de Togliatti y acabar en la cárcel, ver el rechazo de sus padres a su orientación sexual pero al mismo tiempo ver como a sus amigos les da completamente igual. También se les ocurre irse de ruta y hacer camping al lado de un río lleno  de calaveras y estar a punto de perder la vida o irse a vivir juntos con todo lo que conlleva. Todo esto mientras intentan encontrarse a sí mismos, van pasando los exámenes de la universidad e intentan ganar dinero.

Otra cosa a comentar además de esa cultura tan Y2K americana que inunda el libro, es increíble los poemas y textos que los protagonistas se envían, me gusta que el libro sea una narración hasta que un chat rompe con ella o un texto de cualquiera de los protagonistas que se envían entre sí rompe con ella. Las muestras de amor entre ellos son un poco raras, porque siempre sobrevuela el miedo a que les lean las redes sociales o los chats (que cosa más loca, ¿verdad?). Además tiene la magia de ese lenguaje del amor singular de dos personas que se conocen y que empiezan a hablar en un idioma propio con todo lo que les pasa. Pero es fascinante ver la manera tan tóxica y malsonante que tienen de decirse que se quieren.

Es un relato cargado de realidad que como trama es una historia de amor, pero va un poco más allá: es dependencia, es intentar salir del hoyo pero estar todo el rato saboteándose para no hacerlo, y que termina con no saber si todo ha sido real o no. El escenario donde transcurre toda la acción parece sacada de una película postapocalíptica. Vamos, que es la mezcla perfecta pero contado con una pizca de crudeza. Y como siempre, Consonni traduciendo libros que deberían ser best sellers y que deberían estar en boca de todo el mundo, porque a mí esta historia me ha cogido el corazón de tal manera que creo que voy a tardar un rato largo en pasar el duelo de terminar algo que no quieres que termine nunca.

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