-por Alba Sanchis Dolz-

El papel del arte en la actualidad, en concreto el de la literatura, se ha vinculado estrechamente con el del entretenimiento, y, aunque esta asociación, en parte, es acertada y en absoluto negativa, cabe no dejar en la retaguardia la importante labor que guarda para con la sociedad más allá de su aptitud lúdica.

Por supuesto, aun cuando una obra no ha de tener un componente social necesariamente, no se ha de ignorar o de restar importancia a aquellas que sí lo poseen, más aún si un valor va de la mano del otro. Y es que hoy día, en un presente sociopolítico en el que se trata de restar importancia a las artes, cabe subrayar que todavía se siguen produciendo, aunque pudiera no parecerlo, obras narrativas, líricas y teatrales que además de perseguir un objetivo lúdico en muchos casos también se han gestado con un fin social adherido a su ADN. No hemos de ir muy lejos para encontrar, por ejemplo, antologías benéficas que, creadas con un compromiso intrínseco para con una causa en concreto, se han forjado del amor de sus organizadores, y de sus escritores, por la lectura y el arte de acercar unos valores concretos a sus lectores de forma totalmente altruista.

Aunque casi invisibilizadas en el contexto actual en el que vivimos, este tipo de obras colectivas y benéficas son el ejemplo viviente de que la escritura, una vez más, es una vía para alcanzar un fin y un instrumento para transformar la realidad. Tanto artistas como amantes de la literatura han de dar cabida a estas armas culturales y ponerlas en primera línea para hacer ver al mundo que, tal y como remarcó nuestro querido Walt Whitman, «las palabras […] sí pueden cambiar el mundo».

ENTREVISTA A SANDRA LEÓN MONTAGUT

¿Qué te inspiró a comenzar a escribir? ¿Cuál es el primer recuerdo literario que tienes?

Cuando era pequeña, mi madre me llevaba a la biblioteca de la ciudad y me decía que cogiera libros de “LEO LEO”. Recuerdo que primero leía el cómic que incluían al final y luego la historia principal. Mi abuela también me leía muchos cuentos y, antes incluso de aprender a leer, ya pasaba las hojas y se los contaba yo a ella, fijándome en los dibujos.

Los primeros cuentos que escribí estaban escritos en hojas blancas. Las doblaba por la mitad, en forma de cuartilla, y grapaba varios folios juntos. En un lado escribía y en el otro hacía un dibujo. No sé si conservo alguno, pero me encantaría encontrarlos.

¿Qué voces literarias dirías que han dejado mella en ti y han influenciado, en mayor o en menor medida, tu escritura?

Diría que la voz que más ha influenciado en mí ha sido la de Carlos Ruiz Zafón. El primer libro que leí del autor fue “El palacio de la medianoche” y me enamoré de su forma de escribir, de la forma tan personal que tenía de mezclar la realidad con la fantasía urbana. Otras voz que ha influido en mi forma de escribir es la de Edgar Allan Poe, por el toque macabro de una realidad que supera a cualquier ficción.

Actualmente, Marissa Meyer, junto a su forma de escribir retellings se ha convertido en otra fuente de inspiración para mí. Admiro la capacidad que tiene para contar historias que ya existen de una manera completamente distinta.

¿Cuál fue el primer premio literario que ganaste? La evolución desde aquel primer relato ganador ha de ser evidente si lo comparamos con el último premiado. ¿Qué cambios destacarías en tu trabajo?

Si no cuento las convocatorias del instituto, el primer premio literario que gané fue en 2019 con un relato titulado “Cría cuervos”. Lloré mucho al leer el fallo del jurado porque llevaba años sin atreverme a mandar nada a convocatorias y fue un sueño hecho realidad.

Desde entonces he escrito muchos relatos y lo que más destacaría es el cambio en cuanto a temáticas. Por aquel entonces, iba a lo seguro y me costaba salir de mi zona de confort. Ahora me arriesgo y experimento con otros géneros como la ciencia ficción. También trato de crear tramas más complejas donde intervengan más de dos personajes (aunque a veces lo simple funciona mejor, sobre todo en formato breve).

¿Qué te llevó a presentarte a concursos de antologías benéficas? ¿Cuál ha sido tu experiencia en este ámbito?

Creo que la literatura, y el arte en general, tiene el poder de cambiar el mundo. Está bien escribir para uno mismo y guardar los textos en un cajón, pero las palabras también deben servir a un propósito mayor. Formar parte de antologías benéficas me ha permitido crecer tanto a nivel profesional como personal.

Al tratarse de antologías formadas por voces diferentes, habrás tenido que trabajar con diversos escritores, ya sea directa o indirectamente. ¿Cómo ha sido esa experiencia?

Esta parte es la más divertida de todas. Me encanta cuando se crean grupos de la antología y todos estamos emocionados por ver y conocer el proceso. He tenido la suerte de trabajar con grandes profesionales que ponen mucho cuidado en que todo salga perfecto, desde la corrección de los textos hasta su publicación. Además, se crea un ambiente muy dinámico entre los autores: nos leemos entre nosotros, resaltamos lo que más nos gusta de cada relato y hasta reñimos si alguna parte nos ha hecho llorar demasiado (suele ocurrir, jajaja). Al final es una experiencia muy gratificante donde cada autor pone su granito de arena de forma desinteresada.

Como antologías benéficas, todas ellas persiguen un objetivo social. ¿Podrías contarnos un poco más acerca de ellas y su proyección?

He participado en antologías orientadas hacia causas muy diversas: ayuda contra el cáncer, asociaciones contra el alzheimer, protectoras de animales, derechos LGTBI+ Todas ellas persiguen el mismo propósito: ayudar a aquellos que lo necesitan.

Muchas veces resulta complicado que las personas donen dinero sin recibir nada a cambio (a casi nadie nos sobra), por lo que ofrecer un trabajo desde el corazón y sin ánimo de lucro fomenta la participación. Además, la ilusión y el entusiasmo que desprenden cada uno de los escritores ayuda a crear un clima que incentiva la solidaridad.

Una de las antologías en las que fuiste publicada se organizó durante la pandemia con el objetivo de aligerar el solitario periodo de confinamiento que atravesamos internacionalmente. En este sentido, ¿crees en el poder de la literatura para cambiar el mundo? ¿Cómo crees que impacta el arte en la vida de la gente?

Pienso que la literatura tiene el poder de ayudar a las personas. Por ejemplo, creando espacios donde pueden refugiarse y evadirse de la realidad durante algunas horas. En un contexto como la pandemia, donde muchas personas sufrieron la soledad y el confinamiento, los libros podían ayudarles a evadir la mente y transportarles a mundos que se encontraban más allá de las paredes de sus hogares.

A nivel más general, estoy convencida que el arte puede cambiar y transformar vidas. No solo la literatura, sino también el cine, el teatro, la música, la pintura y cualquier otra forma artística. Es una forma de conectar con el alma de otros seres humanos, de descubrir lo que encierran en su interior y empatizar con ello.

¿Considerarías que el hecho de haber participado en antologías benéficas ha contribuido a tu evolución como escritora? Si es así, ¿en qué sentido lo has notado más?

Las convocatorias benéficas me han permitido experimentar con temas y géneros que posiblemente no me habría planteado. Además, también son una buena forma de practicar la escritura de manera más rápida que con una novela, ya que el límite de palabras es más acotado. Gracias a ellas he podido escribir sobre temas diversos para ir encontrando poco a poco la voz y las temáticas donde me siento más cómoda.

Si tuvieras que escoger un solo relato de entre todos los que componen tu obra, ¿cuál sería y por qué?

Pues a pesar de todos los relatos que he escrito desde 2019, mi favorito sigue siendo “Cría Cuervos” porque es el que me permitió salir del bloqueo escritor, arriesgarme y participar en una convocatoria. Sin ese relato nada de lo que ha pasado después hubiera sido posible.

Otro que destaco es “Un paso tras otro, una huella tras otra”, publicado en la antología Renacer. Me encanta porque varias personas dijeron que les recordaba a Allan Poe (yo no me atrevería a asegurar algo así, pero me hizo mucha ilusión), y porque trata del bullying, un tema que me toca de cerca y pienso que debería tener más apoyo social.

¿Animarías a otros a participar en antologías benéficas?

Por supuesto, se trata de una experiencia muy enriquecedora que permite practicar la escritura al mismo tiempo que se contribuye a una buena causa. Es precioso cuando se forma parte de proyectos que están destinados a transformar y mejorar otras vidas.

¿Tienes algún proyecto literario entre manos? Si es así, ¿qué nos puedes adelantar sobre él?

De momento sigo escribiendo y participando en antologías de relatos. Hay un par que saldrán en los próximos meses y estoy deseando que vean la luz. Una de ellas, organizada por Irene Falcón, saldrá en los próximos meses y tiene por título Tropologia: 15 formas de amar. Los beneficios irán destinados a la fundación Eddy, una casa de acogida para jóvenes LGBTIQ+ en riesgo de exclusión.

A nivel más personal, estoy trabajando en una antología de relatos intimistas, donde reúno fragmentos, pensamientos y recuerdos de mi vida, desde la infancia hasta la actualidad.

¿Dónde podemos conseguir las antologías en las que has participado? ¿En qué redes sociales podemos seguir tu trayectoria?

Las antologías se pueden conseguir en Amazon o Lektu. En mi Twitter (@sanlemon) tengo un hilo fijado donde aparecen todas ellas y los lugares donde se pueden conseguir para que nadie se pierda ninguna.

Y, por último, ¿qué mensaje querrías que trascendiera de tu obra para el mundo?

Me gustaría que mis obras ayudaran a reflexionar sobre temas tan humanos como el amor, la amistad, la soledad y la vida. Intento que todos mis escritos encierren un significado que conmueva a los lectores. Diría que soy bastante metafórica a la hora de escribir porque detrás de las palabras y la ficción siempre hay verdades más profundas. 

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