-Libero-

   Libero es tierra, jardín y cielo; es fuego, raíces, fruta y vientre. Ahora también es agua. Lejos, de Celia Sanjuan, representa una forma poética azul: una descarga de humedad, una auténtica ventisca. Su propuesta debut es sólida, autoconsciente y, desde luego, arrolladora.

   La disposición formal responde a cuatro partes: Despedida; Limbo; La isla; En las noches oscuras. Un conjunto segado por las necesidades argumentales del viaje que encadena algo más de cuarenta poemas de muy diferente extensión y notas de belleza e impacto. Leemos a su autora en plena navegación, balanceados por el oleaje, con el corazón en la boca y branquias brotando raudas. Pero ya desde el título tan definitivo sentimos las astillas punzantes, las molestias para respirar sin poder caer en un ahogamiento, del cual nos salva una gran virtud de Celia: su trascendental sentido del equilibrio, que le permite dejar tiritar y abrigar, dejar hundir y rescatar, dejar marchar pero recordar. Celia siempre nos salva.

   Este brillante poemario de agua inicia con un primer poema titulado Agua y concluye con el último Sirenas; alergia en sus entrañas una tercera parte denominada La isla… y en general los motivos, ya desde la hermosa cubierta, hablan del mar y otras manifestaciones del agua como espacio para despedirse, distanciarse, olvidar, recordar, viajar -también anímicamente en las noches oscuras-… Apelan a la esperanza y la fe (perdida o dudosa o caducada), al navegante y a su cosmovisión fuertemente vinculada a una magnética mitología, con presencias como las de Ulises, Circe, Zeus, Cátulo y Lesbia, Ítaca… 

   La memoria, el refugio, el limbo, que es poema y es sección, el limbo, ese hueco ligado a esa misma idea de inmensidad imprecisa que es el mar o la cantidad de agua enorme, y una hilera de referencias entre las que destaca especialmente Anne Carson -con permiso de una capital Elena Garro-. Todos estos cimientos son permeables y se ponen en modo herramienta para una mano que no necesita de tonos sentenciosos ni rudezas propias de la convicción para proyectar credibilidad y soltura en sus movimientos. Hallamos pureza e idoneidad en el verbo de Sanjuan, como hallamos una piel textual sumamente hidratada desde el conocimiento y la valentía.

   Abre así Celia un catálogo de cosas para hacer y ser con el agua, incluyendo la revisada cuestión de llenar vasos. En ese océano de posibilidades se erige una secuencia de dos poemas en la serie Cripta, pero Sanjuan no huye del conflicto sino que lo abrazo como se abraza un erizo. La leemos en permanente afán de correspondencia -¿son todo cartas?, ¿es un ir y venir de maquinas de escribir aéreas, como si de una invasión se tratase?, ¿tenemos clarísimo que las cartas se escriben siempre a mano?-, una correspondencia que va destinada a ausencias, sombras, lejanías, por supuesto. 

   Dentro de esa arquitectura de distancia -y lejanía ya desde el título- nos encanta cómo la poeta rompe el clima nostálgico haciendo gala de la modernidad actual con propuestas como Videollamada. También nos encandila su forma de activar la proliferación de mujeres, mujeres que viajan, niñas caprichosas… específicamente levantadas en el apartado dedicado a La isla (no creemos en casualidades). Desde esa atalaya se divisan conceptos hermanos como libertad, embrujo y espacios como tormenta o cueva.

   La palabra ‘tapiz’ es otra de las destacadas, si bien ninguna supera a ‘hambre’, que golpea como un martillo contra un gigantesco gong -atesora Celia Sanjuan una cualidad fascinante para la oportunidad: cómo ubica idealmente ciertos términos (y sus sensaciones aparejadas) en el momento lector preciso, en la X perfecta del camino-. Annie Lennox y Pedro Calderón de la Barca establecen una imprevista conexión desde el concepto de ‘acento’ (en un sentido de énfasis), ligado a la libertad y a la relación con el amado -que agita un contundente sentido de “propiedad” o “posesión” o “pertenencia”, que también cabalga por el grueso del libro-. 

   Es importante destacar ese sentido de fuerza y firmeza que se despliega en torno al amado, pues la autora exhibe un modo muy rotundo de hacer saber sus deseos y sus diversos grados de sed, quizás en el plano más explícito de cuantos configuran esa cebolla de múltiples capas comunicativas. Sin abandonar esas coordenadas protoamorosas, las cascadas se distinguen como otra forma de agua como los píxeles se subrayan como otra actualización de las estrategias de interrelación personal.

   Algunos textos extraordinariamente breves -de dos líneas- insertados para ejercer un contraste al disparar ideas muy potentes en puntos clave de la obra en un sentido argumental comparten concepto con una recurrencia alternativa existente en el mapa de la forma de expresión global del poemario: la autora detona momentos con mucha carga expresiva en preguntas y exclamaciones que representan la cima de algunas de las exposiciones sentimentales capitales del todo narrativo. Sanjuan elige muy bien sus subidas de tono, sus ramalazos retóricos -de finísima ironía- y sus mordiscos sin antídoto. 

   Cuenta la leyenda que si arrugas en forma de caracola este libro y te lo pones en la oreja puedes escuchar el mar. En su interior hay una voz poética ingeniosa, fresca, muy atractiva. Un iceberg de talento que no creemos que vaya a conformarse con mostrar únicamente unos versos primeros. Estaremos al acecho. Felicidades, Libero. Todas nuestras manos van al azul. La C tiene culpa de puerto.  

Altavoz Cultural

Entrevista a Celia Sanjuan

Bienvenida a Altavoz Cultural, querida Celia. Nos gustaría comenzar descubriendo cómo nace Lejos: cuál es la motivación que te lleva a escribirlo y cómo ha sido su proceso creativo una vez inicias ese viaje.

Muchas gracias, y gracias por vuestra lectura. Lejos, como gran parte de la poesía actual, nace de un lugar autobiográfico, en este caso en el contexto de una relación a distancia. Muchos de los poemas que componen el poemario los escribí en las notas del móvil en el año 2018 como forma de expresión en un momento en el que sentía la necesidad de poner en orden todos los sucesos y pensamientos que me ocurrían para poder comprenderlos, pero también como pequeños regalos hacia otra persona, hacia el ser amado, eran una forma de pedir que no me olvidaran de una forma un poco más juguetona, creativa (de hecho, el poemario está plagado de secretos, del lenguaje interno de la relación, en ese sentido es para mí muy íntimo). Este miedo a ser olvidada, creo, fue mi principal motivación durante todo el proceso y durante esta primera fase de escritura se convirtió casi en una obsesión. En este punto los poemas funcionaban de forma individual, no había ninguna unidad entre ellos. Pero con el tiempo me fui dando cuenta de que compartían temas, y de que esos temas me parecían relevantes más allá de mi situación particular (la distancia, el amor de cualquier tipo que no puede ser llevado a un plano corpóreo, la ambición femenina, el viaje…). Ahí tuvo lugar una criba, seleccioné y reescribí mucho material y comencé a vislumbrar esos temas en todas las lecturas que hacía, lo que dio paso a otro tipo de obsesión: una obsesión lectora.

Dentro del inmenso viaje que propone Lejos como «libro de agua», ¿cómo es de compatible para ti como autora la óptica feminista y la poesía amorosa o que habla desde el corazón? Sentimos que, sobre todo en el bloque de La isla, tus versos retuercen la tradición para cambiar algunas perspectivas en favor de centralizar como merece la figura de la mujer amante y amada.

Creo que el punto más feminista de Lejos tiene mucho que ver con la ambición. La voz poética, en el poemario, inicia un viaje mientras el amante espera. Hay aquí una ruptura con la imagen tradicional de «la mujer que espera»; en este caso la voz desea, incluso teme desear demasiado, y es ella quien fuerza la ruptura. Me encantan las novelas con protagonistas ambiciosas (como en Madame Bovary) y me interesan muchísimo las biografías de mujeres exploradoras y viajeras, especialmente de aquellos tiempos en los que era algo impensable, y todas las barreras a las que tuvieron que enfrentarse. En este siglo en Europa la situación ha cambiado muchísimo, pero hay una barrera que nunca termina de derribarse: la culpa. Lejos está manchadísimo de culpa y de duda. Se trata de una voz que busca el viaje, pero teme hacer daño a quienes se quedan en tierra. La pregunta principal que recorre todo el poemario para mí es: ¿puede un sujeto tan deseante alcanzar todo aquello que ama sin dañar a los demás? Y también: ¿puede embarcarse en esta lucha por sus sueños sin arriesgarse, al mismo tiempo, al olvido, a la pérdida? En este sentido, he tratado de mostrar en mis poemas la complejidad de una relación de este tipo. Quería poner en el centro no solo la figura de la mujer amante y amada, sino la figura de esta voz como ente individual que se revuelve ante la idea de ser definida por sus relaciones pero que sigue sufriendo por ellas.

Literatura y Mitología (o Cultura Clásica en un marco más amplio) se extienden como dos de las raíces principales de un imaginario referencial muy rico y muy apropiado para narrar los diversos estadios de la obra. ¿Cómo te acercas a esas voces seleccionadas (Carson, Garro, Calderón de la Barca…) y cómo ha sido el trabajo de construcción que has desarrollado para insertarlas en tu línea discursiva? En este sentido nos gustaría aprovechar esta cuestión para que nos hablaras de la relación entre la Celia lectora y la Celia autora.

No acostumbro a utilizar tantas referencias mitológicas en mi escritura actual ni tampoco en otros poemas fuera de Lejos. Sin embargo, en este caso sentía que eran muy apropiadas para explicar todo lo que quería explicar. Durante esa primera fase de escritura me sentí muy unida a referentes vinculados a la épica clásica porque comparten esta idea del viaje en busca de algo más: los sueños, el deber, la aventura. Y siempre son personajes que no son definidos por sus relaciones, que se sostienen por ellos mismos, algo que me seduce mucho. Identificaba a la voz poética como Ulises y al amante como Penélope, y me gusta este paralelismo especialmente por el carácter de Ulises, quien, pese a tener los rasgos del héroe, no olvida a su familia, se encuentra de lleno en esa encrucijada entre dos pilares.

Muchas de las citas que utilizo vienen de ese proceso mágico de identificación que ocurre al estudiar ciertas obras en la universidad, que es donde comencé a escribir el poemario. Sentía que todas las obras tenían cierto vínculo con mi vida en ese momento. Otras, como la cita de Carson, llegaron a mí en esa fase de obsesión lectora que comentaba antes, que me llevó a leer sus poemas sobre el camino de Santiago. Y Garro tiene siempre un huequito en todo lo que escribo desde que me especialicé en su poesía en la carrera. Creo que Lejos tiene una mezcla algo extraña en el campo de las citas, pero me parece una mezcla muy apropiada. Mientras lo escribía estaba inmersa en la lectura de clásicos para mis estudios, pero después salía y mis mayores problemas venían de Whatsapps o llamadas. Es una recopilación de todo lo que me ha conmovido en estos años, lecturas de diferentes épocas.

Otro de los rasgos que nos fascinan de tu forma de hacer poesía es cómo rompes espacios, tiempos y épocas con decisiones léxicas o visuales muy marcadas. Un ejemplo es cómo deslizas en ese río de distancia, falta de esperanza y anhelo elementos como las videollamadas y los píxeles, como si de algún modo rompieras esa sensación de relación más tradicional (que casi lo que pide es una correspondencia de cartas escritas a mano) con una comunicación mucho más actual. ¿Cómo consideras que nos relacionamos hoy las personas en términos de amor, en cuanto a formatos, contactos, tecnologías, protocolos… respecto de tiempos pasados? ¿Qué lugar ocupa para ti la poesía en ese abanico expresivo presente, como posible código para el amor?

Esta mezcla es de lo que más me gusta del poemario porque me parece que crea un mundo propio en el que se mezclan columnas griegas con videollamadas, justo lo que comentaba en la pregunta anterior. Me interesan mucho las formas de relacionarnos hoy en día y creo que vale la pena explorarlas; al tratar las relaciones a distancia me parecía fundamental. Pensaba en distintos recursos que tenemos para que una relación así funcione: recurrir a los recuerdos del pasado, a la memoria (ups, puede ser tramposa…), a la fantasía, a la comunicación… y a los recursos tecnológicos, que son muy útiles, pero resultan también insuficientes cuando los amantes piden cuerpo, carne, piel. Además de la inspiración que fueron para mí las lecturas clásicas, y aunque no quede reflejado en el poemario, también escuché mucho durante la escritura canciones como «Sexo virtual» de Rauw Alejandro o el EP La Tour Liffee de Delaossa, que tiene una canción que se titula «Lejos». ¡Los raperos hablan mucho de esta tensión entre ambición y amor! Una amiga virtual, Ariana Rosado, maravillosa editora, lleva años con esta frase en su bio de Instagram: «Muy antigua y muy moderna». Todos lo somos, y eso se refleja en nuestra vida sentimental. Algo tan antiguo como el amor se ve impregnado de aristas nuevas: la búsqueda de la inmediatez, de lo visual, la ampliación de recursos a los que aferrarnos… y también nos trae nuevos problemas: malentendidos, diferencias en el uso de apps o redes, etc. Como amantes del siglo XXI nuestra visión es nueva; sin embargo, buscamos la misma chispa. Citando un cartelito que encontré en mi última visita a las ruinas de Empúries, frente a unas obras, y que me pareció gracioso: «la pieza que buscáis y el Coliseo romano son de la misma época».

Creo que la poesía entra muy bien en este circuito y se vincula bien con internet y con las redes sociales. Compartir un poema es una forma de expresar cómo somos, de lanzar una indirecta, de crear una identidad personal. Y muchas captions de Instagram me parecen sumamente poéticas, también muchas fotografías. Creo en la poesía como forma de comunicación, en este intercambio de versos por redes para expresar amor, en el «¡yo me siento así!, ¡somos nosotros!». Creo tanto en este arte como forma de comunicación y en la picardía y el juego poético que alguna vez llegué a escribir un poema lleno de indirectas para quedar que solo podía comprender alguien que sabía que iba a estar en el recital en el que iba a participar esa misma noche. Pero eso es otra historia…

¿Cómo ha sido tu experiencia editorial de la mano de Libero? ¿De qué manera sientes asimismo que se introduce Lejos en el panorama poético actual?

¡Genial! Conocí a Inés a través de un speed editing y de ahí surgió la propuesta de publicación. Había que hacer un trabajo de edición importante precisamente porque Lejos no surgió como poemario, sino como poemas individuales. Ella me guio en este proceso, me animó a la reescritura y me sacó de bloqueos cuando me sentía abrumada. Cuesta, cuando son poemas que llevo leyendo años, tener otra perspectiva sobre ellos, darles la vuelta. Su visión me ayudó mucho a ser objetiva y a componerlo como poemario.

Me parece que Lejos es un poemario muy propio y muy personal pero que trata un tema que es cada vez más frecuente y del que me parece que no se escribe lo suficiente. Habla de la experiencia de migrar en busca de otras oportunidades pero desde una posición muy concreta. Hoy en día, entre los viajes de intercambio y el mundo laboral en el extranjero, son cada vez más frecuentes las relaciones a distancia, y enfocamos este tema desde un punto crítico (por qué nos vamos, qué condiciones nos ofrece este país) que es importante, pero nunca nos fijamos tanto en una escala más personal (cómo esto afecta a nuestras relaciones, qué dudas podemos tener, qué ambiciones). Son poemas que espero que puedan llegar a muchas personas precisamente por eso, pero que al mismo tiempo se enmarcan en una tradición poética muy visual, de símbolos. 

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