
QUIERO CASARME CON UNA ESCRITORA
Leyendo estaban mis ojos lo último de mi querida Laura García cuando, de repente y debido a la fascinación que estaba suscitando en ella la lectura, mi mente se dividió en dos, televisando en la pantalla de la derecha, la principal, los sucesos de la historia y bombardeando con notoria timidez en la de la izquierda una idea para un nuevo escupitajo al folio por parte de mis descansados dedos: quiero casarme con una escritora.
La mujer escritora es la mujer total a nivel intelectual. Es una mezcla entre una artista plástica y una inteligente narradora de toda la vida. Cualquier otra cualidad que posea dicha figura se verá severamente ensombrecida por tal habilidad.
Quiero casarme con una escritora porque la escritora enamora con sus palabras. Toda una vida dedicado a ellas y jamás las había visto tan guapas hasta que me las mostraron a través de las manos de una mujer. Qué bien las visten y qué bien las usan.
Quiero casarme con una escritora por diferentes razones: para que las notas en la nevera sean más originales y, a poder ser, en verso. Para que cuando nos enfademos nos escribamos sátiras dignas de la pluma de Quevedo y reconciliaciones y perdones cargados de amor cortés. Para escribir juntos una novela que dure tantos años y contenga tantas páginas como los días que compartamos. Para hacer reales nuestros relatos más ardientes y nuestras poesías más cursis. Para escribir la lista de la compra a caligrama limpio. Para describir los lugares que visitemos con más estética que los epítetos épicos. Para que nuestras despedidas matutinas sean elegías y nuestros reencuentros de mediodía, un guión perfecto. Para que nunca cese el diálogo y jamás aparezca el teatro ni la farsa. Para que la tragedia no exista cuando entrelacemos nuestras manos. Para decirnos “te amo” utilizando sinónimos. Para quedarnos sin palabras.