III Coloquio Virtual: 

Cine, La Gran Pantalla

Jorge Loser – Desiree Bressend – José Luis Pascual – Melania San

¿Os acercáis a la gran pantalla como meros espectadores ociosos o los ojos críticos se apoderan de todos vuestros visionados sin poder evitarlo? ¿Cuáles son vuestros gustos principales? ¿Cómo valoráis la irrupción tecnológica, en cuanto a efectos especiales por ordenador y demás trucos, frente a la técnica más artesanal?

Jorge Loser: Es inevitable no pensar en cosas de la película que más tarde querrás remarcar en un texto, pero yo me considero antes un espectador que un crítico, de hecho no me considero crítico para nada,  o al menos no en la imagen tradicional que se tiene de ese perfil profesional. Trato de hablar de la experiencia que me aporta un film, de ahí puedes escarbar más adelante, a la hora del análisis, pero creo que no es lo mismo lo que haría en una reseña de la película sin spoilers, que una a fondo, que otra para twitter, que otra para un podcast o tertulia. Pero a la hora de visionar creo que debes experimentar el film tal y como viene. 

Cine de géneros. Principalmente fantástico, terror, ciencia ficción. Y todo lo que deriva del noir, criminal, acción, policial, comedia…

Creo que son herramientas maravillosas para lograr lo imposible, pero creo que desde que existen se usan «porque se pueden usar» y no por la necesidad, de tal forma que han perdido eficacia e incluso espectacularidad. La clave para mí es la integración en pantalla, no que los efectos dicen lo que vamos a ver. Revisando las Spider-Man de Sam Raimi es evidente cómo aún no estaban implementadas al 100%, pero en las escenas que se utilizan se plantea un espectáculo y una magia que desprenden cuidado en cada poro, ver al lanzaredes entre los edificios es un momento de catarsis, de épica. En los films de John Watts es una rutina, no hay ningún romanticismo y escenas como las del avión se hacen monótonas y sin impacto.  

Desiree Bressend: No puedo evitar querer saber cómo está construido algo, ya sea una película, un videojuego o una lata de coca-cola, para mí forma parte de la experiencia de vida. Es cierto que puede hacer que se disfrute más o menos las cosas, porque intuyes las «trampas» que se han seguido, pero para mí forma parte del encanto del mundo.

No sé si tengo un gusto definido, creo que se pueden hacer grandes obras en muchos formatos y géneros: Jojo Rabit y Chernobyl son dos maravillas que no tienen nada que ver, y que no tienen porqué tenerlo para seguir asombrándome.

Siempre que me pregunto esto me pregunto también «¿qué es la irrupción tecnológica?». Podemos hablar de cómo define la cinematografía moderna el uso los drones de Miguel Ángel Vivas o la Red Xenopfrom de David Fincher o del retoque digital de matte paintings en Martin Scorsese. Para mí cada herramienta, nueva o establecida, debe ayudar a contar, debe conformar un todo con el resultado final.

José Luis Pascual: Por «deformación profesional» no puedo evitar estar atento a detalles a los que antes, como espectador casual, no prestaba demasiada atención. Pero siempre intento que la experiencia de ir a una sala de cine siga conservando esa cierta aura mágica que desde mi infancia le he atribuido.

Mi género predilecto es el terror, pero ello no impide que pueda disfrutar de comedias locas, dramones lacrimógenos, películas de animación o megaproducciones de superhéroes.  De hecho, algunas de las películas más estimulantes de los últimos años basan su potencial en la mezcla de géneros, cosa en la que los coreanos son maestros. Como sucede con  la literatura, agradezco mucho encontrar toques de extrañeza que generen inquietud, aunque la historia no vaya por esos derroteros.

En cuanto a la estandarización de lo digital, encuentro que su perfeccionamiento es positivo aunque ha terminado por saturarme su continua exposición en superproducciones. Curiosamente, la utilización de CGI suele impactar mucho más en películas pequeñas en las que se dosifica su utilización o se simultanea con efectos tradicionales. Creo que ese es el camino a seguir.

Melania San: Depende del tipo de cine o de las expectativas puestas en la película. Puedo ver muchos films desconectando de la parte más “técnica” y por ocio, aunque cuando se trata de un género que me gusta y del que espero algo más que puro entretenimiento  es cierto que no puedo evitar que salga mi parte crítica. 

Mi género favorito sin duda es el suspense y el terror, sobre todo el terror psicológico. En estos géneros agradezco la simplicidad y el no abusar de los efectos especiales. Por ejemplo, me encantan películas como “La Huella” de Joseph L. Mankiewicz, o “La Soga” de Hitchcock. Me gusta disfrutar del argumento, de la trama, de los diálogos, del suspense simplemente con estos recursos, sin necesitar otros efectos. Aunque por supuesto en el ámbito del terror se agradecen cuando hay efectos maravillosamente usados, como por ejemplo en “Hereditary” de Ari Aster. 

Debo decir también que en este sentido quizás soy un poco “rara”, pero le encuentro encanto a esos efectos tan poco realistas (no había los recursos de ahora), que encontramos por ejemplo en algunos capítulos de “Historias para no dormir”. Se ven desfasados y hasta cómicos, pero a mí me encanta, porque imagino al espectador de esa época, como les deberían impactar ciertas escenas. Estamos muy habituados a efectos especiales increíbles, pero todo ha tenido un principio y creo que es muy interesante.

¿Está justificada la etiqueta «película de culto»? En tal caso, ¿qué debe tener,   a vuestro juicio, una película para ser considerada como obra de culto? ¿Está sobrevalorada la versión original?, ¿la preferís a la doblada?

J.LO.: Sí, el cine de culto existe, es el cine de la supervivencia, o la prueba de la supervivencia del cine. Creo que es una etiqueta muy flexible y que ya no significa, por fortuna, lo que significaba en un primer momento. Según ciertas definiciones solo es película de culto la que fracasa pero tiene un alto número de seguidores a lo largo del tiempo. Para lo que podría cambiarse la expresión como película marginal. En mi opinión, no es fácil determinar qué película es de culto hasta que descubres que tiene acólitos, y esto puede pasar con ‘La boda de mi mejor amiga’ o ‘Deliverance’. Un film de culto debe generar pasión a lo largo del tiempo. Se debe perpetuar. Esa es para mí la única regla. Si atendemos al fracaso o no inicial no tiene sentido, porque ‘La jungla de cristal’ es un clásico, pero también genera un culto con camisetas de ‘Ho, ho, ho, ahora tengo una ametralladora’; ¿es de culto? Creo que sí, porque hay clásicos que no sobreviven las generaciones y el paso del tiempo. Pero está claro que le calza mejor el término a un pequeño film de terror italiano de los 60 que sigue generando comentarios en las redes a día de hoy. 

No está sobrevalorada porque es como se concibe un film. Afortunadamente, la mofa tan española de reírse del que ve cine en VO ha pasado gracias a las series, y que las nuevas generaciones la han utilizado para aprender inglés. Creo que lo que está infravalorado es un buen doblaje, que puede ser tan estimulante como la versión original. De hecho, creo que hay películas que pueden mejorar con un buen doblaje.

D.B.: Para mí hay dos acepciones para esa expresión: en términos de taquilla una película de culto es aquella que aun no teniendo una acogida de público, sí la tiene de crítica, y en términos culturales aquella que marca un antes y un después para futuras obras o condensa una época cultural.

Por traerlo a ejemplos diría que El Club de la Lucha tuvo un pésimo estreno cinematográfico que recuperó con la venta de los VHS y los DVD porque, con razón, le encantó a la crítica. Por otra parte, sin Los Soprano no existiría nada del concepto de series que tenemos hoy.

Yo sobrevaloraba las versiones originales hasta que me enteré de la figura del voiceover americano, que no sólo pone su voz en animación o publicidad, sino que, en ocasiones, vuelve a doblar frases de otros actores con las que el director no se ha quedado contento en una película. Así que ver la «versión original» no garantiza en ningún caso estar viendo una «actuación más pura», sí puede darte el tono original que el director le quisiera dar. También tenemos la suerte de tener una industria con excelentes dobladores en España y Latinoamérica.

Por mi parte, cuando son en inglés suelo verlas en V.O, pero es cierto que para otros idiomas agradezco el doblaje para no tener que leer en pantalla.

JL.P.: En los tiempos que corren, en los que cualquier película, por rara que sea, es accesible por unos medios u otros, veo difícil que la aplicación de la expresión sea adecuada. Suele decirse que tal o cual película contemporánea será de culto en el futuro por sus características, pero creo que las verdaderas películas de culto hay que buscarlas hace unas cuantas décadas. Allí aún existen cientos de obras esperando ser descubiertas  y reivindicadas.

Soy de versión original siempre, aunque creo que el doblaje es necesario para que todo   el mundo pueda disfrutar de todo el cine.

M.S.: No soy muy fan de esta etiqueta. Hay películas que han marcado un antes y un después a la hora de concebir cierto género, que han sido pioneras por diferentes motivos, que siguen sirviendo de inspiración aun después de muchos años… y entiendo que se les dé el crédito que merecen. Lo que no me gusta es cuando esa etiqueta se convierte en un rasero para calificar si alguien entiende de cine o no, o si tiene un gusto “aceptable” y para tener en cuenta o no. 

Personalmente prefiero mil veces la versión original, sin desmerecer por supuesto el trabajo de los actores de doblaje, el cual admiro. Pero creo que gran parte del trabajo del actor al interpretar un personaje está en su voz, la entonación, la pasión al expresarse…. Y esa parte claro que la puede hacer perfectamente un actor de doblaje, pero ya no es el trabajo de ese actor en concreto, y me gusta ver cómo ha plasmado el personaje de manera completa.

¿Le dais especial valor al cine «basado en hechos reales»? Asimismo, ¿consideráis necesaria la censura en casos extremos o el cine, como cualquier arte, no debe tener ningún tipo de restricción expresiva?

J.LO.: No, la dramatización en una película siempre va a funcionar en los términos del lenguaje cinematográfico, es igual que el guion sea realidad, a menos que haya un elemento didáctico en el film, que funciona a dos niveles: en el de entretener y en el de aprender. También puede ser que los hechos reales sean tan solo un reclamo y luego se haga una película puramente fantástica, lo cual me parece maravilloso. 

Creo que la censura no debe existir, pero creo que llegar a los extremos solo tiene sentido si es absolutamente necesario. Llegar a un extremo como el de ‘A Serbian Film’ me parece que habla más de las intenciones del creador que de las de la película, por lo que a nivel de interpretación platónico dejas de ver la sombra y ves las manos del creador, rompiendo el efecto de ilusión, llevando al fracaso al film. 

D.B.: No creo que agregue o quite un valor especial. Creo que el límite claro para ser honesto con el espectador es si se distribuye como ficción o como documental.

En la ficción, para mí es más importante el mensaje o intención que se transmita al final.   En cierto modo se podría defender que el cine histórico nunca sabrá cómo sucedieron las cosas en su totalidad al igual que el de fantasía o ciencia-ficción se basa en emociones reales disfrazadas en muchas ocasiones.

En los documentales para mí es más importante la honestidad con la verdad que el valor narrativo total.

Yo no pondría nunca límites de censura en la representación, sí, obviamente, en la forma en la que se graba con los límites legales normales. El problema de la censura es distribuir el poder para ejercerla y ante eso es mejor que no medie ninguna.

JL.P.: La etiqueta «basado en hechos reales» suele utilizarse como un reclamo a menudo engañoso. No creo que haya que darle mayor relevancia, lo importante es que la película tenga los suficientes puntos de interés independientemente de donde provenga su concepción.

El tema de la censura siempre es delicado. Mucha gente piensa que en la actualidad hay más manga ancha que nunca, basándose en la explicitud que muestran algunas series y películas. Bajo mi punto de vista, esto sucede a un nivel meramente estético y no se corresponde con un verdadero mensaje revolucionario, que suele radicar en ideas subversivas más que en imágenes evidentes. De nuevo creo que había muchas más obras «censurables» en la década de los 70 que en la actualidad. Dicho lo cual, no entiendo  la censura como algo válido. Creo que el mensaje y la obra del autor deben llegar al espectador tal y como fueron concebidos. No debe ser otro que el propio espectador (o lector, oyente o admirador) quien juzgue y aplique sus códigos morales que, no olvidemos, serán totalmente subjetivos.

M.S.: A mí me es un poco indiferente el “basado en hechos reales”. En realidad, si hay un hecho real, preferiría un buen documental al respecto (y a mí que me gusta el terror, hay documentales realmente inquietantes). En cuanto a cine disfruto más de un argumento original y creativo, una buena trama cocida en la cabecita de alguien. Eso sería en líneas generales, pero claro que hay excepciones, y películas basadas en hechos reales que me encantan.

No me gusta la censura, pero sí me gustaría un poco más de responsabilidad al crear un producto que puede llegar a tanta gente. Creo que ciertos extremos son innecesarios.

Aunque a medida que voy redactando esta respuesta me doy cuenta de que me puedo contradecir, me explico: no me importa un “Holocausto Canibal”, pero no tolero un “A Serbian Film”, y quizás a otra persona le pasa al contrario. 

¿Creéis en la utilidad de los subgéneros? ¿Hasta qué punto se debe explorar  la subdivisión y subclasificación de una trama? Por otro lado, ¿consideráis que nos hemos adentrado en una época en la que predomina la miscelánea y no se discierne temáticamente con tanta rigidez como en el cine clásico?

J.LO.: Sí, una miniclasificación más o menos puede servir para orientar al espectador antes de afrontar el visionado. No creo que sean 100% efectivos o veraces, pero creo que son hasta cierto punto necesarios en un primer acercamiento superficial. 

No creo que más de dos palabras, más o menos reconocibles, pero soy muy fan de inventar nuevos géneros y subgéneros para definir películas que apoyan algo diferente. Depende de para qué se utiliza esa subdivisión. 

Vivimos en la era de cóctel. Hay una experimentación hibridando géneros y películas. Solo hace falta ver las acaloradas discusiones sobre si un film es de terror o drama, o thriller psicológico, si es de ciencia ficción o fantasía. El cine es más abierto para expresarse que nuestra obsesión por etiquetar. Como he dicho antes, para orientar o clasificar es útil, pero llenar páginas y páginas de discusiones y reglas de lo que es y no debe ser suena a tablas de la ley, muy de antiguo testamento de la cinefilia. 

D.B.: Creo que la utilidad de los géneros y subgéneros es de distribución. ¿Es Alien una película de terror o de ciencia-ficción? Y creo que también pasaba con el cine clásico: ¿es Casablanca una película histórico-política o un drama romántico?

Lo que sí creo es que ahora en la distribución tiene una importancia crucial la duración del producto audiovisual que antes no tenía. Tenemos un claro ejemplo en La Casa de Papel.  La única diferencia entre su emisión entre Antena3 y Netflix fue el formato de duración y la forma de promoción.

JL.P.: Como he dicho antes, en la mezcla está lo nuevo. Fusionar géneros es la mejor idea para sorprender, y en este sentido estamos viviendo una buena época. Claro que para       un espectador genérico enfrentarse a películas como Mother! de Aranofsky, Climax de Gaspar Noé o La casa de Jack de Lars von Trier puede ser demasiado traumático, pero la capacidad de estas películas para resultar inclasificables las convierte en algo único. Creo que deberíamos acostumbrarnos a este tipo de propuestas (¿sería muy osado crear un subgénero para ellas, tal vez llamado «ataque al subconsciente»?) para que empiecen de verdad a convivir con las películas convencionales. En la alternancia entre el cine más clásico y el más rompedor encontraremos la felicidad.

M.S.: Sí es cierto que quizás estamos en una época en que todo es pastiche, aunque no me desagrada especialmente, pero sí, creo que debido a este pastiche no se puede discernir temáticamente con cierta rigidez. En el cine puramente de suspense sí me falla un poco y me gustaría que fuera más “puro”, al estilo clásico.

Jorge Loser: ¿Creéis que el cine clásico ha dejado de tener importancia para los espectadores? ¿Se veía antes el cine con cierto interés de erudición y aprendizaje y ahora se ha reducido a una simple actividad para ocupar espacio de ocio? ¿Qué importancia tienen las nuevas formas de consumo de cine frente a la televisión tradicional en la pérdida (o no) de esa tradición y cultura dependiente de las películas antiguas, ahora muy invisibilizadas?

D.B.: No, pero puede ser que la tenga de forma indirecta. Taika Waititi tiene muchísimos rasgos de Billy Wilder en su forma de tratar el humor. Es decir, que por lo menos por la parte profesional noto un gran respeto por lo que hubo antes. Para el espectador medio imagino que también hay un respeto por él, otra cosa es que sea consumidor de ese cine o no.

Creo que antes los espectadores eran bastante parecidos a nosotros, se ve muy bien en Cinema Paradiso o en los auto-cines de los 60s americanos. Había un poco de todo, de todo lo que la técnica permitía, eso sí. La ventaja que creo que da el tiempo es el filtro de calidad.

Creo que ahora se está atomizando el mercado. Hay cines especializados en versión original, cine europeo y por otro lado los grandes multicines y todos ofrecen productos audiovisuales completamente distintos. Ni mejores ni peores: distintos.

JL.P.: Es posible que el cine clásico se haya resignado a convertirse en una opción minoritaria debido a la abrumadora oferta audiovisual contemporánea. Pero, a colación de una pregunta anterior, creo que el cine antiguo es muy susceptible de alzarse como un producto de culto que, a buen seguro, será reivindicado a no tardar mucho. La televisión tal y como la hemos conocido está, bajo mi punto de vista, herida de muerte sin remisión. Ya llevamos tiempo apreciando los cambios operados en la manera en que los canales ofrecen su programación, siempre influidos por esas nuevas formas de consumo.  Las películas antiguas, al igual que el resto de programas, están condenadas a verse asimiladas por las nuevas tecnologías y plataformas. Tal vez allí puedan encontrar una nueva época de esplendor, quién sabe.

M.S.: Creo que el cine clásico tiene un ritmo que en estos momentos a muchos espectadores les cuesta, por desgracia. Y es una pena, porque como en el arte y en               la historia, conocer los clásicos nos ayuda a entender la actualidad (y en el caso del cine,   a disfrutarlo más).

A causa de las nuevas plataformas se produce un consumo rápido e inmediato, y de normalmente un solo visionado debido a la cantidad de nuevas producciones y la avidez por consumirlas.

Desiree Bressend: ¿Qué opináis de las nuevas plataformas y cómo están cambiando la industria?

J.LO.: Positivo por las posibilidades para encontrar filmes de todos los países estrenados en todo el mundo, su poco pudor a la hora de estrenar filmes de presupuestos medios y pequeños y dar cierta oportunidad a grandes autores que la gran pantalla ha rechazado. Creo que está llenando el hueco del videoclub y la televisión, pero creo que, como todo, tiene un lado negativo que sus defensores tienden a subestimar. Si eres Scorsese o Cuarón, muy bien, pero todas esas pequeñas películas que aparecen como setas son compradas baratas, no sé hasta qué punto la producción es sostenible con determinados presupuestos y se puede generar un efecto Spotify, en el que los artistas están colgando su música gratis o casi gratis y en donde rentabilizar la producción de un disco con medios es imposible. Esa misma lógica en el cine puede ser devastadora. Y luego está el sistema de hacer un cine pensado para plataformas, teles, tablets e incluso móviles. Si hasta netflix ha establecido un tipo de cámara digital obligatoria para sus producciones… No se está diciendo mucho, pero creo que la forma de rodar ha ido cambiando y el resultado estético es en muchos casos bastante más pobre. 

JL.P.: Parece que no se puede luchar contra la tecnología, y que los medios inevitablemente han de adaptarse a los nuevos tiempos. En el caso del cine, quiero pensar que las salas de cine seguirán existiendo, ya que considero que la experiencia de ver una película en pantalla grande no tiene nada que ver con disfrutarla en formato doméstico. Pero siendo realista, veo complicada su supervivencia a largo plazo. Creo que el cine de toda la vida quedará como algo residual y minoritario.

M.S.: Por supuesto se agradece el acceso a diversas producciones a las que antes no hubiéramos tenido acceso de esta forma tan universal como estas plataformas ofrecen,  a parte de la increíble variedad para satisfacer todos los gustos. Aunque por otra parte destacaría la tendencia al consumo de usar y tirar. Muchas plataformas, mucha información, mucha necesidad de visionar cuanto más, mejor. 

José Luis Pascual: ¿Creéis en la supervivencia de las salas de cine? ¿Qué papel jugarán las plataformas de streaming en el futuro del cine?, ¿serán la puntilla que acabe con el ritual de acudir a ver películas en pantalla grande o quedarán como su perfecto complemento?

J.LO.: Sí, las salas son una experiencia diferente a ver cine en casa. Otra cosa son las películas que pueden sobrevivir en esas salas. 

La casa del film de presupuesto medio y bajo. Los altos presupuestos de las plataformas irán destinados a la producción de series. A efectos de cultura popular, las series son el nuevo cine. 

No creo que podamos saber lo que va a pasar, pero creo que si el cine en gran pantalla acaba, en unos años alguien inventará algo que haga ver cine en pantalla grande tendencia y se creará una nueva moda. El coronavirus puede cambiar nuestras vidas de forma que ni el cine ni los conciertos, no beber sea lo mismo, al menos durante unos años. 

D.B.: ¡Claro! Lo que sí creo es que irá adaptándose a cada tiempo, como comentaba antes. Por ejemplo, con el coronavirus la idea de un auto-cine puede que vuelva.

Netflix compró en noviembre su primera sala de cine y nada menos que la famosa Sala París de Manhattan. En mi opinión esto puede ser toda una revolución, no tanto por la exhibición de películas, sino de series o eventos.

Creo que la distribución en plataformas no abre una guerra, pero sí opciones que pueden establecer cambios; como los cines lo hicieron con los teatros en su día. También habría que preguntarse cuánta gente habría dejado de ir al cine aun no teniendo plataformas de streaming; porque en el mercado cultural contemporáneo entran también los videojuegos, cómics, juegos de mesa o rol, scaperooms…

M.S.: Yo creo que la sala de cine cada vez tendrá menos público si no se reinventa. Las plataformas de streaming ya están acogiendo estrenos…

También nos hemos acostumbrado a la tranquilidad y comodidad del visionado en nuestro entorno de confort y sin molestias. 

En resumen, para mí, las nuevas plataformas son más la puntilla que acabará con el ritual de la pantalla grande que el complemento.

Melania San: ¿Creéis que el ritmo de vida acelerado y tan lleno de estímulos al que nos hemos acostumbrado hace que a la gran mayoría de espectadores les aburra o no les alcance la paciencia a la hora de visionar clásicos del cine, donde el ritmo suele ser más pausado? Por otro lado, muchos argumentos del cine de terror y suspense relativamente actuales los podemos encontrar en el cine clásico (p. e.: El Cubo, El sexto sentido o incluso capítulos de Black Mirror beben de episodios de la gran The Twilight Zone): ¿Os parece que falta originalidad a la hora de crear tramas en el cine de terror y suspense? Cuando veis que un director adapta alguna escena de una película clásica, ¿lo percibís como un homenaje o como una copia?

J.LO.: Ese puede ser el primer paso.  Pero creo que el verdadero problema lo tenemos a nivel cultural. La importancia de los clásicos, del cine, ese respeto que nos imponía a varias generaciones ha desaparecido. Hay más acceso que nunca, pero no hay una cultura común que haga que un film clásico sea una referencia para nada. La cultura se ha atomizado a nivel tribal, casi individual. Nos rodeamos de lo que nos interesa, pero al que está al lado no le ha parecido interesante nunca. De hecho, todos los que estamos charlando de esto pertenecemos ya a una tribu específica que aún comparte gustos y cultura en común. Pero eso ha dejado de ocurrir, salvo en las grandes industrias como la de los videojuegos. El consumo de usar y tirar hace que lo único que importe, lo único que nos conecte en cierto momento, sea el estreno en la plataforma que más tenga a mano. Por ello series como The Office viven una nueva vida cuando se estrenan en determinada plataforma.

Siempre ha habido reciclaje, más o menos camuflado, vemos las mismas historias reformuladas una y otra vez. A veces falta originalidad en buscar las fuentes que necesitan una revisión. 

Si no es una copia plano a plano o línea a línea, me parece un acto de preservación,            un reflejo de la creación pasada que acaba convirtiéndose en un tropo. Vemos que  ‘The Wicker Man’ puede convertirse en algo completamente nuevo cuando se hace algo como ‘Midsommar’, que, esencialmente, es la misma película aparentemente. 

D.B.: Creo que ha recortado los tiempos de duración de las secuencias o los minutos de los productos audiovisuales de media general, pero luego te encuentras obras como La Bruja, Bone Tomahawk o The Deuce, que son maravillas y que se toman su tiempo para desarrollar la narrativa.

Igualmente, me parece que hay algunas películas o series tremendamente originales y otras una copia de eternas historias. El cine clásico ya se copiaba del teatro muchas veces. La primera temporada de Westworld para mí supera a la película original de manera muy amplia, por ejemplo. Incluso dentro de la propia Black Mirror capítulos como el enjambre de abejas en el contexto de las Redes Sociales.

Para mí la diferencia entre homenaje y copia está en que la última se intenta hacer pasar como una idea propia. The Conjuring, por ejemplo, me parece fantástica porque llama al espectador a entrar en ese juego de que descubra los homenajes que se dan casi secuencia por secuencia.

JL.P.: Depende del bagaje del espectador. Está claro que el ritmo ha cambiado, y es inevitable que el contraste con el cine de otras épocas sea cada vez más marcado,                pero para un espectador con la mente abierta no debería suponer un gran problema.     Aunque se trata de una película actual, tenemos un caso claro con El irlandés de Martin Scorsese (para mí una obra maestra). Estoy harto de escuchar a gente joven decir que dejaron de verla por lenta y aburrida, o directamente que se negaban a ver una película de esa duración. Está claro que el bagaje de estas personas no es muy amplio, con lo cual su nivel de tolerancia hacia estas producciones está por los suelos.

Respecto a la originalidad, el cine de terror es quizá, junto con el western, el mayor ejemplo de reutilización constante de los mismos recursos y tramas, especialmente en el cine mainstream. Pero aún queda espacio para la reinvención y la mirada nueva, cosas que pueden encontrarse en muchos títulos independientes recientes.

Pasa un poco lo mismo con esa percepción de homenaje o copia. Otro ejemplo reciente:   El faro de Robert Eggers está lleno de homenajes, muchos al cine clásico, pero se percibe como algo bastante nuevo. Una vez más, ese es el camino a seguir.

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