Coloquio poético

Violeta Niebla y Martín Izquierdo Verde

Letraversal – Lastura

Altavoz Cultural – Octubre 2022

¿Qué sentiría vuestro yo adolescente si os leyera?

Violeta Niebla: Sorpresa, respeto y le sacaría una sonrisa cómplice y alivio quizás. 

Martín Izquierdo Verde: No sé si ese hipotético «yo adolescente» se enfrentaría al texto de forma emocional. Siempre he creído más en el texto como resultado de la lectura, de las ideas, que toman forma mediante el ritmo, el sonido, que de un desparrame sentimental. No hay una intención de mímesis con lo biográfico, y si la hubiera no tiene más importancia para el texto que la anécdota o el accidente. Francis Bacon hablaba de ese «accidente» buscado en pintura, un oxímoron: el creador intenta que suceda algo inesperado de manera controlada. Eso puede ser el poema.

En cuanto al «yo adolescente» creo que sería como hoy, un hater de mí mismo. Toda lectura es crítica. Lectura, apropiación mediante la parodia y la asunción de ese conjunto de defectos inevitables que son nuestro estilo.

¿Cuál ha sido el gesto más valioso que habéis hecho por amor a la poesía?

VN: Compartir las cosas que he aprendido en mis talleres. No guardar secretos en ese sentido y si veo que alguien puede brillar más y puedo ayudarle, hacerlo siempre. La generosidad entonces es el gesto más valioso que he hecho por amor a la poesía. 

MIV: Si se me permite una boutade, creo que el gesto más valioso que he hecho por amor a la poesía es pretender publicar poco y escribir cuando considero que existe esa necesidad. Aunque el objetivo de mi escritura ha sido ajeno a las redes sociales y a la creación de textos ad hoc (esa mezcla entre autoayuda, texto publicitario y lugar común) creo que existe una forma de autoexplotación un tanto inevitable, de querer estar, de alimentar el algoritmo, que hoy es existir. No creo en la poesía como cardio cotidiano.

¿Cuál es vuestro concepto de éxito vinculado al ámbito literario?

VN: Para mí el éxito reside en poder vivir haciendo lo que me gusta, que no solo es escribir, también es leer y también es crear tejido y también es enseñar y también es celebrar en torno a la literatura.

MIV: ¿Debería preocuparme si nunca me había planteado esa pregunta? No creo que el poeta tenga que ser un asceta. Hay un punto de ingenio que se disfruta durante la propia escritura, como de hacer algo que no debes.

El libro es tanto una antología de textos como una concatenación de tesis. Cuando está editado siento cierto alivio porque en buena medida deja de pertenecerme.

Se entrega a la escritura más de lo que se recibe: de ahí la incógnita del por qué seguir escribiendo. Para mí el éxito es tener lectores más que buscar que guste.

Han calificado a mi escritura de «underground». Me gusta que pueda ser un elogio y también una palmadita condescendiente en la espalda. Casi parafraseando a los estoicos: no temo al éxito porque no lo conozco.

¿Cómo es vuestro proceso creativo a partir del momento en que encaráis la primera página en blanco?

VN: Orgánico, como el humus de lombriz. Voy dejando que se haga con el tiempo, nunca tengo prisa por terminar algo, supongo y entiendo que va a pasar gracias a un orden de la naturaleza. Entonces, igual que se hace un compost, abres esa página y vas depositando lo que creas conveniente. 

MIV: Creo que José Hierro escribía sus textos en cafeterías. Por mi parte, la mayoría de poemas (no me escondo) los he escrito en la cama. En papel, en una libreta, con bolígrafo o entre las notas del teléfono cuando no queda otra.

La escritura surge de otras lecturas, en el caso de Glam Rock de fuentes muy diversas, desde la Antología Palatina a Spoon River Antology de Lee Masters. No suelo sentarme a escribir, sino que hay una palabra, un sonido (las aliteraciones) o una frase que aparecen. Toda escritura nace de un acto de improvisación. Lo que sucede ahí es difícil de saber, cómo se conduce esa corriente hacia las ideas. Después escribo a mano el texto completo, corrijo el ritmo, lo paso a ordenador y lo imprimo para verlo como algo más neutro, ajeno. Juego después con la colocación, creando distintas áreas temáticas y narrativas internas. Al final tengo una especie de maqueta física llena de correcciones. Aunque me gusta tener la opinión de amigos escritores (como Alberto Guirao, que realizó un prólogo más que generoso), la verdad es que escribo solo.

Me parece importante soltar la idea original: el libro se va haciendo por acumulación y por selección. Glam Rock es, en cierto modo, cinco libros conectados y un epílogo: Escala de dureza (sobre la reconstrucción de la ciudad ficcionada y de la infancia), Glam Rock (entre lo erótico y lo cutre de un piso de estudiantes), Taras (sobre la familia), Mímesis inversa (donde el arte y la vida se confunden), Flow (casi erótico, casi generacional) y Coda (para acabar de una vez con la Metafísica). Lo que los une es una cierta narrativa y una estética común.

El título es algo perverso, casi un clickbait: lejos de la superproducción, hay algo íntimo. Me gusta verlo como una ópera rock donde no hay idealizaciones, ni épica, ni ópera. No es un libro sobre música, sino una escritura desde la sospecha: la ironía es la ganzúa que abre todas las puertas e, igual que el glam, rompe categorías.

Pregunta a Violeta: ¿Qué ha supuesto Compro oro para tu carrera literaria? ¿Qué consideras que aporta Letraversal al panorama poético contemporáneo? 

Respuesta: El segundo libro se afronta desde una pérdida de la inocencia total, y yo al principio decía que estaba más contaminado porque ya sabía que alguien lo iba a leer. Los poemas del libro anterior estaban más cerca del jeroglífico porque no me preocupaba de que alguien tuviera que entenderlos. Con Compro oro hice un esfuerzo narrativo, un esfuerzo por ser más clara y creo que lo conseguí. Se publicó en plena pandemia y quizá no ha tenido todo el recorrido que hubiera tenido en un tiempo sin mascarillas por esto de que las presentaciones eran un poquito más distantes y con aforos reducidos. Pero es un libro muy importante no tanto para mi carrera sino para mí, era importante escribirlo.  

Aporta una mirada a la que no estábamos acostumbradas con otras editoriales. Se arriesga y publica voces desconocidas, se preocupa de tener una estética atractiva y sobre todo cuida a sus autoras: el estar publicada en una casa que cuida y mima tanto, que las distribuye y les da visibilidad, que las mueve… Es un escaparate precioso.

Pregunta a Martín: ¿Cuán catártico fue Glam Rock para ti? ¿Qué grado de posproducción, quizás amparada en la sabiduría de Lastura, aplicaste a aquella que pensabas que ya era su versión final?

Respuesta: Escribí Glam Rock entre 2014 y 2018, por lo que casi se solapa en su escritura con Autorretrato ecuestre sin caballo, también editado por Lastura, escrito en la Fundación Antonio Gala. Desconfío de lo catártico en la escritura, utilizar la literatura como terapia suele conducir a resultados dudosos. Si parece que hay verdad, me alegra. En su día me opuse a escribir poesía política y poemas de amor. Como todo lo categórico, acabé cayendo en mi propia trampa: Autorretrato ecuestre explora cierta forma crítica de la escritura política y Glam Rock, además de lo anterior, tiene poemas de amor o casi. Creo que el arte es útil para explorar esas contradicciones.

No puedo ser objetivo al hablar de Lastura, porque lo que en origen fue una aproximación literaria derivó rápidamente en confianza y amistad. Isabel Miguel, Lidia López y Ana Orantes trabajan el libro con oficio, lo corrigen con atención y arriesgan con los autores. Creo que eso es ser editor. La libertad del autor, además, es total. En Glam Rock realicé incluso la fotografía de la portada, inspirada en el diseño del LP homónimo de Jobriath (1973) e incluimos la playlist de art rock y glam que fui construyendo en el periodo de escritura del libro.

Pregunta de Martín a Violeta: “Pareciera como si la llamada «poesía joven» (si es que existe, la hacemos o lo somos) tuviera que ser liberada del «pecado» de la juventud y su forma, «desinfectada». Quizás porque lo que perturbe verdaderamente de la forma sea el concepto del que trata. ¿Cómo has construido las ideas o el concepto de Compro oro? ¿Has puesto algún límite a lo que estabas dispuesta a escribir?”

Respuesta: A mí la poesía me nace, al menos la idea y el concepto es algo que no tengo que buscar sino más bien esperar. Lo que tengo que construir es el poema después de que hayan llegado un par de líneas a mi cabeza. Desarrollarlo. No he puesto ningún límite. He sacado la verdad sin más y la he estirado a lo largo de todas las páginas del libro. 

Pregunta de Violeta a Martín: “¿Cómo le explicarías tu obra a un bebé de dos años?”

Respuesta: Creo que estás planteando un problema clásico del arte, el cuestionamiento de si el arte es o no autónomo, sea cual sea su público objetivo, es decir, si se puede explicar. No creo mucho en la necesidad de explicar mi poesía porque el uso poético del lenguaje difícilmente se puede entender desde otros usos distintos del lenguaje, del mismo modo que se fracasa al analizar el arte a través de un sistema filosófico o del psicoanálisis. O quizás, como Bartleby, preferiría no hacerlo.

¿Qué proyectos literarios tenéis a corto y medio plazo?

VN: Yo estoy escribiendo mi primera novela y más bien es a medio plazo, llevo como la mitad. Es algo que me ilusiona muchísimo pero también me da mucho miedo. Así que necesito tiempo y tener otros ojos cerquita que me vayan diciendo por aquí o por allí, bien o mal. Y cuando me sienta preparada buscaré huequito para que me lean muchos ojos más. Pero por ahora voy con mucha calma. 

MIV: Intento no proyectar nada, evitar la ansiedad por producir. He ido escribiendo aforismos y poemas. No sé si darán lugar a algún libro. La coherencia de ideas y forma requiere tiempo e ir escribiendo con intuición. En poesía no funciona (o al menos a mí) la planificación por objetivos. Si tuviera algún método, dejaría de escribir. Hay una diferencia entre escribir y fabricar poemas.

El libro como producto final es un ejercicio de «bricolaje», al modo de Lévi-Strauss, reutilizando estructuras preexistentes de la Literatura, dentro de ese binomio perverso: tradición/traición.

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