
¿Cuándo y cómo nace el Colectivo La Máquina y con qué propósitos principales y señas de identidad lo hace?
El colectivo nace en 2016 sin ninguna pretensión más allá de canalizar las ganas de generar cosas, de dar rienda suelta a los intereses que compartíamos el grupo de personas que lo componíamos.
Con el tiempo, y especialmente a partir de ubicarnos en un local del barrio de Camp de l’Arpa, La Máquina ha ido definiendo su actividad en tres frentes principales: una microeditorial , un sello musical y la gestión de un espacio dedicado a talleres y exposiciones de arte.
A pesar de la aparente disparidad, hay tres rasgos comunes que aúnan nuestra actividad en cada una de sus manifestaciones. En primer lugar, el carácter interdisciplinar, la contaminación de unas y otras formas artísticas en formatos híbridos que combinen artes plásticas, artes performativas, literatura y música, en mayor o menor medida. Un ejemplo de ello es el festival ZAUM , que organizamos junto al centro TPK de l’Hospitalet y que este año celebró su primera edición. Se trata de un festival que combina spoken-word, performance y música experimental y reúne a poetas, músicos y performers.
En segundo lugar, un fuerte desinterés (desprecio, más bien) por lo convencional y lo formal, y una tendencia hacia lo marginal, tanto en cuanto a formatos como a contenidos.
Y, finalmente, aunque de espíritu marcadamente anticomercial, defendemos una idea del trabajo creativo como oficio, como una actividad profesional (más allá de una mera actividad ociosa), y tratamos de buscar el espacio que la creación artística merece al margen tanto del lujo elitista (del mercado del arte convencional) como del mero amateurismo. Es bajo esta premisa que ideamos la FAI (Fira d’art independent) que coorganizamos anualmente con otros colectivos en Can Batlló y de la que ya llevamos cuatro ediciones.

¿Qué equipo humano conforma el grupo que hace posible su labor? ¿Qué tareas específicas realiza cada integrante?

La Máquina tiene una organización absolutamente informal con distintos grados de participación por parte de las personas integrantes, hasta el punto que no queda muy claro cuál es la frontera que define quién forma parte del colectivo y quién no.
Cuando hablamos de «artistas residentes» nos referimos únicamente a aquellos proyectos que se desarrollan físicamente en nuestra sede.
¿Cuáles son vuestras más recientes novedades literarias y musicales? ¿Qué podemos encontrar, haciendo una panorámica, en vuestro catálogo?

Respecto a los libros, tenemos dos colecciones, una principal, que define el carácter del colectivo y recoge propuestas de tipo no convencional, narrativas experimentales e incluso formatos multiplataforma (como Escenas Catalanas, que se editó paralelamente en formato libro y cassette); y una colección (Máquina Negra) dedicada a literatura pulp —aunque, por mucho que los presentemos como literatura de género, a menudo se trata de propuestas más raras que un perro verde—. La novela de no-ficción Las fechas exactas de Mario Amadas es nuestro último libro, junto con, dentro de la colección Máquina Negra, la novela cyberpunk Turbolover de Neobrana , de Sandroide que ha salido este mes de octubre.

Por su parte, a través del sello del NSN , editamos en cassette diversos proyectos de música electrónica experimental e industrial. Todo muy ruidoso y deprimente. Oscuro y malrollero. Nuestro catálogo incluye proyectos como Ca de Bestiar (electropunk), Corpus Vermis (harsh noise), Yvgvlar (industrial acústico), Terminal (synth analógico)… El próximo cassette será el debut de Avenc, un proyecto de ambient industrial y spoken-word.
¿Qué nos podéis contar acerca de los artistas residentes con los que cuenta La Máquina? ¿Cómo es su llegada al colectivo y su desarrollo una vez se encuentran dentro? Por otra parte, ¿qué modos de promoción, sean virtuales, sean presenciales, ofrece La Máquina para potenciar su despliegue artístico?

La llegada de artistas a La Máquina tiene diversos caminos: hay quien ha expuesto en el espacio previamente, quien nos ha encontrado por redes, quien pertenecía a nuestro círculo social cercano y quien, literalmente, un día pasaba por allí, vio el local y se interesó por lo que hacíamos.
Quizás lo mejor que sucede en La Máquina es que cada artista que entra acaba vinculándose con otros proyectos del colectivo. Diego Cáceres, por ejemplo, empezó exponiendo en el espacio, luego editamos un libro con él ( Crónicas Gráficas: 1999-2009 ) y ahora trabaja también en el taller realizando obra conjunta con Guillem Pujol. Algo similar sucedió con Carmen Benítez: empezó exponiendo, se incorporó al taller y acabó dando cursos y talleres en el espacio. Por la parte musical, Avenc, por ejemplo, es un proyecto nacido directamente en el seno de La Máquina.
¿Cómo ha sido el recorrido por las diversas exposiciones que habéis llevado a cabo hasta llegar a la más reciente? ¿En qué ha consistido esta última?
Hasta la fecha, hemos hecho doce exposiciones con artistas y contenidos muy diversos pero todo, creemos, con cierto «carácter» más o menos concordante con La Máquina.
Hemos expuesto proyectos de escultura (Aeren Sànchez), fotografía (Teresa Uzeda), pintura (Clara S Prous, Vilma di Taranto…) y diversas instalaciones (Amanda Alba, Vinicius Barajas…). En este sentido no somos una galería ya que en ocasiones la obra ni siquiera está a la venta y los contenidos los elegimos más por aquello que nos interesa que por aquello que pueda atraer a más o menos público.
La exposición más reciente (que se puede visitar hasta el 12 de noviembre) es Unhousing de Felipe Robles, una instalación que reflexiona en torno a las identidades queer y su posición en la geografía social.

¿Qué planes y proyectos tenéis a corto y medio plazo? ¿Dónde puede encontraros y seguiros nuestra comunidad?
Más libros. Más ruido. Más exposiciones. Podéis seguir nuestra actividad a través de nuestro Instagram , nuestra web o nuestro Twitter .