VV.AA.

-Suburbano Ediciones-

   Miami capital internacional del género más negro. Negro cloaca. Negro maletero por dentro. Negro interior de ataúd. Negro callejón sin salida. En una noche sin luna. Capital internacional de las gafas de sol que ocultan rostros magullados, heridas de piel y alma, muecas de perversión. Reunión de un exquisito clan de escritoras y escritores brutales, a los que encargar trabajos especiales, sucios, despiadados. Cuba, Argentina, Puerto Rico, México, Venezuela, Perú, España. El revólver cargado por tres: dieciocho balas. 

   Formas de matar, formas de morir. Formas de sobrevivir a la crudeza de una violencia ingobernable que despedaza personas, familias, espacios y sombras. Todas las afiladas aventuras recogidas en este jugoso volumen tienen un tesoro en común: constituyen, independientes y sumadas, un trozo de pastel de riquísima literatura. 

   Tres fragmentos de novelas filtran sus garras en las filas del relato para abrazarse como en una fiel, leal banda peligrosa, con el cuchillo sujeto a la espalda y la pistola cargada de posibilidades. Ah, cómo elegir o descartar, cómo señalar con la diana al favorito, al vencedor o a la presa más suculenta. Imposible no acompañar cada una de estas lecturas con una copa de vino color sangre y el dinero bien contado por si alguien llama a la puerta.

   Como una geografía de la sombra, como una radiografía del crimen, a veces Sin City, a veces Tombstone, quizás una pequeña Sicilia, siempre la espectacular Miami, un escenario para las luces de una acción feroz, cinematográfica, orquestada por plumas ambiciosas, ambiciosas y temibles. La diversidad de maneras, acentos, imágenes y jergas, personajes, iconos clandestinos y ofertas de delito construye sobre tamaña ciudad una bandera negra y amarilla que hoy nos representa a todos.

   No seremos aquí, pues, mano-derechas de uno ni dos elegidos grandiosos textos ni recomendaremos la aniquilación de ninguno: ambas tareas, en cualquier caso, les corresponden a ustedes. Dejaremos pistas a continuación para que no sepan escoger… porque quizás estén apuntando en la dirección equivocada. ¡BANG! 

Una casa en las afueras – Valeria Correa Fiz

   No vamos a mentir: cuando descubrimos infiltrada a tan querida amiga sabíamos que tendríamos la oportunidad de redescubrir su fascinante prosa. La gran estampa amarilla se erige como uno de los castillos no oficiales de la antología, como si de su propia cubierta se tratara esa casa tan cimentada en la ilusión del cambio, rápidamente golpeada por la tragedia.

   Valeria agita la coctelera del lenguaje y exprime zumo de coloquialismo spanglish, tics de la cultura más internacional albergada en la zona de desarrollo de la trama, que se bambolea entre dos polos humorísticamente contrarios: el grandilocuente Jaime y la ominosa Reina Loca. Y que vivan los gatos; en realidad son ellos los que con su presencia enhebran el hilo conductor de esta historia rubia, peluda, de suspenso notable.

   Disfrutamos de un primer contacto con la Miami de la otra cara, la habitualmente tapada, la de la sospecha, una superficie manchada, como salpicada por secretos. Disfrutamos de una pluma sagaz, que denota una condición excelsa para atrapar. Una condición animal.

La Bestia – Vladimir Hernández

   Qué bestialidad de cuento nos ofrece Vladimir Hernández. Nuestro fantásticamente bien diseñado protagonista Leo, cubano en Miami, masacrado por la nostalgia, es sacado de su hastío a través de un nuevo encargo de Walter, su benefactor, que atañe a Ubaldo “La Bestia” y con el ansiado cobro del propio Leo por sus servicios prestados. 

   El pilar narrativo se condensa en el largo rato que se enreda, haciendo de tripas corazón, nuestro hombre en la casa de La Bestia, charlando, compartiendo momentos y opiniones, “sometido” en todo momento para no sufrir daño alguno… con tal de recibir su dinero y salir indemne. Una pieza fabulosa de entretenimiento, con alta tensión contenida, con una magistral fuerza del diálogo como base discursiva y un extraordinario manejo del poder descriptivo que, juntos, como binomio de doble virtud repartida, sugieren un aroma a peli de Antoine Fuqua.

   El tema del espiritismo y el rollo tribal mezclados con el modelo gángster ‘que se cree Scarface’ remata una receta para el horror. Todo gira cuando se produce una llamada al pasado para descifrar el significado de “Kimbiza”, la palabra que tatúa en nuestra memoria la enorme lectura de este cuento con final impresionante -establecemos con máximo respeto su hermanamiento, en ciertos aspectos pero sobre todo en la forma de resolver la historia, con Poitier en Little Havana, de José Luis Muñoz-.

   Tan bien construido y tan directo cuando lo requiere, el resultado es delicioso para nuestro paladar: Leo se cuela en la fila de nuestros héroes mundanos y aplaudimos la concesión que le hace la acción visceral al maravillosamente articulado espacio de la palabra hablada como herramienta -igual de o más- impactante para generar las diversas pero intensas emociones que nos recorren el cuerpo. ¡Crack! 

Miami, una ciudad llena de sol para novelas negras – Juan Carlos Castillón

   La rareza textual de Noir Tropical, una guía novelada de Miami, un mapa extensible pero poco turístico de un lugar revelado con sus mil aristas. La generosidad de Juan Carlos Castillón es inconmensurable; bien podría emplearse tamaño atlas miamense para introducir el resto de episodios. El testimonio deja una herencia de alto calibre entre las confesiones propias del no menos salvaje oficio de escritor.

Olvide el orgullo – Leandro “Eddy” Campa

   De dónde saliste, “Eddy”. Goethe y la leyenda local El Colorado. Un lapso de tiempo eterno y una letra, la tuya, inmortal. Qué regalo de texto: qué capacidad para activar adrenalina, vértigo, espanto y tensión, todo en un solo pack, en apenas la distancia de una parada de bus. Qué fiera la sociedad plasmada, qué reconfortante la resolución del conflicto para nuestro hombre.

   Sobre valores humanos está tallado este cuadro que combina posible hurto, posible estafa, posible detención, posible asalto, posible venganza y algún posible más. Es en ese terreno tan difuso del choque entre prejuicio y expectativa donde se produce la magia de Eddy. La manera de desenlazarlo todo, biblioteca mediante, nos transporta a otro mundo. Tenemos tu manilla. Continúa brillando.

Carlos y Cachita – Vera

   Quizás la pareja cumbre de Noir Tropical: un dúo de compás perfecto, un tándem soberano levantado desde el suelo, desde el pozo vulgar y cutre, desde la desdicha, la mediocridad y, sobre todas las cosas, la empatía. Un lazo fuerte de color rojo abrochado con una doble C.

   Carlos y Cachita exploran juntos los sinsabores de las sombras nocturnas de una Miami cruel, inmisericorde para los foráneos sin recursos, altiva hasta para solicitar súplicas con la boca llena. Ambos cuajan a pura maravilla como piedras preciosas ahogadas en el fondo de un río. La fusión de sus particulares configuraciones resulta en una brújula fascinante para orientar la acción, tan estratégicamente velada, a punto de caramelo, que aguarda su momento para morder.

   El aroma es amargo desde el inicio y Vera domina los tiempos para llevar al lector adonde desea. Con paso firme, decidido, avanzamos por las costuras desprendidas de la pareja protagónica para adentrarnos en la explotación laboral, la jungla económica, el gris concepto de privilegio que mide las clases sociales una por una y una forma de mirar el daño como pocas veces hemos tenido ocasión. Sin tener razón para alcanzar lo sórdido, las manos del autor tocan teclas exactas para encogernos el pecho. Gran final.

Fragmento de la novela El Ocaso – Andrés Hernández Alende

   Uno de los mayores testimonios acerca de la transformación de Miami se despliega imperial sobre esta porción de El Ocaso, en la que conocemos al prota-narrador Fernando y asistimos a su revés más irreversible: la noticia del cambio que implica progreso, que implica incremento de coste, que implica mudanza, mientras se derrama una especie de nostalgia de la antigua oscuridad que, además de abaratar, dotaba de carácter a una ciudad hundida en el crimen.

   Y el crimen sigue ahí, claro, pero ahora viste caro, ocupa kilómetros de playa e invierte en centros artísticos (¿para disimular?). Un collage en movimiento que desenreda la madeja piramidal que subyace al sospechoso concepto de evolución. El autor se guarda un par de momentos romantizados para deslizar sentimientos, impulsos, apetencias, confidencia y trato afectuoso. Exhibe la cualidad de insertarlos en los huecos correctos, en los rombos de efecto valle que bajan el tremendo suflé criminal.

   El álbum en blanco y negro estalla en colores a precio de exclusividad. Pasamos sus láminas conforme leemos las explicaciones que escucha nuestro corresponsal. El crecimiento es apoteósico, la desigualdad generada, también. El impacto del presente sobre el pasado sugiere una especie de mugre bajo las uñas muy interesante que nos insta a escudriñar el resto de la novela. Fabulosa pluma la de Andrés.

No es tu culpa – Carlos Gámez Pérez

   Nos recepciona René para que lo acompañemos en su rutina documentalista e investigadora en torno a sucesos escabrosos. El que nos ocupa cuenta con muchos de los ingredientes que suelen cocinar ricos platos de género noir. Tensión pasional, relaciones previas, intereses laborales mezclados con estímulos de lujo, ego, poder. Una miscelánea que firmaría cualquier guionista de película negra, quizás ideal para su comienzo, en concreto.

   Una calma insoportable nos sujeta los ojos según procede la acción, trufada de muchísimos detalles que contribuyen a forjar el diseño de cada personaje, especialmente complejo el mismo René, que cataliza a través de sus reacciones muchas de las situaciones, tan potentes, que nos son entregadas. Lo sentimos pequeñito en esa masa espacial que es Miami: Carlos Gámez Pérez logra dibujar a su manera otro de los más imponentes cuadros de la ciudad, retratada carente de piedad, como si pudiera ser el antes del antes vs. después propuesto en la precedente lectura -la de El Ocaso– o, mejor aun, la confirmación de la malicia infiltrada en el presente, ya estallado en su nuevo traje letal.

Formas de matar en Miami – Anjanette Delgado

   La piedra preciosa indescriptible de Noir Tropical: ¡no juegues así con nuestros pobres sentidos, Anjanette! ¡No dejes de hacerlo! La locura formal -¡ole esa edición!- nos asalta para extendernos un relato hilarante, con el humor como capital incalculable en el reparto de los distintos valores que posee el texto. Ágil, ácido, afilado, histérico e histriónico, con una protagonista-narradora que vomita sus pensamientos en voz alta como parte del proceso de elaboración del torrente discursivo.

   El panorama es caóticamente brillante: una venganza, un plan de ataque, unos tópicos mortales desmontables, una ristra de muecas y mucha, mucha adrenalina para observar cada nuevo paso de nuestra todoterreno por los campos del odio y la sangre. Miami es, quizás por primera, quizás por única vez la excusa espacial de desarrollo de cuanto acontece, es decir, no posee una personalidad propia que desborde la trama, si bien no podemos negar lo bien que funciona como decorado escogido para la acción. 

   Nos atraviesa la mente Tener la carne, de Carla Nyman, para establecer algún punto de semejanza en la forma y en el concepto -global, amplio- del asesinato del hombre cabrón. Más allá de primas lejanas, Anjanette se lanza al éxito del relato con una solvencia espectacular, dejando huella en el recuerdo para cuando ese cuñado pesado te consulta acerca de “los textos más locos que hayas leído… ¡pero que sean buenos, eh!”. Disfrútenlo.

Fragmento de la novela El milagro de San Lázaro. Un misterio de veinte años – Uva de Aragón

   Visitamos el más asqueroso fango para bañarnos en el dolor causado por el extremo mortal del bullying. Este fragmento de la obra de Uva de Aragón nos sobrecoge, nos vuelca la cara hacia el lado malo, el de la lágrima y el vello de punta. Una de las parcelas más negras de toda la antología, que extiende su imaginario desde El señor de las moscas hasta Monster’s Ball.

   Los ojos de María y las palabras del hermano herido de alma filtran como ásperos pasapurés una historia que desgasta las sílabas de la impotencia, desabrochada en las líneas de lo legal, lo normativo, lo corporalmente canónico, lo extranjero, lo superviviente, lo diferente, lo gordo, lo heterosexual, lo impuesto, lo demandado. Una selva de estigmas se levanta sobre la compleja realidad familiar de nuestros protagonistas.

   El universal de la injusticia con dientes apretados se localiza en tierras movedizas que devoran un pedazo de nuestro corazón con un ritmo pausado, gracias al cual el texto logra alojarse serenamente espinoso entre nuestras costillas. Nos invita a descubrir la novela completa, ya advertidos de la rudeza que nos espera, si bien con muchas ganas de ahondar en las figuras de quienes lloran en esta fotografía ácida. 

Aquí hay que hacer lo que sea – Kelly Martínez Grandal

   Una especial debilidad se posa sobre nuestros hombros para susurrarnos, cual diablillo, que estamos ante uno de nuestros predilectos, oh. Esos guiños de cine, ese arranque magnífico alrededor del “viejo” -personaje que tan acertadamente contribuirá a tan memorable cierre-, el amor con las velas apagadas puesto de fondo de toda la trama -esa tensión dulce tejida en la distancia de la narradora y Alejandro, el varón epicéntrico del argumento-.

   ¿Puede ser el thriller un género entrañable, de tacto cálido? Es fantástica la manera en la que la autora juega con los planos de la acción y el sentimiento, cómo los acerca o aleja para hacer zoom y proyectar a cada tiempo lo que pide el texto. Un estilo pulido, muy atractivo le permite contar muchísimo en apenas una acumulación de párrafos maravillosamente coordinada.

   Con el elemento camión-mercancía ubicado en el falso foco, ese anzuelo para el gran lector pro-noir, la buena de Kelly sabotea la periferia a su antojo, distrae para atraer, exhibiendo una inteligencia de corte guionista, capaz de colar su talento en la mismísima confección de fragmentos como escenas. Nos conquista, por supuesto, la propia voz que cuenta, poseedora de una expresión brillante, lúdica por instantes, cómica cuando toca, pulcra en todo momento. En fin, una victoria en cualquier comparación. 

Camagüey – Pedro Medina León

   El autor nos lleva de la mano de Solís a uno de los rincones urbanos más guays de Miami: los billares, con sus humos, cervezas, bolas chocando, apuestas y seductoras razones para la bronca, el jaleo y la revancha. Resalta entre la densa nube el Camagüey, uno de los espacios que se ha ganado por derecho la distinción en esta colección de cuentos. Allí dentro pasan cosas, además de las espléndidas partidas al billar. También hay equipos de fútbol… o casi.

   Medina León tiene un don para la bruma atmosférica, para el retrato de trazo rápido y eficaz de quienes selecciona como su núcleo duro de personajes principales, que pivotan sobre la acción según conviene, repartiendo su peso entre nuestro narrador en primera, Clarita -su compañera-, el ya mencionado, tan misterioso -demasiado para su bien-, artista del taco Solís y los malosos malperdedores. Judas.

   La descripción de los acontecimientos, así como del terreno en el que se presentan, fluye con destreza desde lo sencillo hasta el ingrediente más lúcido -trucos varios, apoyados en imágenes, nombres y otros recursos modales-. La historia conquista lo rutinario mientras extiende a escondidas el veneno de lo turbio, sin apenas llamar la atención del lector, hipnotizado con la bola blanca en modo relámpago.

   El golpe que todo lo desequilibra está precisamente encajado en una suerte de estructura que queda entonces partida en dos mitades opuestas, como caras contrarias de una moneda. La gloria y la desgracia. La luz y el destierro. El mensaje final tras tamaño terremoto en la vida local de nuestros amigos, aún agitados de extrañeza, salta al campo mediático para subrayar un peligro que nunca abandona a su víctima: la soledad. El carrusel de emociones, desde el divertimento hasta la más honda pena, adorna nuestro rostro torcido con sabor a anís. Formidable. 

Mandrake el Mago brilla en el Southwest – Luis de la Paz

   El homenaje a Eddy brota en un cuento de alta calidad en las coordenadas más sombrías de la estética del bajo-Miami. Seguimos a Víctor a paso ligero, uno de los protagonistas más rotundos de cuantos pueblan estas páginas. Su trabajo le permite abrir puertas, saltar obstáculos -a cada cual más obsceno- y tumbar molestias para inmiscuirse en las notas de crudeza que oculta la máscara de la mentira.

   El mantra sobre el mago milagroso escalona como pequeñas partes cohesionadas los diversos estadios de una narración que tolera muy bien los giros y las curvas. Controla Luis de la Paz el cotarro mientras continúa completando gota a gota la personalidad de Víctor, luz que alumbra las diferentes estancias marginales. Las huellas se difuminan entre polvo, grasa, histeria y tímida colisión contra la esperanza. 

Fragmento de la novela Neurosis Miami – Gastón Virkel

   Tercer y último pedazo de novela de autor, multidimensional, multiformato, sobre Boris y Miami Vice, con trozo de guión, con oficio de redacción, con la forma y el homenaje a una serie mítica que ha sembrado buena parte del imaginario colectivo sobre el noir miamense.

   La propuesta de Gastón es un cofre con varios tesoros que incitan a la búsqueda de la obra completa. Su estilo, su magnetismo y su forma de entender la escritura como un gran escenario para el experimento o la magia hacen de la experiencia lectora un placer. El viaje de nuestro protagonista se distingue ciertamente de la inmensa mayoría de travesías realizadas por otros en su estudio del detalle cotidiano, en la verdadera arqueología de la rutina, entre cibercafés, cuestiones laborales y amistades llamativas.

   El componente metaliterario sobresale a la altura del juego de la ficción “autobiografiada” de los personajes. Gastón logra meternos en su plano de verosimilitud ajustada para tendernos más de una sorpresa. Lo pasamos muy bien.

Morir en Miami – Xalbador García

   La cara más artificial, esbelta y turgente de Miami funciona como la máscara perfecta para las arrugas de vidas tan gastadas como la de Angie, protagonista de este especialmente breve cuento de Xalbador García que hace nuestras delicias por su impresionante germen visual, por su espléndido juego de cámara-fotografía. 

   Es un retrato, un retrato doble ciudad-personaje, continente-contenido, una pieza brutal que bien podría condensar la mayoría de la multitud de emociones y sentimientos que se desprenden de la relación entre Miami y sus habitantes, sus padecientes, sus espectros. Edad y necesidad golpean tan duro que las segundas oportunidades se tornan salvavidas, temporales, de un día a día asfixiante. Qué atmósfera, qué contrastes socioculturales dibujados con sutileza perfectamente calibrada. Qué postal, tan claroscura, de una verdad. Intachable.

Poitier en Little Havana – José Luis Muñoz

   Poitier el haitiano se introduce con un trabajito de limpieza en Little Havana, personificando el choque entre dos colosales ghettos extrapolados a escala desde Cuba y Haití a sendos barrios en suelo miamense. Puro Grand Theft Auto, carajo. El texto más violento de la serie se abre camino por su encantador tono sin filtros, a fuego limpio. El personaje central es un gigante del mundo sombrío de las bandas, potencialmente encarnable por un Samuel L. Jackson, por un Idris Elba.

   Parece un cómic pintado con palabras: los escenarios de la acción, los múltiples elementos y detalles que enriquecen cada tramo de narración y las intrahistorias desplegadas suaves entre líneas se juntan en lo alto del aplauso a su autor. Muy visual José Luis Muñoz, muy valiente y eficaz.

   Sea dentro del videojuego o dentro de la viñeta, la cosa es que así como Stop there, peruanito, de Leandro Caparrós -más adelante, ya verán- nos retrotrae a Gran Torino, este Poitier en Little Havana nos propone un hijo ilegítimo de una película sin identificar, buena sin nombres, buena por cualidad. Sus escenas eróticas y su desgarrador desenlace representan otros aciertos del director. 

El inquilino – Ivón Osorio Gallimore

   Acaso sea Peter una de las gigantescas figuras de todo este recorrido antológico. Un relato muy ligero de tragar lo sitúa en el centro del drama comunal que azota el bloque de viviendas que contiene a nuestra voz narradora, tan curiosa, tan ansiosa por liberarse del riesgo intrínseco a su imprevisible vecino.

   La amenaza vislumbrada entre las cortinas de la identidad realmente no-conocida, de no saber a ciencia cierta quién es y cómo es ese individuo que creemos tratar lo suficiente como para escribir su biografía, acentúa el escalofrío del cuerpo alerta, escondido para observar y denunciar. Pero esa dificultad en la mirada también combina con la extraordinaria habilidad del susodicho para escurrirse cual serpiente entre los matorrales de cada suceso, tentativa de condena final.

   Peter llena, pues, estas líneas de Ivón Osorio Gallimore con su carisma para lo malvado, con su irrefutable encanto de villano factible. El contexto de la vivienda impropia resulta salvaje cuando la autora es tan letal en los detalles. Una creación deliciosa de terror cotidiano, con un remate a la altura de los más imponentes precipicios.

Stop there, peruanito – Leonardo Caparrós

   Deslizado en cinco partes, iniciado como tantos, desde la migración pro-bienestar y el complejo posterior asentamiento, con nuestro prota peruanito acomodándose a una rutina tan diferente, sabática, cada vez más ambiciosa en términos de relaciones sociales. Así descubriremos un nuevo hábitat y una pandilla cada vez más asentada, con José y Darío como cabezas más importantes de un sospechoso bicéfalo de comportamiento variable. 

   Es la riqueza de sus personajes, en número y definición, lo que catapulta este cuento a nuestro podio de favoritos: los demás no son mera comparsa, sobre todo la figura de Mr. Peterson, clave, imperial en su doblez de molestia y héroe; los cimientos los sostienen el dúo de mamá y Reynaldo, nuevo hombre en la vida desplazada, y de fondo suena el deseo con la chica Carmela. Todo un paisaje estimulante.

   Se sucede la tormenta, entre líos, tiendas, robos, travesuras de pandilla, un caso final “de juguete”, la prueba de fuego definitiva, el enfrentamiento capital como remate para un in crescendo que arrasa centímetro a centímetro una calma cultivada de primeras, evaporada con las malas compañías.

   Decir que este texto es muy entretenido es quedarse corto, muy corto: el ritmo, la estructura y la magnífica disposición de los personajes hacen de él una experiencia inmersiva que nos captura de cabeza a pies, como si apareciéramos en aquellas calles, expectantes ante el nuevo reto del grupo de amigos. Nos seducen los momentos que comparten en plena efervescencia juvenil, con toda una jerarquía de alfas, machos y últimos eslabones de la cadena alimenticia estirada como sombra de la manada.

   Este trepidante cuento resultaría un estupendo capítulo de una novela sobre el mismo protagonista -análisis que tal vez tenga que ver, egoístamente, con nuestro propio disfrute y, por ende, con nuestras ganas de más material, dado lo bien resuelto que está-. Leonardo Caparrós hace un trabajo espléndido.

Sinflictivo – Rodolfo Pérez Valero

   Hemos tenido que esperar hasta el final, hasta el último cartucho para poder contemplar el sufrimiento del viaje previo: hasta ahora todos los personajes que han acompañado nuestra lectura “amanecían” ya en tierras miamenses; sin embargo, al fin, un autor se detiene en narrarnos el horror precedente al amerizaje, ese periplo crudo, bestial por incomparable dosis de incertidumbre, de miedo, de auténtico riesgo vital. Qué angustia.

   La doble fuga nos anticipa la pasta de la que están hechos los protagonistas: Wilfre y nuestro hombre-narrador, extraordinarios supervivientes. Lo que viene después de la balsa es una fenomenal historia en primer plano de nuestro protagonista: un alucinante tour, entre la montaña rusa y el viaje en el tiempo, que trasciende un panorama sociopolítico esquizofrénico, mientras abrazamos el término “conflictivo” como una recurrencia genial para señalar los momentos álgidos -y los consecuentes movimientos posteriores- de la trama.

   Qué bien ubicado está este abrumador cuento para cerrar la antología: reúne tantas de las virtudes expuestas durante el conjunto de textos que nos concede la alegría del conocimiento previo, preparativo para seguir el frenético nivel del verbo de Rodolfo, que derrocha estampas, golpes de humor negro y una acción soberana. Con la familia detrás resulta todo más fácil, eh; nuestro prota es un enorme buscavidas, un genio de los malabares.

   El recorrido worldwide que realizamos siguiendo los diversos check-points de nuestro aventurero es una gozada para nuestros ojos: sí, es este el otro gran relato de nuestra colección de distinguidos. Cómo está escrito, cómo luce ese viaje hacia la libertad, ese catálogo ejemplar de aprovechamiento-tesoro-ventaja. Y qué rico el punto negro que flota, sin resolver, en una balsa a la deriva. 

Vera, Medina León y Virkel son declarados culpables de perpetrar un trabajo editorial magnánimo, envidiable por cualquier editor de la ley que quisiera robar calidad por no tenerla de serie. Su sentido de la generosidad alcanza el mismo nivel que su sentido de la responsabilidad. Un binomio imbatible que luce desde ese prefacio-presentación titulado “Playas oscuras”, una bienvenida que nos entrega en boca un espacio, perdón, un ecosistema incomparable: Miami latiendo de cerca, más negra que nunca. 

   Una antología extraordinaria en todos los aspectos, amparada por un compendio de criminales del bolígrafo que asustaría al cartel más sanguinario. Una estrella que refulge fuerte en las noches más oscuras de la humanidad. La primera en su especie.

Altavoz Cultural

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