-Altavoz Cultural y Páginas de Espuma-

Jornadas de la Mujer 2024

La verdad es que meterte en la vida de Virginia Woolf es una pasada en todos los sentidos. Esta bilogía (compuesta por Virginia Woolf: una carta sin pedirla. Correspondencia y Virginia Woolf: el estrecho puente del arte) no creada aposta pero que perfectamente podría funcionar si quieres conocer más la autora, editada por Páginas de Espuma, es la manera ideal de adentrarte en su mundo y en su mirada. 

Cuando digo que es como una bilogía sin serlo me refiero a que ambos libros encajan a la perfección en torno a la tarea de descubrir -más y mejor- el pensamiento crítico de la autora: “El estrecho puente del arte”, que es una colección de ensayos literarios y ensayos biográficos [algunos inéditos en nuestra lengua] donde la autora plantea cómo entiende ella la literatura, donde nos crea un sendero a través del cual ella se sienta a analizar todos los géneros -desde las visiones propias de la escritora, la lectora y la editora-, es fascinante porque además de que nos marca un camino como lectoras y nos da consejos como escritoras -y nos descubre a escritoras nuevas respecto de muchas cosas- su contenido es de rabiosa actualidad y podríamos tomarlo como punto de partida para conversar hoy.

También resulta increíble la fuerza que tiene la autora a la hora de dar su punto de vista, virtud que podemos apreciar en frases como: “Con la mejor voluntad del mundo, traductoras y traductores, están obligados a estampar su individualidad o su modernidad en el texto”. Me parece una maravilla que a principios del siglo XX Virginia Woolf nos estuviera hablando ya del poder de los traductores y que le diera suma importancia al alma del oficio -cuando a día de hoy para muchas personas los traductores ni existen, ¿eh?-.

Pongamos otro ejemplo de contundencia: “desde aquí hay un minúsculo paso a la práctica de las artes sofisticadas, hasta ahora tampoco exploradas por las mujeres… como son la redacción de ensayos y artículos de opinión, relatos y biografías”. Me quedo alucinada al ver los pasos más allá que iba Virginia, que aparte de dar conferencias en institutos de la mujer -al final de su época dejó de hacerlo porque ella no tuvo acceso a ese tipo educación- en sus ensayos literarios hacía que estuvieras dando constantemente la vuelta a todo, y me gusta mucho el análisis que hace sobre la figura de la mujer dentro del mundo literario, ya que ella era editora y escritora, y sabía que había muchísimas dificultades en su momento. Muchas veces demuestra saber que las mujeres somos parte del nicho de mercado de la literatura y que somos las que más leemos, pero los libros no están preparados para nosotras.

Muchos de estos ensayos literarios conformarían después lo que sería la grandiosa obra de Virginia: Una habitación propia. La segunda parte de este El estrecho puente del arte es la correspondiente a ensayos biográficos dedicados a un montón de autores y muy pocas autoras, circunstancia que tengo que señalar en relación con el tono feminista que hay en la primera parte del libro, pues me sorprendió que luego tuviera muy pocos ensayos biográficos de mujeres. 

Tenemos que tener en cuenta que Virginia desde las primeras etapas de su vida tuvo una gran conexión con la biografía porque su padre era biógrafo, de hecho uno de los biógrafos más potentes de su época, por lo tanto ella estaba muy ligada a este género literario, y lo estará hasta el final de sus días: cuando está a punto de fallecer está escribiendo la de su amigo Roger Fry.  

Me ha parecido muy curioso el tono de Virginia al leer este libro: a veces se trata de un tono muy ‘pomposo’ y otras veces resulta muy casual, pero en todo caso El estrecho puente del arte es como meterse en su cabeza como mujer de época y como crítica. Me gusta que sus reflexiones puedan ser extrapoladas al día de hoy y me ha gustado mucho tenerla un poco más cerca y así poder desentrañarla mejor.

Respecto de Una carta sin pedirla, estamos ante otra maravilla, distinta, porque si en el primer libro encuentras a una Virginia crítica y expuesta de cara al exterior, en este encuentras a la mujer más real, a veces inconexa, hablando de sus enfermedades, de sus gustos, de sus cotilleos, muchas otras haciendo escritura automática; pero lo más importante es que es ella al ciento por ciento y así lo transmite: graciosa, onírica, triste, angustiada, una jabata y una luchadora. Una mujer feliz, con sus devaneos amorosos y su gratitud. A veces con su síndrome de la impostora acechando en todos los rincones de su ser y, sobre todo, una mujer muy familiar, siempre muy pendiente de los suyos.

Me ha encantado poder acercarme a estos dos libros, es como si hubiera conectado con Virginia de otra manera, porque es como si la hubiera abrazado con el alma. 

Gracias por esto: hoy soy un poco más feliz y, sobre todo, crítica. 

Rut Alameda

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