-VIII Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve-
-Páginas de Espuma-

Argentina es una extraordinaria cantera de plumas efervescentes, luminosas. La flamante distinguida con el grandioso Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve en su octava edición es otro ejemplo más de esa cosecha de letras que con la fuerza albiceleste se instala en la memoria colectiva de la primera línea cuentística hispanohablante. Ella es Magalí Etchebarne y La vida por delante es una obra golosa, exquisita en sus detalles.
La colección de cuatro cuentos alterna narraciones en primera persona [cuentos primero y tercero] con tercera persona [cuentos segundo y cuarto]. Su diseño personajístico luce a partir de su base administrada en parejas o binomios -a veces extensibles a un grupo más grande de personajes o a una familia- y la relevancia terrible que adquiere el diálogo dentro de esos dúos. No obstante es el humor, el ingenio el condimento que más resalta en la capacidad expresiva de la autora, que por momentos se muestra arrolladora.
Se hace notoria la presencia femenina en primer plano -tanto en voces como en protagonistas- con hombres de fondo, en un contraste muy claro: los del cuento tercero asoman más y Ramiro, en el último texto, es el que más presencia masculina retiene; en este sentido es como si los hombres emergieran desde las sombras del primer cuento hacia su materialización autónoma hacia el final del libro -¿encarna Ramiro la esencia de todos los varones anteriores?-.
Algo parecido ocurre con las mujeres en tanto en cuanto nacen como masa familiar y/o grupo social en el primero y se desplazan hacia parejas o dúos hasta finalmente alcanzar a la Ana central del último cuento, en una línea de reducción de mujeres más difusas hacia unas protagonistas marcadas y mucho más presentes. De forma conclusiva podemos estipular, siempre con cautela, que en general estamos ante un ligero aroma a mujeres vs. hombres -casi como dos especies distintas, mínimamente complementarias, y en cierto modo antagónicas, ya desde el título del primer cuento, sin llegar a representaciones más drásticas, como las que plantea Lina Meruane, por ejemplo, en Avidez (Páginas de Espuma, 2023).
Es crucial en toda esta trituradora de ideas obtener una explicación muy pertinente para la lectura plena de La vida por delante: sentimos que Etchebarne propone formas de ruptura, pero no de huida, con el pasado [con la tradición, con el patriarcado, con la familia, con la enfermedad, con el amor “tóxico” o las relaciones perjudiciales…]; propone formas de autonomía y vindicación de mujeres de edad adulta instaladas en torno a los 40 años -no hay mucha literatura que ponga el foco sobre ellas, quizás pensamos en Isabel González y Nos queda lo mejor (Páginas de Espuma, 2022)-.
Nos seduce cómo sobre esas coordenadas planea de manera tremendamente orgánica, natural el ingenio-humor que mencionábamos antes: como dosis alojadas en expresiones a priori inofensivas, casi inadvertidas, en la corriente misma del texto, a menudo entroncadas con la desvelada importancia del diálogo para terminar de conocer a los personajes en interacción directa y, por tanto, un poco más cerca de su confección plena. Para que esto sea así debemos reconocer cuánto nos gustan todas las narradoras, tanto en su forma de tercera distanciada que cuida cada detalle con una impresionante calidez, como esas primeras personas tan hábiles e interesantes -dejamos ya aquí reseñado, asistidos por esta cuestión narrativa, que sentimos predilección por los dos cuentos del segundo tramo, el tercero y el cuarto-.
Desde ese ángulo lúcido reconocemos a Magalí especialmente en la voz de la hermanastra que habla en Temporada de cenizas y en la narradora de Casi siempre desesperados, también dentro del personaje de Ana. A su merced se proyectan algunas de las múltiples formas de humor que sintoniza la autora: desde la feroz crítica social a detalles pequeños absurdos y simples y mágicos, sentimos que cada cuento posee un ecosistema propio y la pluma de Buenos Aires lo domina desde la concepción total completa, de principio a fin.
Nos interesa además en este punto ver cómo narra Etchebarne sin ser ni particularmente lírica ni particularmente inmersiva, condiciones que a menudo se relacionan con autoras de gran calado. Ella es ágil, sorprendente en ciertos momentos, en giros y choques; se desarrolla su prosa con la constancia, casi matemática, del talento. Una constancia que, más allá o gracias a, tolera el tratamiento de subcuestiones como la (in)fidelidad, la estabilidad artística en conexión con el fracaso siempre acechante, la actualización de ciertos comportamientos sociales contra determinado yugo de tradición o, por supuesto, la cuestión de la edad desde la óptica de la mujer como riesgo o peligro o síntoma de no-retorno, conflicto que se observa como una áspera bienvenida en el primer texto y golpea de lleno a las protagonistas del tercero y del cuarto.
Asumimos que el mismo título de la colección camina por ahí: nunca es tarde para tener aún la vida por delante sea cual sea la edad -cabe aquí el tema de la belleza, que tan bien se despliega en el último cuento, en términos del canon de la actriz necesariamente guapa…-. Nunca es tarde para romper.
Vamos a profundizar en cada uno de los cuentos que componen La vida por delante con la intención de arrojar algunas de las claves pendientes para entregar una visión más rotunda de la magnífica obra de Magalí Etchebarne. Guantes. Guantes. Bisturí. Bisturí.
Piedras que usan las mujeres
Una atmósfera de otro tiempo, de otra época, enmarca de manera tridimensional -se nota, se huele, se respira- una secuencia de escenas gobernadas por figuras y discursos femeninos de precisión y encanto extraordinarios. La introducción al mundo cuentístico de Etchebarne a través de esta vía nos presenta la pausa, el agarre y el coraje perfectamente definidos en su identidad literaria. De este primer texto destacamos la solvencia de su narración, particularmente esbelta cuando recae sobre las voces cruzadas de las mujeres participantes, arrojadiza como piedra en el retrato sociohistórico del gremio masculino, no carente de rica sorna, de humor pegajoso en sus garras. Un cortometraje estupendo que aguarda el origen físico de un acueducto que traspasará las sucesivas paredes del resto de cuentos: el amor como anhelo, alivio y maldición.
Un amor como el nuestro
La pareja de amigas Julia-Leslie gobierna el escenario quizás más exótico, extravagante, el más curioso en cuanto a entorno y expansión de su relación sobre dicho continente, una relación que podría considerarse la más luminosa de todas las que se establecen entre personajes a lo ancho de la suma de los cuatro cuentos firmados por Magalí. La sencillez y la lentitud goteada con la que la autora nos desenvuelve el texto contrastan irremediablemente con la ingente cantidad de estímulos que nos ofrece su magnífico ejercicio descriptivo. Pensamos en algún fragmento de Eloy Tizón encuadrado en Plegaria para pirómanos (Páginas de Espuma, 2023) cuando disfrutamos en manos de Etchebarne de una extraordinaria habilidad para filtrar lo suave y lo áspero en perfecta armonía entre líneas, casi indetectable, experiencia que concentra en este caso un torrente de emociones mucho más agitadas y fundidas, como en una masa uniforme que se sirve mirando a los ojos.
Temporada de cenizas
La figura de la madre se hace grande con espacio temático propio, alrededor del cual flotan dos hermanastras fabulosas que representan otra gran forma de amor integrada en la prosa de Etchebarne: la que nace de la sangre sin por ello comprometer. Ambas encuentran una pareja-espejo en unos amigos nuevos que facilita un hermoso proceso de conocimiento complementario de nuestras protagonistas. La fase final del cuento es de una belleza emocional espectacular, abrochada con la última decisión, el último gesto que conquista la vida en su presente. Estamos ante una obra de arte desde su título y significado desvelado dentro -en el momento preciso, por supuesto-. Un relato redondo que nos hace reír, nos encoge el pecho y nos reconcilia con la función más saludable de la literatura.
Casi siempre desesperados
Lo entrañable se torna espinoso en su mayor dimensión y a escala respecto de aquel primer relato que contraponía mujeres y hombres: la pareja compuesta por Ana y Ramiro acoge en su regazo un combate de personalidades, argumentos y motivos para la felicidad. El mundo del arte se cuela por debajo de la puerta de un hogar dinamitado por las inseguridades, el azote del fracaso, como segunda piel más que como golpe traumático, y (re)celo y la peculiar interferencia comunicativa como estado natural de un binomio que no hace otra cosa que dialogar, paradójicamente. Vivimos así a la Magalí más colorida, vestida con escenas de sátira, carnaval o parodia, dispuesta a impactar desde la química que producen sus personajes con las pupilas del lector. La ‘desesperación’ ya anunciada desde el encabezado bien esboza esa condición de frenético-histérico ánimo con la que se embadurnan las páginas del texto cerrante de la colección. Una espléndida ventana hacia el mundo para poder mirarnos por dentro.
La vida por delante desprende un brillo genuino que se posa sobre nuestra piel con una gama de diferentes intensidades. La experiencia lectora se nutre de la agradecida diversidad de emociones que generan los cuatro textos encadenados para explorar deliciosas mezclas que responden a un apasionante viaje por las cavidades humanas capitales: cerebro, tripas, corazón. Una travesía capitaneada por una mano inolvidable: Magalí Etchebarne, ama y señora del océano de tinta.
Altavoz Cultural
Entrevista a Magalí Etchebarne

Bienvenida, querida Magalí. Enhorabuena por tu magnífica obra La vida por delante, la hemos disfrutado salvajemente.
¡Muchas muchas gracias! Sobre todo, por lo de “salvajemente”.
Nos gustaría comenzar esta entrevista sabiendo de dónde nacen, independiente y conjuntamente, estos cuatro cuentos que forman un todo: qué idea, qué estímulo define cada uno de ellos y cómo te planteas el trabajo «total» en cuanto a su cohesión en la antología resultante. Aprovechamos también esta cuestión para consultarte, si fuera posible, sobre la decisión del orden de los cuentos.
Siempre es difícil identificar cómo nace un texto, porque muchas veces, al menos para mí, ciertas ideas, imágenes, me acompañan durante bastante tiempo hasta que consigo escribirlas. Estos cuentos nacieron a partir de escenas que me interesaba expandir, hacer explotar, a partir de rabias personales o, incluso, cosas que había escuchado y quería usar. En determinado momento me di cuenta de que podían ser algo más que textos amorfos y que podían constituir relatos y, además, podía tratarse de un conjunto que conversara entre sí; relatos que estuvieran conectados por un clima emocional, que se pudieran leer con total independencia, pero que guardaran una familiaridad. En cuanto los relatos tomaron forma, el orden apareció solo y me resultó natural. Creo que cómo un libro comienza y cómo termina es muy importante, como el orden de las canciones en un disco. Y como solo iba a usar estos cuatro no fue difícil darme cuenta de que el orden era este y, para mí, no podía ser otro. El primer párrafo del primer cuento condensa una amargura que podría cifrar al libro. La frase final del último cuento pienso que es liviana, casi una broma, pero dolorosa por quién lo dice y cómo.
Resulta complejo esbozar una línea temática más acotada que la vida misma si pretendemos buscar una especie de sinopsis que nos hable de estos cuentos. De hecho, sentimos que una de las principales virtudes de La vida por delante es su naturalidad para los conflictos cotidianos, así como para las emociones que estos generan. ¿Qué lugar consideras que habita la Literatura, desde tu experiencia personal y creativa, como cura, como alivio, quizás como salvación…?
No creo que la literatura salve, es decir, no creo que tenga ningún poder curativo. Pero sí creo que es una artesanía que tiene mucho de misterio, de premonición y de rebeldía, de venganza, de redención, de libertad. Todo eso le puede otorgar un tono sanador, pero no lo vivo así personalmente. Creo que no podría vivir sin escribir porque miro la vida de esa forma desde hace ya muchos años; no podría decir que es una parte de mi vida, porque es demasiado central, aunque no lo esté haciendo todo el tiempo. Eso podría hacer pensar que me salva, alguna vez lo pensé, lo que sí creo es que cuando todo flaquea en mi vida, siempre pienso que al menos tengo la escritura, eso no depende de nadie más que de mí, y sobrevive en cualquier contexto. Incluso me permite hablar de “mi casa”, de mis problemas, de lo que me rodea y me pesa.
¿Cómo ha sido el ejercicio de distribución de cargas de los personajes? Nos interesa mucho cómo has creado esa disposición de caracteres, personalidades, virtudes y defectos que tan bien se reflejan en las parejas protagónicas: Nadia y su hermanastra, pero sobre todo Ana y Ramiro representan muy bien ese contraste tan jugoso para el devenir de la historia, especialmente en sus potentes diálogos. ¿Piensas por pares al diseñar tus personajes?
Diría que los personajes centrales (la narradora en el primer y en el tercer relato, Julia, la correctora del segundo, y Ana, la actriz fracasada del cuarto) son personajes un tanto “cargados”; que no la están pasando muy bien ni parecen tener respuestas o saber con claridad qué desean o hacia dónde van. En ese sentido, los personajes que se les oponen aparecen indefectiblemente más “seguros”. Imparten certezas, raras certezas, cuestionables, pero al enfrentarse a estas mujeres medio perdidas parecen adoptar esa actitud. Es fácil parecer bien armado frente a personajes así. Pero también me interesaba rescatar la fragilidad y la belleza de esos otros personajes, que no fueran planos oponentes. No pienso en pares a la hora de construir un personaje, pero sí es cierto que surgen solos, que en algún momento los necesito y tengo que volver a traer para crearlos y que avancen juntos.
Otra cuestión formal atañe a la alternativa de voces narrativas en primera y tercera persona (cuentos pares vs. cuentos impares, respectivamente). ¿Qué te ofrece cada una de ellas en detrimento de la otra y cuál es la dirección creativa que te lleva hasta esa decisión: es la historia ya pensada la que te pide esa manera o esa manera te ayuda desde cero a elaborar a partir de la voz la historia que quieres?
Muchas veces cambio la narradora durante el proceso de escritura. Lo que prioricé fue la cercanía. Me pareció que tanto el primer relato como el tercero necesitaban de una primera persona porque lo que se iba a contar estaba demasiado cerca del cuerpo, muchas veces lo que contaban salía desde muy adentro y se quedaba en el borde, ni siquiera demasiado afuera del cuerpo y de las sensaciones físicas. Por lo tanto, una tercera persona habría sido demasiado omnisciente y eso, en general, no me gusta tanto, no me siento cómoda ahí. Para eso, imagino la tercera persona como una camarita que se queda cerca de un personaje y si bien mira todo desde arriba, no es objetiva, está más implicada con un personaje y nos lo hace saber.
El humor, el ingenio en general atraviesa la colección de cuentos: nos reímos en diversos tonos gracias a tu pluma; nos reímos con limpieza, a veces con vergüenza, a veces buscando cómplices invisibles en la habitación, a veces de lo absurdo, a veces de una inteligencia desbordante que golpea precisa en el clavo. Entendemos que esta cualidad es intrínseca a tu talento, pero nos haría muy felices saber cómo la cultivas, cómo la prolongas o la alimentas: qué lecturas, qué referencias, qué formas de arte o comunicación contribuyen, con mayor o menor voluntariedad, a esa habilidad propia.
En general la vida me abruma, me aburre, me pesa, me preocupa el futuro, me asusta la idea de envejecer en Argentina, me asustan las ideas que me rodean y con las que vivimos en este momento, por ejemplo, por eso estoy a la caza de todo lo que se corra de ahí, de lo que me haga sonreír aunque sea un rato, del ingenio de los demás. “Leo revistas en la tempestad” escribió Charly. Algo así. Me gusta atrapar cosas que me parecen graciosas en los demás, escenas que veo, frases que escucho, me sirven para la vida, y me sirven para la escritura. Después es muy difícil para mí saber qué puede resultar gracioso del texto, de hecho, a veces en las lecturas que aparecen me sorprende que ciertas cosas resulten graciosas, o que otras que para mí sí lo son pasen desapercibidas por completo. Esa falta de control sobre lo que uno escribió me parece fabulosa.
Para despedirnos deseamos darte las gracias por este inmenso libro y dejarte una última pregunta -doble- que nos sacude: ¿de qué modo sientes que La vida por delante conversa con el panorama literario actual? ¿Es este libro que tienes en tus manos el libro que esperabas, el libro que soñaste?
No creo que sea exactamente el libro que soñé. Nada de lo que publiqué, que es muy poquito, es como lo había imaginado. Pero una se amiga un día con lo que pudo hacer y lo suelta. Por eso sigo escribiendo. Quizás algún día escriba eso que quiero escribir. En relación a cómo conversa el libro con el panorama actual, creo que siempre un libro conversa con la actualidad, pero no pienso mi escritura en esos términos, no podría ser yo quien diga qué suma a la conversación o cómo se relaciona con otros textos. Creo que yo escribo mirando para atrás, intentando hablarles a los y las escritoras que más admiro, que me formaron como lectora, y que en general ya no viven. Fantaseando con que estoy inventándome algo, que los estoy homenajeando, y después amigándome con la idea de que apenas podré ensayar un cover.