
-PLANKTON PRESS-
Que la historia es cíclica lo sabemos todas, por eso no es de extrañar que veamos el círculo cerrarse ahora. La diferencia con tiempos anteriores, real o percibida, es que estamos dando vueltas a mayor velocidad. Lo que antes pasaba en secuencia ahora sucede simultáneamente. Tras el auge del fascismo del siglo pasado, llegó una época de revolución social: de los 40 a los 60 cambio todo y a la vez no cambió nada. Ahora, sin embargo, el fascismo gana popularidad mientras un gran porcentaje de la población continúa ahondando en la crítica social por el otro lado. Mientras unos se aferran al miedo, otros se centran en la esperanza. Y quizá siempre haya sido así, y solo vemos quién gana en cada momento histórico, porque miramos por unos prismáticos muy estrechos cuando avistamos el pasado. La historia la escriben los vencedores, y esas cosas.
Convivimos con la caída de un sistema, un imperio —el capitalista— que caerá porque los humanos nos demos cuenta de que estamos cavando nuestra propia tumba, o porque nos carguemos el planeta por tener un par de monedas más. Como dice AURORA, you cannot eat money, oh no, pero las presuntas mentes brillantes fundadoras de empresas multimillonarias creo que no lo entienden. ¿O sí, y les da igual, porque ellos estarán muertos cuando colapsemos? La crisis que esto está generando nos empuja hacia el fascismo —ya son dos eventos históricos que se están solapando—, y a su vez nos empuja a la revolución anticapitalista, feminista y antirracista —ya son tres—. Además, tenemos la contrarrevolución (tradwives, supremacismo blanco más explícito que nunca, las montañas de ropa descartada del SheIn) alzándose para mordernos los talones. Ya son cuatro.
Creemos que lo que estamos viviendo ahora es nuevo, pero no lo es. Por suerte, cada vez es más difícil ocultar la sabiduría de nuestras antepasadas, y plankton press ha contribuido a rescatarla con el libro Mujer y naturaleza (2014, originalmente publicado en 1970) de Susan Griffin.

La época de los 60 hasta los 80 para el feminismo fue, más que una ola, un tsunami, al menos a nivel conceptual. Me suele costar integrar la importancia de textos o personas que revelaron verdades que hoy en día damos por sentado, como muchas de las feministas históricas hicieron en ese par de décadas, pero con el libro de Susan Griffin es imposible no darse cuenta de su brillantez.
No solo eso, es imposible no darse cuenta de su urgencia en un momento histórico donde el tradicionalismo violento contra las mujeres y la explotación del planeta son tan obvias y paralelas. Creo, y ojalá no me equivoque, que hay ahora un retorno a lo natural para muchas que no puede ser independiente de la violencia que estamos viviendo. Y no estoy hablando de danzas rituales desnudas a la luz de la luna, estoy hablando de una apreciación profunda por nuestro entorno natural, un deseo de bajar revoluciones, desconectar de las pantallas —irónico que lo diga en un medio digital— y apreciar la naturaleza. Estamos en constante lucha entre lo que nos calma el sistema nervioso —los árboles y los pájaros piando, leer un libro, tejer, cocinar, estar con gente sin una luz azul de por medio— y el tirón de lo digital, que funciona como una droga: alivio instantáneo que se desvanece rápido y nos deja con peor cuerpo. Quizá libros como el de Griffin nos ayuden a entender qué deberíamos priorizar y por qué no lo hacemos, reaccionar antes de que nuestro mundo arda por completo.
Mujer y naturaleza es el ensayo más original que he leído nunca. Educa y explica no solo con su contenido, una cronología de la asimilación masculina de la mujer con la naturaleza y la (muy ignorante) depreciación de ambas, sino con su forma. La primera parte es como un libro de ciencias o un artículo científico: se dice, se ha encontrado que, se sabe. Enunciados descritos con fórmulas de verdad absoluta desmontados en el mismo capítulo y de manera magistral gracias a la manera en que Griffin los ordena o los contrapone. O simplemente expuestos como las sandeces que sabemos ahora que son, pero que en su día se creyeron a pies juntillas.
La segunda parte es formalmente muy distinta. Griffin mezcla textos en mitad de las frases, crea poesía y paralelismos que revelan verdades inasibles con la prosa ensayística. Traza levemente el viaje de liberación femenino.
Con este ensayo Griffin logra muchas cosas: revelar que la verdad de los hombres se cree absoluta pero es, como poco relativa; que mujeres y naturaleza se han asociado interesadamente para denigrar a las mujeres, pero que en realidad ni las mujeres ni la naturaleza son inferiores a nada, porque distinto no significa ni peor ni mejor necesariamente y porque sin naturaleza no somos nada; que la ignorancia masculina se disfraza de poder; que no siempre hemos avanzado aunque la palabra progreso sea una constante en la asignatura de Historia; que el Patriarcado es un sistema racionalmente insostenible aunque se supone que los hombres son la voz de la razón.
En definitiva, Mujer y naturaleza es una gema del feminismo de los 70. Uno de los libros fundacionales del ecofeminismo. Hay muchas mujeres que no ven la unión entre ecología y feminismo, pero está ahí, es innegable. El sistema patriarcal es un sistema de expropiación y dominación, cuyos tentáculos se extienden también a otros campos, porque cuando piensas en código de jerarquías, siempre tienes que quedar por encima, sobre todo si eres hombre. La naturaleza es un poder que está por encima del ser humano, y en nuestro miedo y necesidad de control, hemos intentado subyugarla, solo para, probablemente, causar nuestra propia extinción. A no ser que empecemos a escuchar a Griffin y tantas otras personas, sobre todo mujeres, que siguen luchando porque nos adaptemos al planeta en lugar de intentar adaptar el planeta a nosotros.
Clementine Lips