PARTE I.

|  Empecemos por el principio.
Ghöbarian era áspero y enraizado con helechos gigantescos que vibraban cíclicamente. Las sierras se colmaban de una nieve azulada que arropaba una roca teñida de óxidos rojos y protomusgos moráceos. Los cortes de los riscos eran bruscos y con un millar de abanicos de sedimentarias comprendidas entre el negro y el naranja. La fuente líquida de vida era el metano y, en realidad, fluidos como el agua hacían vago acto de presencia. Básicamente, el elixir de La Tierra se evidenciaba, en proporciones tímidas, cuando llovía ácida y en conjugación abstracta con sales de aluminio y hierro. Los mares burbujeaban arseniato e hidrógeno molecular y la atmósfera estaba enrarecida con iones de azufre y superóxidos de origen volcánico.
Y metalúrgico.
Los nativos más evolucionados, o ghöbos, artesanían un modelo socioeconómico feudalista con trazas bien marcadas pero poco refinadas de preindustrializados y minería pesada. Para ello, usaban una tecnología a priori compleja pero fácil de explicar en una mesa con tiempo. La misma se basada en piedras magnéticas con la que forzaban y levantaban minerales, carbonoides y metales que posteriormente eran licuados en fraguas y forjas. Éstas, fuertemente arquitecturadas, bordaban un esqueleto de vías-raíl con bobinas de rotación alterna por cuyo interior se arterizaba un flujo circuitado de oro fundido. La electromagnética maquinaria encabritaba las moléculas de diferentes materias primas hasta hacerlas sumisas tanto en forma de ríos e hilos como de vapores y chispas.
El material se destinaba fundamentalmente a armamentaje y armaduras, proyectiles pseudo-propulsados con gas comprimido y cimientos híbridos para blindados.

La sociedad, por llamarla de alguna manera, era fácilmente considerada primitiva si tenemos en mente el modelo histórico del ser humano para con dicho progreso industrial. Era como una sociedad medieval agarrotada en una Segunda Revolución Industrial.
Las relaciones entre ambos, productores y ejecutores, eran ciertamente más complejas que en el análogo terrícola, siendo la base económica una prolongación bastante lógica e intuitiva de su fundamento biológico más instintivo.
Veamos un ejemplo.
Consideremos una relación trófica unidireccional simple como la labrada entre consumidores primarios y secundarios. Cabría esperar, a grandes rasgos, que ambos consumidores requieren de biomasa preexistente para articular la suya propia, obteniendo así la materia orgánica los primarios de los productores y los secundarios de los primarios. Consideraríamos entonces presa al consumidor primario del secundario y depredador del secundario al primario.

Pero, ¿podría alcanzarse un sistema en el que la presa trabaja para el depredador, en el sentido más estricto de la palabra y a modo de cuerpo de producción, a cambio de la anulación pseudo-oficial de la cadena trófica? Esto es, un modelo económico en el que el capital es producido por una mano de obra cuyo único salario sea su no depredación por parte de los poderes fácticos y las élites político-económicas.
Esto es Ghöbarian. Al menos cuando llegamos.
Tendríamos entonces dos beneficios de distinta índole: mientras que en los modelos productivos humanos de corte capitalista ocurre que empresario y trabajador se enriquecen de una u otra manera en el mismo formato de recurso, en el modelo ghöboriano el recurso que enriquece al ejecutor es una materia prima, un servicio o un bien de consumo procesado y el recurso que ‘adquiere’ el productor es su propia existencia asegurada legalmente.
Existe, no obstante, una moneda de trueque. Este avatar de intercambio acuña diferentes nombres en función de las dos conversiones prácticas dadas.

El ghöb’as’is aplica preámbulo a ciclos de vida de un productor. Por ejemplo, media masa de hierro bruto, que en equivalentes son doce kilogramos en el sistema internacional humano, vale lo mismo que un ciclo de vida de productor o, abreviado, cvp.

Estos cvps se traducen también como créditos en ciclos. Por otro lado, encontramos un formato de moneda más pesado: el ghöb’ae’om. Éste, a diferencia de su hermana pequeña, no tiene equivalentes en ciclos de productor sino en número de vidas de un productor que produce durante setecientos mil ciclos. O lo que es lo mismo, en el número de vidas productivas o nvp. El ejemplo más clásico es el de una forja simple de acero que equivale a tres ghöb’ae’oms, también nombrados créditos en vidas. Por tanto y haciendo la conversión pertinente, tendríamos que una forja simple de acero equivale a tres créditos en vidas o al valor económico acuñado por tres productores durante toda su vida productiva, la cual se corresponde con el periodo de productividad mencionado de setecientos mil ciclos. Multiplicado por tres.
Para hacernos una idea y viendo claro que el periodo que te mantienes vivo viene dado por el tiempo que constituyes un medio de producción para el sistema, un ciclo se corresponde, obviamente, con un periodo de rotación de Ghöbarian. Esto es, un día.
Se trabaja al día y se paga al día. Se vive al día y se muere al día.
Podemos predecir, por tanto, el por qué del conflicto que se está viviendo ahora mismo en el mundo-mina.
Ofreceré una prematura pista a continuación. |

PARTE II.

| Como cabe esperar, los productores no pueden manejar créditos en vidas debido al principio de producto-ciclo y, por tanto, a la imposibilidad de ahorrar equiparables de producción. Esto es, que ningún productor puede adquirir los suficientes créditos en ciclos como para serle proporcionado un cambio en créditos en vidas. O dicho de otra forma: los productores no pueden, al no poder destinar su salario a otra cosa más que a comprar su día a día de vida, invertir, especular, comprar o vender. De modo que los formatos de moneda son exclusivamente útiles prácticos para los ejecutores, quienes financian e invierten en construcción y desarrollo de plantas de producción y minas, mano de obra orgánica o sintética, masa procesada de material y un largo etcétera. Son los únicos, por tanto, que utilizan ambas monedas: créditos en ciclos en cuanto a compra-venta de individuos productores o unidades de producción material y créditos en vidas para diseño-establecimiento de factorías y corporaciones.

Ocurre, en contadas ocasiones y para ser exactos en siete momentos dentro de un supuesto registro escrito de unos doscientos mil millones de ciclos, que un productor mejora el funcionamiento de una máquina o de un proceso o incluso diseña un aparato o procedimiento nuevo que optimiza la producción. La recompensa no sólo aclara un prestigio para el individuo, que pasa a ser considerado como súperproductor, sino también para la corporación en sí, que rápidamente privatiza y patenta el diseño físico o teórico y lo vende en créditos de súperproductor. Esto es, un constructo a medio camino entre las dos monedas hermanas. El súperproductor es aislado del resto de los productores, confinado y forzado a diseñar y configurar nuevas mejoras en el modelo de producción. Es decir, pasa de ser explotado a ser sobre-explotado. En ello, acuña créditos de súperproductor o csp, lo que no resulta en una gran fortuna, pues tan solo equivale a cinco créditos en ciclos. Una conversación que, obviamente, no compensa el estrés ejercido sobre el súperproductor, quien por cada día de rentabilidad sólo acuña cinco de margen.

Bien. Hace aproximadamente cuatro años terrestres tuvo lugar el inicio de una eventualidad.
El productor con identificación Orsoa-1790, de escamado negro y masa en equivalentes a ciento veinte kilogramos, modificó la posición de un juego de condensadores aplicando una base sencilla de termodinámica. Consciente de que los veinte cilindros de aire de los condensadores transmitían energía en forma de calor de uno a otro, reposicionó su verticalidad a fin de que las secciones frías de un cilindro estuviesen en contacto con las secciones calientes del siguiente y del anterior, disponiéndolos así alternativamente. La refrigeración se hizo más eficiente y los requerimientos de flujo de refrigerante en unidad de tiempo por superficie de cilindro por cilindro por condensador se redujeron un tercio por cada cinco cilindros. En definitiva, una forja media que redisponía sus cilindros de esta manera invertiría doscientos créditos en ciclos en un ciclo, pero ahorraría trece mil ciclos en vida por cada quinto de vida productiva. Orsoa fue proclamado súperproductor no sólo del sector sino de la región y fue rápidamente destinado a confinamiento estricto para investigación y desarrollo.

Su pago fue de quinientos créditos en ciclos y, en conversión, cien créditos de súperproductor.

Dos docenas de ciclos después, Orsoa sustituyó eficazmente el reciclaje de dióxido y trióxido de carbono de origen industrial mediante maquinaria por cultivos microorgánicos, incorporándose cinco celdas de cultivo por cada fila de veinte cilindros. Para sorpresa, las diminutas entidades podían obtener energía directamente del calor transmitido por los condensadores, transformando la energía calorífica en química por un acoplador específico de membrana. La desestabilización térmica de los dípidos generaba una corriente electroquímica bien aprovechada para generar seis monedas de energía bioquímica: cuatro para mantenimiento de estructura-función y dos para fines metabólicos. Estas estructuras se expresaban vía genes inducidos en condiciones de estrés térmico que además reducían completamente los óxidos formados a metano. El impacto debido a la creación del primer sistema híbrido sintético-orgánico retroalimentado, como proeza tecnológica, se sumó al ahorro de maquinaria de reciclaje residual, de aislantes, de tiempo de producción y de espacio productivo. Por no hablar del mantenimiento-actualización-optimización pertinente de todo ello.
Se consagra por primera vez el título de hiperproductor, cuyos créditos son cien equivalentes de crédito en ciclo, y Orsoa es pagado con un total de diez créditos de hipeproductor.

Esta dinámica de mejoras se sucede cíclicamente por un tiempo relativamente corto hasta que Orsoa atesora su mayor recompensa bruta, de trescientos veinte mil créditos en ciclos, por el diseño del primer reactor nuclear de la historia de Ghöbarian. La suma total supera los setecientos mil equivalentes para un crédito en vida y, en resuelta, Orsoa-1790 es el primer productor de la historia en ser liberado del sistema. Se le adjudica entonces una hectárea de terreno llano y dos de montañoso y se establece una ley de protección civil que guarda su integridad física e intelectual hasta el día de su muerte, otorgándole una milésima parte del beneficio obtenido por ciclo por reactor de todo el planeta. Todo ello brindado con la única condicionante expectativa de los ejecutores: que el libertado falleciese en unas pocas centenas de ciclos.

Pero nos topamos con una inconveniencia para estos ejecutores: Orsoa no fallece.

Para colmo, sus descendientes heredan una versátil capacidad psicogenética de inventiva, propia de su ancestro, y logran generación tras generación liberarse del sistema cada vez en mayor número y en menor tiempo. Se forma entonces una comunidad llamada Gremio de Maestros que instaura una protoeconomía que rápidamente emerge competitiva frente a la ya establecida.
Comienza el apocalipsis del gigantesco statu-quo planetario y el fin del paradigma de una civilización entera.
Y lo hace de la siguiente manera. |

PARTE III.

|Pronto se empezaron a acuñar nuevas monedas en el postindustrializado mundo de Ghöbarian. Accesibles al fin a los productores, rompieron rápidamente un paradigma sociohistórico a través de la explosión de genealogías de genios que exigieron una mayor capacidad de manejo y voz en los recursos cuya producción habían incrementado. Hace tiempo ya del principio del fin del principio del producto-ciclo: el crédito en ciclo terminó por ser devaluado hasta el obsoletismo, siendo desnaturalizado y pisado por los competentes créditos de trabajo. Con multitud de monedas equivalentes a fracciones diversas de créditos en vida, los créditos de trabajo pueden prestarse, ahorrarse, combinarse o compravenderse ligados a trabajo o deuda entre productores. Surge una economía dentro de una economía.

El propio Gremio de Maestros logra asentar un recurso que utiliza asiduamente el propio productor y que, con el tiempo, se forja en base a microcréditos cuya cotidianidad hace fuerte: esta nueva subeconomía tiene un flujo mayor y un mayor número de usuarios que la imperante, que comienza a ser desplazada. Este proceso de surgimiento-colapso sinergiza con la ilusión de una especie que parece renovarse y dar su verdadero potencial, esta vez, por y para sí misma. Se establece una protobolsa de mercado de inversiones y apuestas, de redes de contactos y puestos, de grupos de investigación de hiperproductores que enseñan y forman jóvenes productores y, lo que más nos interesa, que construye una abstracta y a la vez fundamentada esquemática de predicciones de base matemático-histórica. Esto es, se instaura una dinámica de aplicado de conocimientos en psicología de poblaciones y de lo que llamamos ‘flujos de eventos’ que da a luz a algo notable. Conocido comúnmente como Juego de Eventos o simplemente Juego, esta plataforma de inventiva y producción es rápidamente estructurada y monopolizada por el Gremio de Maestros, con Orsoas como Gran Maestro de Eventos. Era predecible que este individuo sea, si no el más importante, el de mayor mérito de toda la historia conocida de dos especies enteras.
Esta estimatoria multidisciplinar se consagra firme y robusta rápidamente por un ciclo retroalimentado.  Juego de Eventos estimula a los propios productores, jóvenes o no, a formarse ávidos y a colaborar entre sí como salida de la esclavitud y como camino a la independencia y autodeterminación como individuos y como colectivo. Por otro lado y a su vez, esta participación en el mercado de nuevas y antiguas generaciones de productores enriquece el constructo de híbridos de anatomistas y psicólogos, matemáticos e ingenieros, historiadores y teólogos, artistas y arquitectos de diferentes épocas y perspectivas.

Volveré sobre este Juego de Eventos en medio breve.
Los ejecutores. Los ejecutores están ahora fuera del sistema. O al menos fuera de algún sistema concreto, por primera vez. Digamos que la independencia administrativa, de contrato y de relaciones de trabajo de los productores es… Más flexible de lo que nunca hubiesen querido las altas esferas. Sea como sea y en la práctica, los ejecutores ciertamente deciden en función de lo que uno u otro hiperproductor les aconseja e incluso corrige. Deciden en función de cálculos cometidos por un productor, de reseñas y referencias establecidas por un productor, de ensayos y fundamentos escritos por un productor y en un artefacto y en un edificio diseñados por productores. No es hasta este punto en el que la especie de supremacía planetaria se ve a merced de la verdadera suprema. No es hasta que no ve suelo en su castillo de nube que no siente el temblar sordo del satisfecho vacío, del eco autocentrista y de unos cerebros antiestimulados generación tras generación por la comodidad y la apatía más violentas. De un modo u otro, cunde la agonía de esta misma comodidad en el castazgo de Ghöbarian.

Los ejecutores se habían relegado voluntariamente a un estudio de lo místico ritual y ajenenizado de toda matemática probabilística, formulación de procesos pseudoestables, patronización e historia de ciclos por demasiado tiempo: todo el tiempo. Nuevas ciencias fueron secuenciadas, nuevas artes esculpidas y una hordada de cultos a la palabra, al pensamiento, a los métodos y a los procesos fueron plasmados y totalmente desatendidos por los grupos de poder. Unos grupos que ahora temen tarde las consecuencias de una hipotética llegada al poder de los productores. Algo que podría implicar un cambio de tornos a escala planetaria prácticamente irreversible, teniendo en cuenta una obvia y sistemática oda a la represalia cultivada por milenios y que sería condensada en apenas un puñado de generaciones.

Orsoas aún vive, y sabe que su vida y la de todo el Gremio de Maestros corren peligro: es esperado que los ejecutores busquen adelantarse a esta eventualidad revolucionaria que definimos jocosamente como Dictadura del Productariado. Pero no podemos permitir que el castazgo elimine al Gremio de Maestros. Evitando su desintegración, se lograría una lealtad a nuestro favor considerablemente bienvenida. En principio y por déspota que suene, sería fácil borrar a toda la línea trófica de los ejecutores en cuanto a armamentística y logística se refiere. Su desaparición no implicaría más que una renovación ecológica en Ghöbarian. Esto es debido a que la depredación, su mecanismo intrínseco de alimentación, pasó a ser un mero ritual más de logia que de estómago y circunscrito al ámbito privado de las élites más selectas. Por otro lado, todos y cada uno de los constructos urbanos, mineros, industriales, mercantiles, logísticos y de tráfico pasarían a manos de una especie cuya política y administración es más consecuente con el ecoentorno. Una especie que abraza siempre la mano tendida a ayudar y no a golpearles: buena causa de nuestra óptima relación con los productores es debida a su milenaria condición de colectivo oprimido. Agradecen la llega de alguien que no tiene en mente hacer de su vida un suplicio innecesario.
Regresemos al Juego de Eventos. De alguna manera, los productores nos permitieron ingresar al sistema y participar de él. Es cierto que no nos desenvolvemos mal en financias alienígenas. Todo hay que decirlo. Pero no queremos usar el Juego para construir centrales o ni formar arquitectos. Queremos usar el Juego para extraer un esqueleto de los posibles eventos futuros en esta cambiante sociedad. Queremos usar el Juego para arrancar una plantilla de seguridad a fin de conocer los pasos que cada especie podría dar y dará mañana. Vamos a usar el Juego para tomar esa raíz de decisiones de base sociobiológica y economotrófica a fin de escribir árboles enteros de patrones de comportamiento a gran escala. Vamos a engendrar un maldito simulador del destino no de una ni de dos especies aisladas, sino de dos especies industrialmente simbióticas.
Queremos saber, y lo sabremos, qué va a pasar antes de que nadie allí abajo lo piense siquiera. Y lo mejor de todo: queremos extraer un modelo general para aplicarlo a otras especies. Pero no contamos con demasiado tiempo.

La situación en el mundo alienígena es la siguiente. |

PARTE IV.

| Orsoas aún vive y, aunque viejo, sabe que su vida y la de todo el Gremio de Maestros corre peligro. Y me temo que tendré que ser más explícito.

Intervenimos, una vez más y en conjunto teórico-práctico, un cuerpo híbrido extraoficial y descentralizado mixto de albinos procedente de la Brigada de Especialistas y transhumanxs seleccionados por El Gran Manem: el denominado Bestilitario Interespecie de Diplomacia Exopolítica.
Como miembrxs del Bestilitario y en representación de los intereses ulteriores de ambas especies, no podemos permitir que eliminen al Gremio de Maestros. Evitando su desintegración se lograría una lealtad a nuestro favor bastante bienvenida. En principio y por déspota que suene, sería fácil borrar a toda la línea trófica de los ejecutores en cuanto a armamentística y logística se refiere. Su desaparición no implicaría más que una renovación trofoambiental en Ghöbarian bastante bien recibida. Esto es debido a que la depredación pasó a ser una ritualística más de logía que de estómago, ensecretada y circunscrita al ámbito privado de las élites más selectas: la eliminación de una depredación que se lleva a poco más de un par de miles por ciclo de ciclos es bastante irrelevante a nivel ecológico. Por otro lado, todos y cada uno de los constructos urbanos, mineros, industriales, ferroviarios y logísticos pasarían a manos de una especie cuya política y administración es más consecuente con el ecoentorno y con el planeta entero.

El problema reside en que los ejecutores, cuyo líder político y terrateniente es Hekxór II o Kxór, han jurado muerte a los productores y a todo aquel que ose detener la contienda. Se trata de un aristócrata déspota, pero ingenioso que ha revitalizado un especismo de base política muy feroz, acudiendo a falacias pseudocientíficas de cuestionable base biológica y logrando levantar a los sectores ejecutores más moderados. Debido al detrimento en número de productores incapaces y a su mayor longevidad, el consumo de productores por parte de ejecutores se vio drásticamente reducido en cuestión de pocos pares de generaciones. En consecuencia, los ejecutores acudieron por consenso a alternativas alimenticias para compensar la demanda. Esto no agradó del todo a unas entidades cuya fisionomía se organizó en espinas, garras-clavo y grupos compuestos de mandíbulas diseñadas para mutilar y desmembrar. Si bien este descontento ha sido usado por Kxór, lo ha articulado a contra de lo previsto: aboga sobremanera por estas alternativas como sustento seguro y salvaguarda para erradicar sin problema a los productores.

Como comprenderán, esto  nos pone en la tesitura de no protagonizar un ocupacionismo imperialista y genocida. Pero tampoco podemos permitir una limpieza étnica del calibre que propugna Kxór. Buscamos, más que destruir a una raza u otra, que no se destrocen más de lo oportuno. Esta inestabilidad política en Ghöbarian no es del todo detestable.

A modo de paréntesis mal disimulado, cabe explicar que Hekxór es un firme fanático de la robótica hidráulica, por mucho que el Gremio de Maestros se haya ocupado por varios cientos de ciclos de sabotear inalámbricamente sus huestes de máquinas. Hemos concedido una falsa IA humana a Kxór, Trada, para que le ayude con sistemas alternos de procesamiento y transmisión de movimiento automático. Como es evidente, todo ello a cambio de un mayor margen de no acción en el contexto dado.

Esta guerra fría terminó, contraintuitivamente, cuando un productor supuestamente traidor al Gremio informó y aconsejó a Hekxór. Al parecer, le transmitió todo el conocimiento de su herencia familiar y sabiduría personal a cambio de permitírsele construir el primer vehículo capaz de llegar a su luna satelital, Gabb’ah.
Dejemos esto a un lado un momento, pero tengámoslo en cuenta para más tarde.

Hekxór tiene el poder militar suficiente como para aplastar al Gremio. Transhumanxs y albinos tenemos el poder militar suficiente como para aplastar a Hekxór. Pero la componente del productor traidor, al cual se le refiere comúnmente como Trazas’fizae o simplemente Trazas, es impredecible. Es muy probable, ciertamente, que sea un infiltrado del Gremio y que el propio Gremio nos lo oculte y finja a fin de evitar filtraciones, pues el Bestilitario mantiene constante contacto con Hekxór. Pero, si no lo es, estaríamos ante un productor de objetivos inciertos. Independientes. Egoístas.

Un nuevo tipo de productor. A este modelo teórico le hemos denominado Egoductor o Autotor. Estuvimos trabajando en predicciones simulatorias sobre su comportamiento en modelaje de macroprocesos de sistemas biológicos. Incluso lo incorporamos a nuestro simulador basado en el Juego de Números nativo. En concreto a escala histórico-evolutiva. Pero seguimos sin resultados destacables. Nada de confianza. La nube de probabilidad es absurdamente difusa: no contamos con suficiente contexto histórico conocido – poco más de dos millones de ciclos – y ha tenido lugar demasiada variabilidad de comportamiento por los componentes del sistema en muy pocas decenas de generaciones y en múltiples ámbitos.
Es más fácil reducir a una ecuación el comportamiento de una recta o de una esfera que el de un organismo particular que no sigue el mecanismo estándar ni de su propio modelo biológico ni del de su marco de población étnica. Volvamos al objetivo del poco modelizable Autotor.
Los ghöbeanos carecen de aeronaves, por no hablar de estaciones espaciales o de satélites artificiales, por el simple hecho de que nunca estuvieron interesados en volar: ambas especies tienen una consolidada fobia natural a las alturas cuya raíz psicobiológica desconocemos por el momento. Trazas, sin embargo, parece haber descubierto algo relacionado con todo esto. Quizás hace tiempo. Y va líder a por ello. Nosotros, por nuestro lado, no hemos detectado nada relevante en todo el sistema solar de los ghöbos que le pueda motivar a engendrar semejante proyecto.

Al parecer está obsesionado con la luna de Ghöbarian. Como dije, no detectamos nada anómalo en Gabb’ah. Aunque sí un patrón familiar demasiado siniestro, pero imposible de percibir por Autotor. Lo estamos discutiendo.

Es arriesgado alunizar en el satélite. Los albinos no creen en nuestra hipótesis, suponemos que por falta de experiencia en este aspecto. Sin el apoyo de su destructor, un gigantesco susurro que orbita  la estrella del sistema a la espera de órdenes directas, no creo que sea oportuno acercarse al supuesto satélite natural. Creemos que, de alguna forma, Trazas sabe de esto. Y creemos que no le importa.

Quise, exacerbadamente, saber por qué |

Hybrōdos

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