Yo creo que una profesión se define bien cuando intentas explicarle a un niño pequeño qué estás haciendo.
Yo tuve que hacerlo una vez y me salió del corazón contestar: “yo estudio mucho para curar cuadros cuando se hacen pupa”.

Estudio Conservación y Restauración de Bienes Culturales. Y quedaría precioso el artículo si dijera que me viene de cuna o que fue siempre la carrera soñada y deseada. Pero no recuerdo cuántos deseos caben en las cunas de los 90 y ni siquiera, si se soñaba en alto.

Elegí la carrera por intuición. ¿Sabes ese sentimiento de “no sé lo que hago, pero sé que me va a hacer feliz”? Pues eso mismo.
Cuando mi entorno se enteró de mi elección, pude ver reacciones muy diversas: “¡Pero si vienes de un bachillerato científico!”, “¡Hala!, no sabía que te gustaba dibujar”; y mi favorita: “¿Restauración? ¿Para cocina?”.

Sí. Vengo de ciencias. Y no, no he dibujado en mi vida. Y si te contara la cantidad de potingues que tengo que preparar a diario, verías que algo de cocina tengo, sí. (¡Y a mucha honra!).

Todas estas reacciones generaron una especie de miedo de no llegar a la altura o no estar preparada para enfrentarme a una etapa y unos conceptos que no cubría mi especialidad.
La elección de especialidad en bachillerato no está tanto para preparar, sino para orientar. No podemos dejar tampoco que nos encasillen en una especialidad y seguir por ese camino sin sentir que es EL CAMINO. Los planes educativos tienen mucho de teoría, pero el corazón lo ponemos nosotros. Así que allá fue “una chica de ciencias” con su calculadora en la mochila a su primer día de clase en la Facultad de Bellas Artes de Valencia.

Los primeros años resultaron bastante duros para mí, ya que las asignaturas, aunque son “Fundamentos”, giran en torno al dibujo, la pintura y la escultura. Nunca en mi vida había cogido un pincel, ni tampoco un carboncillo. (Sí, como lo lees).
Durante ese año tuve que aprender a hacerlo, encajar figuras en papeles muy grandes (y también muy pequeños) y sobre todo, dejarme una pasta tremenda en óleos.

El segundo año conserva la misma dinámica, sólo que desaparece la palabra “Fundamentos”, para introducir “métodos y técnicas”, haciendo mucho más hincapié en las diferentes técnicas pictóricas y artísticas que se han utilizado a lo largo de la historia. ¡Poca gente puede decir, hoy en día, que pintó una tabla autoelaborada y con temple de huevo como antaño! Actividades muy necesarias para ponerte en la piel del artista y ver todas las dificultades que se le podrían plantear en el momento de creación, para entender también cómo tratarlo y restaurarlo de la mejor manera posible.

Esos dos años los pasé sin problemas. Dedicándole a lo mejor 8 horas a un cuadro, en vez de 2 que dedicaban mis compañeros que venían de bachiller artístico; pero lo más importante para estudiar cualquier cosa y de cualquier rama es tener paciencia con uno mismo. Saber qué te cuesta y machacarlo mucho. Por eso insisto: si alguien me está leyendo ahora y se está deshaciendo de la idea de estudiar Conservación y Restauración de Bienes porque es de ciencias o porque no dibuja bien o nunca lo ha hecho: ¡QUE SE QUITE ESA IDEA DE LA CABEZA!. Todos los “peros” que te estén surgiendo ahora son meras excusas baratas (mucho más que el carmín de garanza que te harán comprar en primero, te lo aseguro). No pienses nunca que no pintas nada en una carrera que no contemplaba tu especialidad de bachiller, porque no es cierto. Pintas mucho. Anda, mira: nunca mejor dicho.

Tercero y cuarto de carrera ya es otro rollo.
Hasta ahora, todos nos sentimos en una carrera paralela de bellas artes o diseño y es en este momento cuando se empieza a intuir el concepto real de la profesión.
¿Cuándo se podría decir que se produce ese punto de inflexión en el que te sientes ya estudiante de Restauración? Muy sencillo: cuando al bastoncillo dejas de llamarlo bastoncillo y empiezas a llamarlo hisopo.
Tercero es el momento en el que eliges la especialidad a la que te quieres dedicar: pintura de caballete (orientado a obras de arte en tabla y lienzo), pintura mural (cuyo soporte es un muro o pared) o escultura.
También es el momento en el que se empiezan a ver las dos primeras asignaturas de química. (¿Ves como la calculadora que metí en primero iba a servir?).
Para alivio de la gente que odia la química, diré que es una química muy orientada hacia la conservación y restauración de bienes culturales. Básicamente, se habla sobre las distintas sustancias que se tienen que utilizar en procesos como la limpieza de una obra, consolidación, etc. Te ayuda a entender qué ocurre sobre la superficie cuando la tratas con algún tipo de sustancia. Y también te ayuda a saber qué es lo que NO se debe hacer. Ya sabes, para evitar accidentes que puedan dañar la obra; que en nuestra historia tenemos, lamentablemente, muchos.

En el caso de la especialidad de pintura mural, se pueden distinguir varios procesos fundamentales, que a su vez establecen el plan de estudios de la asignatura de Taller en Pintura mural: limpieza, consolidación, arranques y reintegración. (Sí. Las pinturas murales se pueden arrancar; con mil matices que tenemos que contemplar, pero siempre que el objetivo sea salvarla de su muerte). En mi opinión, la mejor parte (y la más satisfactoria) es la de limpiezas, ya que el resultado se ve a simple vista. Se realizan limpiezas con muchos tipos de materiales, pero la más divertida y la que a mucha gente se sorprende cuando la menciono es la goma de borrar. ¡Sí!. He borrado mucha superficie con goma Milan® y he de decir que funciona muy bien (siempre y cuando la pintura esté en buen estado; si no, se debería llevar a cabo una consolidación previa).

¿Y por qué pintura mural?
Así como el libro es una manifestación individual, que se da de individuo a individuo (escritor-lector), la pintura mural es una de las manifestaciones artísticas que establece relaciones con muchos receptores a la vez. Por otro lado, el lector va en busca del libro y en el caso del mural es la pintura la que va en busca de los observadores.
Y además, la pintura mural, al salir a la aventura para buscar a estos receptores y por su naturaleza estructural, está mucho más expuesta a posibles deterioros, por lo que necesita muchísimo más mimo.
Y por lo viajes, por supuesto, porque nadie te puede traer un muro a tu taller.

Cuarto es un año complicado. Pero, vamos, como en todas las carreras. Porque el fantasmita que tienes en primero de “ese gran desconocido, el TFG”, se va haciendo cada vez más grande y te das cuenta de que lo tienes que dar a luz en 9 meses y ya no en 4 años…
Pero también es un año precioso por todas las asignaturas que ofrece el grado, aparte de seguir dedicándote a tu especialidad. En mi caso, este año he elegido Conservación y Restauración de Papel, Dorados y policromías y Conservación preventiva. Pero también se da Arte Contemporáneo o Conservación y Restauración de Textil.

En resumen, es una carrera en la que no se para de aprender y de equivocarse. Pero no hay que tener nunca miedo de lo segundo. Lo que hay que hacer es aprovechar el tiempo de clase en el que estás trabajando sobre probetas para experimentar todo lo que se pueda y tener un conocimiento básico para poder meter mano a una obra en un futuro (no muy lejano).

Y ese es mi mayor miedo ahora mismo. Después de 4 años, no me siento del todo capaz a enfrentarme a una obra real. Y esa sensación es preciosa. Es fruto de toda la sensibilidad que me han ido enseñando e inculcando estos años hacia una obra de arte. El hecho de querer cuidarla, curarla, salvarla y dar la mejor versión de mi para llevarlo a cabo.

Pero la Restauración es un mundo. No sólo actuar sobre un andamio o en un taller. También es el establecimiento de planes de estrategia en conservación preventiva, análisis químicos, estudios fotográficos (rayos X, fotografía de luz visible/no visible…) y también el maravilloso mundo de la redacción de informes. Porque, al fin y al cabo, aunque se trabaje sobre una obra, que no deja de ser un objeto material, estamos siempre actuando de forma mucho más directa de lo que parece, con el sentimiento de identidad que establece un pueblo con un bien cultural. Y eso no se debe perder nunca y muchas veces es objeto de controversia en debates sobre qué hacer o cómo hacer una buena intervención.

¿Qué hace una persona en esta profesión?
Pues, sobre todo, ser conservador antes que restaurador. El proceso de restauración se debe dar como una medida de emergencia, para salvar. Pero nosotros tenemos que ir poco a poco cuidando al paciente. La operación debe ser siempre la última de las opciones. Que, por cierto, también trabajamos con jeringuillas y bisturí.

Y, sobre todo ver el arte como una extensión de nosotros. Sentirla como algo nuestro y sólo verla como elemento externo cuando se tenga que intervenir, para poder hacerlo de la mejor manera posible. Pero el arte, sea lo que sea, venga de donde venga, sin importar el año, es lo que nos define. Es eso que señalaríamos si alguien de fuera viene a visitarnos y no entiende nuestro idioma y nos pregunta qué somos.

Cuando la niña pequeña que me preguntó qué estoy haciendo crezca, le diré: estudio mucho para que no se pierda la memoria.
Salvaguarda de lo que somos, como única reacción a la pérdida de identidad.

No conozco mejor profesión que la de velar por el arte.

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Foto por Alicia Bordás GarcíaIMG_5089

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