Pongamos un espejo: Helena Mariño acaba de conocer a Helena Mariño. ¿Qué primera impresión le causa?

Es la pregunta que más odio justo al principio [risas]. Es muy complicado definirse a una misma, lo que hace… Sobre todo, después de las experiencias en el máster, en el doctorado, donde hay muchos talleres a partir de los cuales conoces la visión que tiene el otro, que te permite alejarte de la propia subjetividad al definirte… ¿Quién soy poéticamente? No lo sé; estoy intentando descubrirlo justo en este momento. De hecho, este libro [su poemario este frío no es nuestro (entropía ediciones, 2019)] era otro libro: fue mi tesis en Iowa. Teníamos que hacer una tesis creativa y a mí en el programa me aceptaron con ficción, fui tránsfuga y me pasé a la poesía. Lo hice principalmente por mi profesor, Luis Muñoz, poeta… Su antología Limpiar pescado es una grandiosa antología de poesía. 

Yo no sabía muy bien qué estaba haciendo… Es muy curioso ver el prefacio de la tesis que nos exigían hacer, releerlo y ver que el grueso de poemas es bastante parecido al libro, pero hay unos cuantos añadidos y una serie de cambios que surgieron cuando me marché de Iowa, cuando pude ver las cosas con distancia. Pensaba que había escrito un libro sobre lenguaje, belleza, la desconexión entre las palabras y el mundo con el que conectan… Y me di cuenta de que había escrito una obra bastante fuerte sobre marcharte de tu país; estaba bastante más pegado al suelo de lo que yo sentía. Me he enterado hace seis o siete meses de que lo que había escrito un año antes era un poemario. Tal vez dentro de seis o siete meses, cuando ya no viva en Madrid, podré definirme poéticamente.

¿Cómo se forja la escritora? ¿En qué momento emerge la autoproclamación como tal?

Yo todavía sigo en el “creo”, en el “creo que soy escritora”; me parece muy problemático señalar el “ser” con el dedo y decir “yo soy eso” porque el ser cambia. Pienso que no fue hasta ya entrado el máster cuando dije “creo que soy escritora”. Es verdad que desde muy, muy pequeñita tuve contacto con la escritura. Me divertía: igual que había niños que hacían fútbol o voleibol, yo, que soy muy torpe, me decanté por escribir. Y después parecía que todo el mundo sabía que yo iba a hacer una filología, que estaba como destinada a ello… Pues no: por cosas de la vida, una tiene dieciocho años… Me metí en Derecho y Ciencias Políticas. Y no me arrepiento: la experiencia universitaria en Derecho fue brutal, no por la carrera, sino por el contexto, porque fue la época de la crisis, del 15-M, de mucho movimiento socio-político… No cumplí expectativas y recuerdo que aún en cuarto de carrera me dije que todavía tenía tiempo de hacer eso por lo que sentía inclinación natural. Entonces hice Literatura Comparada, justo después apliqué a Iowa… fue todo seguido.  

¿Concibes la poesía como algo lúdico? / ¿Hay posproducción en tus poemas?

Pero no solo en la posproducción, sino en el durante, sobre todo. Para mí es disfrute, es placer. Es dolorosa también -o puede llegar a serlo-, depende del momento, claro; pero sí, para mí tiene mucho de lúdico. En ningún caso haciendo menosprecio a lo demás: la poesía es muchas cosas, política, dolor… La gente que escribe sin placer y como con odio a hacerlo, se nota, se lee de otra forma lo que hacen. Pero, insisto: personalmente, para mí sí tiene una base de placer.

¿Cuánto le debe tu poesía a tu gusto por / dominio del inglés?

Nosotros en Iowa escribíamos en español, el máster era en español. Pero sí que a través del Iowa Writers’ Workshop tuvimos la oportunidad de hacerlo en inglés, incluso de hacerlo en español y traducirlo, lo cual es muy interesante. 

Para mí el inglés es muy importante por dos cosas: la poesía en inglés permite una clase de quiebre de línea que no permite el español, procedimiento que está relacionado con la propia composición de nuevas palabras. El inglés es mucho más fonético que el español.                                       Por otro lado, la segunda razón tiene que ver con el libro: cuando yo llegué, hablaba un inglés bastante peor; no te preparan para hablar bien inglés, lo cual está cambiando ahora, pero en mi época el colegio, el instituto y la universidad de ámbito público fallaba enormemente en la preparación de los alumnos en materia de idiomas. Noté una inmersión muy fuerte,      muy complicada. Con lo extrovertida, lo social, lo pa’ fuera que soy yo, me encontré con una brecha comunicativa brutal. Noté como si me hubieran metido en el cuerpo de una persona con ansiedad social… Desde ahí vi el español de otra forma; al principio como mera herramienta de traducción simultánea… Hay algo muy interesante ahí: qué se queda entremedias,  qué terminas comunicando una vez que relacionas idea en español-palabra en español-traducción-palabra en inglés-feedback del oyente.

¿Consideras que hay límites físico-estéticos en la poesía? ¿Y éticos?

Para mí es muy interesante jugar con el espacio, con lo físico. Creo que es la mejor forma de representar el quiebre en la comunicación. No creo en los límites, en general; mucho menos en la poesía, que es mucho más flexible que en la narrativa. 

En cuanto a lo ético… Es un tema farragoso. Para mí sí que existen límites éticos, o deberían existir, no necesariamente como censura por parte del Estado, sino como censura autoimpuesta. En estos tiempos de posmodernidad, de relativismo, del todo vale…

Bueno, sí, todo vale, pero… Cuando hablas de límites éticos, hablas de los límites de tu propia ética, de lo que yo tolero o no tolero. Yo sí me pongo límites a mí misma, más desde la introspección; por ejemplo, cuando me fijo en mis ramalazos machistas, que están ahí porque se ha educado así y una está enraizada así y vive deconstruyéndose… Nos moriremos deconstruyéndonos. Me parece bien pensar en la ética cuando se está escribiendo un libro, para no dejar total libertad a lo que salga. Este libro está escrito en femenino, ahora… Porque al principio no estaba escrito en femenino, hablaba desde un nosotros que no era un nosotros, era un nosotras, con a. Ahora ya está esa a ahí puesta, después de haber derribado todas las barreras necesarias para ello. La ética es sana y buena también para darte cuenta de estas cosas.

Como lectora, ¿buscas consciente o inconscientemente poesía similar a la que escribes?

Conscientemente, no; inconscientemente, probablemente sí. Conscientemente, intento leer a gente que no escribe parecido porque me parece mucho más rico. De hecho, siempre que estoy escribiendo, estoy leyendo al mismo tiempo, toda esa contaminación de autoras que me interesan me resulta atractiva. Por citarte algún ejemplo: Anne Carson es mi escritora favorita y no tenemos nada en común, salvo algún minúsculo detalle o tema tratado. Dentro de la poesía hispanoamericana, vivo obsesionada con Blanca Varela, cuya poesía es mucho menos quebrada, más limpia, pulida… habla del amor de una forma mucho más directa… ¡Pizarnik! Citaría a Pizarnik como gran influencia, a la vista está en lo que recojo de ella en el libro, pero ya no la leo tanto…

¿La Escritura Creativa se elige o se necesita? 

Uff, qué complicado… Depende del tipo de escritura que quieras realizar. Luis Muñoz dice que hay que tener cuidado con lo académico porque igual que te ayuda, te restringe. Tienes que tomar decisiones sobre la marcha, según lo que recibes inconscientemente. Para mí ha sido beneficioso, pero no puedo afirmarte de forma rotunda que lo sea para todo el mundo. En mi caso, fue muy útil no solo por la calidad de los profesores que tuve, sino, más aun, por la propia esencia de los talleres, en los que estás constantemente recibiendo un feedback de personas muy diferentes que están dedicando su tiempo a leerte con plena atención. Además de ello, también hay que hablar de la cuestión material, de lo económico: a nosotros nos pagaban por dar clases en la universidad, lo cual es un privilegio, porque llegas a casa y, después de estar media hora corrigiendo exámenes, tienes toda la noche para dedicarte a ello, a crear, a desarrollar. Hay que añadir que los programas de Escritura Creativa de Estados Unidos te becan, te cubren esa necesidad material, porque está muy bien hablar de la poesía,    pero tenemos que comer.

¿Se puede enseñar poesía?

Se puede enseñar poesía. Luis Muñoz es el ejemplo perfecto. Se puede enseñar a escribir poesía y se puede enseñar a leer poesía. Cuando hablo de enseñar, pienso mucho en él, en su forma de adaptarse a cada alumno; él era muy bueno en sacar de ti lo mejor, lo más interesante de lo que hacías. Pero creo que todo nace de enseñar a leer: es mucho más útil decirle a una persona “toma, lee estas cosas” que decirle que vaya por aquí o por allí a nivel creativo. Él hacía una cosa muy buena dentro de las lecturas que nos mandaba leer: nos decía que compartiéramos          un poemario que hubiera sido importante para nosotros, lo cual era genial porque ya no solo tenías el feedback de tu profesor, sino muchas más voces alrededor. 

Recuerdo el caso de Bolaño, que a mí me parece un narrador increíble, pero me genera un importante conflicto en base a lo hetero-normativo. Los perros románticos tiene algunos poemas buenos, pero Tres es horrible, pero horrible. Y fue el primer poemario que recomendó un compañero al comienzo del semestre y alrededor del cual por primera vez todos concluimos que era horrible. La conversación fue mucho más fructífera que si hubiéramos hablado de,      no sé, Concierto animal, de Blanca Varela, que no tiene una sola mácula. 

¿Cómo describirías el panorama poético actual? 

A nivel nacional, me parece muy interesante lo que está pasando, no solo en el panorama poético, sino en el literario, los grandes premios… Los grandes premios los están ganando mujeres que escriben literatura que los hombres no quieren leer. María Bastarós ganó el Puchi, el pelotazo que ha pegado Cristina Morales con Lectura fácil, una compañera mía de Iowa,  Elisa Ferrer, ha ganado el Tusquets… Están pasando cosas. No sé hasta qué punto todavía no me crea suspicacia el hecho de que se estén concediendo estos premios, no porque ellas sean buenas, sino porque las editoriales estén llevando una clara estrategia de cara al mercado. Son tres libros que se merecen todos los premios, nadie duda de su calidad, pero sí que es llamativo que de repente editoriales grandes tengan motivos para publicar a mujeres no tradicionales. En poesía sucede lo mismo: Berta García Faet ha ganado el Miguel Hernández con Los salmos fosforitos, que es un libro fascinante. Creo que están pasando cosas interesantes, que se está dejando a un lado lo tradicional, el canon… Ahora ha muerto Harold Bloom: celebremos la destrucción del canon con la destrucción de su cuerpo… ¿Acabo de ser muy bruta? [risas]. María Sánchez y su Cuaderno de campo, Sara Torres y su Phantasmagoria… Están pasando cosas muy interesantes.

Si la pregunta iba dirigida a mi opinión sobre la poesía de Instagram, los poetas instagramers… [risas].

En absoluto, pero, ahora que lo mencionas… [risas] ¿Qué dejas fuera de la poesía? ¿Existe una poesía no poesía?

No todo vale, pero depende de qué entendamos por una poesía no-poesía. Nicanor Parra escribía antipoesía y no hay nada más poético que la antipoesía de Nicanor Parra… Me parece que se ataca mucho a los poetas de Instagram, que nos reímos de ellos, los criticamos… Pero siento que tenemos que poner el dedo en el mercado, que es el que lo fomenta. Por supuesto, no te voy a engañar: muchas veces leo cosas que digo “madre mía,              esto qué es, mátame, es una greguería mal hecha”… Pero siento que está impulsado por el mercado. La gente que escribe eso es joven, el mercado no es joven; hay un aprovechamiento de ello, las editoriales saben que eso vende, entonces lo fomentan porque vende. Y se crea una retroalimentación.

En el otro extremo está gente como María de la Cruz, que tiene diecinueve años y ha escrito  un poemario [los clavos que dan nombre a la metralla (entropía ediciones, 2019)] que te vuela la cabeza, pero porque ella supongo que ha crecido en un ambiente muy cercano a la poesía y, además, tiene una inteligencia privilegiada. Si yo volviera a mi poesía de diecinueve años, me mataría. Si lo que vende, lo que gusta, lo que mola es lo otro, es lo vacío, lo simple, lo absurdo, mucha gente que escribe o que podría llegar a hacerlo muy bien, se queda estancada, no evoluciona, simplemente porque no le interesa, porque vende más conformándose. Creo que se están perdiendo grandes talentos porque el mercado fomenta esta poesía de mierda. Se culpa a los escritores, pero ¿dónde está el mercado? Leí hace un año el artículo ese que se publicó en El País -creo- que fue tan polémico, en el que se hablaba de                   los escritores millennials y se los señalaba. ¿Dónde está el mercado? ¿A quién y por qué no le interesa que haya poesía buena, poesía elaborada?

Volvamos a este frío no es nuestro: ¿por qué entropía ediciones?

Me pareció un lugar interesante en el que publicar y me dieron muchas libertades para hacer lo que quería. Había mandado una primera ronda, una primera tanda al acabar la tesis y fue un fracaso absoluto. Les lloraba a mis amigas: “nadie quiere mi libro”, iba reptando por la vida [risas]. Y en Houston me di cuenta de que lo que había pasado había sido que el libro no estaba preparado, que no estaba hablando de lo que tenía que hablar. Ahí me di cuenta de que estaba la idea, pero no las formas. Y lo rehíce. Y me interesó entropía, desde luego a partir de su línea editorial, que siempre es muy importante a la hora de plantearse publicar: qué línea se trabaja, cómo puede encajar ahí. Tuve dos ofertas de dos editoriales más grandes, las cuales no me ofrecían ni la mitad de la libertad creativa ni, desde luego, el mismo cariño puesto en la edición. Recuerdo la primera vez que hablé con Naza [Naza Díaz, entropía ediciones] por teléfono, estando yo en Houston todavía: ¡casi sabía más del libro que yo! Ese cariño, esa ternura puesta a la hora de producir los libros… La portada es de una amiga mía, la foto es de otra,              la biografía me la escribió otra… Pude introducir a todo el mundo que había sido importante durante ese tiempo en el libro.

¿De qué forma colaboras con la editorial más allá de tu propia obra?No conocía a Naza antes de enviarles el manuscrito del libro. Nos entendimos bien desde el principio. Tenemos ideas similares y gustos diferentes. A veces peleamos amistosamente cuando llega un libro y a uno le gusta y al otro no le termina de convencer… Se crean debates sobre creatividad muy interesantes. Coedité la antología 52 semanas , lo cual fue muy interesante porque, al ser más larga, nos permitió hacer una elección mixta: hay unos poemas más de Naza y otros que son más yo. Por lo demás, ahora le he aconsejado respecto de los últimos poemarios con los que ha trabajado para la editorial, aunque la decisión final es rigurosamente suya. 

¿Qué tres palabras usarías para describirle el poemario a un marciano? 

[risas]

Es la peor pregunta de la historia de las preguntas.

[risas] ¡Es muy complicado! Mmm… Migración -es un tema importantísimo-… Frío, con todo lo que significa -para bien y para mal-… y creo que hay un poso importante de Comunidad dentro del libro.

¿Y a un hablante no nativo de español?

¡Midwest! For sure… El Midwest es un lugar raro para ellos, imagínate venir de España… Es la tierra más lejana, es otro lugar… Beauty, en cuanto a la forma que ellos tienen de entender la belleza. Y Generation: es relevante que entiendan la generación de la cual surge, de aquellos nacidos entre el 87 y el 93, la generación de la crisis en España. 

¿Hacia dónde te diriges profesionalmen…? 

No lo sé, no tengo ni idea. Ni idea.

¿Hacia dónde lo hace tu poesía?

Ahora estoy escribiendo un nuevo proyecto que tiene que ver de forma temática con ese [este frío no es nuestro], pero de forma completamente rupturista; trata de marcharse, pero es una composición larga. Yo funciono mejor con poemas cortos, por lo que esto es muy diferente, ahora mismo están asentadas las partes sobre las que se tiene que construir. Pero quiero que no tenga título(s), que sea todo seguido… Y estoy intentando bajarle el registro. Quiero ver cómo colisionan mi yo más académico y mi yo más rupturista. 

¿Qué instaurarías de Estados Unidos aquí? ¿Qué trasplantarías allí de aquí?

Estados Unidos es un país muy duro, muy, muy duro. Un amigo mío de Iowa siempre dice que Estados Unidos es el primer mundo con un gran tercer mundo dentro. Y es rotundamente cierto. Siento que es inevitable comparar y no quiero menospreciar o ser desconsiderada con        la situación de España, con su enorme crisis, pero sí que es cierto que aquí, si no eres un migrante sin papeles -entonces la cosa cambia-, si te estás muriendo, puedes ir a un hospital para que te pongan un tratamiento para ese cáncer. Allí he visto familiares de personas que conocía decidir morirse de cáncer porque no podían pagar su tratamiento. Entre “dejo una herencia” o “me muero” ellos elegían morirse. Eso es durísimo. En Educación igual: todo el mundo está endeudado. Aquí la universidad debería ser más asequible, por supuesto, pero no es comparable con lo de allí: allí acaban con deudas de ochenta o cien mil dólares entre unas cosas y otras, deuda que, si eres dentista, tal vez puedas pagar en cuatro años, pero si eres artista, tal vez la hereden tus hijos. Creo que deberían extrapolar la social-democracia -no soy social-demócrata-, creo que sería un cambio brutal respecto de su capitalismo salvaje, creo que la educación pública a todos los niveles, incluyendo la universitaria y la de posgrado, y la sanidad pública son los básicos de la vida de una persona. Por otro lado, ese capitalismo feroz también afecta a la literatura; creo que allí es mucho más fácil poder dedicarte a la literatura como tal, a desarrollarla profesionalmente, porque el mercado te dicta lo que debes escribir por unas grandes sumas de dinero. 

En el otro extremo, hablando de lo bueno, en el terreno poético Estados Unidos está veinte pasos por delante de España, allí se están haciendo cosas que aquí se empezarán a ver dentro de diez años. El hecho de poder conocer y dominar lo suficiente el idioma como para poder leer en inglés para mí ha sido lo más, lo mejor que me ha pasado, porque me ha permitido leer poesía que no está traducida en su versión original y enriquece muchísimo, es otro mundo.                              De hecho, a ver si dentro de poco recibo noticias de una traducción de un libro en inglés a español que he hecho, con lo que les devuelvo un poco de esa gratitud que les debo, no solo enseñarles un poemario hecho por mí en español, sino traer aquí uno de allí y hacerlo accesible para la gente que no maneja el inglés.

¿Qué conservas de la licenciada en Derecho y Ciencias Políticas? ¿Cómo titularía nuestra situación socio-política actual?

Valoro todo, todo lo relacionado con la experiencia en Políticas, no por la carrera, yo no quería ser abogada, a mí me daba igual todo eso; me refiero al movimiento que había, todo el clima político. Entré en el 2008, vivimos el 15-M, todo lo de después del 15-M; en 2011 pasé                                  un semestre en México y acababa de suceder la matanza de estudiantes que hubo ese año allí… Pasé de la barbarie española a la barbarie mexicana. Todo fue muy convulso. Con dieciséis era feminista pero no lo sabía, era de izquierda pero me daba igual… La política te ayuda a conocer o ubicar tu lugar en el mundo, en un sentido colectivo. No me llevo nada de la profesión,                       pero me llevo un enorme crecimiento personal de esa época, de ese contexto.

Ah, y Vox, estamos hablando de Vox [risas]. Es un desastre lo que está pasando aquí.  Estamos en una situación límite en España: otra vez va a haber una burbuja inmobiliaria. Y el discurso Vox sirve, el discurso Vox sirve porque es un discurso simple, en el que te prometen una solución mañana. El problema es que hay mucha gente en una situación miserable. Claro que hay un gran grueso de fascistas en España a nivel ideológico, pero también hay muchas personas en una situación límite a la que se le ha vendido la moto de que todos sus problemas son culpa del inmigrante ilegal. Como jurista, te puedo decir que dicen muchas mentiras.     Una cosa es opinar y otra mentir de forma tan flagrante: lo que dijeron el otro día sobre el porcentaje de criminalidad y la relación con la inmigración ilegal es una burda mentira, los datos están ahí, no puedes engañar así a la gente, no es un 70%, es un 1,5% o un 2%, es algo despreciable y debería ser punible. Y así con todo. Yo, como especialista en violencia de género, te puedo decir que mienten con sus manipulaciones. Creo que es el momento de resistir y plantar cara, de no tolerar al intolerante. 

Recomiéndanos una canción que poner de fondo para leerte.

Me da vergüenza [risas]. Estoy pensando en qué música pongo cuando escribo… Mmm… Me da vergüenza [risas]. Hay un grupo que se llama Warpaint que tiene una canción cuya letra es malísima: Billie Holiday; pero me gusta, la ponía en bucle mientras escribía el libro.

Un defecto y un anhelo.

Un defecto: me gustaría ser más lúcida a veces; se me nubla la mente, soy muy emocional y a veces requieres de una mayor atención, de una mayor fijación en lo que estás haciendo o escuchando.

Y un anhelo: no perder el deseo, en general; el deseo de resistir -retomando el tema político-, el deseo de seguir escribiendo, de vivir, de cambiar… Mi vida es una constante lucha contra el cinismo, con la idea de no llegar nunca a convertirme en una cínica. Para mí el deseo es lo opuesto al cinismo.

¿Quién te conoce mejor que nadie?

Mis amigas. Y algunos de mis amigos. Soy bastante más reservada en pareja. Con los amigos soy de ese tipo de persona que considera que ya no debes ni te deben nada, que no hay nada que aparentar o forzar, nada que conquistar. 

Esta entrevista la van a leer las personas que más quieres: diles lo que te apetezca.

Un agradecimiento, un agradecimiento puro: yo no hubiera podido hacer lo que he hecho, ese libro, sola. Es cierto que la literatura es el acto artístico más solitario que existe, pero de ahí a mitificar la soledad y olvidarse de la gente que has tenido alrededor… ¿De dónde viene todo ese impulso?  Gracias por todas las lecturas recomendadas, por todas las experiencias, por las ideas compartidas, por el aguante en la vida… Porque cuando estás abajo necesitas que alguien te invite a tomar algo, te dé conversación durante dos semanas y de ahí nazca otra vez el ánimo para seguir. Ese es mi agradecimiento. 

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