Dilatando Mentes nos abre la puerta una vez más para enorme gozo de nuestro paladar. Custodiado por dos grandes damas de las tinieblas -prólogo de Nieves Mories; epílogo de Érica Couto-Ferreira-, penetramos en Ser devorado, el monstruo perpetrado por la brillante Sara Tantlinger, tan premiada y reconocida, tan necesaria en la articulación del horror bizarro, en la perforación del aburrido juego de etiquetas de género y en la fabricación del artefacto definitivo para cualquier creador literario: experiencias; incómodas, salvajes, depredadoras en su caso. Ser devorado es un diamante.

La poesía de Tantlinger, el fuerte impacto visual de sus descripciones y escenarios y la delineación tan exquisita de los impulsos de sus personajes, de sus reacciones y sus pensamientos dotan a su universo expresivo de una fuerte identidad rompedora, original y feroz.

Ser devorado está compuesto por seis actos, sucesivos y progresivos, como partes de un todo ardiente y explosivo, como una gran pompa de lava que crece y crece hasta provocar la última lluvia de fuego. Asistimos a la metamorfosis instintiva de Andi, que canaliza a través de su relación con Luna, su novia, una peligrosa cascada de sentimientos primitivos: la ira, el hambre, el placer carnal llevado al extremo, el amor más egoísta y puro. Contemplamos una rutina de pareja en la que ambas protagonistas se complementan con una sutileza fascinante. Los temas que las rodean, más allá de los inevitables tópicos romántico-eróticos que nos acercan su historia a nuestra burbuja personal, son terriblemente atractivos: la sexualidad, los tabúes, el tratamiento psicológico, los flujos de personalidad variable y las leyendas monstruosas más viscerales.

El empuje de los límites éticos, morales, orgánicos y biológicos hacia una pared verde con papilas gustativas muy desarrolladas es un experimento literario -y humano- espectacular. Tantlinger no espera para introducir pequeñas señales de lo que puede venirse encima: es directa, maravillosa en los detalles, pero contundente en los acontecimientos y las consecuencias de los mismos.

El clic bárbaro se produce meticulosamente en el capítulo 3, precisamente en la mitad de la obra. El encuentro entre mujeres desata el cambio final, la confirmación de un nuevo amanecer sobre la vida sombría de Andi, un nuevo comienzo vital que traerá imprevisibles reacciones en cadena sobre su entorno, vinculadas al rechazo, la fuerza liberada desde las entrañas y el crimen.

La voracidad de la compleja estrella de la historia, esa perturbada y perturbadora Andi, impregna, inunda el camino de los renglones hacia el desenlace animal. No podemos esquivar ciertas imágenes de la cultura artística: ese Dr. Lecter o esa Justine a las órdenes de Ducournau son solo algunos de los personajes que trazan las huellas del mordisco más brillante. Por supuesto, la propuesta de Tantlinger es mucho más que una línea adicional respecto del tratamiento del subgénero entroncado con el canibalismo: apenas estamos ante la superficie de una ambición generosa por desentrañar los problemas y miedos más íntimos, más ocultos y primarios. Obviamente, la autora no pretende un tratado sobre qué hacer cuando sientes un hambre anormalmente insaciable, sino que nos deja píldoras de dramatismo y superación -o liberación- conforme avanza en su construcción del infierno de Andi.

El lector se siente acompañado en todo momento: la narración en primera persona por boca de la protagonista principal es el recurso perfecto para envolver nuestros ojos en una acción distorsionada pero pura. Andi nos cuenta lo que hace, cómo lo hace, lo que sufre y lo que desea. Tantlinger nos cuenta muchas cosas gracias a los ojos de Andi, desde las texturas más insondables hasta las cicatrices de una rutina viciada y autodestructiva.

Alcanzamos los instantes finales con angustia y la mueca de asco más feliz. Y con la probable empatía hacia Andi, con la comprensión parcial de su dolor y con la lástima de su acabose. Todo cuanto ha dejado esparcido tras sus pasos hasta ese lugar fetiche -esa casilla final que fue casilla inicial- está avalado por su desgarradora búsqueda de paz.

La genial labor de edición, el impresionante diseño interior, las ilustraciones y los extras que tanto conocimiento rezuman y tan buen gusto albergan son puntos fuertes de una obra que también maravilla en su forma, en su materialización. Es preciosa. Terroríficamente preciosa. Con esos buitres… Tardaremos en borrar de nuestra retina la “marca” del pájaro al pasar cada página. Enhorabuena a todos los implicados en esta perla; enhorabuena una vez más a Sara por su inmenso talento y su valiente y extraordinaria literatura.

Altavoz Cultural

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