I Premio de Novela Corta El Proceso

-Ediciones El Transbordador-

     Contenemos en el pecho el pleno convencimiento de que Kafka adoptaría en sus garras la prosa de Santiago Eximeno y la apretaría contra su poliédrico corazón de mármol. Carne y hueso es puramente procesual, el concepto de viaje en su máxima expresión. La novela se mueve, cobra vida propia, especialmente por las noches, en el subconsciente, en la inercia vital.

     Este retrato desgarrador de la sociedad y sus jerarquías de poder es una cruda manifestación del horror más sintomático, la cual aparece presentada en dos partes indisolubles, amasadas bajo sendos títulos referenciales a los dos grandes universos orgánicos en confrontación que capitalizan la acción y su expansión sobre-¿infra?-humana (tal vez sobrenaturalmente infrahumana).

     Es la historia de tantos encarnada en Solomo y Marucha, pacientes y padecientes de la feroz dentellada de la desigualdad más cruenta. Debemos trazar la primera línea de comentario crítico en la más extraordinaria virtud de la obra: ambos protagonistas habitan uno de los más fascinantes mundos literarios que hayamos visto jamás. Despojos, mandíbulas, carnes y huesos son las formas mayores -y más autónomas- de un orbe extraordinario hasta el delirio. 

     Acudimos nuevamente a la frontera del Terror y sus tan discutidas acotaciones con otras muchas sensaciones, que golpean nuestro cristal con el martillo de lo bizarro, lo grotesco, lo negro debajo de lo negro, en una suerte de alegoría gore, una metáfora sociopolítica visceral, un cuento de extrañeza aplastado contra la verosimilitud del fondo como radar de un modo impar. La discusión será infinita mientras existan plumas como la de Eximeno.

     La violencia, la miseria, la supervivencia y los retales de un apocalipsis presente, de un dolor germinado y conviviente, diseñan bajo la alfombra del impresionante entorno una ejemplificación extrema de desequilibrio y obligan -sin ser, creemos, su principal objetivo- a una honda reflexión sobre tantos aspectos de rabiosa -y asquerosa- actualidad.

     Solomo y Marucha anidan en la desgracia y encajan la tragedia. El acto de rebelión llevado a cabo en el segundo segmento de la historia nos retrotrae a una serie de propuestas de acción enmarcadas tanto en literatura como en cine: desde la lucha contra la Máquina que será tirana, dictadora mecánica de nuestro futuro, hasta la narración sociocultural más longeva de la tradición como es el esclavo levantándose contra su amo.

     La segunda es mucho más natural como analogía, si bien ciertas imágenes no nos separan tantísimo de híbridos como Demolition Man o District 9. Pero lo de Eximeno es caviar gráfico que desborda el plato; no tiene parangón y asume el reto de moverse activamente por los múltiples rincones de su espectacular escenografía, porque por encima de muchas cosas es una maravillosa novela de acción y aventura.

     A continuación debemos señalar la dimensión espacial del conflicto: el Borde separa no solo Carne de Hueso, sino alcantarilla de tierra firme, base piramidal de cúspide piramidal, Infierno de Cielo. Llegamos a sospechar incluso que todos están muertos y esta última distinción puede ser defendida desde la reubicación de unos y otros seres en el más allá y su propia geografía. Sin embargo, el tremendismo nos mira de soslayo cuando pensamos en que simplemente es un barrio marginal contra un barrio rico, el obrero contra el alto burgués.

     Sentimos que la inmensidad del planteamiento hace realmente ardua la labor analítica, en tanto en cuanto despedazante, fragmentadora. Estamos ante un todo grueso y supurante. El sabor es agrio, avinagrado, desde la primera escena, la cual vomita una de las imágenes que, a nuestro juicio, ya es historia de la literatura hispanohablante. La fluidez con la que Eximeno nos habla es embriagadora; su prosa denota lucidez y, creemos, una producción rápida, ágil, sin excesivas pausas ni paradas para aflojar la mano.

     La nómina de personajes es selectiva, escogida de un casting minimalista que persigue la función articuladora de diversas realidades y testimonios. La hiperconsciencia de su condición humana y social hace muy gratificante el choque de individuos, que manejan registros, humor negro y deseos desde ángulos dispares -diametralmente opuestos en ciertos casos-.

     Lo fantástico, lo (ir-/sur-)real, el humo y el artificio son, en el mejor de los panoramas, dispersas gotas que discurren aleatorias sobre la gran masa: el lector es transformado, mutado, es otro después de Carne y hueso. Pero no es víctima de una maquinaria ficcionadora, alienadora o hechicera, sino simple y mero voyeur de una secuencia que golpea las sienes.

     La exquisita edición del equipo de El Transbordador es el cofre dorado del tesoro. El Proceso queda inaugurado de manera inmejorable, con audacia, entusiasmo y heladora frescura. Carne y hueso de Santiago Eximeno es peligrosamente ensordecedora.

-Altavoz Cultural-

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