Sergio Ramos Pérez
Adriana F. Alcol
Un coloquio de Altavoz Cultural y Bala Perdida

¿Cómo ha sido vuestra experiencia en torno a la publicación de Historias de Malasaña en cuanto a proceso y resultado?
Sergio Ramos Pérez: Para mí fue algo emocionante. Se me ocurrió la idea de hacer una antología de relatos y, ya que los beneficios de la misma serían muy difíciles de repartir entre los autores que participasen, decidí donar las ganancias a alguna asociación o algo así. Esta es la tercera obra que decido destinar a fines benéficos. Pensé en qué podría hacer para convocar una antología y, además de este fin, dar voz a nuevos escritores y promover sus trabajos. Me di cuenta de que Malasaña podría ser el denominador común de todos los relatos, ya que es un barrio bastante conocido, y supuse que, aunque no lo conocieran, tendrían acceso a información del lugar fácilmente a través de internet. La iniciativa tuvo mejor acogida de la que esperaba y eso me alegró bastante. Los relatos que llegaron fueron muy buenos y de temáticas muy variadas. Creo que encajan bastante bien en el espíritu del barrio en cuanto a diversidad. Quería publicar con alguna editorial del barrio y Bala Perdida estaba en mi punto de mira desde hacía meses por su descripción en su página web, me sentía muy acorde con su espíritu. Antes, incluso, de esta iniciativa ya le tenía el ojo echado para enviar algún manuscrito. Fue la primera editorial con la que me puse en contacto y a Lorena, la editora, le pareció una buena idea mi proyecto y aceptó de inmediato la publicación. Estuvimos trabajando en la obra y estuve haciendo de intermediario entre autores y editora y por fin la antología ya es una realidad. Personalmente, me siento orgulloso del resultado y me parece increíble que haya sido capaz de organizar una cosa así, con lo desordenado que soy.

Adriana F. Alcol: Descubrí la idea de este proyecto a través de Sergio, a quien seguía en Twitter desde hacía ya algún tiempo. En noviembre, justo cuando acababa de presentar mi primera novela Minutos impares -ambientada también en Malasaña- me escribió para proponerme participar con un relato en esta antología solidaria y no dudé ni un segundo en decirle que sí. El proceso de escritura de Las diferentes tonalidades de rojo lo llevé a cabo íntegramente en A Coruña, ya que este año he pasado una gran parte de mi tiempo en esta ciudad. Supuso una combinación de sensaciones y emociones, ya que dar forma a su protagonista y al entorno en el que acontece toda la trama me acercaba de alguna manera a mi barrio, del que he estado tan distanciada durante meses. El resultado de mi relato es una historia que desprende cierta melancolía y añoranza de tiempos pasados.

¿Cómo consideráis que se integra esta obra en el marco editorial conformado por aquellas destinadas a visibilizar determinados lugares, ciudades, barrios…? ¿Qué diríais que la hace genuina respecto de otras y qué texto de todos los incluidos recomendaríais con particular pasión?
Sergio: Bueno, esta es ficción. No es ninguna guía turística ni nada por el estilo. Es cierto que se mencionan lugares reales, monumentos reales y esas cosas, pero no deja de ser una recopilación de relatos de ficción que versan desde el crimen hasta el romance, pasando por la vejez, la juventud, amores y desamores… Vamos, como la vida misma, un poco de todo. Hay para todos los gustos. Eso sí, mencionando lugares reales que pueden ser visitados y conocidos por la gente que se acerque al barrio. Es una obra de ficción y entretenimiento que te puede servir para conocer lugares reales. Respecto a qué texto recomendaría, no sabría deciros. Supongo que depende del gusto propio, cada persona tendrá sus favoritos. Depende de si te interesan más las narraciones oscuras, si prefieres cosas más emotivas o románticas, si te interesan más las historias de acción, o más reflexivas. Hay muchos factores que influyen para que pueda recomendar a alguien uno u otro relato. Para gustos, los colores. A mí particularmente me gustan mucho los que me remueven por dentro, independientemente de la temática que traten.
Adriana: Creo que hay libros que te descubren lugares, ciudades o barrios y te cuentan secretos o te ayudan a encontrar esos pequeños rincones que no siempre aparecen en las guías turísticas. Me gusta tirar de este tipo de publicaciones cuando visito un nuevo destino, pero con el tiempo me he dado cuenta de que los libros que cuentan historias en las que sus protagonistas recorren las calles de una ciudad, toman una caña en el bar que está frente a su casa o se sientan en el banco del parque que cruzan cuando salen de trabajar, te hacen conocer los sitios de una manera diferente, más íntima, acercándote de un modo mucho más especial al lugar del que hablan. Creo que Historias de Malasaña forma parte de esta segunda opción y como está compuesto por decenas de relatos puedes ver el barrio a través de muchas perspectivas. Elegir un único relato entre todos los que conforman esta antología se me hace especialmente difícil, así que diré que me quedo con aquellos que están narrados en primera persona, como por ejemplo Calle del Desengaño, de Myriam Luna, o Mascota, de Marga Pedrayes.
La antología tiene fines benéficos, destinados a reactivar el bienestar del comercio y el espíritu tan humano y socialmente colectivo que ha destilado siempre Malasaña. Además de labores tan bonitas como la que nos ocupa, ¿qué más hace falta? Tomando como punto de partida esta iniciativa, ¿qué actos institucionales y culturales consideráis necesarios para alcanzar la mencionada recuperación de bienestar y espíritu?
Sergio: Para mí es difícil responder a esta pregunta puesto que no soy del barrio ni vivo cerca. Soy de la sierra de Madrid y sólo tengo recuerdo de haber pisado el barrio un par de veces en mi vida. Lo que sé sobre Malasaña es mediante internet. Por lo que conozco del barrio, os diría que el pequeño comercio de barrio tradicional debería ser un punto a reforzar. Era algo que le hacía especial y veo que está desapareciendo. De hecho, la idea de donar el dinero a una asociación de comerciantes de Malasaña viene por eso mismo. Respecto a culturalmente, si no me equivoco, creo que Malasaña es uno de los lugares que más eventos de este tipo se hacen en la capital; he visto que además de los teatros, cines y conciertos, se hace lo de Pinta Malasaña, hay exposiciones constantes (o al menos las había antes del COVID-19), fiestas, proyecciones de cine al aire libre, concursos de jardinería, mercadillo en la Dosde… creo que en ese sentido, Malasaña está bien, aunque, como digo, al no ser de allí y guiarme sólo por lo que los medios publican, creo que mi opinión no es tan fiable como pueda serlo la de alguien que sí haya vivido en primera persona todo lo que sucede, que lo haya visto desde el interior. En cualquier caso, por lo que conozco y sé, creo que el punto que más habría que reforzar y apoyar es el pequeño comercio tradicional.
Adriana: Yo creo que Malasaña es un barrio muy habituado a los cambios a través de las décadas y aunque ha tenido fases de gran apogeo y otras más decadentes, lo cierto es que de una manera u otra siempre resurge. Es verdad que la pandemia y la post pandemia han afectado mucho al pequeño comercio y a la hostelería en Malasaña y posiblemente lo hayamos notado más en los barrios del centro, dedicados en gran medida al turismo y al ocio. Los vecinos nos hemos habituado a ver cómo desaparecen negocios semana tras semana y a ver colgados en las cancelas de los locales los carteles de Se alquila o Se traspasa. La verdad es que es muy triste. Creo que pequeños gestos como permitir la peatonalización de ciertas calles durante el fin de semana para que los negocios puedan exponer sus productos o colocar alguna mesita para tomar el aperitivo al sol ayudarían mucho a que tanto turistas como madrileños confíen en volver a disfrutar del ocio de la ciudad, y cuando ya se puedan volver a organizar con algo más de público presentaciones de libros, música en vivo en pequeñas salas de conciertos, mercadillos, exposiciones o cualquier otro tipo de eventos culturales, entonces volveremos a respirar esa vida que tanto identificamos con Malasaña. Pero hay que ir pasito a pasito, que no queremos volver atrás.
Lorena Carbajo pregunta a Adriana y Sergio: «¿Qué tiene para ti el barrio de Malasaña para que sea un barrio que deja tanta huella?»
Sergio: Dicen que amas realmente aquello que tienes todo el día en la boca, de lo que hablas mucho. Ese fue el motivo por lo que quise ayudar aportando mi granito de arena con el apoyo de todos los demás escritores y la editorial. Mi vinculación al barrio viene de hace algunos años atrás. Había escrito historias ambientadas en pueblos y, para la próxima novela, quería irme a una ciudad, con más jaleo, más tráfico y demás. La ciudad que mejor conozco es Madrid, y dentro de Madrid, debía ubicar la historia y los personajes en algún barrio. Quería unas características específicas y estuve mirando cómo era cada barrio hasta que di con Malasaña. Lo conocía de oídas, pero no en profundidad. Me pareció ideal para la amalgama de los protagonistas, tan diferentes entre sí pero tan unidos al mismo tiempo. Quedé enamorado del barrio, del aspecto de sus calles, de su ambiente… me parecía perfecto. Desde entonces se ha convertido en un lugar recurrente en mis historias. “Cuando los destinos se cruzan”, “Blues de Malasaña” y “Gabriela” se ambientan en el barrio. Y se le menciona en “El viaje”, una novela que en su mayor parte se ambienta en Galicia (otro de mis lugares fetiches para situar historias). Y en todas estas novelas salen los mismos personajes (al igual que en mi relato dentro de Historias de Malasaña). Saliéndome un poco de la pregunta, voy a contar una anécdota relacionada con Malasaña: tras “Cuando los destinos…” y “Blues…” visité el barrio. Me lo conocía tan bien por haber callejeado con Google Earth por sus calles y ver sus edificios que, aunque llevaba un mapa conmigo, casi no me hizo falta usarlo. Iba paseando y reconociendo cada lugar, dónde vivían los personajes, dónde se desarrollaban las escenas… incluso tenía la sensación de que al doblar alguna esquina me iba a encontrar con alguno de los protagonistas. Puede que parezca una exageración, pero es real, tenía la piel de gallina durante aquel breve paseo por el barrio. Así de profundo me llegó a calar Malasaña.
Adriana: Malasaña es un pequeño pueblo en medio de una gran ciudad, y decir eso de una zona de la capital que se encuentra a pocos metros de la calle Fuencarral o de la Gran Vía es casi un milagro. Pero debo añadir que esta sensación solo la conocemos las personas que hemos sido vecinas del barrio en algún momento de nuestras vidas. Malasaña no tiene nada que ver cuando vienes a tomarte unas cañas o a salir hasta el amanecer que cuando lo vives por la mañana de lunes a miércoles, un día lluvioso del mes de noviembre, en el que te puedes tomar un café en cualquier bar sin esperar cola o dejar a deber tu compra en la frutería porque saben que volverás al día siguiente. Ahora que me voy a vivir a Portugal me siento muy afortunada de haber sido vecina de Malasaña y haber tenido la oportunidad de pasar casi diez años de mi vida viviendo en la calle Espíritu Santo frente a la plaza del Rastrillo.
Sergio pregunta a Adriana: «¿Tienes vecinos o lugares especiales en el barrio que hayan servido de inspiración para los personajes y localizaciones de Las diferentes tonalidades de rojo?»
Respuesta: Cuando escribí Las diferentes tonalidades de rojo todavía no sabía que este sería mi último año en Madrid, pero al haber pasado tanto tiempo de los últimos meses en A Coruña me hacía sentir una cierta desvinculación con el barrio y este relato me ayudó a recorrerlo en mi mente, recordando a través de las palabras muchos lugares que han formado parte de mi vida durante tantos años. Si alguna vez has visitado Malasaña, no te resultará difícil identificar muchos de los rincones de los que hablo. Y en cuanto a las protagonistas de la historia, Azucena está inspirada en Estíbaliz, una de mis mejores amigas del barrio, así que de alguna manera esta historia está dedicada a ella, porque para mí Malasaña no habría sido lo mismo si no la hubiera conocido.
Adriana pregunta a Sergio: «Esta antología no es tu primera vinculación literaria a Malasaña. Me gustaría saber qué te inspira de este barrio y por qué pensaste en él cuando se te ocurrió este proyecto.»
Respuesta: Que sea un cajón de sastre, como yo. Se junta lo de antaño y lo moderno, modas de todo tipo, ese aire vintage de algunas zonas me encanta. Ese toque alternativo y, sobre todo, artístico. Es muy bohemio. A mí me pierde la mezcla de arte, vintage y cultura un poco hippie. El ver las librerías con sus escaparates de madera tallada, tiendas de discos (vinilos, en cd, de películas), el estilo de arte moderno que desprenden algunos locales con plantas y bicicletas, lo acogedor de algunos sitios que he visto por internet, la cercanía de los negocios… Es un barrio vivo en el sentido de que es muy animado, pero a mí el arte también me da vida, por lo que se juntan el hambre y las ganas de comer. Para mí es sinónimo de vitalidad en todos los sentidos, tanto física como emocional o espiritualmente. Y vuelvo a repetir: la diversidad. Diversidad en todos los aspectos, tanto de vecinos como de cultura y opciones. Es como decía en una introducción que hice para un libro que no llegué a terminar ambientado en el barrio: “Malasaña, como todos los barrios, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Pero a diferencia del resto de barrios, éste es único”. En cuanto tuve la idea de la antología, me decanté por el barrio por dos motivos: creía que lo conocería mucha gente al ser un lugar tan icónico y porque sabía lo mal que lo estaba pasando el comercio del barrio gracias a mis investigaciones y documentación previa para otras novelas. Lo vi claro. Pensé que sería una buena opción. Fue un acto de amor, sin más. Por lo que suponía y por lo que supone para mí el barrio.