
-Editorial Cántico-
Entrevista a Rodrigo García Marina
Querido Rodrigo, bienvenido a Altavoz Cultural. ¿Cuándo y cómo nace la Colección Culpables perteneciente a Editorial Cántico? ¿Qué objetivos tiene y cómo se inserta en el universo creado por la propia editorial?

La colección se estrenó este mismo otoño con San Lázaro, el libro de poemas de Laura Rodríguez Díaz. Nace gracias a la generosidad de Raúl Alonso, director de la editorial, quien me propuso dirigir mi propia colección de poesía este verano cuando coincidimos unos días en Ibiza. Culpables no tiene una línea formal definida, sino que, más bien, queda al servicio de aquella poesía que es susceptible de pasar desapercibida, o de caer en el olvido. El nombre se inspira en la tesis acerca de la bioliteratura en la España posfranquista que escribió Germán Labrador. De hecho, el interés inicial fue (y, en el fondo, sigue siendo) reeditar a poetas que fallecieron durante la crisis de la heroína.
El universo de la editorial es profundamente heterogéneo. Basta con acercarse al catálogo para darse cuenta. Publicamos distintos géneros y voces que no tienen ninguna clase de cohesión entre sí. Sin ir más lejos, realizamos la labor editorial tanto del premio de poesía Ricardo Molina como del Irreconciliables. La poesía de Begoña M. Rueda y Carolina Otero Belmar no guardan ninguna clase de relación estética. Sin embargo, ambas autoras son brillantes y merecedoras de reconocimiento. El acceso a una lectura sin prejuicios es algo que he aprendido de Raúl Alonso, que a su vez aprendió de Manuel Borrás. Para la editorial este pluralismo es una cuestión capital a la hora de componer cualquier panorama, cualquier canon.
¿Cómo dialogan el Rodrigo director y el Rodrigo autor en torno a esta aventura en cuanto a gustos, filias y fobias, manías y metodologías profesionales?
En el trabajo de edición no hay mucha cabida para el gusto propio. Se deben olvidar ciertas relaciones ególatras con la literatura, si realmente se quiere acompañar en el proceso de creación a las autoras y los autores de un modo más honesto. Mi relación con la lectura desde el trabajo editorial tiene más que ver con una mirada fortuita que puede maravillarse con aquello que no comparte y que tiene la obligación de aportar una serie de pautas o críticas capaces de mejorar el manuscrito, nada más. El Rodrigo autor, o más bien, el que hace público su trabajo en redes sociales, aparece como un utilitarismo para tratar de generar interés en la colección, ya que publicar a autores noveles sin un premio debajo del brazo todavía hoy entraña un gran riesgo, aunque sean libros estupendos. Que, de hecho, lo son. Pero si no tuviera que defender públicamente una colección, estoy convencido de que mantendría en secreto mi profesión. Conozco a muchos editores que lo hacen. Me ahorraría unos cuantos mensajes pidiendo favores, o sea: que trabaje gratis para quienes me escriben. Esta es una situación común y desagradable. Es más: llevo dos años y medio colaborando informal y formalmente con la editorial y no ha sido hasta este momento que he utilizado mi capital sociocultural para que las personas prestaran atención a nuestros libros.
¿Qué nos puedes contar de los primeros frutos de Culpables: Odio la playa, de Adrián Fauro, y San Lázaro, de Laura Rodríguez Díaz? Por favor, ejerce todo lo que quieras como padrino orgulloso.
Ambos son libros espléndidos, de una inteligencia y una sensibilidad estremecedora. Hablan desde lugares que nada tienen que ver, incluso diría que pueden resultar contrapuestos. He tenido la suerte de aprender mucho con Adrián y con Laura. Les admiro. Les agradezco la generosidad de su escritura. Como se la he podido agradecer a Vallejo, a Herta Müller, a Mariana Enríquez, a Paul Celan, a Rodrigo García, a Laura Casielles o a Ángela Segovia en algún momento de mi vida. Yo solo les pedí sus libros. Digamos que dirigir una colección es ser, en contadas ocasiones, una persona afortunada que obtiene la cesión de algo que considera valioso. Que se debe a los ojos de los demás porque merece la pena ser visto. Un lector privilegiado. Poco más.
¿Cómo vivís estos tiempos tan complicados entre una cierta atenuación de las restricciones para eventos y presentaciones y una situación aún muy lejos de ser ideal para la promoción física de las obras?
Durante las restricciones de aforo algunas editoriales decidieron no realizar presentaciones. Nosotros no hemos parado de hacerlas porque consideramos que no solo representan una relación de rentabilidad económica, sino que son verdaderos ritos, fundamentales para el autor y para la vida del libro. Pese a que puedan suponer cierto tedio, más si debes acudir por hache o por be a como mínimo una por semana, los autores tienen derecho a ser escuchados y preguntados acerca de las cuestiones que suscitan sus ficciones. Las relaciones son profundamente precarias y el mantenimiento de estos puntos de encuentro y la generosidad del público que acude sostiene que se pertreche una relación humana y no meramente literaria o económica entre quienes escriben y quienes leen.
¿Cómo valoras el panorama literario actual y, particularmente, el ámbito de la poesía? ¿Qué le falta y qué le sobra según tu criterio?
Bueno, mi criterio es lo suficientemente parcial y anodino como para tener la capacidad de decidir qué sobra o qué falta en un panorama literario. Incluso diría que no me interesa en absoluto la figura del crítico literario, a quienes las personas acuden para saber qué deben o que no deben leer. Lo prescriptivo en arte es algo trasnochado y sobre todo aburrido.
Si bien es cierto, guardo ciertas impresiones o intuiciones sobre el panorama actual. Pese a que parece haber una tendencia neoconservadora entre las personas más jóvenes que desconocen el fundamental trabajo de ciberpoesía que se realizó hace unos años a expensas de los premios, concretamente cuando los premios eran un oligopolio del que tan solo participaban un par de editoriales, considero que coexiste con un panorama muy plural. Este pluralismo ha permitido alejarnos de la discusión que mantuvieron en medios Unai Velasco e Irene X hace unos años. Afortunadamente, en la actualidad para publicar no es necesario ni ganar un premio ni frecuentar bares infames. No existen posiciones necesariamente enfrentadas entre escribir endecasílabos y disfrutar con los libros de Lola Nieto. Incluso las editoriales consideradas independientes hace un tiempo eran muchísimo más restrictivas socialmente y los accesos se volvían infructuosos, a no ser que se dedicaran al engaño de la autoedición, cosa que en cierta manera ha cambiado, afectando en la amplitud de las líneas estéticas en poesía.
Y esto no es ni mucho menos por nuestra labor en Cántico. Existen en la actualidad un montón de editoriales más o menos grandes, con mejor o peor distribución, comprometidas con quienes escribimos y bastante receptivas por norma general. Pienso en Editorial Dieciséis, Ediciones Liliputienses, Continta Me Tienes, Letraversal, ediciones en el mar, La Caja Books… Y evidentemente olvido un montón. También existe un número de escritoras y escritores considerable que no necesitan de la parafernalia de los premios literarios para considerar que su obra es reconocida. Está estupendo ganar uno, más si es económicamente sustancioso, pero no se trata de ninguna condición sine qua non para participar del ejercicio público de la escritura. Y… ¡Menos mal!
¿Qué proyectos confesables tenéis previstos respecto de esta nueva colección a corto y medio plazo?
Tan solo puedo hablar sobre uno porque los demás no los tenemos cerrados. En breve sacaremos un libro de la poeta italiana Gaia Danese. Pueden leerse algunos poemas de la autora traducidos en La Tribu de Frida. Es un retrato impactante y filosófico de lo que supone la confesionalidad del deseo. Una de las cuestiones más interesantes, quizá, es lo imposible de adscribir su proceso de escritura a ninguna de nuestras corrientes poéticas. Por eso, a mi juicio, es un trabajo fresco que revitaliza cuestiones relacionadas con la poesía de la intimidad, bastante trilladas desde las ópticas hispanoamericanas. Alejandra Pizarnik es estupenda, pero quizá necesitemos una amplitud de miras y referentes para no iterar lo mismo, una y otra vez.