Entrevista a Cristina Morano

Bienvenida, Cristina, a Altavoz Cultural. Nos gustaría comenzar esta entrevista sabiendo cómo te encuentras en este momento de tu carrera literaria, tras la reciente publicación de Las novias (InLimbo), de la que vamos a hablar a continuación. ¿Qué fue lo primero que pensaste al tenerla en tus manos?

He sentido un gran vértigo porque la gente la va a leer y va a ver alguna de mis obsesiones. Me va a comparar con mi labor de poeta… en fin, un momento de gran vulnerabilidad y a la vez de gran esperanza.

¿Cuál fue ese estímulo original, ese «clic» que te introdujo en la cabeza la semilla de querer cultivar aquello que posteriormente sería Las novias? ¿Cómo ha sido el proceso creativo de la obra desde el punto de vista de versiones y retoques postproductivos?

El inicio fue un guión que estaba preparando mi pareja, el novelista Ginés Sánchez (reciente Premio Gran Angular). Yo estaba trabajando con él la documentación del córdiceps y los retos virales. En un momento determinado, su argumento tomó un rumbo un tanto “peliculero” que a mí no me gustaba nada, pues habíamos trabajado mucho el conflicto y las ideas sobre terror adolescente y él se estaba yendo por lo teenager americano. Yo quería algo más Cronenberg, más adulto. Le pedí permiso para hacer mi propia versión de la historia, con otros personajes y otro desenlace y ahí nació mi novelita.

Una vez dentro ya del proceso físico material de escribirla, entendí que si ponía una protagonista femenina y más particular, me permitía introducir muchas de mis vivencias y mis neuras de adolescente. Realicé un auténtico “viaje” psíquico a mi propia niñez y juventud para componer un personaje muy fuerte, una especie de “rebelde CON causa” femenino y aterrorizado por el mundo de los adultos.

Hice solo dos versiones de la novela, porque llevaba casi un año y medio trabajando toda la historia con Ginés y fue muy fácil abordarla. Casi salía todo solo… es la ventaja (que siempre me ha dicho él) de haber trabajado mucho antes de ponerse a escribir. Luego hubo una revisión a los seis meses más o menos, para retocar algunas cosas como la muerte de la Txarra y algunas escenas que habían quedado muy largas. También regué el texto con más “putos” y más “pringados” por doquier, para acentuar el carácter borde de mi prota.

Cuando ya estaba todo acabado me di cuenta de que había un diálogo muy chulo, lleno de ambigüedades y sugerencias, que podría transformarse en una coletilla fantástica (“Estrellitas. –Qué. –¿Parecemos novios? –Parecemos.”) y la salpiqué también por toda la novela.

¿Qué obras leías durante el proceso creador de tu novela? ¿Qué películas, series –hágase extensible a cualquier otro formato audiovisual– identificas, de forma más o menos consciente, como posibles influencias estéticas para la construcción de tus imágenes?

Leía a Natalia García Freire, que publica en La Navaja Suiza, y a Concha Alós, también recuperada por esta editorial maravillosa. También leía a la poeta Carmen Juan, y amaba ese mundo de niñas-bicho. En cuanto a la estética, el cine primero de Cronenberg: Videodrome y Vinieron de dentro de me encantan mucho por su mezcla de plástico y actores sobreactuados, dentro de escenarios muy setenteros: almacenes, despachos, cuadras, sucios, llenos de sudor. Me encantaría que se pareciera también a pelis japonesas como The ring.

Hay un mundo de fotógrafas góticas muy interesante que me encanta y a las que sigo en Instagram como Natalia Deprina. Y por último y más importante: la propia estética de la Editorial InLimbo, que me encanta y que era el destino natural de esta novela.

¿Cómo construyes el escenario en el que se desarrolla Las novias respecto de las diferentes decisiones que tienen que ver con un entorno que tiene su propio peso específico en los acontecimientos, ese IES Berta Cáceres, ese sótano, esa casa de la protagonista, así como la casa de la Reco…?

En el plano del trabajo previo hay todo un pueblo diseñado, con su correspondiente piscina municipal, su plaza del Ayuntamiento, su barrio de casitas adosadas y su Instituto unido al pueblo por una carretera. Se corresponde, en parte, con mi pueblo de mi infancia: Alcázar de san Juan; pero el Instituto por dentro es el de mi adolescencia en la costa de Murcia, en un maravilloso pueblo de pescadores que se llama Águilas.

No tenía sótano, eso lo pensamos Ginés y yo, pues el parásito necesita de un sitio húmedo y oscuro para eclosionar de la crisálida-novia.

La casa de la Reco la diseñé pensando en una casita familiar de clase alta, muy cuqui; y me divertí dibujando su patio ajardinado, un lugar muy sano y muy bello que alberga los insanos experimentos del grupillo de muchachos.

Trini ya forma parte de las protagonistas más originales y potentes de la literatura reciente. ¿Cómo fue su boceto a nivel básico y qué grado de componente autobiográfico en cuanto a tus experiencias, obsesiones –pasadas o aún vigentes– porta ella sobre sus hombros? ¿Cómo fue construir el lenguaje, general, de la obra y, en particular, el de su personaje principal?

Como he comentado al inicio, en Trinidad he puesto mis viejas obsesiones infantiles, como, por ejemplo, la manía que tienen los adultos por mentir a los niños y niñas, incluso cuando estos ya han alcanzado una edad en la que piensan y deducen cosas ellos solitos. También mi odio hacia un cuerpo que muta y crece, convirtiéndose en algo asqueroso y lleno de redondeces y de pelos. La romantización del paso de niña a mujer o de la primera regla, tan colmado de idioteces, me llena de indignación. No comprendo cómo un proceso tan brutal, tan traumático puede ser algo “bonito”. En algunos países incluso se le hace una fiesta: “el primer baile”, “mis quince”… llena de volantes, encajes y purpurina.

Cuando estaba construyendo a Trinidad, se me vino a la cabeza una de mis películas favoritas: Rebelde sin causa. Yo siempre me he preguntado por qué los p*** adultos se creen que los adolescentes –que acaban de descubrir cómo está regido el mundo adulto– no tienen causa para rebelarse…

Por eso, le he puesto algo que no es mío, sino todo lo contrario, pero que le va muy bien a Trinidad: ella se atreve a decir en voz alta (o al menos al oído del lector) que todo aquel o aquella que se rebaja a vivir pisoteado por los poderes capitalistas es un pringado o pringada. Yo nunca lo haría porque como adulta comprendo el caleidoscopio de acontecimientos y situaciones que se dan socialmente, pero ella puede hacerlo como la niña enfadada que es. Esa valentía también la define.

La actualidad del mundo plasmado es tal que parece casi un futuro próximo más que un presente: hablas de retos, mundos virtuales y códigos de adolescencia que seguro muchos lectores toman como exageradamente ajenos, marcianos. ¿Dónde sitúas el concepto de «distopía» al acercarse a tu propia obra? ¿Tiene cabida?

No lo he pensado como distopía… Para mí es la sociedad actual tal cual. En Izquierda Unida estamos muy preocupadas por la implantación de casas de apuestas al lado de colegios y por la proliferación de juegos de azar online desde que Pío Cabanillas y Rafael Correa, ex ministros del PP, obtuvieron cargos en Codere, la gran marca de apuestas y juegos de azar. Nuestros barrios se han vaciado de plazas y de locales municipales que antes servían a los jóvenes de lugares de reunión o ensayo (teatro, música, fanzines, asociaciones juveniles, etc. salieron de ellos) y se han llenado de espacios muertos, asfaltados, sin nada, anexos a carreteras, polución e inclemencias, donde solo cabe resguardarse del aburrimiento entrando a bares o casas de apuestas.

Me preocupan muchísimo las y los jóvenes que hoy no tienen nada en qué usar su tiempo libre, porque sus padres solo saben llenarles de actividades extraescolares en las que no tienen ni voz ni voto. Y cuando estas tales actividades acaban, nadie les explica cómo organizarse en grupos o colectivos, o cómo empezar a hacer música, fotografía o cine. No les queda nada, salvo meterse a internet a ver tontadas.

Les encantan las redes sociales a las niñas y niños, pero no hay ningún curso o seminario sobre cómo proyectar una web, o cómo diseñar un videojuego, o cómo lanzar a internet tu propia red social. En las aulas les dicen que internet es malo, o les enseñan a analizarlo, pero nadie les enseña a hacer su propio internet.

En mi época era muy normal afiliarse a algún partido a los 13 ó 15 años. Hoy nadie anima a los adolescentes a participar activamente en la gobernanza de su país, ni siquiera de su colegio.

En este punto quiero destacar el Premio Mandarache, de Cartagena, donde los niños y niñas, reunidos en asambleas igualitarias, eligen no solo el premio anualmente, sino que deciden todo: qué libros han salido en el año, cómo comprarlos, con qué presupuesto y quiénes los leerán para decidir en sucesivas rondas asamblearias el libro premiado.

Lo inquietante se esparce con sutileza y explicitud muy escogida a lo largo de toda la obra hacia su clímax final. ¿Cómo concibes, desde Las novias y desde tu experiencia creativa en general, esa introducción de elementos perturbadores? ¿Los produces como te gusta a ti leerlos en las obras de otros?

Tengo que decir que últimamente leo poco, y sobre todo leo ensayo, necesito saber más del mundo y de la época que me ha tocado vivir. Yo no fui a la Universidad y encuentro ahora grandes lagunas en mi formación, así que leo sobre todo Historia y ensayo político. Pero la ficción que leo me gusta que sea sutil en su terror, larvado casi… algo insano, pero que se presente como de perfil. También me gusta que, aunque sea ficción, me cuente algo de la época… Pilar Pedraza es mi favorita en ese sentido. Sus monstruos son a veces sutiles mezclas de otros monstruos, actualizaciones de mitos góticos en los cuales aprovecha para plantear cuestiones de género y feminismos.

También me gusta mucho la manera que tiene Ginés Sánchez, mi pareja, de narrar hechos muy violentos desde una prosa afilada y artística, que bebe de Rulfo o de Vargas Llosa: la escena en que el protagonista de La ciudad y los perros le rompe la pata a su perrita fiel provoca un mega impacto en el ánimo de quien la lee. Ginés hace muy bien eso: poner el horror a funcionar como máquina de la narrativa, de lo que hace avanzar la acción y al personaje. A la vez que conmociona al lector.

Otro de los grandes ejes de la novela pasa por el cuerpo, especialmente el femenino, el de la mujer adolescente. Queda al descubierto una férrea crítica a la ausencia de Educación Sexual que sigue instaurada en la sociedad y, particularmente, en familias e institutos. Nos gustaría saber cómo has manejado esa temporalidad cronológica desde aquello que tú misma, como adolescente, recibiste en su momento y esa percepción que tienes ahora, en torno a la realidad que nos llega por boca de Trini, Rosalinda y otras mujeres de la obra.

Tengo que decir que todo lo referente a cuerpos adolescentes es tan complejo, tan extremo y a la vez requiere de una actuación tan sutil que me parece muy difícil hacer o decir a padres o profesores nada acerca de lo que hacen, que ya bastante hacen con lo que tienen…

En este sentido, las películas de terror teenager son las únicas que comprenden el asco y el pánico que provoca en un sujeto la contemplación de su propio cuerpo creciendo y mutando sin su voluntad, como un monstruo. La niña o el niño siente que le está creciendo un alien y va al colegio o al insti en busca de respuestas: allí solo encuentra adultos que le sonríen con afabilidad y le dicen que todo eso es “natural” y que no se preocupe; le dan una pastilla para los brutales dolores de las primeras reglas y les hablan de sexo. Pero no les hablan de cómo controlar el cuerpo que les está creciendo sin control. Y podrían hacerlo: muchas de las molestias de la regla se solucionan con deporte y, por supuesto, el ejercicio físico ayuda a modelar el cuerpo y a sentirlo más seguro. El análisis de las pelis de miedo como metáfora del crecimiento corporal debería hacerse todos los días en la escuela o en la casa.

Recuerdo que yo no quería de ninguna manera ser una mujer. Las mujeres de mi familia eran seres que sufrían, se deslomaban trabajando dentro y fuera de casa, y consolaban a otros. Yo era muy feliz corriendo por el prado de la llanura manchega, o bañándome sin bikini y no tenía ninguna intención de ponerme faldas o lazos. Llevaba el pelo cortado al uno y unas gafas de 12 dioptrías que me hacían invisible al resto de mis compañeros de aula. Eso era bueno para mí, me permitía leer y jugar yo solita sin nadie al lado.

Un día empezaron a perseguirme, a meterse conmigo, a tirarme al suelo, a llamarme puta porque sencillamente me había crecido pecho. En fin… Espero que esta época no sea tan destroyer para las niñas como lo fueron los años 70.

La violencia machista ocupa, en menor dosis, pero con el suficiente eco como para no poder despreciarlo por irrelevante, otro de los focos de Las novias. De todo lo que expones magistralmente a través de esa secuencia que tiene como desgraciados protagonistas a Fenomenal y Trini, ¿qué es lo que más te desagrada en cuanto a protocolos de actuación, banalización de las agresiones, alarmismo desmedido (por falta de contexto o malentendido, como sucede en dicha secuencia), falta de contundencia social o legal…?

Esa secuencia se encuadra dentro de un proceso de destrucción mutua entre Fenomenal y Trini. Ellos son dos personas llenas de rabia y de incomprensión hacia el mundo que les rodea y no saben cómo gestionar el deseo que sienten. A esto hay que sumarle que, dentro de la estrategia de la Reco para conseguir adeptos, se ponen en marcha varias situaciones de seducción machista hacia las chicas que han de ser portadoras del parásito, y de ahí el título de Las novias, palabra que es, además, un sinónimo lejano de crisálida o pupa.

La agresión de ‘la manada’ en Pamplona en 2016 creo que fue para mí un punto de inflexión: participé en manifestaciones de protesta delante de los juzgados de Madrid, Albacete y Murcia; allí donde iba por motivos de trabajo o de poesía, me plantaba en la concentración que hubiera. De todo el asunto de la violencia machista os voy a decir lo más curioso: escribí un poemario completo a partir de estas movilizaciones feministas contra ‘la manada’ y lo presenté a una editorial que lo encontró “demasiado radical”. Eso es lo que me afecta más, que todavía nos pidan a las mujeres que seamos comedidas, cautas, que nos mostremos modosas, prudentes. Frente a la violencia machista, todavía hay quien quiere que las mujeres seamos comedidas y nos comportemos como señoritas.

Como diría Trinidad: ¡pringados!

Con este deseo de reflejar la hartazón de las mujeres, con la intención de abrir los ojos a la sociedad, Ginés Sánchez escribió “Las alegres”, su novela que luego sería premio Libro Murciano del año 2020. Hicimos juntos la documentación sobre chicos y chicas que luchan abiertamente, formando grupos de autodefensa y ayudando a otras a pelear y a defenderse en la calle. Uno de los personajes, una mujer muy joven, dice: “ellos nos asesinan y nosotras intentamos educarles”.

Algunas ya nos hemos cansado de educarles.

¿Cómo ha sido tu experiencia editorial con InLimbo? ¿Qué dirías que supone Las novias respecto del enclave de tu trayectoria en el que se inserta?

Mi experiencia por ahora ha sido fenomenal, pues Ana me dio su ok al día siguiente de enviarle el manuscrito. No puedo contar más por ahora, estoy a gusto y voy a darlo todo por difundir la palabra de la Reco, como dirían los personajes…

En cuanto a mi trayectoria, Las novias es mi novela más acabada y mejor. Tengo otras terminadas, que puede que incluso se publiquen más adelante, pero esta es mi mejor historia.

Creo que nunca podré hacer nada mejor que el trío de niños desamparados (‘pringados’ en su lenguaje) que protagoniza esta novela. Estoy enamorada de Estrellitas, francamente.

¿A quién le recomendarías leer Las novias, Cristina? Muchas gracias por tu tiempo. Nos encantaría que utilizaras este espacio para, además, lanzar un mensaje a tus lectores, tus seres queridos, los pringados, los Jefes o a tu yo del pasado, en fin, a quien tú quieras.

Recomiendo leerla a todo el mundo, creo que es muy entretenida, está llena de acción y es un buen retrato de los peligros a los que se enfrentan las niñas y niños hoy día. También se la recomiendo a adultos muy mayores que quieran recordar su infancia y vean si han cumplido con las intenciones que albergaron entonces… con todas esas esperanzas… porque esperábamos, claro que sí.

En cuanto a mi pareja, Ginés, ya le he mencionado antes, él es quien ha dado lugar a todo esto. Él se percató del bicho ese, el hongo zombi, el córdiceps terrible, y realizó la gran pregunta que mueve toda buena historia. Él me dijo “Y si…?” Y luego añadió: “¿Qué pasaría si este hongo pudiera prender en un ser humano?” Ambos concluimos que, si tal cosa fuera posible, sin duda el ser humano lo convertiría en un juego… y haría apuestas sobre ello.

(Postdata: cuando digo que el ser humano se dedicaría a hacer apuestas y jugar sobre algo trascendental, no quiero criticar a la gente, sino subrayar la ternura inmensa que me produce comprobar que somos tan pobres y tan tontitos todos… ay, la humanidad entera somos criaturas desvalidas.).

Deja un comentario