“El humor se tiene o no se tiene

y es la manera de ver las cosas con claridad”

-Antonio Mingote-

Humor. Gamberro, castizo, malsonante, vulgar, negro, ácido, verde, inteligente,
gráfico, mudo, satírico, absurdo. Humor, en todas sus formas, colores, geografías y
contextos. Nada más y nada menos que humor, ese mecanismo básico de la risa, la
vergüenza ajena o propia, la complicidad, la alegría, la felicidad.
En España tenemos nuestra particular manera de entender y practicar el humor, lo cual
no significa que sea exclusivo ni excluyente, sino todo lo contrario: abarca múltiples
modos y sentidos alrededor de aquellos rasgos que, inevitablemente, sí nos dotan de
identidad genuina en contraste con cualquier otra cultura (v. Ruiz-Gurillo: 2012, 2015).
La caricatura, la capacidad para interpretar y personificar escenas cómicas, comúnmente desde lo cotidiano, desde la pura experiencia vital, siempre ha estado presente en nuestra idiosincrasia. Muchos de los grandes maestros del humor en nuestra historia provienen del teatro, de la actuación presencial, en vivo, en directo; de la época pre-audiovisual o de sus más inmediatos comienzos, en la que la imagen y la palabra escrita eran los vehículos más usuales para generar risa, entretenimiento o diversión.
Los artistas del escenario y de la primerísima televisión, actores y actrices con una
naturalidad arrolladora, dibujaban con sus cualidades las hechuras de la sociedad que
transitaban. Mary Santpere, Rosa María Sardà, Paco Martínez Soria o Tony Leblanc son
algunos de los mayores representantes del humor costumbrista.

Es la época del humor typical Spanish -sustancia fundadora del y posteriormente
maximizada por el fenómeno Torrente-, del boom de Pajares y Esteso -mención aparte
para la memorable Yo hice a Roque III (1980)-, de la inconfundible voz de Gracita
Morales y de la parodia como vía de escape, denuncia u homenaje más o menos
envenenado de nuestra forma de ser y de mostrarnos al mundo, de reírnos de nosotros
mismos.
Estamos en los últimos años del régimen y en los albores de la democracia, estamos en la etapa reina -paradójicamente velada para el disfrute español, que se conformará con sus estelares apariciones televisivas una década más tarde- de uno de los maestros de maestros: el gran Miguel Gila, cuyo humor fue gráfico -en soportes como revistas- en sus orígenes, exiliado a Argentina por “empacho de dictadura”.

Esa década posterior a la que nos referíamos antes asiste a la confluencia de dos de los mayores genios del humor nacional, por diferentes motivos, “tardíos” ambos en la escena española: el citado Gila y Gregorio Esteban Sánchez Fernández, Chiquito de la
Calzada: el cantaor flamenco, Condemor, el rey de la onomatopeya, el fistro pecador de
la pradera.

Chiquito y Gila, Gila y Chiquito, crearon escuela. Ambos sentaron las bases del
monólogo contemporáneo, ilustraron perfectamente la fórmula de show one man-one
stage y representaron de manera impecable la figura del contador de “chistes malos”,
brillante arte al alcance de unos pocos privilegiados, capaces de cautivar desde el modo, desde el proceso -a veces deliberadamente extenso-, desde los comentarios
metahumorísticos, situados en un nivel superior al del propio contenido de la broma o la gracia (¡Es que ahí está la gracia!: ¡en cómo lo cuenta!).
Chiquito fue capital en la fundación de otros artífices de la risa, como Paz Padilla o Los
Morancos, si bien podemos hallar reminiscencias de su influencia en otros tantos
icónicos humoristas: El Gran Wyoming, Santiago Segura, Florentino Fernández ‘Flo’,
los cuales, por supuesto, también bebieron del talento de Gila.
Gila y Chiquito, Chiquito y Gila, trascendieron desde la tarima y desde la gran pantalla:
sus incursiones en el cine, además de destacar por una acertada, muy convincente
adaptación y explotación de los recursos que los habían definido a lo largo de su carrera, pusieron de relieve la pluralidad de formatos de consumo de la risa, entre los que debemos reseñar el camino de ida y vuelta teatro-cine, tantas veces recorrido por
actrices y actores todoterreno que demostraron una virtud innata para llenar las salas de ambos santuarios:

Arquitectos del humor desde la silla de director como Luis García Berlanga, José Luis
Cuerda o Álex de la Iglesia han diseñado a lo largo de los años algunos de los más
destacados hitos de la historia de nuestro cine y de nuestra risa. Desde lo costumbrista hasta lo macarra, desde la fotografía de una época hasta las relaciones sociales más tóxicas, desde la exhibición de personajes de culto hasta la actualización del delicado matrimonio clásico drama-comedia.
Las corales actuaciones a cámara de grupos, en ocasiones, numerosísimos, muestran la otra cara del protagonismo, asumido por una única luz en cómicas reflexiones
existencialistas, pensamientos en voz alta de tono jocoso o llamamientos con la mirada fija en los ojos del espectador.
Esta última cualidad ha estado siempre viva en el otro gran marco de desarrollo del
humor español: los escenarios, tablaos y bares dispuestos a pie de carcajada. En ellos
han triunfado infinidad de artistas cómicos, en solitario, formando dúos inolvidables o
constituyendo sublimes tríos. Todas estas variantes, exploradas una a una por muchos
humoristas, han sido los cimientos de los tan diferentes, y complementarios, universos
cómicos que han descrito una identidad, una caracterización singular, de rasgo
intransferible:

Hábiles domadores del sketch in situ como Eugenio, Pedro Reyes o Pepe Viyuela –
sobresaliente Filemón en La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003), obra capital
de nuestra comedia, apéndice del excepcional legado gráfico del genial Ibáñez-
engrandecieron el arte del entretenimiento directo al paladar del consumidor, sin filtros,
pantallas ni intermediarios.
Esa identidad atraviesa todo un continuum humorístico trufado de pequeños
microclimas: las películas, los programas de televisión (p. e. Vaya semanita,
Muchachada Nui), las series (p. e. Aquí no hay quien viva, Aída) y las parejas de
cómicos son grandes focos productores de la risa, poseedores de un código, un lenguaje, una estética y, en un alto porcentaje, también una generación comunes y reconocibles – independientemente- a la legua.

Proliferan los tríos y dúos cómicos: Tip y Coll, Tricicle, Faemino y Cansado, Martes y
Trece, Cruz y Raya, Los Morancos; cada parte aporta sus propios rasgos, sus propias
frases célebres, sus emblemáticos personajes y su repertorio de gags en una constante interacción con la otra o las otras, suma complejísima que, sin embargo, ha conquistado la cima en distintos tramos de nuestra tradición.

De la radio al plató de televisión, de las salas de fiesta a las risas enlatadas, muchos de
los binomios y trinomios mencionados comenzaron a aparecer asiduamente en
programas especiales emitidos en fechas señaladas -como Nochebuena y Nochevieja-,
en las cuales las parrillas de las diferentes cadenas recurrían a ellos como poderosas
armas de audiencia.
Paralelamente a esas veladas, los artistas de la ventriloquía (p. e. José Luis Moreno,
Mary Carmen y sus muñecos) y de la imitación (p. e. Carlos Latre) hacían las delicias
de pequeños y grandes a lo largo de sus giras por decenas de ciudades.

Torrente, el brazo tonto de la ley (1998) fue un punto y aparte en la historia de la
comedia cinematográfica española. Entre sus muchas virtudes destaca la perfecta
armonía de todos los elementos ya citados: tópicos y caricaturas sociales elevados a su máximo nivel de expresión; chistes malos, absurdos, gamberros, negros, verdes y
gráficos; imitación personalizada y colectiva; caídas, tortazos y torpezas -estandartes de la carcajada más instintiva-; finalmente, distintas autoridades de la risa –
consagradísimas unas, incipientes entonces otras- bailando al mismo ritmo. El Universo Torrente, creado por Santiago Segura, aniquilador de la más mínima indiferencia.
Otra de sus notables virtudes es su autorreflexión -más o menos indirecta- sobre su
propio género: Torrente es humor desde el humor, es comedia sobre la comedia,
cualidad que funciona como una sátira de doble capa y expone a los espectadores a un brillante juego de tolerancia acerca de límites, tabúes y espejos giratorios ubicados entre el blanco de la broma y su ejecutor, tan nosotros como ellos, tan ellos como nosotros.

Este sentido de autoconciencia queda patente en programas tan dispares como Homo
Zapping, Ilustres Ignorantes, Buenafuente, Sé Lo Que Hicisteis u Otra Movida, que, por
otro lado, logran la dificilísima regularidad en antena, con al menos una emisión a la
semana. Estas fiables propuestas de entretenimiento congregan a millones de seguidores delante de la televisión, como una ceremonia de culto, de reunión familiar, de catarsis, con un horario que se interioriza hasta la necesidad y un espacio competitivo que impulsa a lo más alto a sus respectivas productoras.
El ámbito del chiste y el monólogo halla, por su parte, su templo en El Club de la
Comedia, conducido primeramente por Javier Veiga, heredado por el camaleónico
Emilio Aragón, puesto en órbita por la polifacética y naturalmente divertida Eva Hache;
patio de recreo de muchos de los grandes cómicos actuales: entre otros, Goyo Jiménez, Leo Harlem, David Guapo o Dani Rovira, que despegaría como actor en la
estratosférica cumbre de la comedia española: Ocho apellidos vascos (2014) y
confirmaría su estrella encarnando al galáctico personaje creado por el incomparable
historietista Jan: Superlópez (2018).

Nuestras ristras de JA JA JAs aterrizan en el macrocosmos virtual: el ingenio español
llega a Internet envuelto en un bonito regreso al futuro del humor gráfico, que salta de la
viñeta al meme y muestra el ultimísimo abanico de posibilidades cómicas en portales y
páginas como elRellano o El Mundo Today:

https://elrellano.com/

https://www.elmundotoday.com/

Fuentes consultadas

-‘Cómicos’, serie-documental original de Movistar+ (2016), presentada por Javier Cansado, emitida en #0: http://www.movistarplus.es/cero/comicos
-Historia de 100 años de humor en España, El País, con la colaboración de Kike García de la Riva, Abigail López Enrech, Dani Alés, Pilar de Francisco y José Manuel Perceval:
https://verne.elpais.com/especial/humor/historia/
-Ruiz-Gurillo, Leonor (2012): La lingüística del humor en español, Madrid: Arco-Libros.
-Ruiz-Gurillo, Leonor (2015): «Sobre humor, identidad y estilos discursivos: los monólogos de Eva Hache», Tonos digital: Revista de estudios filológicos, 15.

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Un comentario sobre “JAJASPAÑA I:El Humor como Componente Sociocultural

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