
Querido Pedro:
Las cosas han cambiado mucho por aquí,
aunque no lo suficiente para dos cambios de siglo.
Naciste poco antes de unas elecciones generales
con un rey que se sentó en el trono
antes de encenderse su primer cigarrillo legal.
En eso no hemos cambiado.
La vida sigue corriendo por miedo al cambio.
Creciste con las voces de Antonio de fondo
y con ese 98 lloviendo sobre el Campo de Castilla.
Pero yo te hablo desde el cambio de siglo
que supuso conocerte;
desde ese 51 al que no perdonaré
por no haberte dejado elegir hogar.
Pedro, hoy la pluma sigue pesando
pero la tinta tiene un vuelo distinto,
créeme.
Te hablo desde las rodillas de cualquier niño
que se estremece cuando escucha el castellano
desde un regazo anciano.
Te hablo desde el grado cero del lenguaje
y desde las 27 casillas de Rayuela
que saltaban las faldas cuando dejaste Madrid.
Te hablo desde lo dulce de tu nombre.
No hemos parado de leerte.
Tampoco hemos llegado a verte a color,
pero es que, Pedro:
hay miradas que no lo necesitan.
Dividas por lo que dividas el número 27,
salen las mismas voces valientes
que dan nombre hoy a nuestras plazas.
Para mi volviste al lugar donde naciste.
Te escribo desde aquí, Pedro,
desde donde sabemos que, en tu caso,
cuando naces,
permaneces.
Atentamente:
Las voces a ti debidas
