Rocío Stevenson y Andrés Granbosque
¿Qué os atrajo especialmente de la iniciativa de Avenida Noir que ha derivado en la antología Dulce Hogar? ¿Qué destacaríais de vuestros relatos, Los zapatos nuevos y Talento, participantes en ella en contraste con el resto de textos que habéis escrito?
Rocío Stevenson: Lo que me atrajo en especial de esta antología es el género. Nunca había escrito nada domestic noir y me apetecía intentarlo. Me costó un poco de trabajo arrancar, pero al final conseguí dar con la idea que quería.
De mi relato destacaría el final. Me preocupaba que la conclusión fuera evidente hacia mitad de la historia e intenté dosificar mucho la información y no dar más detalles de los necesarios. Creo que en esa dosificación y el final sorpresivo se acerca a otros textos que ya he escrito como el de «Azul», en la antología de Érase otra vez… Villanos, así que quizá el elemento clave que está en este relato y no en otros es la niña.
Andrés Granbosque: Cuando me enteré de la convocatoria de Avenida Noir me llamó la atención que fuera un tema tan específico, para el que casualmente tenía un relato inconcluso que encajaba a la perfección (aunque la faceta de terror sigo sin tenerla muy clara) y me pareció una señal de que no podía dejar pasar el tren. Así que me puse manos a la obra para terminarlo y pulirlo.
Mi relato se sale de los terrenos en los que me suelo mover, que son la ciencia ficción y textos más bien reflexivos. En esta historia me he limitado a personajes muy de carne y hueso y una ambientación contemporánea. Normalmente me gusta más narrar sobre ideas que sobre hechos, y hacerlo a través de protagonistas o situaciones con un fuerte componente de ficción o fantasía me resulta más fácil. Con «Talento» me propuse ceñirme a una historia que fuera verosímil, sin irme por las ramas filosofando, cambiar por una vez lo abstracto por lo concreto, la meditación por acción.
Y otro detalle que al lector probablemente no le importe, pero lo cuento como curiosidad, es que, a pesar de ser una historia trágica, tiene una gran dosis de optimismo.
¿Cuáles son vuestros principales referentes literarios dentro del género noir? ¿Qué tres elementos, símbolos o rasgos son los primeros que acuden a vuestra cabeza al tratar de definir gráficamente este tipo de literatura?
RS: Dentro del género noir, hubo un tiempo en el que leí todo lo que caía en mis manos de Raymond Chandler y también alguna cosilla de Hammett y Mosley. Entonces estaba con la suficiencia investigadora del doctorado y el tema iba hacia la novela de detectives, así que me bebía todo lo que encontraba del género, sobre todo si apuntaba hacia el hardboiled. Aparte de estos, me encanta Patricia Highsmith, sobre todo su novela Extraños en un tren, que Hitchcock adaptó de forma genial, y sus relatos. Más actual y enclavada en el subgénero del domestic noir como tal, me encanta Gillian Flynn. Su libro (y también la adaptación a serie) Heridas abiertas me pareció magistral, con un final de esos que te dejan con la boca abierta. Mi gran referente, sin embargo, es Hitchcock. De pequeña estaba enganchadísima a sus películas y al ciclo de Alfred Hitchcock presenta. Creo que La ventana indiscreta es uno de los mejores ejemplos de domestic noir que existen.
Si tuviera que representar el género noir con tres imágenes gráficas diría una calle oscura de alguna ciudad grande, una cocina en tinieblas en la que brillan las hojas de varios cuchillos y un cigarro humeante.
AG: He de confesar que mis referencias son más bien cinematográficas. En cuanto a libros, tengo algunos referentes muy clásicos, como las historias de Sherlock Holmes o «El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde» de R. L. Stevenson, que reúnen todos los elementos que me parecen imprescindibles: niebla, oscuridad y personajes solitarios. Y en un aspecto menos gráfico: mentes perturbadas y confusión entre lo sobrenatural y lo real.
También me atrae la fusión y el acercamiento al noir desde otros géneros. «La investigación» de Lem es otro ejemplo de lo que me gusta leer (y me gustaría ser capaz de escribir).
¿Qué objetos hogareños, cotidianos, os resultan mínimamente inquietantes? ¿Qué relato, sin contar el de la persona con la que compartís coloquio, os ha sobresaltado de forma llamativa dentro del conjunto antológico? ¿Desearíais su versión -la de la obra completa- en papel?
RS: El objeto del hogar que siempre me ha dado miedo es el espejo y, en especial, cuando esos espejos se encuentran en el interior de un armario. Horror. Las cortinas tampoco me gustan y, de hecho, en mi casa no hay. Siempre tengo la sensación de que hay algo ocultándose detrás de ellas. Las muñecas, sobre todo si son de porcelana, de esas antiguas, me dan muchísimo yuyu. Los ruidos que hacen los electrodomésticos durante la noche, cuando todo está en silencio, tampoco me gustan un pelo.
De todos los relatos que hay incluidos en Dulce Hogar, creo que el que más desasosiego me ha causado es el de M. J. Ceruti, «Noche de San Juan». Las descripciones y los personajes de su relato son, además, brillantes.
En cuanto a si me gustaría tener esta antología en papel… ¿Qué duda hay? :P. Para mí un libro siempre es mejor en físico, algo que se pueda tocar, oler, ver, y que puedas colocar y recolocar donde te parezca las veces que te parezca.
AG: Me parece muy inquietante la cantidad de información sobre nosotros mismos que vamos dejando por todos lados, sin ser conscientes de ello o, lo que es más alarmante, sin importarnos. Los objetos que tiramos a la basura o lo que contamos en nuestras redes sociales son una muestra de la confianza que depositamos en la bondad de los que nos rodean; pero la confianza no deja de basarse en probabilidades.
«Su juego favorito» de B. J. Sal me ha parecido un retrato magistral de un protagonista muy complejo. Desde que escribo me suelo fijar mucho en los aspectos técnicos y he visto un estilo narrativo que equilibra muy bien el desvarío y la legibilidad. ¡Dificilísimo de conseguir! «La abeja reina», de David Rubio Sánchez, quizás tiene un tinte que se aleja más de la temática doméstica/realista pero es un cóctel que he disfrutado mucho.
Sobre la versión en papel, debo decir que prefiero leer en formato electrónico. En muchos aspectos me resulta más cómodo, pero tener una obra en papel es un capricho que la hace parecer más real. A mí me encantaría poder enseñarla, tocarla, regalarla…
¿Cuál es vuestro escondite casero predilecto? ¿Qué le diríais a Alfred Hitchcock si le tuvierais delante y os entendiera?
RS: Mi escondite casero favorito es el salón. Sé que como escondite parece un poco soso, pero es la parte de la casa en la que más a gusto estoy. Es el lugar que más me esmero en decorar y hacer que sea parte de mí.
Si tuviera delante a Hitchcock le diría que no podría comprender mi infancia sin esas tardes y noches de fin de semana viendo sus películas junto a mi familia, que todavía me siguen dando cierto repelús los pájaros por su culpa, que pasé un tiempo mirando por la ventana de mi casa esperando ver algo que no debiera y que sería genial tener a un doble suyo que viniera a revolucionar el mundo cinematográfico como lo hizo él en su día.
AG: Sonará tópico pero mi escondite favorito es sofá y manta con mi pareja. No es solo por confort, los miedos se afrontan de forma totalmente diferente en compañía que en soledad. Hitchcock transmitía eso muy bien. Si lo tuviera delante, le diría que me gustaría ver alguna incursión suya en la ciencia ficción o futurismo y ver cómo plantearía él el terror cotidiano respecto a la vida en el espacio, la convivencia con robots o inteligencias artificiales… Seguro que tendría algo interesante que aportar.
Rocío, ¿de pequeña eras más de zapatos de charol o más de ensuciarte con tierra? ¿Qué tienen los niños, genéricamente, y, en particular, las niñas, que pueden causar tantísimo desasosiego como protagonistas del género oscuro?
Respuesta: Odio los zapatos de charol :P. Sin lugar a dudas, yo soy de ensuciarme con la tierra. Sigo siéndolo, aunque de pequeña lo era mucho más. Recuerdo cuando era una enana y nos marchábamos al campo. Mi primo y yo salíamos de casa relucientes y llegábamos muchas horas después con la ropa hecha un cristo y más sucios que si hubiéramos estado en la mina. Nos dedicamos a rodar montaña abajo, a meternos en las cuevas… En fin. ¿He dicho que odio los zapatos de charol?
Y sí, los niños dan un miedo especial. Yo creo que es porque representan la inocencia, la pureza y cuando ellos se convierten en protagonistas de algo que choca con esa concepción de pureza e inocencia, eso nos saca de nuestra zona de confort. Pensamos: «un niño no puede ser un asesino», «un niño no puede actuar así». Y eso produce miedo. Con las niñas, aún más. Tenemos estos conceptos anclados en el pasado de que las niñas tienen que ser puras, inocentes, femeninas y un largo etcétera, y cuando todos estos roles se subvierten, se produce un choque entre nuestras expectativas y la realidad de la historia y ese choque nos produce miedo, incredulidad o incomodidad. Además, de algún modo, creo que vinculamos a los niños con el hogar y esa invasión de lo malvado en un espacio que consideramos seguro y nuestro nos causa un desasosiego especial. Cuando pienso en las películas de terror que más miedo me han causado, casi siempre tienen a niños como protagonistas. Pensad, por ejemplo, en Los niños del maíz, que tiene algunos fotogramas que creo que han quedado ligados al imaginario colectivo de lo terrorífico.
Andrés, ¿qué talento cotidiano, infravalorado por el resto del mundo, tienes? ¿Cuántas gotas de autobiografismo suele haber en tus textos y qué nos cuenta de ti tu relato seleccionado en Dulce Hogar?
Respuesta: En mis textos no tengo la costumbre de usar elementos autobiográficos pero sí la de transmitir cómo veo el mundo. En este relato he plasmado unos cuantos detalles de mi vida real, aunque sacados de contexto. De hecho, una de las frases clave del texto me la han dicho repetidamente. En ocasiones he utilizado mis habilidades para fines oscuros (cosa de la que no me enorgullezco en absoluto) y eso lo reflejo en la historia.
En estos momentos la escritura está siendo mi forma de encauzar ciertos pensamientos hacia la creatividad y conseguir algo productivo. En ocasiones las rarezas se pueden convertir en complejos o en talentos, según los enfoquemos.
Pregunta Andrés a Rocío: ¿Con qué género tienes todavía una deuda pendiente? ¿Con qué historia (escrita o por escribir) te gustaría que te recordasen en un futuro?
Respuesta: Me gustaría escribir algo histórico, pero reconozco que me falta tiempo para realizar toda la documentación que exigiría. Soy bastante lenta escribiendo. Pienso y repienso cada palabra y frase que escribo, así que enfrentarme a un relato o novela históricos sería todo un reto para mí por todo lo que implicaría por añadidura.
A día de hoy no creo que haya escrito nada que ayude a que sea recordada en el futuro. No sé si eso sucederá algún día, pero si alguien me recordara por algo que he escrito, no me importaría el qué es siempre y cuando yo misma esté orgullosa de ello.

Pregunta Rocío a Andrés: He oído por ahí que le tienes un cariño especial a esta historia. ¿Podrías explicarnos por qué? También quería preguntarte qué te hizo decantarte por ese final y si has participado alguna vez en una sesión de espiritismo.
Respuesta: Esta historia es uno de los primeros relatos que escribí y comenzó como un ejercicio de escritura (no digo en qué consistía para no desvelar nada a quien no lo haya leído). En realidad, ya tenía desde unos años atrás la idea para una novela más larga, aunque decidí condensarla en forma de relato. Originalmente no tenía ese final, acaba en la primera sección. Ni yo mismo había pensado cuál era la «historia real» porque mi intención no era desvelarla, sino quedarme con el retrato de los protagonistas y lo poco que ellos sabían. Sin embargo, los lectores me plantearon muchas teorías y soluciones diferentes y me di cuenta de que necesitaba atar cabos. Me pareció divertido dar algunas pistas al final sobre mi propia teoría que explicara los acontecimientos y que el lector también pudiera jugar a los detectives.
El cariño viene de que pasé muchos meses conviviendo con los los protagonistas en mi cabeza y recibiendo feedback. Esta interacción también me sirvió para aprender y para vencer al síndrome del impostor.
Nunca he participado en una sesión de espiritismo, entre otras cosas porque no creo. Lo que no pongo en duda es que algunos autodenominados mediums posean una gran capacidad de intuición y que su subconsciente vaya por delante de su percepción y razonamiento consciente, sin ser nada sobrenatural; me parecería una experiencia muy interesante.

¿Cuáles son vuestros proyectos literarios a corto, medio y largo plazo?
RS: A corto plazo, tengo en mente participar en algunas convocatorias de relatos que hay planteadas para principios del año próximo. No sé si llegaré porque este curso ando muy liada y con poco tiempo para nada. A medio y largo plazo me gustaría terminar la novela de fantasía que comencé en verano y que tengo bastante aparcada e intentar corregir una novela de fantasía urbana juvenil que lleva varios años trayéndome por el camino de la amargura. También tengo algún proyecto de álbum ilustrado con Lucyna Adamzcyk y me gustaría terminar de recopilar algunos poemas para hacer una antología poética.
AG: Estoy terminando la escritura de mi primera novela larga, que será una historia muy reflexiva, con toques de ciencia ficción oscura. Si tuviera que definirlo, diría que aspiro a un punto medio entre Dick y Bukowski. Es un proyecto que mental y emocionalmente me resulta agotador, así que voy intercalando con la escritura de relatos, que disfruto muchísimo. Como tengo poco tiempo para escribir, los medios plazos se convierten en largos y los largos en infinitos, así que tengo una buena pila de ideas esperando a ser transcritas.
Además, en mi vertiente de programador, tengo en mente algún proyecto relacionado con las redes sociales y la escritura.