
Queridísima Rosalía:
Me acabo de enterar de que naciste con nombre compuesto y, aun así, entre toda esta naturaleza, me sigo quedando con tu flor inicial.
Hacía tiempo que quería escribirte, pero no es nada fácil trabajar sobre papel mojado.
Te puedo contar muchas cosas… Nos siguen quedando aviones, alas y compañías, que no deja de ser otra cosa que leer hojas nuevas cada día frente a una hoguera con madera de ayer. Parece que ahora los años empiezan por un número distinto y, aunque sea par, estamos cansados de vivir a pata coja en esta eterna rayuela. Tiramos la piedra, nos tropezamos con ella y a veces, nos la tragamos. Y cuando algo sale mal, se nos llena la boca de mala suerte.
Estamos tan acostumbrados a lo instantáneo, que nos hemos aficionado a la efervescencia del agua y a que febrero tenga más letra que día.
Llevo pantalones, Rosalía. Ahora mismo. Y hace unos años voté por primera vez, con 18 años recién cumplidos, a un partido que ahora ya no me gusta tanto. Pero ahí queda la libertad. Ahora escribimos la palabra ELECCIÓN con mayúsculas y sin miedo. Hemos abandonado los pasos en minúscula y los pseudónimos masculinos.
Aunque nos queda mucho camino por recorrer todavía, sigue habiendo cortinas hechas a mano en muchas casas, lejos de todas estas pantallas… aunque ahora, el navegador vaya rápido y sin timón.
Se está perdiendo el gusto por los juegos de mesa y hay cuadros que viajan más que algunas personas en toda su vida.
Hay pantallas con luces que molestan y si te busco por tu nombre, me sales la segunda. (Larga historia).
Tenemos un mes asignado y estoy yendo a la universidad con más mujeres que hombres.
Hacía tiempo que quería escribirte y lo hago sobre piel erizada. Pensar sigue siendo complicado, pero habrá razones siempre que queden flores en los cementerios.
PD: el gallego es una lengua que tengo muy pendiente. Ya te contaré.
Atentamente:
La tierra que protege tus raíces.
