Acercamos la lupa a Suseya Ediciones y nos traspasa las pestañas el nombre de Rain Cross. El Bosque de los Cristales Rotos es un valiente ejercicio de magia oscura, de aventura tenebrosa, de ocultismo y misterio congeniados con una transparente balsa de realidad social, denuncia contra el abuso y grito de amor propio. La valentía es la consigna capital de una convincente historia de criaturas peludas y mundos paralelos.

          Un fantástico prólogo de Tamara López -otra genia-, titulado “Un bosque viene a verme”, actúa como aviso a navegantes, como advertencia casi a modo de cartel a la entrada del camino. La rebelión de los árboles -estilo y discurso- parece atractiva. Cogemos la linterna y nos disponemos a poner el primer pie en la senda, como quien introduce los primeros dedos en la fría agua. 

          Esta ultravariada historia, de distribución vertical en distintas superficies, comienza con el interesante Diario de Eve. Es marzo de 1984. La referencia tempranísima al bosque rescata el recurso cinéfilo del vistazo rápido, desapercibido, que dirige la cámara a uno de los símbolos clave de la trama en los primeros minutos del metraje. La voz atrapada en las páginas de su diario es otra terrible pista, especialmente desde la autoconciencia de la autora. La relación de Eve con su hermana Maggie es la base del desarrollo. La efervescencia adolescente, maravillosamente representada con la devoción por Cindy Lauper, y las tímidas notas sobre cine de terror son dos elementos trazadores de personalidad y dos enlaces directos, de tantos como hay en estas páginas, con el activo lector que no puede terminar de asentarse en la plácida lectura de los hechos en una cascada de intensidad que crece, crece y crece sin frenos.

          Pasamos del 22 de marzo al 1 de abril en lo que supone la primera fisura. Las pesadillas recorren el transcurso del mes y todo se acelera y desmorona de manera tremendamente visual y angustiosa. Eve está al borde de la oscuridad, en el precipicio de la cordura, a un paso de la extinción:

<<¿Alguien más podrá escuchar el

piar de los pájaros que aletean

por mi habitación? ¿O soy yo ese

pequeño pajarillo que va directo

en busca de las tinieblas?>>

          El viaje de Maggie, estructurado en nueve partes o capítulos, implica el cambio de voz narrativa junto con el cambio de protagonista parcial. La hermana de Eve es la que lleva las riendas de los acontecimientos entre punzones de bullying, BSO de Queen, enaltecimiento de una imaginación desbordante y terrenal desconsuelo ante la fatal desaparición de la hermana querida. Emerge explícitamente al fin la cancioncilla que todo lo rompe. El salto al mundo oscuro, centralizado en la grotesca figura de Vultur, se produce de forma progresiva, cocinada a fuego lento; es en el peldaño V donde se menciona por primera vez el nombre que da título a la obra: El Bosque de los Cristales Rotos. El enemigo es La Dama Oscura, combatida en una genial aventura de acción, miedo y naturalismo mágico, en la que se establece una alegoría sobre la supervivencia, una reivindicación de la valentía y un atenuado sentido de la venganza positiva.

          El Mundo de Vultur, siguiente etapa del recorrido, actúa como decorado y voz extra, complementaria, de la narración. Su protagonista cristaliza en primera persona a través de …Una pequeña advertencia una impresionante ofensiva a los ojos del lector, que recibe arrugado la apelación Es ahí donde se congrega el horror final, donde se condensa el pesado ambiente de inquietud y la terrible nebulosa que aplasta nuestra calma a lo largo de la obra. Somos muy amigos de los giros de persona narrativa para causar impacto. Aquí el motivo es elocuente y la habilidad es sobresaliente.

          Llevamos páginas queriendo escapar, pero Rain Cross y sus duendes nos sujetan, nos aferran los tobillos al verde hasta que considera que ya podemos marchar, con rasguños y cortes, hacia la luz. El epílogo de Liss Evermore es parte de ese andamiaje multicapa que tanto desgasta y tan bien completa y redondea una propuesta original y talentosa. Asciende de categoría a este respecto el apartado dedicado a las Notas de la autora: a modo de making off, Rain Cross nos trata de tú para hablarnos de su imaginario, de sus referencias dentro y fuera de la literatura, de su concepción de la obra; también para lanzar un bonito agradecimiento que desde aquí queremos devolverle multiplicado por cuatro.

          El estilo, cuya máxima virtud es la compenetración de todos los focos de voz y el engranaje de tantas y tan dispares microestructuras, se resume en la habilidad del contraste: calor y frío, luces y sombras, sonidos y texturas; la lectura multisensorial y el ritmo impuesto hacen de este texto toda una experiencia agitada y recomendable.

          Rain Cross nos sumerge en una grandiosa atmósfera, nos da de comer terror digerible, de ese que apetece. aderezado con dosis de fantasía, leyenda y susurros que se sufren más cuanto más nos gobierna la oscuridad. Leedlo de noche, leedlo viajando, leedlo acostados; leedlo del tirón. El Bosque de los Cristales Rotos es vuestra nueva obsesión.

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