Flamencos, pregonad con vuestras coplas lo que vale una mujer.

(Marifé de Triana, La Emperaora)

Como estamos en marzo, yo quería teñir La Marabunta del violeta más feminista posible. Decisión que, no obstante, ha resultado en La Marabunta poniéndose morá, como “La Lirio”, pero sin la pena. Porque es que una no sabe medir cuando está metida en el disfrute y en el gozo. Yo me abandono a los placeres y solo me pueden parar el cansancio y el dolor de barriga. Vaya, con deciros que en el verano del 99 me comí diez polos de limón en una tarde y todavía me vienen flashes del retortijón en el costado… Dicho esto, y aunque os duela en el alma, hoy no hemos venido a hablar de esa historia.

Tenía muchísimas ganas de (daros a) conocer a esta emperaora. Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. Pues esta dicha, queridas y queridos, es COLOSAL.

Hoy he sido bendecida por todas las mujeres que nos precedieron y he hablado con mi muy admirada Lidia García (@thequeercañibot en Twitter). Esa buena moza con ese empaque de majestad, que diría la Piquer.

A mí más ilusión no me cabe en el pecho. Lidia, al igual que otras muchas de las que hemos estado hablando, llegó a mi vida -y a la de tantas, ay…- como un soplo de aire fresco, hablando de copla, cuplé, zarzuela, farándula y folclore desde el feminismo y el activismo LGTB más popular. Acercándonos a los referentes de nuestras abuelas, se ha convertido ella misma en nuestro propio referente. Por razones tan sencillas, y algunas tan aparentemente obvias, como defender lo que es de justicia, contar historias y contarlas bien. Bueno, ella sabe hasta cantar, que yo la he oído en ¡Ay, Campaneras! y la Lidia tiene un melisma que te caes pa’ atrás del gusto.

Tenemos que empezar ya, pero que sepáis que luego no vais a querer que acabe.

Por supuesto, cada parte de esta entrevista está encabezada por versos de algunas de mis coplas favoritas. Evitamos así el síncope en mi tierno corazón y complacemos a ese TOC del orden mío, que solo me sale cuando no está mi madre delante. Vamos al jaleillo:

Yo soy esa

Vamos a empezar por el principio, que los in media res me ponen muy nerviosa. Preséntate a nuestros lectores. ¿Quién es Lidia García? Dime, desde la más absoluta soberbia y desde la ridiculez más extrema, de tu persona qué cosas destacas y de qué cosas te ríes.

Mira, me río de todo, todo el rato. Además, considero que es desde donde hago todo lo que hago. Sobre todo, esas historias de podcasts, o todo lo que podamos llamar divulgación. Casi todo lo hago desde la posición de la risa, porque creo que tiene mucho poder transformador. De lo que te ríes también dice mucho de una misma, es muy revelador, ¿no? Así que lo de la risa me parece un buen puntal para empezar a definirme.

Lo de destacarme es más difícil. La comunicación se me da bien, si tengo que decirlo, y es algo que a mí me sorprendió, porque pensé: “Jo, si es que me resulta muy agradable y creo que no lo hago mal”. Pero es también importante -para mí lo es- hacerlo con sentido del humor.

Y yo ya no sé qué más cosas buenas tengo, jajaja.

Ay, Lidia, es que eres muy humilde, chiquilla.

Ya, hija mía… La educación esta judeocristiana… ¿Qué quieres que haga?

A ver, eres investigadora FPU, influencer, divulgadora, tanto científico-académicamente, como lideresa de las ondas, que ya no son radiofónicas porque internet se queda con todo, con tu podcast ¡Ay, campaneras!, y todo eso envuelto por halo de maravillosura coplera (si Lola lexicaliza, yo también). ¿En qué punto confluyen todas esas ar(t)istas tuyas? ¿Cuál de tus facetas te hace disfrutar más y cuál te da más ansiedad?

Pues fíjate que es verdad que, cuando lo dices, sí que parece que son muchas cosas distintas, pero cuando lo estás haciendo es como mucho más orgánico, mucho más natural.

Yo estoy encantada; y aunque me genere muchos quebraderos de cabeza, porque es mucho tiempo el que hay que dedicarle a tantas movidas, en realidad, me rebaja la ansiedad, porque siento como que tiene más sentido lo que hago.

Si me dedicara única y exclusivamente a la investigación académica, solo en entornos universitarios -que me gusta muchísimo investigar, ir a congresos, dar clase…- o si no hiciera nada con lo que pudiera dirigirme hacia más gente, no sé si sentiría que estoy cubriendo todas las cosas que quiero hacer. Para mí es superimportante eso. Tener esa faceta universitaria está bien, por supuesto, pero también necesito no quedarme encerrada en esa torre de marfil que a veces es para nosotros la universidad, porque puede ser una cosa muy endogámica y muy fea. Sobre todo, si investigas cosas populares, parece que no devolvérselo a la gente es un poco absurdo. Es seguir contribuyendo a que se quede todo como en una atalaya.

Y cuando te gusta lo que haces, lo que quieres es también contárselo a todo el mundo, claro.

Pero A TODO EL MUNDO. Comerle la cabeza a todo el mundo. Si pudiera ir y tocar casa por casa – “¿Tiene usted cinco minutos para hablar de Juanita Reina?”- lo haría.

¿Quién me compra este misterio?

Este verso de La Parrala no es casual; bueno, en la Marabunta nada lo es. Cada vez que escucho esa copla, primero me deshago en pasiones porque adoro a Carlos Cano y, después, me cabreo, porque la única razón por la que La Parrala era un misterio era porque a nadie se le había ocurrido preguntarle a ella NADA.

Lidia, corasón, ¿tú por quién lloras?, ¿por quién bebes?, ¿por quién sufres?

Bueno, ahora mismo, en este momento, llorar, lloro por todo. Eso es así, literal. Vaya, acabo de llorar hace un segundo, que estaba leyendo un texto de Noelia Adánez, El pueblo invisible. Un testimonio de un hombre gitano que había ido como soldado a luchar en la Guerra de la Independencia -en realidad no sé por qué te estoy contando esto- y, justo cuando otro soldado extranjero iba a matarle; que estaba ya encima de él y le iba a clavar la bayoneta, se le cayó el sombrero y se dio cuenta de que el otro era gitano también. Entonces, le habló en calé y se miraron los dos y se dijeron: “No nos vamos a matar”. Se fueron a beber vino juntos y dijeron: “¡Anda y que se maten los payos!”… Total, que acabo de llorar por eso, jajaja.

Lloro por todo, no sé qué me pasa; si es que tengo lágrimas de folclórica, que me figuro que sí; pero es que lloro todo el tiempo. Por cosas buenas, malas, regulares… Por todo.

Beber, también bebo, la verdad. Pero siempre por alegrías. No me gusta beber las penas.

Y para el sufrimiento, hija mía, será que no hay candidaturas. Pues si casi todo es una desdicha últimamente. Sufro por la situación esta de mierda, por no ver a mis padres y por la situación política también sufro, de pura desesperación. Por todo eso. Pero como todo el mundo, vaya, que no es ninguna particularidad mía.

Te quiero preguntar también por quién ríes, por quién vives y por quién amas lo que haces. ¿Qué referentes tienes? Vitales, culturales y/o artísticos.

Fíjate: referentes tengo un montón. Además, me alegra que me lo preguntes. Me parece una pregunta superbonita, porque me da un poco de rabia cuando, algunas veces, te quieren colgar méritos que no tienes. En el sentido de: “Has descubierto no sé qué tal…”. Pues no, yo no he descubierto nada. No hay que saber demasiado del tema como para saber que puedes comunicar algo sin que hayas tenido que “descubrirlo”.

Antes me hablabas de Carlos Cano y, para mí, es superfundamental en toda esta cuestión de mirar la copla desde otra perspectiva. Martirio también, desde luego. Y las propias folclóricas, como Juanita Reina o Lola Flores.

Desde el punto de vista académico, Stephanie Sieburth es una investigadora que me gusta mucho y que creo que cambió la manera de leer esto. Enrique Encabo, Vázquez Montalbán… No sé, un montón de gente.

Bueno, también, claro, como referente absoluto y más cercano en cuestión generacional, están todas las relecturas de la copla que se están haciendo desde el feminismo andaluz. Ahí está Mar Gallego con Como vaya yo y lo encuentre, las de La Poderío, las de Peineta Revuelta… Con todo eso, yo creo que hay un discurso colectivo superbonito de quienes estamos pensando esto desde otros lugares, y es precioso que distintas voces estén aportando tanto en esto.

No sale la cuenta, porque falta un churumbel.

Yo creo que lo tengo bastante claro, porque te sigo desde hace mucho, pero necesito -I need- dejar constancia de esto aquí, por lo candente que está el “debate” últimamente. ¿Crees que el feminismo debe ser interseccional?

Pues claro.

¿Te meto el tema de la ley trans aquí o me vas a odiar?

No, no, mujer, no te voy a odiar. No me importa que me preguntes eso, en absoluto. Lo que sí me gusta dejar claro es que, sobre ese punto en común, lo que yo tenga que decir tiene un interés limitadísimo en tanto que soy una mujer cis. Tiene el mismo interés que tendría un hombre opinando sobre feminismo o yo, que soy paya y blanca, opinando sobre antirracismo. Mi opinión tiene el valor que tiene.

Pero, más allá de eso, yo siempre estoy con mis hermanas trans. Por supuesto. Y si el feminismo no es interseccional, transversal… Es que no lo entiendo. No sé hacia dónde va. Y creo que muchas veces no hace falta tampoco entrar en un debate tan fangoso y tan conceptual. Que es que se conceptualiza, yo creo, para liarla precisamente. Al final solo es una cuestión de empatía básica. Y para mí, en este caso, está clarísimo.

Coincido contigo, Lidia. Tú y yo hablando de esto como mujeres cis tenemos la importancia justa. Yo me refería más a la opinión sobre ciertos sectores del “feminismo” respecto al tema trans…

Sí, claro. El tema es ese. Yo no quiero decir: “Pues yo pienso esto sobre esto”. Porque no es relevante lo que yo piense, porque no es mi vida, yo no estoy en esa opresión. Pero, claro, es que también están todo el día acosándolas. A mí me parece de justicia que no nos callemos.

¿Cómo piensas que influye o afecta el uso de redes sociales a la cuarta ola del feminismo? ¿Cómo usas tú las redes?

Bueno, yo a las redes llegué con cierta ingenuidad y de una manera un poco tonta, porque yo hace relativamente poco que estoy en Internet así, de manera más visible -hace unos dos años-, y llegué hecha una pava. Absolutamente. Y, de repente, me sorprendió que interesaran tanto los hilos que hacía, y me pilló como de sorpresa.

Ahora ya estoy yo menos pava; creo que me he espabilado un poco. Ahora las uso con cautela y, sobre todo, las uso cuidándome. Por ejemplo, desde hace mucho tiempo, en Twitter, que es donde tengo más jaleo, yo tengo las notificaciones, digamos, muy capadas, porque me han pasado ya cosas desagradables y no quiero que me pasen más. Pues ¿no te estaba diciendo antes que lloro porque me leo un relato? Tú figúrate si entran a insultarme. Es que me cuesta a mí EL PELLEJO.

A ver, las uso muy a menudo y hablo de mi vida personal y de lo que haga falta; pero con cuidado, porque algunas cosas hacen pupa. O sea, todo lo que yo hago, si no hubiera sido por haber empezado en Twitter a contar historias, no hubiera llegado a ningún lado y esa parte positiva, por supuesto, está, porque si no, no estaríamos ahí. Pero sí que hay otra parte que, joder, da mucho miedo. Da miedo cómo se despersonaliza todo y lo que alguien que no te conoce te puede llegar a decir… Así que las uso con cuidaíco.

Igual de ambivalente es con el feminismo. Por un lado, es cierto que también llega el discurso o el pensamiento feminista a más gente, y siempre puede despertar alguna conciencia. Siempre puede haber gente que se sienta identificada y que de otro modo no habría entrado en contacto con estos discursos. Pues porque, a lo mejor, no va a ir a una conferencia o a leer un libro y, sin embargo, por Internet, le llega. Genial, ¿no? Pero, por otra parte, por ejemplo, para los debates, no es un medio que alimente un debate positivo. No lo es. Por ese lado, da mucho miedo también. Tiene todas las ventajas y las desventajas de algo tan masivo y tan al alcance de todas. Al final se enconan mucho las posiciones y da un poco de miedo. Igual suena un poco naif, pero es que de verdad que me da miedo ver cómo la gente defiende una posición hasta el final. No creo que muchas veces el formato dé lugar a un pensamiento crítico ni a un debate real. Pero ni muchísimo menos… Con el feminismo y con todo. Pero especialmente con el feminismo, que es lo que yo veo más.

Claro… Las frases cortas, la inmediatez que se exige y que tampoco te lleva a nada muy interesante, ¿no?

Eso es. Y la dinámica esa del zasca horrorosa. Que parece que siempre hay que decir algo lacerante, irónico y cuanto más hiriente, mejor. Es espantoso.

Las cosas del querer no tien ni fin ni principio ni tien cómo ni por qué

Recomiéndanos un (o dos) libro, una película y una serie

Yo últimamente estoy superobsesionada con Marta Sanz en narrativa. Además, durante el confinamiento, mi novia y yo hemos cogido la costumbre de leernos en voz alta la una a la otra y esta autora es que es divertidísima, porque es brillante y porque hacía tiempo que nadie me sorprendía tanto. Leímos Farándula y Black, black, black.

Luego, siempre hablo de ella, pero es que verdaderamente es una persona de la que me obsesiona todo lo que ha escrito y que creo que tiene mucho que ver con lo que hago. Es un referente total y, como antes no la he mencionado, está bien que la mencione ahora: Carmen Martín Gaite. Los Usos amorosos de la postguerra española es uno de los libros que más he revisitado para entender la sentimentalidad de la época y me parece superútil para acercarnos a la generación de nuestras abuelas, que, al final, es lo que yo también hago.

Películas… Ay, lo que pasa es que últimamente yo creo que, por ver tantas cosas, se me ocurren menos. A ver, el otro día vimos Las diabólicas de Clouzot y es muy chula. Así como con giro final. Es chula y es muy interesante ver la relación entre las dos mujeres. Es una peli clásica y superdisfrutable. Te voy a decir también una muy obvia, pero es de las que me han impactado. De verla en el cine y quedarme muerta tres días: Retrato de una mujer en llamas. Es una pasada… Para mí… ¡Uf! Creo que nunca había visto retratado el amor entre mujeres de esa manera. Es una maravilla.

Y serie: me gusta mucho la de Crazy Ex-girlfriend. Es muy divertida.

Dame un top 3 de copleras y/o cupletistas que te encanten (sin que el orden signifique nada).

Sufro muchísimo con esto, porque se me da fatal el mundo ranking. Cuando me preguntan algo así, es como… Mira, yo tengo una devoción y soy tan mitómana que tengo capacidad para admirar a muchísimas. Además tengo mucho dilema interno, porque son muy interesantes siempre las historias de las rivalidades entre ellas y cómo se enfrentan… Pero es que, ay, siempre, cuando se trata de mujeres, parece que nos hacen más elegir. Entonces, yo creo que te voy a soltar algunos nombres y ya está. Además, todavía tú me lo has preguntado guay porque me has pedido tres, que otra gente te dice: “¡Pero dime UNA!”

Pues, ya que has dicho cupletistas -que también te lo agradezco, porque normalmente me preguntan solo copleras-, para mí, La Fornarina sería una de las que no podrían faltar, porque la adoro, a toda ella. Toda su vida, la manera en que condujo su carrera…

Luego, no podría faltar Lola Flores, por supuesto, que creo que es infaltable y fundamental. ¡Ay, y Juanita Reina, claro! Que me gusta mucho. Muchísimo.

Me gusta mucho también Olga Ramos, con el cuplé desde el mundo más contemporáneo. Ella recuperó el género en los años 80, cuando ya estaba absolutamente olvidado. Cantaba cuplé en directo y pudo hacerlo con la intención esta un poco erótica que, durante el franquismo, claro, se había perdido. Porque sí, estaba Sara Montiel, por ejemplo, pero siempre con ese lado un poco más elegante y más… higienizado. Olga Ramos lo recuperó con toda su picardía y era maravillosa. Además, actuaba siempre con una pianista, que también era una mujer y eran estupendas. Es que es interesantísima. Hizo hasta una orquesta solo de mujeres, ¡pero como en los años 40 o 50! E iban de pueblo en pueblo.

A mí me descubriste en ¡Ay, Campaneras! a Amalia Molina con la copla de La diputada. Me encantó y, además, como se llama como yo, automáticamente ha pasado a ocupar un lugar en mi corazón, porque yo soy así de egocéntrica.

Bueno, bueno, era TREMENDA. A ella te la podría haber dicho antes. Amalia era increíble y, además, fue de las primeras en actuar en Nueva York, en París… Y en alcanzar un triunfo, de verdad, internacional. Es que era divertidísima, si lees las entrevistas que le hicieron, te meas viva. Era graciosísima.

Como eres @thequeercañibot, recomiéndanos una(s) cuenta(s) queer, otra(s) cañí y… Bueno, los bots no se recomiendan, ¿no?

Jajaja… Esto me encanta. Lo de bot… Ay, es que no sé ni por qué me puse ese nombre, porque luego pienso: “Madre de dios, esto es dificilísimo de decir para un montón de gente” y yo no sé por qué me dio por ahí.

A ver, cuentas queer… Si es que yo creo que todas las cuentas que sigo son queer… Pues Cristina Domenech (@firecrackerx) hace una recuperación de referentes sáficos. Luego, la que a mí me parece que es una de las mejores escritoras que tenemos en estos momentos: Alana Portero (@VelvetMolotov). Me pasa mucho que la leo y dice cosas que yo, a lo mejor, he pensado, pero que no podría articular tan bien.

De cañís, el fundamental: El niño de Carrillo (@JosedeCarrillo). Es graciosísimo. Hace hilos sobre folclóricas y su cuenta es muy divertida. Me gusta mucho también Carlos Carvento (@CCarvento), que hace drag y performance, todo muy folclórico. Noelia Cortés (@thelazaruslady) habla de flamenco; bueno, y las que te decía antes: La Poderío (@lapoderiofem), Mar Gallego (@feminismandaluz)… que también hablan de estas cosas desde una perspectiva muy chula.

Y, por supuesto, en Instagram te recomiendo a @tonadilleramoderna, que es maravillosa.

Dime un plato que le sale muy bien a tu madre.

A mi madre le sale bien todo, pero… Gazpacho manchego. Viudo. Es que yo soy vegetariana, entonces mis gazpachos tienen que ser de los viudos. Que es una cosa divertidísima eso de que a la comida sin carne la llamen “viuda”. Como las patatas “a lo pobre”; que parece que a la comida le falta una desgracia.

Un picoteo que te gusta a ti “entre horas”.

Pues yo me vuelvo loca por cualquier cosa que sea frutos secos. Literal. Como si fuera una ardilla o cualquier animalico.

¿Vino o cerveza?

Si te soy completamente sincera, me gusta mucho el vino y, de hecho, vengo de una familia -mi padre es agricultor- que tiene viñas; mi hermano se dedica al vino, y todo está muy centrado en el vino en mi casa. Y a mí me gusta muchísimo el vino, pero tengo un problema: el vino me gusta solo cuando es bueno. Entonces ¿qué pasa? Pues que acabo bebiendo mucha más cerveza, porque no hay dinero para vino bueno siempre, jajaja. Esa es mi disyuntiva.

¿Almohada grande o muchos cojines pequeños?

Almohada grande. Sí, sí. Almohada grande y la misma para las dos (mi novia me mira y se ríe, jajaja). A mí esas cosas modernas de muchos cojines, no. Una almohada grande, de toda la vida. Cuando vas a un hotel y tienen la cama como con doscientos cojines, no me gusta. Es como “¿Pero esto qué es? ¿Qué burguesía es esta?” Yo necesito una almohada normal y ya está.

Amalia Torres 

Coordinadora, jefa, responsable, emperatriz y faraona de La Marabunta

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