Un coloquio de Altavoz Cultural y Editorial Candaya

-Mayo 2021-

Bienvenidas, Giovanna, Mónica, a Altavoz Cultural. Lo primero que quisiéramos preguntaros en el marco de este coloquio alrededor de Tierra fresca de su tumba y Mandíbula es cómo fue vuestra experiencia con Editorial Candaya, a través de la cual hemos podido disfrutar ambas obras, y qué fue lo último que manipulasteis del texto antes de la publicación definitiva.

Giovanna Rivero: El equipo editorial de Candaya ha sido fabuloso en todo el proceso de construcción del libro. Parten de un gran respeto por las decisiones literarias que uno toma y comprenden muy bien el mundo que estás intentando comunicar. Creo que eso es fundamental para acompañar a un libro, especialmente si la autora es latinoamericana y publica en el contexto español. Además de la mirada exhaustiva del corrector, que siempre detecta algún problema de tipeo o que propone algún ajuste específico en una sintaxis, añadí una descripción muy breve en el cuento “Hermano ciervo”. Se trata de un fragmento sobre los ejercicios de musculación de los pájaros heridos. Esa descripción no aparece en las primeras ediciones de Argentina y Bolivia.

Mónica Ojeda: La experiencia con Candaya siempre es maravillosa. Olga y Paco son unos editores grandiosos, que saben leer y respetar el texto en su esencia, pero también sugerir cosas que pueden colaborar a que el libro sea mejor. En mi caso, con Mandíbula, el proceso fue muy sencillo ya que se limitó a una corrección ortotipográfica. Yo les entregué una primera versión de la novela, pero poco después decidí que quería trabajar más algunos aspectos, así que les pedí que me dieran más tiempo. Un par de meses después tuve la versión definitiva.

¿Cómo construís la estructura de Tierra fresca de su tumba y Mandíbula, respectivamente? Nos interesa especialmente conocer la motivación de la disposición final de los relatos del primero y el desarrollo creativo de los diversos niveles narrativos (flashbacks, diálogos, pensamientos, acción presente…) que conforman la segunda.

Giovanna: La intuición tiene un rol fundamental en la mirada panorámica del libro. Me parece que en ese gran arco sintáctico que diseña la secuencia de los cuentos uno va dialogando imaginariamente con los lectores, tanteando sus intensidades. Por ejemplo, en Tierra fresca de su tumba, el cuento “Piel de asno” está de penúltimo no solo por su extensión –es significativamente más largo que los demás, que ya son relatos de respiración profunda–, sino porque una vez puestos los naipes sobre la mesa, vi que esta historia constituía una especie de intersección de todos los personajes del libro. Un criterio semejante usé para instalar “Hermano ciervo” al final del libro, pues en ese cuento el tono de la muerte cambia, como si en todas las muertes anteriores la fatalidad hubiera sido el resorte, mientras que en el cuento final esta emergiera como una liberación, como un portal. Claro que esta lectura más objetiva sucede después de que todos los cuentos están cerrados y uno se da ya a la tarea de ver cómo gravitan mejor estos cosmos.

Mónica: Me gusta trabajar bien la tensión narrativa de una novela. Creo que es fundamental para, después, poder hacer los juegos que hago tanto con el lenguaje como con la propia estructura novelesca. Es la tensión la que me permite tener agarrados a los lectores. En ese sentido, la estructura de Mandíbula responde a su tensión narrativa. Quise que no fuera un relato lineal, sino que empezara con el presente del secuestro de Fernanda para que, poco a poco, y a través de distintos flashbacks en el tiempo, se fueran entendiendo las razones por las que ella está en esa situación. Además, me resulta estimulante trabajar con distintas voces y registros, así que se me da natural hacer esos saltos que son casi cinematográficos y que te proponen ir armando la historia como si fuera un rompecabezas. 

Recientemente la escritora Silvia Moreno-García ha lamentado cómo su obra Mexican Gothic iba a ser reproducida en una edición concreta a través de un «español neutro», sin el fuerte componente de slang local propio de su lengua original. Tierra fresca de su tumba y Mandíbula son fieles hijas de sus ricos registros. ¿Cuánto peso narrativo le atribuís al factor léxico-sintáctico particular de vuestros textos? ¿Qué es lo que más os puede disgustar y qué es lo que más os puede agradar de una traducción de ellos a lenguas más lejanas (alemán, ruso, japonés…)?

Giovanna: Respeto y cuido enormemente los dialectos afectivos de mis personajes. Para escribir “Pez, tortuga, buitre” consulté con amigos salvadoreños porque la supervivencia de mi náufrago dependía precisamente del lenguaje; en la piel del lenguaje este pescador llevaba las marcas de sus batallas sociales. Si bien la lengua literaria impone su naturaleza, esta da cobijo a los registros culturales específicos de los personajes. Yo anhelo que las potenciales traductoras tengan siempre un oído amoroso y sabio, capaz de escuchar el espíritu de una palabra. Por suerte he tenido lindas experiencias con las ediciones italiana y brasileña.

Mónica: Traducir es un arte, un arte difícil. Yo respeto mucho el trabajo que hacen los traductores a la hora de acercar una obra a un idioma distinto. Creo que la labor de las traductoras es buscar la forma en la que se pueda trasladar el espíritu original de una prosa a otra lengua, respetando sus búsquedas esenciales, las más importantes, y sosteniéndolas. Para mí es fundamental el uso del lenguaje en mi escritura. Allí está mi marca personal. Creo que el sonido, las palabras que escojo, el ritmo, todo lo que habita en la palabra es lo que hace realmente que mis libros sean mis libros. 

Tierra fresca de su tumba y Mandíbula comparten, entre otros elementos, la poderosa figura de la madre y la recurrente simbología animal. ¿De dónde proviene vuestro estímulo para introducir ambos?

Giovanna: La maternidad siempre me produce una sensación de azoramiento, de perturbación. Si es biológica, precisamente porque me parece increíble la revolución celular, química, que experimenta un cuerpo para dar forma a otro, un cuerpo otro. Si es afectiva, porque el vínculo tiene tantos claroscuros que intentar desenredar su madeja conlleva la vida entera. Gran parte de la literatura y la cinematografía más interesante ha girado en torno a este misterio, sea desde su costado siniestro o sea desde sus posibilidades de trascendencia. Y lo animal me convoca profundamente por motivos semejantes. El animal no humano es una criatura misteriosa, un verdadero enigma. Si bien en mis cuentos la presencia animal puede leerse como simbólica, también aspiro a que los ciervos, vacas, perras, insectos que allí respiran sean contundentemente eso, presencias absolutas, criaturas que están en el mundo desde una posibilidad de subjetividad que aún no leemos. Tanto en la maternidad como en la existencia animal hay algo en el orden de lo femenino en tanto ánima. En ambos casos me mueve el misterio.

Mónica: Llevo ya algún tiempo diciendo que mi escritura es telúrica, y creo que no exagero. Hay en mí un intento por hacer espeleología escritural, ir hacia lo bajo, lo subterráneo, y hacer aparecer el misterio. El misterio de la tierra es la muerte, la belleza, el hambre, el dolor, la alegría, el sexo. Es el hecho de que somos mamíferos que vienen de las estrellas y que todos vamos a morir. En mi escritura hay un devenir animal, pero no porque sea algo ajeno, sino porque es algo que ontológicamente somos. Somos eso y ninguna otra cosa, por más que intentemos ocultarlo. Hay un mundo simbólico al que me aferro porque es el que constituye, por lo pronto, mi mirada personal sobre la vida. La madre es uno de esos símbolos que habitan mi mundo, la madre cocodrilo. 

Giovanna, la diversidad de tipos de desenlace que presenta el conjunto de relatos que conforman Tierra fresca de su tumba es fascinante. ¿Has vislumbrado en alguna ocasión o te resulta planteable la posible continuación de alguno de ellos, como Piel de asno, hacia un texto ‘mayor’? ¿En base a qué factores tiendes a determinar el cierre de un relato de modo que te satisfaga?

Respuesta: La verdad es que la mayor parte de estos relatos sigue creciendo dentro de mí, sigo acompañando a los personajes en sus devenires, en la potencialidad de sus otros destinos. Sin embargo, no creo que ceda a la tentación de extender a nivel textual ninguna de estas historias, lo que no significa que ellas solas no se extiendan transmutadas en otros personajes, en otros conflictos. Ese tipo de tejido membranoso, en la dermis profunda, ese sí está siempre abierto en mi escritura. Le tengo mucha fe a las cosmografías que puede ir componiendo un cuento con otro, un libro con otro. Y con respecto a cómo reconocer el cierre de una historia, pues creo que nuevamente la intuición y el ritmo cardiaco tienen una gran responsabilidad en esa decisión. Supongo que del mismo modo que un músico sabe en qué momento ingresar notas altas y cuán cóncavo es el arco musical de una composición, el texto te indica hasta qué punto puede ‘estirar’ su intensidad, su interludio, su caída karmática. Reconocer ese cierre precisa, claro, de una gran compenetración con los personajes, de otro modo uno se vuelve sorda a sus ciclos y a su necesidad de morir.

Mónica, el personaje de Annelise Van Isschot, además de ser de una relevancia capital en la esencia de la obra, es una cascada incontenible de referencias literarias, cinematográficas y populares a la cultura del Terror, lógicamente heredadas de su autora creadora. De manera sintética, ¿cómo se forja esa ingente cantidad de cultura del Terror que destila tu imaginario? Específicamente, ¿cómo y por qué te fijas en el universo creepypasta y qué espacio le otorgas en el desarrollo actual de dicha cultura?

Respuesta: Tengo que admitir que no soy una experta ni en la cultura de terror ni en el género. Es algo que estudié mientras estaba escribiendo Mandíbula para meterme en la mente de los personajes. Annelisse sí es una fanática del terror, le gusta asustar porque sabe que en ello hay un poder: el de someter a los demás. Es una chica muy inteligente, de clase alta, además, con acceso a bibliotecas, a internet, al cine, etc. La construí como un personaje sediento de información, sediento de experiencias intensas. Un personaje enamorado del horror.

Pregunta Mónica a Giovanna: «¿Qué novelas o libros de relatos son fundamentales en tu biblioteca personal?»

Respuesta: Mi biblioteca ha dejado de ser individual, aunque, efectivamente, sigue siendo muy personal. Lo comento porque desde que convivo con mi marido hemos trenzado estas líneas de búsqueda, de lectura, de hambres, que van articulando una especie de monstruo tentacular. De pronto encuentro un libro nuevo que él ha comprado y que a mí no se me había ocurrido y este se termina convirtiendo en una laguna amplia y maravillosa para mi imaginación. Vuelvo a ser niña con esas sorpresas. Sin embargo, me sentiría rota si no supiera que en alguna parte de nuestras desordenadas estanterías duerme o late Hiere, zarza negra, de Claude Louis-Combet, Recorre los campos azules, de Claire Keegan, Canadá, de Richard Ford, Todos los cuentos, de Clarice Lispector, , El gran cuaderno, de Agota Kristof, Mi abandono, de Peter Rock, Sangre de mestizos, de Augusto Céspedes, Cuentos, de Adela Zamudio, El occiso, de María Virginia Estenssoro, Todo aquí es polvo, de Esther Seligson, La plaza del diamante, de Mercè Rodoreda, Frankie y la boda, de Carson McCullers, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, Hijo de Jesús, de Denis Johnson, Doce cuentos peregrinos, de García Márquez, los Cuentos completos, de William Goyen, El nadador en un mar secreto, de William Kotzwinkle, Esa visible oscuridad, de William Styron (¡vaya con los Williams!), El amante, de Marguerite Duras, Último round, de Cortázar, Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides, Siddharta, de Herman Hesse, y un etcétera muy caótico, además de todos los libros posibles de mis amigas y amigos. Tenerlos en casa me hace pensar que la utopía de la tribu no está tan lejos.

Pregunta Giovanna a Mónica: «En Mandíbula uno puede sentir la energía pulsional de algunos arquetipos y mitos, pienso por ejemplo en la Medusa griega, en la ‘vagina dentata’, o en la idea de las ninfas -que para mí son como adolescentes crónicas- instaladas entre la inocencia y la venganza más cruel. ¿Cómo es la relación de tu escritura con los arquetipos? ¿Cuál sería un mito moderno que te convoque?»

Respuesta: Me encanta que hayas visto esos arquetipos femeninos de lo monstruoso, porque justamente a ellos apelo constantemente cuando trabajo con personajes mujeres. Mis historias suelen ser violentas y sobre experiencias extremas, por lo tanto, mis personajes mujeres suelen salirse del molde de lo aceptable, de la conducta respetada o correcta. Por eso acaban convirtiéndose en monstruos, no siempre porque lo sean, sino porque para los demás es lo que son. Es inevitable recurrir a la idea de lo femenino monstruoso en esos momentos, porque aunque estos arquetipos han servido para maldecir a las mujeres, en el fondo hay un poder muy grande en ser maldita, expulsada, temida. Ese poder que surge de allí me atrae profundamente. También me interesa no trabajar con personajes maniqueos, evito caer en el cliché de escribir que las víctimas son solo víctimas y los victimarios solo victimarios. La violencia es un uróboros, una serpiente que se muerde la cola. No se sabe bien dónde está la cabeza.

¿Qué proyectos confesables tenéis a corto y medio plazo?

Giovanna: Estoy muy compenetrada con los personajes de una novela y mi plan es defender a capa y espada ese tiempo de escritura. Voy llevando en paralelo otras escrituras de menor extensión, que también me apasionan, pero todavía no tengo claro el rumbo que tomarán. Y le voy dando vueltas a la idea de trabajar en ensayos breves. En síntesis, el deseo de escritura está ahí, poderoso, ojalá pueda corresponderle con todo el cuerpo y, claro, con disciplina.

Mónica: Estoy escribiendo una novela. A ver qué tal.

Deja un comentario