-Junio 2021-

MESA RAÍCES Y RIZOMAS

Paloma Chen

Albanie Casswell

Olga Ayuso

¿Qué opináis de la mal llamada ‘literatura femenina’ y de la invisibilización de la misma hasta nuestros días?

Paloma Chen: Creo que la etiqueta de ‘literatura femenina’ ha servido precisamente para invisibilizar todas esas autoras, géneros y obras literarias que no encajaban en lo aceptable dentro de lo mainstream, que no podía ser sujeto serio de la crítica literaria (siempre, por supuesto, ejercida por hombres) y que por tanto ha desprestigiado y estigmatizado tanto a sus creadoras como a las personas, fueran hombres o mujeres, que la consumen. Con la excusa de que solo trata temas románticos o temas menores, la literatura femenina no ha entrado en el canon a estudiar, por lo que hay un desconocimiento brutal de las obras de las creadoras mujeres, que se ha retroalimentado con los prejuicios que hay respecto a los y las lectoras de estas obras, que o han tenido que ocultarse de manera avergonzada por considerar que estaban siendo juzgadxs, o ni siquiera se han acercado a descubrir la literatura femenina por considerarla menor. La realidad es que dentro de la literatura femenina, precisamente por su condición de marginal o outsider, ha sido más proclive a dar la bienvenida a temas que, en cierto modo, pueden ser más subversivos para la sociedad, como puede ser el rol de la mujer, la sexualidad, etc.

Albanie Casswell: La sociedad occidental neoliberal que conocemos alberga un problema de base lingüística muy profundo; nuestras palabras no remiten a la esencia del objeto que determinan, más bien son la sedimentación de las convenciones sociales y políticas, las creencias que parten de una imposición forzada. El lenguaje colonizador tiene su rastro en el lenguaje escrito, normativizado, estandarizado y puesto al servicio de la administración. Cuesta transgredir lo que queda anotado y reproducido por diversas vías y mecanismos de difusión ideológica (como pueden ser las escuelas), hemos perdido casi en su totalidad la capacidad de escuchar las palabras más allá del dictado de sus atributos sociales. Así es como perduran las definiciones y éstas nunca son objetivas puesto que albergan intereses concretos. Rodeados de mecanismos de control aceptamos el uso contaminado de este lenguaje impuesto. Como investigadora apasionada del campo de la narración de transmisión oral no puedo no contraponer este lenguaje opaco y enrarecido a otro idioma boca a boca más antiguo; el espacio simbólico de las palabras que transcurren sin intereses ni batallas. En este espacio simbólico las palabras remiten al sujeto y la carga establecida no corresponde a una ideología particular sino a una intuición universal compartida. Esta diferenciación es importante; hablar de «literatura femenina» en este contexto actual concreto es muy contraproducente, puesto que usa la carga de significado social de ‘feminidad‘ y la separa de lo universal, se perpetúa entonces una categoría aparte que es vista como ‘lo otro‘ (y se nos educa para que ‘lo otro‘ sea oscurecido con temor, y por ende entendido como el ‘enemigo’, lo ‘peor’, lo ‘no válido’); y aunque le atribuyéramos connotaciones positivas esta rotura sigue siendo una cápsula en la que se determina qué aspectos, temas o estilos son convencionalmente femeninos y cuáles no lo son. El caso es que la literatura no puede ser femenina o masculina, solo el juicio impuesto puede categorizar si eso escrito o a punto de escribirse se parece a la idea de feminidad o masculinidad imperante y aprehendida. Es desde ahí que nace la posibilidad de invisibilizar una parte de lo que se escribe y se crea; desde el lenguaje de la guerra, de los opresores y oprimidos. En una mentalidad basada en los opuestos y en la erradicación de ‘lo otro’ es evidente que el sujeto oprimido será agresivamente desterrado. Sólo cuando dejemos de hacer hincapié en el género y permitamos que se deshaga (y deshacer el género, para mí, tiene que ver con descargar / desatar / desancorar) estaremos integrando y valorando la literatura por sí misma, y en ello no cabrá posibilidad alguna de escupir fuera de margen ninguna de sus fórmulas. 

En el uso de la lengua en su espacio simbólico el debate alrededor de si es o no susceptible de disputa la expresión ‘literatura femenina’ no tiene sentido puesto que la ‘feminidad’ toma un significado despojado, los conceptos no se miden entonces por contraposición sino por complementación. Muchos de los callejones más escarpados dentro del feminismo son, precisamente, problemas lingüísticos de este calibre, aunque pocas veces se tome consciencia de ello.

Por ello mismo (y siguiendo con ejemplos dentro del campo) muchos de los cuentos de maravillas que en nuestra sociedad son machistas y han sido usados como mecanismos burgueses de reproducción patriarcal no pueden serlo en sociedades en las que no existe un convencionalismo tan profundamente arraigado y donde las palabras se toman en su esencia.

La invisibilización de la literatura escrita por ‘mujeres‘ es un síntoma; una prueba histórica de destierro, humo y cenizas.

Olga Ayuso: La pregunta está dirigida ya en el momento en el que pone «literatura femenina». No sé si está «mal llamada» en el momento en que refleja una realidad: el 80 por ciento de los críticos son hombres y en las revistas literarias aparecen reseñados libros escritos por hombres en algo más del 80 por ciento. Para el canon, la literatura de verdad es la que hacen ellos. La que hacen las mujeres solo es literatura si eres Emily Dickinson: pero si hasta Borges, que leía mucho y bien, desdeñó a Elizabeth Barrett Browning.  

Mi opinión sobre la literatura escrita por mujeres tiene mucho que ver con esta cuestión. A mí también se me enseñó que los que escribían bien eran ellos y que nosotras o éramos geniales o no podíamos publicar. He tenido que hacer mi propia labor de desbrozar prejuicios y sigo haciéndola: el machismo se interioriza y yo lo admito sin pudor alguno a estas alturas de mi vida.  

Cuando desbrozo, tengo la misma opinión: se publica mucho en España y cuesta infinito encontrar qué autor es bueno o no. Y uso el masculino genérico con toda la intención. 

¿Cómo creéis que influye el contexto sociocultural de la autora en su escritura?

Paloma: El contexto sociocultural lo es casi todo. Influye muchísimo porque el contexto sociocultural es el que ha ayudado a la autora a conformar su personalidad, a tener determinada visión del mundo y una voz literaria propia y diferente a la de otras personas. En unos casos o en otros se notará más o menos: los temas de los que trata, el vocabulario que utiliza, etc. No obstante, aunque para mí a veces es casi indisoluble autora y obra, sobre todo ahora que los límites entre lo personal, lo privado y lo público están un poco difusos, también soy consciente de que se puede considerar, juzgar o criticar una obra sin tener en cuenta la biografía y el contexto de la autora, aunque para mí tenerlo en cuenta es enriquecedor.

Albanie: La última poeta a la que he leído es Diane di Prima, cuando tropecé con sus poemas dedicados a bebés no nacidos pensé también en todos los versos que yo misma he dedicado a esos mismos bebés muertos o no concebidos, tanto en Atravesar un desierto como en cuadernos y diarios. Por unos segundos tuve la tentación de preguntarme si no sería cierto que hay temas que nos acontecen únicamente a los seres con posibilidad de gestación. Sentí entonces que un hilo de cobre nos unía. Sin embargo, aunque me parece natural que cada unx escriba desde lo que es exclusivo en su cuerpo, es sospechoso que ningún escritor (considerado ‘hombre’) de la Generación Beat mencione sus experiencias, preocupaciones o realidades en torno a aspectos como la infancia, a pesar de que algunos de ellos sean padres. No hay temas de mujeres y de hombres (aunque cada cuerpo lo aborde desde sus posibilidades), más bien hay el permiso sociocultural de hablar o callar, y este permiso se aplica de formas muy variadas y sutiles. En la reciente reedición de ‘Maternidad y Creación’ queda muy claro; la escritura se nutre del escenario en el que vivimos, la inspiración es lo que vemos, día a día. Hablaremos de niños y niñas siempre que estos sean nuestro escenario habitual, y no lo haremos cuando pensemos o nos hagan creer que no nos acontece. De igual modo lograremos encontrar espacios de silencio y concentración para crear siempre que nuestro entorno nos lo permita (y evidentemente nos será mucho más sencillo cuando dispongamos de las necesidades básicas cubiertas y de una posición social que no nos ningunee). 

El contexto sociocultural es determinante para cualquier artista, independientemente del género con el que se identifique, pero puede y debe ser transgredido, esa es, a mi parecer, una de las funciones más importantes del arte. 

Por otro lado, creo que la influencia más determinante para las mujeres a la hora de publicar o de realizar cualquier hazaña en general es la secuela del síndrome del impostor. Llevamos a cuestas todas las generaciones (incluida la presente) en las que hemos sido humilladas, infantilizadas, maltratadas y abusadas por particulares, pero sobre todo por el Estado. Vivimos en una estructura que nos agrede en todos los sentidos. Esa herencia del miedo supura y hace que recuperar la confianza en nuestra capacidad y fortaleza no sea tan sencillo como parece. Hace unos días una de las editoras de L’Altra Tribu me contaba lo muy corriente que es la sensación de inseguridad de escritoras mujeres a la hora de publicar o de realizar una charla sobre temas en los que son especialistas, el porcentaje de dudas y miedo es mucho menor en hombres que han sido educados para resaltar sus cualidades y lograr el éxito (siempre que se encaje dentro de ese canon masculino, claro). Si nosotras no nos lo creemos será complicado que los demás nos lean con seriedad, y es difícil creérselo cuando el contexto nos es desfavorable… se trata de un círculo vicioso que optimistamente pienso que vamos rompiendo gracias al momento de transformación que protagonizamos.

Olga: Exactamente igual que el de un autor. El contexto lo impregna todo en tu vida y, por ende, también en lo que escribes.

¿Cómo valoráis la evolución del feminismo como movimiento que debe albergar diferentes formas y cómo creéis que contribuye a esto la literatura?

Paloma: El feminismo como movimiento ha sido por una parte muy esperanzador, y vital para mi creación literaria. Me ha dado la oportunidad de tener una voz propia, feminista, y ha contribuido a que fuera más y más consciente de mi identidad de género, de las opresiones a la que estoy sujeta, y de cómo esto (mi contexto sociocultural) influye, como he dicho en la pregunta anterior, en mi obra. No obstante, veo peligros en la cerrazón de cierta vertiente del feminismo que no está dialogando y no está abriéndose, proceso imprescindible para que albergue formas diversas, adecuadas para las distintas mujeres que somos, y que nos dé la libertad como creadoras para hacer una literatura libre, original y subversiva.

Albanie: Bueno, englobaría un poco todo lo dicho en las anteriores preguntas. El feminismo es una toma de consciencia importantísima para volver a conectar con lo que somos como especie humana, puesto que su motivo de ser prende, de nuevo, de la erradicación de los conceptos de opresores/oprimidos. Cuando era adolescente creía que el feminismo era un arma, ahora nunca lo definiría así, el feminismo es la salida de la cueva de Platón y va de la mano de la mirada anticapitalista e interseccional, sin ello no puede entenderse. La historia de la humanidad es un ciclo de luces y sombras del mismo modo que lo es la naturaleza, y para andar hacia la luz es necesario desvestirse, ir de nuevo hacia lo esencial; no me gusta decir que estamos ‘avanzando‘, creo que la búsqueda de una mejora en las estructuras sociales tiene mucho que ver con ‘volver’ a tomar consciencia de lo que somos: retazos de una misma unidad. Obras referentes como ‘Las guerrilleras‘ de Monique Wittig si se leen con atención y sin prejuicios hacen evidente esa necesidad de vuelta a lo esencial. La palabra ‘deconstrucción‘ que tanto empleamos ya nos da pistas de ello.

El feminismo ha sido y es un motor de fortaleza, de seguridad y recursos que necesitábamos para resurgir. Las mujeres empezamos a publicar más y a reconquistar espacios que nos fueron extirpados gracias a la recuperación de la creencia en nuestro potencial. El feminismo nos aboca a afianzar límites y nos apremia a utilizar el altavoz necesario para estar en el mundo de forma activa; con él vencemos miedos y esa es la gran contribución a la literatura.

Olga: La palabra «feminismo» me da mucha pereza. Lo de albergar diferentes formas, también. Estoy asistiendo a un feminismo transexcluyente con el que no me identifico, abanderado por las berdaderas feministas (la b es aposta). Estoy llegando al punto aquel en que leo de alguna mujer que es feminista y pienso instantáneamente que es terf, así que no sé qué deciros a esto. Comienzo a llevarme muy mal con ese concepto. 

¿Cómo consideráis que han condicionado vuestros orígenes vuestra trayectoria literaria en un mercado que se rige por ciertos cánones?

Paloma: El origen extranjero de mi familia me ha colocado en un lugar muy específico, en cierta marginalidad o especificidad propia de la literatura diaspórica o la literatura escrita por hijas de migrantes, que en el mercado español no ha tenido demasiada presencia. No obstante, aunque llegar a lo mainstream siempre sea complicado, estoy acostumbrada y soy muy consciente de cómo el contexto sociocultural de una autora racializada la condiciona en el mundo, no solo literario.

Albanie: El peso de lo que se puede decir y lo que se debería callar aún es latente, aunque quizás no lo veamos tan obvio. Escribir tiene mucho que ver con exponerse, mostrarse vulnerable frente a los demás, también es una forma de tomar partido. En mi caso hay algo muy concreto que ha determinado todo proceso de lima y autocensura y que ejemplifica muy bien la integración del poder del patriarcado y los convencionalismos. A pesar de que en estos momentos no trabajo activamente con niñxs soy maestra especializada en acompañamiento respetuoso, pedagogías alternativas, educación creadora y literatura infantil y juvenil. Al pulir mis escritos y poemas aparece siempre un invasivo sentimiento de responsabilidad frente a las palabras o términos que empleo, y también sobre los temas que escojo y los niveles de dureza que uso. Siendo mujer, y con mi formación, siempre he sentido que se espera de mí una serie de atributos maternales que siguen entrando en conflicto con canales artísticos de exploración en otros aspectos que conforman todo ser. Ser punzante o escribir escenarios de crueldad, sexo duro u otros parecidos es para mí un terreno peligroso, porque existe la sensación de que puede repercutir a mi carrera profesional: si la maestra de tus hijos fuera la escritora de ‘Claus y Lucas’, por ejemplo, estoy segura que muchxs lo vivirían con reticencia y estupor. Creo que estamos aún muy reprimidxs.

Por otro lado, dentro de la comunidad de escritorxs y artistas me he topado varias veces con sexismos y abusos, pero eso está tan a la orden del día que parece hasta irrelevante. Cuando dices que escribes no tienes que esperar mucho para que un escritor hombre supuestamente más experimentado te explique cómo deberías proceder, intente ligar contigo o pretenda ayudar a posicionarte a cambio de una cita. Cuando esto te ocurre con escritores que en estos momentos tienen cierto reconocimiento y tú estás empezando a publicar… tienes la sensación de que es necesario tener mucho cuidado, sabes que continúan teniendo poder.

Olga: De ninguna manera porque, gracias al cielo, no tengo trayectoria literaria alguna. He publicado en un par de libros comunitarios, pero nada más.

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