
-Niña Loba-
Galaxia cicatriz era uno de los mayores objetos de deseo literarios de esta nuestra casa para el presente 2021 desde que los queridos amigos de Niña Loba comenzaron con su promoción meses antes de su preventa. Se adivinaba una obra rompedora, original y muy poderosa en el apartado visual, cualidades sospechadas ya desde el nombre del autor.
Y así ha sido: Pedro P. González, de cabeza privilegiada, ha construido una historia extraordinaria, atractiva al máximo y trascendental para el subgénero de la ‘Ciencia Ficción doméstica’; todo un canto al vulnerable ser humano con tintes cósmicos. Expresada en tres partes y un sublime epílogo, la óptica descriptiva y la narración escenográfica contextualizan una trama explosiva y seductora, cargada de humanidad, deshumanización y humeante confrontación de ambas.
La espectacular cubierta de Darío Méndez Salcedo y las fascinantes ilustraciones interiores de María Calderón Fernández funcionan como puertas preciosas a diversos rincones del mundo que el autor elabora con una prosa fluida, personalísima e incandescente.
I. Volvo rojo
Helen y Troy son presentados en esta primera parte compuesta por tres capítulos como una pareja rota; rota como una copa de cristal rota. Se dibujan en el primer corte dos escenarios cuya complementariedad es feroz: el asfixiante día a día del ‘trabajólico’ Troy, cuyos gustosamente estresantes tiempos universitarios dieron paso a todo un despliegue laboral al alcance de los hombres más preparados, y el nocturno baile de cuerpos sedientos que imagina él mismo sobre la figura de Helen, cuya boca viaja de cuerpo en cuerpo mientras el tren de la suciedad arrasa por la estación del cursi amor idealizado.
La belleza de la decadencia es plasmada en unas imágenes increíbles, dotadas de muchísima ironía, mordaces y crudas. El autor se recrea en mil y un detalles cotidianos de la carretera de la vida de Troy. Su transparencia asusta, empuja hacia el espejo del lector -presente o futuro- y rasga los ojos con afilados sentimientos podridos entre ambición y falta de autocuidado.
Contrasta salvajemente el comienzo del segundo corte, que es en sí mismo un juego bestial de contrastes entre el idílico origen de ensueño y el golpetazo de realidad en forma de madre “preocupada”, entrometida. La cámara enfoca en segundo plano a dos personajes inesperados que crean una atmósfera sencillamente brillante: mientras madre e hija discuten cómo avanza la no-relación de la última con su marido, Mike y Jerry dan todo un recital de teletienda en la televisión que ambienta la estancia en la que se encuentran. Sublime. Este segundo corte concluye con la unión metafórica de ambos planos a través del superpegamento anunciado y del próximo motivo de alteración vital: el accidente que todo lo reúne.
En el remate de esta primera parte, trabajado desde una fabulosa comparación de trayectos literales e imaginados por parte de ambos protagonistas, el catálogo de recursos estéticos del autor abre una nueva sección: la cursiva, los anglicismos que nos taladran el lenguaje de hoy y todo el apestoso olor a la actualidad y la verosimilitud que lo acompaña constituyen un universo literario divertido y terrorífico a partes iguales. La historia podría ser contada mañana, dentro de diez años o dentro de tres décadas; es terrible su vigencia y preocupante su probabilidad. La lectura de los acontecimientos es, pues, altamente entretenida y disfrutable; hemos llegado al punto de inflexión que los protagonistas no querían padecer: la re-convivencia forzada por causa mayor. El hastió versus la responsabilidad más puñeteramente adulta. El egoísmo versus la ridícula moral. Y un largo etcétera de contrapuestos que aun estarían lejos de la explicitud con la que se teje tal castigo.
II Alex
El fundido a negro borra prácticamente todo lo sugerido en los últimos instantes del primer bloque. Iniciamos el segundo con un giro de ciento ochenta grados hacia una pareja reforzada, reunida y dichosa cuyo amor compartido por un milagro llamado Alex desborda las páginas y se inserta como un oasis en el desierto helado que alrededor de él genera todo el paisaje: los otros comienzan a ser el problema. Pedro P. González sacude -boca abajo, cogida por las patas- la historia y nos la devuelve del revés en una estrategia de misterio y horror velado amparados en un perfecto manejo del silencio, de lo que no se cuenta, de lo que solo se intuye. Magistral. Hemos recibido el primer impacto de esta inmensa cicatriz.
El entrelazado de secuencias funciona estupendamente en esta película de suspense que se desarrolla en medio de una grandiosa exhibición de rincones norteamericanos, referencias culturales y texturas heterogéneas. Avanzan dos líneas fundamentales y simbióticas: la concepción y revelación del pequeño Alex y la desatada búsqueda de aquello que nos mira desde arriba con ojos estelares, que nunca desentrañaremos y que Troy desea descifrar con una voracidad perversa. La tensión ya forma parte a estas alturas del ejercicio del lector, que se instala en una angustia física oscilante y asume alerta lo que pueda suceder con la mayor previsión -ninguna, por eso es buena literatura- posible.
III. Papel pintado
La combustión final y el descenso al nihilismo personal más negro, tajante y animal. Qué tercera parte más arrolladora. Qué potencia. La palabra obsesión sería la más convincente, seguida del abandono, de la muerte en vida. Lo tóxico se envuelve en lo cósmico y duerme bien apretado a sus indefensas carnes pardas.
Helen personifica la autodestrucción; Troy, el veneno. Juntos son dinamita en un agujero de dos metros cuadrados. La caída al precipicio de su ausencia de Sandy, compañera-cada vez-más-amiga íntima-y-única de Helen, de su madre-cada vez-más-suegra de Troy-y-por encima de todo suegra- y de algún que otro secundario son solo centelleantes luces de gálibo ante la tormentosa desaparición de una pareja dolorosamente lastimada por el rastro de muerte eterna, por la carencia infinita, por la supervivencia del desastre y por la incapacidad para la regeneración de los corazones abollados. La casa no es sino la expansión espacial de la propia entraña íntima machacada, polvorienta, maltrecha, sin aliento que la ocupa por inercia biológica. Asistimos a la descomposición. Pero de cuánta belleza. Qué habilidad para pintar sombras, qué habilidad para hacer florecer tonos negros y rojos, para bañar de oscuridad todo un mundo reducido a paredes feas y grotescas.
Epílogo: Volver a empezar
La cuarta parte de esta obra es uno de los mejores epílogos que hemos conocido nunca: por la propia idea, por el acabado, por la sucesiva y consecuente acción de ir cerrando puertas y ventanas abiertas -o entreabiertas- en las páginas que lo anteceden, por el fuerte olor a relato de casa maldita o encantada, por el terror que ya había saludado y ahora se incrusta hondo, por la incomparable sensación de vidas suspendidas televisada trago a trago hasta alcanzar la nada más monumental.
Galaxia cicatriz es una impresionante obra de existencialismo atropellado, de curvada suerte mancillada por las relaciones humanas y sus mil defectos. “A pesar de nosotros” sería un subtítulo perfecto para su sinopsis. La paternidad -entendida como la suma de maternidad y paternidad-, la sangrante convivencia con lo roto, el dolor más anímico y lánguido, la cosecha de un mundo peor; apenas podemos señalar algunos de los aspectos que se nos han clavado en la retina al plegar la última línea. La impresión de bucle infinito que deja en nuestros ojos esa nueva familia adentrándose en aquella casa es otro -y el último- golpe de efecto de un texto magnánimo. ¡Bravísimo, Pedro!
CUATRO PREGUNTAS AL AUTOR
¿Qué influencias literarias y cinéfilas reconoces en el imaginario empleado para elaborar la escenografía de Galaxia cicatriz, esto es, sus rincones, sus tonos, su ambiente?
Creo que es un poco inevitable acudir a la cultura popular estadounidense de los 90; películas, música, cómics y literatura. El libro se impregna un poco de todo eso, desde la localización de la obra y trazado de algunas escenas hasta calar en el desarrollo de algunos personajes. Esas referencias estadounidenses han envuelto mi juventud y, por suerte o por desgracia, ese poso ahí queda. Pero no solo bebe Galaxia de esas influencias; toda la imaginería cósmica y el regusto gótico creo que también está ahí porque forma un poco parte de mí. Además de los homenajes (ejem, ejem) más explícitos a Ketchum o Charlotte Perkins, claro que creo que hay cierta influencia de por ejemplo King, Koontz o Clive Barker o incluso del Grant Morrison de Nameless, pero también de otros autores lejanos al «terror» como Auster, Faulkner o Camus. Ojo, que una cosa es influencia y otra si quiera parecerse un poco. También películas como Poltergeist, El terror de Amityville o La Mosca creo que ayudarían a entender un poco el cacao que tengo en la cabeza y de qué va Galaxia cicatriz.
¿Cómo construyes los personajes de Troy y Helen desde el punto de vista de la inspiración y el estímulo creativo, especialmente desde las relaciones de pareja? ¿En qué te inspiras para la creación del personaje de Alex?
Quería que la premisa de la novela fuera muy simple, incluso si te apuras, aburrida, sin llegar a dejar de ser interesante y atractiva. Un pequeño desafío que podría salir realmente mal. Utilizar como foco a una pareja madura heteronormativa en crisis es algo tan común y poco mágico que me daba mucho pie a indagar en las tripas de cada uno de los protagonistas, a retorcerlos y exprimir hasta la última gota. A ver qué salía. Salió un zumo bastante negro y turbio. Pasé bastante tiempo diseñando y conociendo a los personajes, saber el punto de partida y dónde tenían que acabar. El conflicto, la guerra de Troy y Helen es el detonante para desarrollar sus filias y fobias, sus miedos y personalidades mezquinas. Ahí es donde creo que reside gran parte del potencial de Galaxia.
[ALERTA SPOILER]:
Para que la guerra y la balanza no terminara de decantarse a ningún lado, para que la trama fluyera, necesitaba ese talón de Aquiles que es Álex para los dos. Ese nudo que los ata y no los deja escapar de sus propias miserias. Un ser dependiente y puro que no tiene culpa de absolutamente nada. Necesitaba que despertara ternura y temor al mismo tiempo, que fuera, a fin de cuentas, ese pequeño monstruo de Frankenstein que está abocado a la soledad total y al desprecio más absoluto. Queda claro que después de todo Álex no es el monstruo de esta historia.
¿Cómo fue el proceso estructural de la obra respecto de sus diferentes partes y capítulos? ¿Lo afrontaste como un ejercicio lineal o dirías que tiene bastante postproducción?
Suelo ser bastante metódico e intento diseñar y estructurar bastante todo antes de ponerme a escribir las primeras versiones del manuscrito. Un buen amigo y maestro, David G. Panadero, me ayudó en su momento a comprender y encontrar mi forma de hacer las cosas. Más que postproducción, suelo hacer bastante trabajo previo. Organizo, estructuro los capítulos, personajes, escenas y voy tapando agujeros que podrían echar todo a perder si me diera cuenta a mitad de la escritura. No es que escriba como un robot, porque siempre dejo algo de margen a la improvisación, para divertirme todo lo posible y entretenerme en el ejercicio mecánico de la escritura, pero sí que me manejo en unos márgenes bastante estancos que vienen definidos por este trabajo previo. La sencilla premisa de la historia se ofrecía a que pudiera jugar con saltos temporales y organizar la trama por bloques. Creo que si la historia se hubiera contado de forma totalmente lineal no tendría apenas interés. No es una historia compleja, no es nada que no se haya contado ya, pero creo que se podría intentar hacer de otra manera. Como os decía, quería partir de algo realmente anodino y que poco a poco nos fuera introduciendo en la vorágine de Troy y Helen.
¿Por qué Niña Loba como hogar para Galaxia cicatriz? ¿Cuál es el sentimiento que más deseas dejar dentro del lector que se acerque a esta obra?
Tras valorar la propuesta de Galaxia y comprender que no iba a ser fácil encajarla en un género concreto, busqué un lugar que tuviera un catálogo plural, que arriesgara con los títulos que lanzaba y a la que pudiera aportar algo en alguna de sus líneas. Claro que lancé la propuesta también a algún otro sello más centrado en género, pero las partes entendíamos que quizá ese no era el lugar. Cuanto más lo pensaba, más encajaba Galaxia en Niña Loba, y así es que me decidí a enviar el manuscrito. Enseguida tuvimos una visión bastante similar sobre el libro, y aunque nos seguía costando encajarla, apostaron por ella con los ojos cerrados. La verdad es que ha sido una auténtica delicia trabajar con ellos y poder formar un poco parte de su familia.
Espero, ante todo, que quien lea la novela la disfrute y pase un rato (agradable o no) con ella. Creo que gran parte de la labor de la literatura ha sido siempre entretener y con conseguir ese objetivo me daría por más que satisfecho. Ahora bien, si además invita a la reflexión, a cierta introspección y a intentar comprender por qué nos comportamos así como especie, entonces de diez. Me gustaría que no dejara indiferente, y que cuando se cierre el libro, quede esa sensación de paz tensa que se respira en la voz de Zelda Rubinstein cuando se lanza a buscar a la pequeña Carol Anne.