III Jornadas sobre Arte y Cultura del Escalofrío
Altavoz Cultural

Tony Jiménez
Cristina Jurado
Javier J. Valencia
Rocío Stevenson Muñoz
¿Cuánta labor de documentación y cuánto autobiografismo tendéis a aplicar en vuestro proceso creativo orientado a elaborar literatura de Terror?
Tony Jiménez: La verdad es que no sé cuánto de mí hay en cada uno de mis textos. Yo creo que eso lo puede captar mejor el lector, desde fuera, que el propio escritor, porque aunque éste lo haga a propósito, siempre se le puede escapar algo de él mismo que haya añadido inconscientemente (hablo de detalles muy concretos, claro; siempre hay algo nuestro en nuestras historias, valga la redundancia). En cuanto a documentarme, intento hacerlo lo máximo posible, entrando a veces en una espiral obsesiva que tengo que cortar para no estropear lo que escribo, y acabar convirtiendo una novela de terror en una especie de enciclopedia-ensayo sobre un tema concreto, algo que es muy fácil que suceda si el escritor no anda con cuidado. Siempre intento documentarme todo lo posible, aunque luego vaya a usar un diez por ciento de esa información. Aún recuerdo el proceso de documentación para «Tormenta Sangrienta», que llegó a ser tan minucioso que me aprendí casi de memoria calles, vías y establecimientos de Manhattan, escenario donde transcurre el libro. Incluso busqué un solar vacío para situar el Chapel, el bloque de apartamentos y antiguo hotel protagonista de la obra.
Cristina Jurado: Es difícil calibrar el tiempo medio dedicado porque depende de cada historia. A veces puedes pasarte horas para informarte sobre un detalle muy pequeño que tiene un gran peso en la trama mientras que, otras, navegas a gran velocidad en «las aguas procelosas de la documentación». Personalmente creo que lo que más miedo nos da son las cosas cotidianas que nos obstinamos en maquillar o en ocultar. Están a la vista de todes, somos plenamente conscientes de que existen, pero insistimos en mirar hacia otro lado porque es más fácil, menos doloroso. Forman parte de nuestras vidas, por lo que un cierto elemento autobiográfico entra en juego, pero esto no sucede siempre. La mente del escritore tiene que ser capaz de retorcer, moldear, añadir, recortar e inventar para empujar los límites de la imaginación. Lo que sí creo es que el elemento autobiográfico en el terror tiene más que ver con los propios miedos del autore que con episodios concretos de su biografía. Quienes hemos escrito alguna vez historias en este género sabemos que reconocer esos miedos propios forma parte de escribir, entendido como ejercicio de honestidad.
Javier J. Valencia: En el primer caso, será la obra la que exigirá una mayor o menor documentación, en función de los temas a tratar y de los hechos narrados en ella. También dependerá del deseo del autor de ser profundamente meticuloso en los detalles o si por el contrario pretende expresar una serie de emociones concretas usando la realidad como inspiración pero no basándose escrupulosamente en ella. En lo segundo, en mi modesta experiencia, aunque uno base una ficción en la pesadilla más profunda o en la galaxia más lejana, siempre va a aportar, en mayor o menor medida, aspectos autobiográficos, aunque sea trasladando experiencias, fantasías o íntimos pensamientos a un lugar solo reconocible para uno mismo.
Rocío Stevenson Muñoz: Depende mucho del tipo de historia que quiera contar. Normalmente, cuando quiero escribir literatura de Terror, no suelo documentarme en exceso. Me interesa más conectar con mis propios miedos e intentar recordar qué cosas me han causado pavor en algún momento concreto de mi vida. Como me sugestiono con facilidad y de pequeña encontraba monstruos debajo de la cama, en el armario y por todas partes, no es complicado hallar inspiración en mis propios terrores. Así que supongo que, de algún modo, sí que hay partes autobiográficas en lo que escribo, aunque sean más sensaciones que vivencias concretas.
¿Qué ventajas e inconvenientes encontráis en las antologías de relatos de Terror integradas por varios autores frente a las obras de autoría única?
Tony: ¡Qué gran pregunta! La principal gran ventaja que yo le veo a las antologías de relatos de terror formadas por varios autores es que son una forma genial de conocer a diferentes escritores de golpe, e incluso conseguir alguna que otra píldora extra de aquellos que ya seguimos habitualmente. ¿Que no nos atrevemos con esa novela larga de aquel escritor novel que acaba de estrenarse? Pues quizás haya participado con un relato en una antología. ¿Qué mejor forma de «ponerle a prueba» que esa? También tiene sus inconvenientes, claro. Es tremendamente complicado dar con una antología de varios autores que mantenga el nivel durante toda la lectura. No es una crítica; me parece lógico. A un lector le gustarán más unos cuentos que otros, y al siguiente esos otros que los anteriores. Tener varias voces diferentes en un mismo libro conlleva ese riesgo.
Cristina: No sé si es justo comparar ambos tipos de obra porque son conceptos distintos: una colección de relatos de une autore permite descubrir sus distintos registros, sus obsesiones, las técnicas que utiliza al escribir; una antología de distintos autores puede tomar el pulso a la narrativa en un momento concreto o a lo largo del tiempo que puede o no tratar una temática propuesta. Son conceptos distintos con intenciones diferentes, pienso yo. Es labor de las editoriales equilibrar sus catálogos con obras de este tipo que ahonden en la trayectoria de une autore, las unas, o que den una visión de conjunto de la actualidad ficcional, las otras. Personalmente creo que las antologías de uno u otro tipo son necesarias para llenar aquellos «huecos» que se generan al apostar por las obras reconocidas, las ganadoras de premios, las historias de los «sospechosos habituales», porque aportan una diversidad sin la cual la narrativa no puede evolucionar.
Javier: Entre las ventajas entra la posibilidad de sorprenderse, la capacidad de descubrir a una firma que conecte conmigo, con un estilo o una prosa que me atrape y que me despierte la curiosidad por seguir investigando el resto de su carrera. El hándicap suele ser la irregularidad. No es extraño –de hecho es lógico y diría que hasta saludable- que en una compilación haya relatos que despierten poco interés. No es que sea algo que considere un problema: se da por sentado que no todos funcionarán de igual modo, y si resulta que todos y cada uno son geniales (que ha ocurrido), pues mejor que mejor.
Rocío: Personalmente, siento fascinación por las antologías en general y las que integran varios autores en particular porque pueden ofrecer un abanico mucho más extenso y heterogéneo de puntos de vista y tratamiento del tema a abordar que una novela o una antología elaborada por un solo autor. Las antologías son para mí uno de esos placeres culpables que degustar con tranquilidad, sin prisas, leyendo un relato cada día cuando encuentro un hueco para desconectar. Como además el tiempo últimamente escasea, son una alternativa perfecta a lecturas más largas.
Las antologías que integran a varios autores incluyen, además, la posibilidad de que el lector conozca a nuevos autores y suponen, en muchos casos, un trampolín para ellos, pues es habitual que, tras leer un relato que nos ha gustado mucho, busquemos otras obras firmadas por él. También pueden ser una ventana a interpretaciones muy diversas de un mismo tema, algo que me parece muy interesante porque demuestra que la creatividad no ha muerto y que cada autor tiene siempre algo que ofrecer que es distinto a lo que pueden hacer los demás. Si el lector de la antología es, además, uno de los autores, el beneficio es todavía mayor, ya que se puede aprender, y mucho, de los compañeros con los que comparte espacio en la obra.
Otra de las grandes ventajas de las antologías es su longitud. En este caso, no importa tanto que la firmen distintos autores, pero sí el hecho de que cada relato tenga un inicio y un final y que, al terminar su lectura, podamos dejarla aparcada hasta el momento en que queramos empezar a leer la siguiente historia.
Por último, destacar que muchas de las antologías que han aparecido recientemente en el mercado ceden sus beneficios a distintas entidades sin ánimo de lucro, lo que es un plus adicional que parece estar ganando fuerza y que espero siga haciéndolo en el futuro.
Como desventaja lo único que puedo señalar es la posibilidad de que la calidad de los relatos que integren la antología sea desigual y que el lector se vea tentado de abandonar su lectura por haberse encontrado en algún momento del libro con una historia que no encajara con sus gustos.
¿Qué peso específico le otorgáis al género de los no muertos (vampiros, zombis…) dentro de la literatura de Terror?
Tony: Muchísimo. Me parecen personajes, conceptos e ideas fundamentales en la literatura de terror, tanto para comprender sus mecanismos como para entender su evolución. Son tan esenciales como los fantasmas, los demonios, los asesinos en serie… ¿Vampiros? Ahí tenemos esa joya de la literatura, más allá del terror, que es «Drácula», uno de esos libros imprescindibles que trascienden el género. ¿Zombis? Que se lo pregunten a Stephen King y su soberbia «Cementerio de animales». Es más: ¿cuántos actuales autores españoles de género comenzaron gracias a la literatura Z y esa oleada de títulos ofrecidos por Dolmen Editorial? No me quiero imaginar un mundo donde en el terror no existan ni los vampiros ni los muertos vivientes.
Cristina: Lo no-vivo es uno de los grandes temas de la humanidad, esa fascinación por vencer a la muerte, que ya se encuentra recogida en las grandes religiones del mundo, en los mitos ancestrales, en el embalsamamiento de los antiguos egipcios, en la resurrección de Lázaro y de Jesús, en Frankenstein. Vampiros y zombis son mitos modernos que hemos creado para gestionar las ansiedades asociadas con la muerte, algo que nos aterra y fascina al mismo tiempo porque no podemos controlar lo que sucede a la consciencia tras ella, ya que lo desconocemos. Y, además, como mitos actuales recogen otras inquietudes de nuestro presente, como la preocupación por la influencia del conocimiento (materializado en el pensamiento científico y mágico) en nuestro devenir. Por tanto, su peso es incuestionable dentro de la literatura, como reflejo de los traumas de la sociedad.
Javier: Reflexionar sobre qué hay más allá de la muerte –en el hipotético caso de que haya algo, por supuesto- nos obliga a enfrentarnos a nuestro propio miedo a lo desconocido. Y añadirle una posibilidad de post-vida que sea una especie de eterno castigo –ya sea manteniendo un cierto grado de conciencia o reducidos a un simple grupo de pulsiones nerviosas andantes- es lo suficientemente escalofriante para que me tome el género muy en serio. Como ocurre y seguirá ocurriendo, cuando ciertos géneros alcanzan el éxito existen tanto los libros realizados en base a una fórmula repetitiva como un exceso en cantidad donde la calidad es desigual y en los que le toca al lector hacer buen uso de su olfato para discernir cuales son los más adecuados para él.
Rocío: Mucho. El género de los no muertos enraíza con uno de nuestros miedos más profundos, el del temor a la otredad, a lo inexplicable, a aquello que no debería ser pero es. Si además pensamos que los zombis, en concreto, han sufrido una transformación permanente a lo largo de su historia, pasando de ser criaturas exóticas y fantásticas que no esperaríamos encontrar jamás en el mundo real, a ser algo mucho más realista, producto de miedos pasados y actuales como el racismo, el consumismo o el pánico a la proliferación de enfermedades infecciosas masivas, podríamos afirmar que el género zombi está más de moda que nunca. Los vampiros aportan algo diferente a la literatura de terror. Poseen un aura de romanticismo y sensualidad, son poderosos, bellos de una forma inhumana y prácticamente indestructibles y es todo eso lo que nos produce terror. Sabemos que pueden convivir con nosotros sin despertar sospechas hasta que es demasiado tarde porque, al no poseer alma, no dudarán en matarnos para saciar su sed de sangre. El zombi es otra cosa. Se le ve desde lejos, pero lo que aterra de él no es él mismo sino la manada que lo acompaña, su degeneración física y psicológica absoluta, la ruptura total del orden que viene aparejada a su existencia. Creo que ambos, vampiros y zombis, sirven como reflejo de nuestra sociedad y que han sabido adaptarse a los cambios y transformaciones que hemos ido viviendo adaptándose ellos también, cambiando sus características y su forma de representar al Otro.
¿Cuál es vuestro sentido de éxito dentro de la literatura de Terror?, ¿se corresponde más con las ventas, con la contribución al reconocimiento del género, con las sensaciones provocadas en el lector, con la posible influencia creada hacia otros autores…?
Tony: Si me permitís, y sin ánimo de peloteo barato, me parece una de las mejores preguntas literarias que me han hecho nunca. ¡Bravo, bravo, bravo! ¿Mi sentido del éxito? Soy muy simplón al respecto. Mi sentido del éxito pasa por las sensaciones provocadas en el lector y el poder ganarme la vida exclusivamente escribiendo libros. Cuando escribo terror y un lector me comenta que mi historia le ha empujado a mirar bajo la cama o a pasarse la noche con la luz encendida, no sólo me alegra el día, sino la semana, el mes, el año… Como escritor de terror, mi éxito pasa por provocar muchísimas sensaciones en el lector, en especial, aquellas que le inquietan. Si pasa miedo, he tenido éxito. Así de fácil.
Cristina: He aprendido con el tiempo que cada persona posee una idea distinta de lo que significa tener éxito en la literatura en general y en el terror en particular. En todo caso, para mí, el éxito en terror radica en que se conecte con los miedos propios de les lectores. Normalmente eso se traduce en que la gente empieza a recomendar las obras, que se popularizan en circuitos muchas veces alternativos por la inercia del «boca-oreja» y que sirvan de referente a otras historias, a otres autores. Esto puede o no traducirse en un aumento de las ventas, por lo que no todas las obras que a mi entender son exitosas terminan teniendo un impacto comercial importante. El reconocimiento, por otra parte, no tiene que ver necesariamente con las ventas sino con la impronta en el acervo cultural de une autore u obra, y eso se consigue cuando se rompen barreras geográficas, idiomáticas, o del tipo que sea.
Javier: La historia nos demuestra que el aspecto de las ventas es muy relativo. Puede que una obra escrita ahora no vaya a ser valorada hasta dentro de cien años. Ha pasado en multitud de ocasiones y seguirá ocurriendo. Robert Chambers tuvo mucho más éxito con sus novelas rosa y sus relatos de detectives que con el ciclo de El rey amarillo, una pieza fundamental hoy. Creo que la clave está en desarrollar la historia que uno mismo desea contar, sin cortapisas ni miedos, sin pararse a pensar en la aceptación que tendrá. Trabajando al máximo en ello y cuidando todos los detalles. No fantasear demasiado con la recepción que tendrá, vender la piel del oso antes de cazarlo nunca ha llevado a nada bueno.
Rocío: Imagino que cualquier escrito busca el éxito en todo lo que se menciona aquí. Querrá vender lo que ha creado, deseará contribuir al género y que otros autores lo tomen como ejemplo a la hora de crear sus propias historias, pero creo que, por encima de todo lo demás, lo que la mayoría buscamos (o al menos este es mi caso) es un impacto en el lector.