III Jornadas sobre Arte y Cultura del Escalofrío
Altavoz Cultural

María Pérez de San Román (La biblioteca de Carfax)
José Ángel de Dios (Dilatando Mentes Editorial)
Alicia Pérez Gil
Andrés Granbosque
¿Qué virtudes le otorgáis a la figura de los niños como generadora de Terror en literatura?
María Pérez de San Román: Muchas. Los niños funcionan muy bien dentro de la literatura de terror. Siempre se asocia a los niños con valores como la inocencia, la pureza, la alegría, etc. y si eso se retuerce, se obtiene una respuesta muy potente en el lector. Además se puede conseguir desde ambos lados: el niño puede ser el malvado y el generador del terror, o la víctima, lo cual hace que nos angustiemos por su destino.
José Ángel de Dios: Para mí es indudable que hacer uso de la figura de los niños como elemento generador de terror es uno de los grandes aciertos no solo en el ámbito de terror, que es el que nos ocupa en esta charla, sino a nivel general, como se ha demostrado en incontables ocasiones (y no digamos ya en el cine).
Uno de los principales factores que hacen que este enfoque me resulte atractivo viene de la contraposición de enfrentar algo supuestamente inofensivo con el mal; parece que los actos más despiadados y salvajes deban ser propios de los adultos y no de quienes todavía no han alcanzado la madurez. En realidad, esto no dista demasiado del hecho de ambientar algunas historias de terror en lugares comunes y aparentemente seguros, transformando lo cotidiano en algo peligroso que escapa de nuestro entendimiento.
Autores como Stephen King (especialmente), Ray Bradbury, William Golding, Thomas Tryon, Paul Tremblay, Neil Gaiman, John Wyndham, o Chad Lutzke, por ejemplo, han sabido sacarle todo el partido a esta idea y a lo impredecible de los actos de los más pequeños, siempre espontáneos, como atestiguan sus obras.
A través de la figura infantil (que no podemos dejar de ver como un borrador de la persona que sus experiencias le llevará a ser en el futuro) se pueden tratar temas tan interesantes como la pérdida de la inocencia, el lado oscuro de nuestra psique, la corrupción de la moralidad, la lucha entre el bien y el mal a la que aludía unas líneas más arriba, el paso a la madurez, la instauración de la violencia en nuestras vidas, la angustia existencial, las ansiedades y miedos de nuestros días, la falta de voz propia, la incapacidad familiar para educar y amar…
Alicia Pérez Gil: Se supone que los niños son criaturas dependientes, indefensas y adorables. Cuando cambias alguna de esas tres características, a ser posible dos de ellas o, mejor todavía, tres, los conviertes en algo aterrador. De la misma manera que da miedo todo aquello que no se ajusta a nuestras creencias, a nuestros valores, expectativas, necesidades o costumbres. El terror, en muchas ocasiones aunque no en todas (afortunadamente), funciona porque hace tambalear la solidez del suelo que pisamos en calidad de lectoras o espectadoras.
Creo que esa es la mayor virtud de la figura del niño o, mejor, de la niña, a la hora de crear experiencias terroríficas. Incluso he escrito sobre el tropo de la creepy little girl, absolutamente fascinante.
El juego de los niños, de Juan José Plans (la novela en la que se inspira Chicho Ibáñez Serrador para rodar la estupendísima ¿Quién puede matar a un niño?) es uno de los mejores ejemplos de este tipo de literatura.
(Os pongo link por si lo queréis leer: https://www.aliciaperezgil.com/creepy-ittle-girl/ ).
Andrés Granbosque: Esta pregunta me ha provocado que me ponga a pensar sobre las figuras infantiles en el terror. Es indudable que son un elemento usado repetidamente y que nos genera emociones, muchas emociones. Mi teoría es la siguiente: son impredecibles y desconocidos. Aunque todos hayamos sido niños, su particular forma de pensar y de ver el mundo se nos olvida, y cuando somos adultos los percibimos (aunque sea de forma inconsciente) como mentes inescrutables; y todo lo desconocido nos provoca miedo.
Hay otro cliché repetido con frecuencia cuando se mezcla terror y niños, y es ponerlos en situaciones en las que normalmente no se encuentran. Nos parece más «humano» enfrentar a un adulto a un asesino, fantasma o monstruo. Hacerlo con un niño despierta muchos más sentimientos: culpabilidad, desprecio (hacia otros personajes o hacia el mismísimo autor), tristeza, necesidad de protección… y además se incrementa la sensación de incertidumbre al tratarse de situaciones que nos resultan antinaturales, en las que no estamos acostumbrados a verlos. Sus posiciones tradicionales en el género suelen ser extremas: la de víctima o la de agente ejecutor sin prejuicios.
Así que, volviendo a la pregunta, las virtudes de las figuras de los niños como generadores de tensión, desconcierto y ensalzamiento emocional parecen claras. Esto, unido al contraste estético entre la inocencia y cualquier trama de terror, resulta en una combinación muy efectiva.
Además, creo que los clichés pueden jugar a favor de los creadores, si saben aprovecharlos. Aparece un niño en escena y ya sabemos que algo va a ocurrir con él, ya nos predispone a esperar el momento en que algo terrible suceda.
¿Qué ventajas e inconvenientes encontráis en las antologías de relatos de Terror integradas por varios autores frente a las obras de autoría única?
María: La ventaja evidente es que de un plumazo puedes conocer el trabajo de varios autores, alguno que seguramente conocías de antes y otros que no. Además, en las antologías siempre se busca incluir lo mejor de cada autor, por lo que se sabe que la calidad siempre va a ser alta.
Sin embargo, para mí, un inconveniente claro es que no se llega a profundizar en la obra de ninguno de los autores, y lo más seguro es que acabes mezclando qué relato es de quién.
Me parece importante tener antologías de varios relatos de un mismo autor porque es hacerle mucha más justicia, y a la vez, como lectora, me permite entender mejor su obra.
José Ángel: Aunque he disfrutado de diversas antologías de relatos de terror firmadas por varios autores, siento especial debilidad por las que vienen bajo el ala de un único autor.
En el caso de las colectivas, una vez concluida su lectura, en la mayoría de las ocasiones me han dejado la sensación de que algunos de los relatos no terminaban de encajar con el resto, y el resultado final suele resultarme hasta cierto punto dispar (pese a que reconozco que también pueden servir para llegar a autores que, de otra manera, podrían haberme pasado desapercibidos).
Cuando es un único autor el encargado de dar vida a la colección, el conjunto me resulta mucho más homogéneo y disfrutable y, pese a que unos cuentos puedan gustarte más que otros, pese a que puedan hacer gala de enfoques, planteamientos y técnicas narrativas diferentes, no puedo despegarme de la sensación de estar leyendo en todo momento una sola voz, algo cohesionado y que pertenece a un mismo universo.
Alicia: Para las lectoras, las ventajas tienen que ver con la posibilidad de explorar los mundos y las maneras de hacer de autoras a las que quizá no llegarían de otro modo. Me consta, de hecho, que algunas de mis lectoras me han encontrado por mi participación en antologías. O sea, que son un buen escaparate.
El inconveniente que les veo lo comparten con cualquier tipo de antología: siempre va a haber aproximaciones con las que cada lectora comulgue menos y que pueden enturbiar la experiencia. Ya sabes: el típico pelo que te estropea la sopa. Pero, como digo, no creo que esto sea un problema de las antologías con autoría múltiple, sino de las antologías en general.
Andrés: Creo que el terror es un género al que le sienta muy bien el formato corto y las antologías, especialmente si son de varios autores, pueden sacar mucho jugo de las historias rápidas y diversas. El miedo se pierde enfrentándose a él o bien acostumbrándose. En una novela más larga, el autor tiene que ingeniárselas para que el lector no lo pierda, que los elementos de terror no decrementen su eficacia a medida que avanza el libro. Diría que en una historia extensa es casi imprescindible combinar el terror puro con otros géneros y subtramas para no aburrir. También me parece que mantener el suspense sin caer en el aburrimiento requiere experiencia y maestría, pero cuando se consigue el resultado puede ser espectacular.
¿Cómo veis la actualidad y la previsión de futuro del panorama editorial dedicado a la difusión de la literatura de Terror? ¿Qué virtudes y qué problemas atribuiríais a las editoriales especializadas y a los premios literarios destinados al cultivo del género?
María: La literatura de terror no se difunde lo suficiente, nunca se ha hecho. Es muy alentador que, en la actualidad, hay una tendencia a que esto cambie. Cada vez hay más editoriales que publican terror, hay más oferta, más de la que ha habido en mucho tiempo, y eso hace que, aunque sea de manera orgánica, se hable más de literatura de terror. Pero queda mucho recorrido, porque desgraciadamente sigue habiendo muchos prejuicios, tanto en lectores, como en libreros, como en las propias editoriales que son complicados de superar.
Las editoriales tenemos que decir con orgullo que publicamos terror, es nuestro grano de arena para que el terror deje de ser la gran olvidada y escondida incluso dentro de la llamada literatura de género (ciencia ficción, fantasía y terror). Y eso es algo que también tienen que hacer los premios literarios destinados al cultivo del género, porque siempre parece que el terror no existe o que si es un premio dedicado al terror es menos importante que uno dedicado a la ciencia ficción.
Es un trabajo constante, pero yo creo que vamos por el buen camino.
José Ángel: Espero y deseo que el terror, al igual que los viejos rockeros, nunca muera.
Si bien es cierto que debemos reconocer que es un género no excesivamente mayoritario cuando hablamos en términos literarios (algo que parece no extrapolarse al cine y a las series), sí que tiene la suerte de contar con un público y unos seguidores muy fieles.
En lo personal, es el género literario que más disfruto y seguiremos apostando por él, tratando de encontrar nuevas voces y acercándonos a autoras y autores que sepan ver lo aterrador del mundo que nos rodea con ojos renovadores, pero sin olvidar todo lo vivido hasta ahora. Creo que el terror (al igual que el fantástico en general) es una vía perfecta para explorar los problemas y temores de nuestra época (cada época los suyos, claro), y puede dar mucho juego al lector si sabe cómo manejar los tropos y los elementos sobre los que armar su historia.
Considero que toda visibilización y normalización del género, ya sea a través de premios literarios o editoriales especializadas en terror, no solo será beneficioso para el género en cuestión, sino para los lectores, que pueden aprender a ver con otros ojos un tipo de literatura que tal vez tienen estigmatizada a consecuencia de ciertos prejuicios inconscientes.
Alicia: El terror es como el hijo feo de los géneros no realistas. Y mucho me temo que la cosa no va a mejorar. La cuestión es que, como sociedad, nos movemos de manera inexorable hacia la búsqueda de lo fácil, lo placentero, lo inofensivo. Y el buen terror no es ninguna de esas tres cosas.
Si echamos la vista atrás y leemos los cuentos de hadas clásicos en sus versiones más primitivas, veremos canibalismo, mutilaciones, muerte y sexo a raudales. Todos esos elementos se han disfrazado, matizado o eliminado. El mercado de cuentos infantiles tiene una base enorme de dibujos de colores brillantes y relatos donde los monstruos tienen miedo de los niños. ¡Oiga usted! ¡No! El monstruo de debajo de la cama le tiene tanto miedo a la niña que duerme encima como un león a una gacela.
La idea de proteger a los más pequeños de todo mal está matando no solo a la literatura de miedo, sino a los niños. Cuando uno crece convencido de que nada malo acecha en las esquinas oscuras pueden suceder todo tipo de eventualidades. Por ejemplo, que ese uno crezca con la idea de que las esquinas oscuras no ocultan cosas terribles. Y yo lo siento mucho, pero el mundo no es un lugar seguro. Ni lo será nunca al 100%. El miedo es una emoción útil y necesaria. Enfrentarse al miedo sobre el papel es una manera de ensayar cómo enfrentarnos con el miedo (o con el asco, o con la repugnancia, o con el rechazo o con la incomodidad) en la vida real. Privamos a los niños de ese entrenamiento y creamos de esa manera futuros adultos inermes.
Espero (y sospecho que así será) que continúe habiendo autoras de terror, porque es un género que me apasiona. Lo que no puedo es exigir que esas autoras permanezcan inasequibles al desaliento. Es desolador escribir una buena obra que no va a alcanzar un éxito global porque sus dosis de oscuridad y malestar no casan con el mercado Mr. Wonderful en el que vivimos. El nicho es sólido, pero le pasa como a la tierra: el mar le va ganando terreno al suelo debido al calentamiento global y los géneros más amables asfixian a las creadoras de terror debido a la intolerancia a la frustración, también global.
Andrés: Que editoriales y premios se especialicen en un género es un arma de doble filo. Por un lado, crea un sentimiento de comunidad y facilita la vida a los lectores, que saben a dónde acudir y lo que van a encontrar. La gran cantidad de certámenes, festivales, blogs y revistas especializadas me parecen un gran triunfo.
Por otra parte, creo que esa segregación contribuye a que ciertos géneros como el terror, fantasía y ciencia ficción perpetúen la lacra de ser minoritarios y que editoriales genéricas las dejen de lado. Quizás sea porque piensan (y puede que a efectos prácticos sea verdad) que su público objetivo está en otro sitio. Para los amantes de la literatura de género, este no es un territorio de segunda categoría, sino que es la categoría, la buena literatura. Pero para el groso de los consumidores parece que sí es literatura de segunda.
Me cuesta mucho posicionarme al respecto. Me apena ver que hay un desprecio real en la industria hacia el terror. Cosa que no ocurre en otros medios como el cine. Pero ser un proscrito, y a la vez tener una comunidad tan unida de otros proscritos, tiene su encanto.
Busquemos la acotación: ¿qué no consideráis que es Terror aunque se le parezca?
María: Para mí, sobre todo, el thriller y la novela negra, por mucho que hablen de psicópatas y asesinos.
Aunque siempre hay que hacer una puntualización: una obra puede mezclar muchos géneros, eso pasa muchas veces, pero hay que fijarse en cuáles son los elementos predominantes, porque una novela de terror puede tener a un detective como protagonista, y una novela negra puede provocar miedo en algún momento concreto. El terror puede ser el paraguas bajo el que se entremezclen otros géneros, algo que pasa también en el cine.
José Ángel: Creo que esta es una pregunta de respuesta si no imposible, sí muy, muy complicada, porque debemos entender que cada uno de nosotros profesa miedo a algo determinado, y tal vez ese algo que a nosotros nos aterroriza no le suponga ningún temor a quien tenemos a nuestro lado; del mismo modo que lo que a él le asusta tal vez a nosotros no nos inquiete lo más mínimo.
Como digo, es complicado y no me atrevería a decir que algo no es terror pese a parecerlo porque, dejando a un lado el uso generalizado de los arquetipos, todos y cada uno de nosotros, como individuos únicos en nuestro interior que somos, sufrimos por algo muy concreto y que es inherente a nuestra persona.
Alicia: Personalmente no considero terror aquellas obras que utilizan personajes, escenarios y tropos del género sin apelar a las emociones de base del mismo. El terror está ahí para provocar, como poco, incomodidad. Si ese mínimo no está presente, no creo que haya terror. En el mismo sentido, hay obras clásicas, como El señor de las moscas, por ejemplo, que me inclino a considerar de terror porque es que son aterradoras. Curiosamente, una de esas obras protagonizadas por niños.
Andrés: Gore, thriller… no por tener un asesino o un fantasma una obra es de terror. Pero creo que esa acotación la tienen muy clara los lectores y si en algún momento hay confusión puede ser una cuestión de marketing. A efectos prácticos no está mal que diversos géneros se agrupen bajo un paraguas llamado «terror», pero luego vamos a leer algo sobre, digamos, una casa encantada y nos encontramos un drama familiar. Que puede ser maravilloso, pero quizá no sea lo que esperemos.
Por eso creo que en literatura las etiquetas nunca están de más siempre que sirvan para definir y no limitar, informar sin juzgar.