III Jornadas sobre Arte y Cultura del Escalofrío

Altavoz Cultural 

Jesús Félix Sacristán

Maite Aranda (Dilatando Mentes Editorial)

Damián Cordones

M. Loreto Corbi

¿Qué importancia le dais, como lectores, al componente “basado en hechos reales”?

Jesús Félix Sacristán: Poca, muy poca, por no decir ninguna. Considero que el gimmick “basado en hechos reales” está pasado de moda, nadie los cree (o muy poca gente), y casi se ha convertido en motivo de broma, como de película de sobremesa de fines de semana.

No fue así en el pasado como la sensacionalista crónica negra de revistas como El caso (publicada entre 1952 y 1997) cuyas portadas parecían títulos del giallo y sus sangrientas descripciones de los crímenes. Aquello se vendía como fiel a la verdad y entiendo que la sugestión de que los hechos que se narraban hubieran sucedido en realidad aumentaba el terror. Pero ahora todos somos más escépticos… Creo.

Maite Aranda: A nivel personal, el hecho de que un libro lleve asociada la etiqueta de ‹‹Basado en hechos reales›› o ‹‹Inspirado en hechos reales›› no es relevante para decidirme a abordar su lectura.

Reconozco, eso sí, que ese tipo de historias (que principalmente han encontrado su hueco en el cine) pueden servir, dejando a un lado el morbo que generan, para entender un poco más la compleja naturaleza del ser humano porque, si algo evidencian este tipo de historias, es que la línea que separa la realidad de la ficción es muy fina, como evidencia la conocida frase ‹‹La realidad supera a la ficción››.

Damián Cordones: Como lector no es algo a lo que preste atención. No es algo a lo que dé importancia.

Por ejemplo, dos de mis novelas favoritas, A sangre fría, de Truman Capote, y El adversario, de Emmanuel Carrère, están basadas en hechos reales, pero si estas obras me gustan no es por eso. Creo que esta circunstancia, que la historia esté basada en hechos reales, no añade ni quita en principio nada al valor de la obra; no lo concibo como un criterio estético.

Entiendo que el conflicto en este sentido reside en la perspectiva del autor: el aspecto emocional de tratar directamente con el espanto, lo que se puede o no se debe contar, hasta dónde o de qué modo ha de introducir su propia experiencia, la del observador, o por el contrario tratar de orientarse con criterios más objetivos…

M. Loreto Corbi: Como muchos lectores, en cierto modo, me siento más involucrada en una historia al saber que los hechos han ocurrido realmente, pero para mí la calidad de la novela es más importante que la fuente de inspiración. Haber vivido una experiencia extraordinaria no convierte a nadie en escritor y, aunque naturalmente hay profesionales detrás de cada uno de estos libros, no siempre el resultado es satisfactorio. Sin embargo, aunque ni doy prioridad a este componente ni lo descarto, tengo que confesar que hago una excepción y rechazo cualquier relato “basado en hechos reales” del género Terror. No soy particularmente miedosa, no me asusta nada que sea humano o animal, pero la única vez en mi vida que leí una recopilación de relatos de fenómenos paranormales sucedidos realmente y al entrar en el cuarto de baño se encendió la báscula sin haberla tocado estuve a punto de mudarme de casa. No he vuelto a leer ningún relato de terror que no me garantice que es una pura invención. Supongo que leemos las novelas de terror para pasar miedo durante la lectura, pero no para seguir pasando miedo al cerrar el libro. Esa es la diferencia, la ficción queda olvidada apenas abandonamos la lectura, pero los relatos basados en hechos reales te hacen preguntarte ¿y si fuera verdad?, porque si lo fuera… ¿por qué no podría sucederme también a mí?

¿Qué peso específico le otorgáis al género de los no muertos (vampiros, zombis…) dentro de la literatura de Terror?

Jesús Félix: En mi opinión, tanto históricamente como en el presente, los no-muertos son un pilar básico de la literatura de terror, en popularidad y comercialmente, y lo llevan siendo un tiempo.

Obviamente, Drácula ha trascendido los límites del género y se ha convertido en parte de la literatura universal y de la cultura pop. El mito del vampiro no solo ha perdurado sino que cíclicamente se vuelven a convertir sus novelas en best-sellers como Crepúsculo, de Stephenie Meyer, que emplea parte de la mitología del personaje aunque no lo terrorífico; o Entrevista con el vampiro, de Anne Rice.

Los zombis quizá sean los monstruos más populares de la última mitad del siglo anterior. Aunque se cita habitualmente como origen el papel, Los pitufos negros, su fama y universalidad como mito procede del celuloide. Sin embargo, en las últimas décadas ha habido varias obras literarias exitosas con zombis como protagonistas: la epopeya en cómic The Walking Dead, de Robert Kirkman; Guerra Mundial Z, de Max Brooks; o Los caminantes, de Carlos Sisí, que curiosamente, o no, luego publicó una saga de vampiros que comenzó con la novela Rojo.

Maite: Como dijo H. P. Lovecraft: «El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el miedo más antiguo y poderoso es el temor a lo desconocido».

La muerte y lo que nos aguarda tras ella siempre ha sido una gran incógnita para el ser humano, de ahí que la fascinación por la muerte siempre nos haya acompañado desde nuestros orígenes. No es extraño entonces que los primeros pasos de la literatura de terror se fijaran en ello, como atestigua Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley.

La figura del vampiro ha estado presente en el folclore a lo largo y ancho del mundo durante toda nuestra existencia. Polidori sería el primero en utilizarlo en una novela y dar el pistoletazo de salida para lo que vendría después (Carmilla, Drácula).

La figura del vampiro es tremendamente atractiva, con su trasfondo filosófico, teológico y científico siempre presente, y considero que, con el paso de los años, su mitología se ha diversificado y sus historias han ido conquistando nuevos enfoques, haciendo incursiones en géneros menos habituales de los que en un principio se podría pensar.

Los libros sobre zombis me resultan menos interesantes que los vampiros, tal vez por su condición y lo limitado (al menos hasta el momento, y salvo contadas excepciones) de sus tramas.

Damián: Quizá, desde esta perspectiva, lo que más me gustan son las historias de fantasmas. Entiendo que el fantasma, en su propia definición, encierra la idea de algo que no ha muerto, o que no ha muerto del todo. El fantasma está y no está a la vez, se va pero siempre regresa. Aparece y desaparece porque en realidad nunca se ha ido definitivamente. Está en un limbo que rompe con nuestras más básicas nociones preconcebidas del tiempo y el espacio. El fantasma no ocupa espacio ni tiempo determinado.

Me gustan las historias de ese tipo, como por ejemplo Otra vuelta de tuerca, de Henry James. O Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson. Muchas de mis historias favoritas tratan este tema desde un aspecto psicológico, como El Horla, de Maupassant, o El quimérico inquilino, de Roland Topor. También y sobre todo en las que lo espectral se muestra de modo sutil o a través de medios menos tradicionales, como en los cuentos de Aickman o en novelas como Pedro Páramo o Solaris.

Loreto: Para mí, por supuesto, los no muertos son las superestrellas de la literatura de Terror. Son mis personajes favoritos desde la niñez hasta el punto de que si en aquella época me hubieran preguntado si prefería ser una princesa o Drácula, no hubiera dudado ni un momento y habría elegido ser vampiro. Más tarde me enamoré de los zombis, literalmente, hasta el punto de que, además de leer todo lo que encuentro, pronto publicaré mi segunda novela de muertos vivientes.

Sé que las personas que no han leído nunca un libro de vampiros o zombis los rechazan por desconocimiento, pero ¿qué caracteriza la literatura de Terror? ¿No busca provocar sensaciones de miedo, angustia y rechazo en los lectores por medio de una terrible amenaza representada generalmente por seres irreales? Los no muertos cumplen perfectamente esa misión, aunque son muy diferentes entre sí y me cuesta agruparlos. El vampiro es el depredador por excelencia, pero puede ser hermoso, elegante y actuar de forma individual, mientras que los zombis causan miedo y asco por su aspecto físico y además son peligrosos precisamente cuando el grupo es numeroso. El vampiro ha logrado entrar en la novela romántica, pero el zombi permanecerá para siempre anclado en el género Terror, representándolo dignamente, porque un cadáver medio podrido que se alimenta de seres vivos no puede salir de él. En cualquier caso, si el lector busca emociones fuertes, creo que unos personajes que mueren desangrados o son devorados vivos pueden satisfacer perfectamente sus expectativas. Tampoco hay que olvidar que el suspense, elemento fundamental en la literatura de Terror, nos acompaña en las novelas de no muertos con tanta o más intensidad que en otro tipo de relatos de miedo. La angustia nos atrapa durante páginas y páginas mientras los protagonistas intentan eludir una horda de zombis o escapar de un vampiro inmortal y, además, como suele estar amenazada toda la humanidad y no solo pocos personajes, el suspense no termina ni siquiera con la palabra FIN.

¿Consideráis que hay temas que dentro de las amplias posibilidades que ofrece la Literatura se tratan mejor desde la óptica del género de Terror? En caso afirmativo, ¿cuáles y por qué?

Jesús Félix: Se supone que el terror se utiliza como reflejo de nuestros miedos y ansiedades, y ha servido para ser metáfora de los temas más variados:

La sexualidad oprimida victoriana con los vampiros; Frankenstein, de Mary Shelley, puede ser visto como uno de los primeros planteamientos transhumanistas; la belleza de la otredad en diversos monstruos; el zombi utilizado para reflejar tensiones raciales; El hijo de Rosemary, de Ira Levin, inspirado por las revueltas juveniles de los 60 que sirve igualmente como metáfora de la libertad que otorgaba a las mujeres la píldora anticonceptiva y los miedos de algunos a esa libertad; el terror al daño psicológico o a perder el control de nuestras mentes porque los verdaderos monstruos se esconden dentro de nosotros mismos como en Psicosis, de Robert Bloch; el nihilismo de algunos slashers; el found footage como metáfora de las preocupaciones sobre la vigilancia gubernamental tras los atentados de Nueva York… El éxito de las películas de Jordan Peele, Déjame salir y Nosotros, demuestra que el terror sigue sirviendo como metáfora de temas sociales.

Ahora bien: ¿se tratan mejor estos u otros temas desde el terror? En mi consideración, no necesariamente.

Maite: Sí, lo cierto es que creo que a través de la literatura fantástica en general, y el terror en particular, se pueden tratar ciertos temas de forma más original y exhaustiva que a través de otras perspectivas.

El temor, el miedo, es algo inherente al ser humano, y es a través del terror que podemos exorcizarlos y catalizarlos. Es precisamente la literatura contemporánea de terror (con el weird y el new weird a la cabeza, que han sabido reinventar el género y darle un nuevo y necesario aire) la que está ofreciendo algunos de los enfoques más sublimes a la hora de tratar gran parte de los problemas con los que el ser humano se encuentra en la actualidad.

Damián: Yo entiendo la literatura fantástica como el mejor medio de explorar y manifestar los límites de la condición humana.

La literatura de Terror puede ser un vehículo extraordinario para mostrar los límites y la fragilidad de aquello que nos define, y asimismo experimentar el horror ante lo que podemos y no podemos llegar a ser.

Loreto: Yo diría que hay un tema fundamental que la literatura de Terror puede tratar mejor que cualquier otro género y es el instinto de supervivencia del ser humano. He leído que en el 2011 el Pentágono organizó un plan para afrontar un apocalipsis zombi. Por supuesto no lo hizo porque creyera que algo así podía suceder, sino porque era perfecto para adiestrar a los militares a reaccionar en caso de que el orden social fuera completamente destruido.

En la literatura de Terror, los seres humanos, que viven una vida absolutamente normal cuando empieza el primer capítulo, se ven de repente amenazados por seres reales o irreales y tienen que desarrollar una estrategia para sobrevivir. ¿Huir?, ¿esconderse?, ¿luchar? Cada personaje reacciona de manera diferente para escapar al peligro, según su carácter y las circunstancias. En el caso de las novelas de zombis, no solamente los muertos vivientes constituyen una amenaza, sino que suele ser una constante que los propios seres humanos se ataquen entre ellos, lo que, añadido a la desaparición de una sociedad organizada, convierte la supervivencia en arte. Hay muchas novelas de otros géneros que describen la capacidad del hombre para superar las adversidades, pero en la literatura de Terror dichas circunstancias están llevadas al extremo. ¿Qué mejor situación para demostrar la resiliencia de los seres humanos que un apocalipsis?

¿Percibís una mayor proliferación de escritores de Terror? ¿Cómo entendéis el intrusismo y la conciencia de autores en los parámetros de la literatura de Terror?

Jesús Félix: Trabajé una década como vendedor en la más grande librería de mi ciudad, gran parte del tiempo en la literatura de género, y la verdad es que nunca vi una proliferación significativa de escritores de terror. Ni de lectores.

La literatura de terror, en cuanto a ventas, tiene un amo y señor de los best-sellers, una vaca lechera editorial que cada año puede despachar unos cuantos miles de ejemplares: Stephen King. Periódicamente, algún título se cuela entre los no aficionados habituales al género: La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski, porque apareció recomendado por el prestigioso y malogrado David Foster Wallace; o La maldición de Hill House, de Shirley Jackson, gracias a la serie de Netflix.

¿Intrusismo? Considero que la creatividad debe ser libre aunque los escritores que coquetean con el género suelen ser de géneros «hermanos», policíaco y ciencia ficción. En cuanto a la conciencia, algunos escritores suelen ser fieles al género pero desconozco si es por militancia, por capacidades creativas o por alguna otra razón.

Maite: Normalmente, cuando se viven tiempos convulsos, parece que estos alimentan a los creadores del género de terror. Tal vez por eso, en vista de la época tan complicada a distintos niveles que estamos experimentando en los últimos años, hayamos advertido el auge de creadores interesados por las distintas formas de terror.

Es verdad que tanta oferta obliga al lector a ser más selectivo, pero eso también obliga a los creadores y a las distintas editoriales a ser más concienzudas a la hora de hacer una apuesta por una historia.

Damián: Es posible que en los últimos años haya más escritores, también es posible que al haber más canales y medios de exposición, tenemos más conciencia sobre ello. De todos modos, creo que el Terror siempre ha sido un género popular.

Pienso que si algo bueno tiene la literatura es que no pertenece a nadie. De hecho, creo que el intrusismo es algo que reside en la esencia de la literatura. Si por intrusismo entendemos el entrometerse en la labor que otros estaban haciendo antes y mejor que nosotros, desde luego todos somos intrusos, y así entiendo que debe ser. Luego habrá buenos y malos intrusos, pero ese ya es otro tema.

Loreto: ¿Hay un género para cada escritor? Supongo que nuestra elección depende en cierto modo de nuestros gustos como lectores. No conozco a otros escritores, quizás por vivir en un rinconcito en medio de Europa, y no sé si se sienten integrados en grupos según el género literario que escriban, pero personalmente creo que la fantasía no tiene fronteras y no hay diferencia entre inventar una historia de amores desgraciados o de monstruos sedientos de sangre. Sin embargo, lo mismo que se necesitan conocimientos para situar unos hechos en una época histórica determinada, debe ser difícil escribir una novela de zombis o vampiros sin haber leído nunca nada sobre ellos. Con todas las experiencias que he vivido a lo largo de mi vida, me siento cómoda con cualquier tema de la ficción real e incluso podría arriesgarme con la novela erótica, pero no sé si un escritor que no haya explorado el mundo del Terror podría describir un apocalipsis zombi con la misma facilidad que los que llevan años en ese mundillo. En cualquier caso, todo se puede inventar, incluso lo que no conocemos, y al final solo importa que lo que escribamos merezca la pena ser leído.

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