III Jornadas sobre Arte y Cultura del Escalofrío

Altavoz Cultural 

Juan A. Oliva

Laura Mars

Nicolás Ayensa

Lucyna Adamczyk

Recomendadnos, por favor, dos obras literarias de Terror.

Juan A. Oliva: “Ayantek”, de Miriam Jiménez Iriarte. “Y pese a todo” (“Extincion”, sin acento y según la edición tras realizarse una maravilla de película a la altura de la novela), de Juan De Dios Garduño.

Laura Mars: Uno que aterra hasta lo insospechado: Cementerio de animales, de Stephen King.

Y como soy fan del género zombi, os recomiendo que leáis Tiempo muerto, de Fran Castillo, que tiene un toque novedoso sin dejar de lado lo clásico.

Nicolás Ayensa: Me cuesta muchísimo elegir, en general. Por eso, de un tiempo a esta parte, me he dado cuenta de que lo mejor que puedo hacer es no dedicarle mucho tiempo a la decisión y elegir lo primero que se me pase por la cabeza (si es lo primero, por algo será, ¿no?). Así que allá van mis dos recomendaciones. Paradójicamente, ninguna la he escrito yo mismo (es broma).

La primera es El grabado en la casa, de H.P. Lovecraft.

Un día, siendo yo adolescente, mi madre me habló de un escritor de terror muy extraño que seguro que me iba a gustar. Me dejó una colección de relatos en un libro con una portada en la que aparecía un rostro como de humano reptiliano. Me dio mal rollo (por supuesto, no entendí la referencia a los reptiles). Lo empecé a leer por la noche, en una casa de piedra de Calaceite. Precisamente en una casa alejada de la ciudad. La visión más horrible de todas son las casitas de madera sin pintar que se hallan lejos de los caminos más transitados, agazapadas por lo general sobre alguna ladera hermosa y húmeda, o apoyadas contra algún peñasco.

Aquel cuento me introdujo, desde una casa de madera en una ladera hermosa, en el miedo como punto de vista. En el goteo de la sospecha. En la sensación de que “aquí está pasando no sé muy bien qué, pero no me gusta”. Y es precisamente el terror del que más disfruto. Lo cual me lleva, unos quince años después, a la segunda recomendación, que es otro cuento (más largo): No mires ahora, de Daphne du Maurier.

El mejor cuento de terror en que recuerdo haberme sumergido. Y lo gordo es que lo hice ya adulto (sin suspensión de incredulidad por razón de infancia), en plena pandemia (abril 2020) y en un bache lector del que todavía no he salido a pesar de Daphne (ver respuesta a la pregunta 3).

“No mires ahora – dijo John a su mujer– pero hay un par de ancianas un par de mesas más allá que están intentando hipnotizarme.”

Así se las gasta en la primera frase de todas. El resto del relato consiste en estrujarte el corazón y la tripa a base de situaciones que podrían ser avatares corrientes (corrientes como una casa de madera sin pintar en una ladera hermosa) o… ¿Brujería? ¿Culto a algún demonio? ¿Locura? ¿O está todo bien y me estoy obsesionando? Qué angustia…

Es un poco como Hereditary (sin parecérsele en la trama), pero con más mérito: si es fácil crear atmósfera a base de segundos planos, música, detalles, etc., el texto escrito pone inevitablemente el foco sobre algo. ¿Cómo puede haber sutileza en eso? ¡Pues puede!

Lucyna Adamczyk: Neil Gaiman – «Sandman»:

Para mí, Sandman es uno de esos cómics cuyo fenómeno es difícil de describir, así que simplemente os diría: “Leedlo y lo veréis por vosotros mismos”. El protagonista del cómic es una criatura atemporal, el Rey de los Sueños, que da forma y supervisa los sueños y las pesadillas humanas. En torno a este enigmático personaje, Gaiman ha tejido una historia verdaderamente extraordinaria, en la que los cuentos de hadas, la poesía y el humor se entrelazan con el misterio, la locura y el terror real. No es fácil describir el talante y la atmósfera de este cómic. Lo que es seguro es que es muy, muy sugerente. Estos cómics son realmente extraños y transmiten los sentimientos e impresiones exactos que pretendía el autor. En Sandman, si la narrativa sugiere que algo es hermoso, tú como lector también puedes sentir esa belleza, y cuando tú y el protagonista llegáis a un lugar en el que se han desatado peligrosas fuerzas sobrenaturales, realmente te estremeces.

El estilo de dibujo también encaja perfectamente con esta historia: enfatiza su naturaleza de cuento de hadas y surrealismo y fortalece el ambiente de misterio contenido en el guion.

Ray Bradbury – “La feria de las tinieblas”:

Este libro es el arquetipo de una historia que combina la nostalgia, el fin de la infancia, la fantasía y el horror. Es conmovedor, delicioso y aterrador a partes iguales. La forma en que retrata la infancia, la amistad sincera y juvenil, y el amor entre padre e hijo están maravillosamente descritos. La feria resulta colorida, mágica, fascinante y, de pronto, también es aterradora. El poder de la palabra es abrumador en esta obra. Cada gesto, sombra, murmullo, pensamiento, todo sirve para alimentar nuestra imaginación. Si agregas a esto la atmósfera de una ciudad estadounidense de provincias y recuerdas ese momento especial en tu vida cuando tenías 13 años y el mundo parecía un pozo de secretos esperando ser descubiertos lo que resulta es una hermosa historia que nos habla del paso a la edad adulta pero en la que hay algo maligno que parece aguardar en su trasfondo. Ese algo maligno… Mejor no revelo nada. Y no, esto no es solo una novela para niños. Es un clásico.

¿Preferís lo sobrenatural como elemento principal en el desarrollo de la literatura de Terror?

Juan: Me gusta todo tipo de terror, pero me sigue inquietando aquello que no vemos, que se insinúa del modo que sea. Y si ha de mostrarse “algo”, que sea en su justa medida. Me aburre cuando me dan excesivas explicaciones y no dejan jugar a la imaginación.

Laura: Si en sobrenatural podemos meter a vampiros, zombis y fantasmas, definitivamente sí. Me encantan todos los seres fantásticos. Sin embargo, el terror psicológico en el que es el humano el peor depredador me parece también muy potente. Al final nada da más miedo que algo que podría pasar.

Nicolás: Como puede deducirse de mi respuesta a la pregunta 1, rotundamente no. El elemento principal es el propio miedo por empatía con el o la protagonista. Puede ser miedo a lo sobrenatural… o a cualquier otra cosa.

Yo (supongo que tú tampoco) no creo en los fantasmas. Pero me daría miedo dormir solo, de noche, en una casa abandonada o en el Madame Tussaud’s de Londres. Me daría miedo por la posibilidad del fantasma, por la espera, la sospecha,… por lo que viene antes de lo sobrenatural. El miedo precede a lo sobrenatural.

De hecho, me irrita bastante esa moda de sistematizar y racionalizar lo sobrenatural en la ficción: “se escuchan voces porque los sucesos traumáticos dejan una huella en el lugar donde se produjeron, y por medio de este aparato podemos comunicarnos con la vibración maldita”, bla, bla, bla). Si me das tantas explicaciones, ¿qué hay de sobrenatural?

Lucyna: Sí. El elemento sobrenatural hace que la historia sea mucho más atractiva porque requiere que el lector tenga un cierto grado de imaginación y la capacidad de desprenderse de la vida cotidiana. Imaginar a un ser sobrenatural que vive en el mundo real e interactúa con la gente ha dado a las novelas que he leído una rica capa de significado y ha permitido que me pueda identificar con las moralejas de esas historias. La mayoría de los personajes sobrenaturales en la literatura de Terror también representan algunas de nuestras preocupaciones fundamentales y es en parte eso lo que hace que conecte de manera especial con ellos. Algunos son ejemplos de nuestra propia crueldad como sociedad. Siempre me ha gustado extender mi mente hacia el nuevo mundo con las reglas y peligros que llevan asociados. Me gusta meterme en la imaginación de alguien, observar y descubrir los mundos nuevos que ha creado y realmente no tiene mucha importancia el género literario en el que aparezca el elemento sobrenatural.

¿Cuál es vuestro concepto de ‘monstruo’?, ¿qué características le atribuís en vuestro imaginario?

Juan: Mi monstruo preferido suele ser aquel que está bajo la piel de los humanos, que brota de una forma u otra para estallar sin compasión. De esta idea surgió mi novela “Neopiel” y los distintos “monstruos” que habitan entre sus páginas con Cástor Belafonte a la cabeza.

Laura: Un monstruo para mí es algo medio indescriptible, algo que acecha desde las sombras y que genera un pánico primordial en quien lo percibe.

Cualquier cosa a la que le puedas «atizar» pierde un poco el encanto.

Nicolás: Me fascinan los monstruos desde niño. Los dibujaba sin parar y en los rappers (¿os acordáis? Los tazos de metal que vendían en los quioscos) eran mi colección favorita. Por lo tanto, mi concepto de ‘monstruo’ no puede ser un monstruo.

El monstruo sería, por ejemplo, la muerte de un ser querido. De niño, cuando disfrutaba con los monstruos, me angustiaba el ruido de las ambulancias en el patio de recreo. Las sirenas me hacían temer que les hubiera pasado algo a mis padres (esto, por cierto, inspira parte de un relato que escribí para Altavoz Cultural).

El monstruo también es dejar de disfrutar con aquello con lo que solías disfrutar. Dejar de verle la gracia a las cosas. Un zumbido en el oído que ya no te deja leer como antes.

¡Y la envidia!

Lucyna: El mal se esconde en nuestra vida cotidiana, en los rumores que se crean entre la gente que se mueve por nuestra ciudad, en las calles oscuras. Sin embargo, los monstruos que pueden hacernos daño no solo habitan nuestro entorno. El lugar donde a menudo se esconden es nuestra propia mente.

A veces, el miedo, nuestras emociones y nuestros pensamientos pueden atraparnos en lugares muy oscuros. Lugares donde nos sentimos perdidos y sofocados por nuestros propios demonios. Los libros que retratan este viaje en el que tomamos contacto con nuestros propios monstruos y en el que de alguna manera intentamos conocerlos, vencerlos y regresar a la superficie libres de sus cadenas, son para mí un ejemplo del concepto del monstruo que yo tengo.

Cuanto menos sepamos lo que un monstruo puede y no puede hacer, mejor. Es esta imprevisibilidad la que afecta al poder de la imaginación.

¿Qué colores identificáis principalmente en la expresión del Terror? Sin que esto os influya, ¿qué os sugieren, uno a uno, el rojo, el negro y el blanco?

Juan: Pues precisamente los tres colores mencionados. Y con ellos jugó Hector R. Asperilla para ilustrar las láminas interiores de “Neopiel” a petición mía. «Me gustaría que tuvieran una escala de grises con motas rojas» es cuánto le pedí. Para lo demás, total libertad creativa. Y es que el negro nos lleva a la oscuridad, y es ancestral, es pánico instalado en las células de la humanidad. El rojo, pues qué voy a decir: sangre, violencia, pecado… Y el blanco; el blanco es una pureza sibilina y de doble rasero, que traiciona y confunde para atrapar en nefastas telas de araña. Aunque no desdeñaría un color peculiar: el verde; nos remite a bosques y pantanos, selvas y mares mitológicos. Y a suciedad, mohosa suciedad.

Laura: Al terror le doy el negro, sin duda. En la oscuridad todo humano se vuelve vulnerable y puede pasar a ser presa.

El rojo me sugiere sangre y dolor, enfocado al terror. Pero también es seducción.

El negro ya he comentado: oscuridad. También va de la mano de la elegancia.

El blanco es claridad, luz, el fin del camino donde todo va bien.

Nicolás: Uno de mis mejores amigos tuvo una pesadilla que consistió en encontrarse sin cuerpo, solo pensamiento, encerrado en un vacío de color verde. En el tiempo que duró el sueño (que para él fue mucho), tuvo la idea lúcida de que aquello tenía que ser la muerte: estar eternamente pensando, y solo pensando, rodeado de verde.

Creo que es evidente que el verde es la expresión del Terror.

El rojo es la sangre y la pasión. Al conjugar lo violento con lo sensual, creo que el rojo acaba simbolizando el pecado.

El negro sería la nada si no fuera porque la nada es verde, como hemos dicho. Así que el negro es lo desconocido. Al encender la luz puede desvelarse lo mejor… o lo peor.

El blanco también podría ser la nada, pero la nada es verde, repito. La conexión que establezco entre el blanco y el terror se da principalmente a través de los hospitales. Así que el blanco sería la enfermedad.

Y la muerte es verde.

Lucyna: El Terror sabe abrumar los sentidos. Lo identifico con el rojo, el negro, el blanco, el amarillo y el azul oscuro.

El rojo para mí sugiere sangre, muerte, confusión e inseguridad. El blanco y amarillo son un símbolo de inocencia y esperanza. El negro y el azul oscuro evocan el miedo y la posibilidad de manipulación del lector por parte del autor, haciéndonos creer que las cosas son de una manera distinta a cómo las vemos.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s