-2Cabezas-

   Reposa en la vitrina sombría y metálica de 2Cabezas un elemento reluciente que despide llamas y rayos: Alberto Sepúlveda ofrece cual buhonero un elixir oscuro para gaznates sedientos de potencia, fuerza, justicia, vísceras, sangre, triunfo social.

   Thirsty Dancing es una detonación en las bases colúmnicas del poder más rancio, fachoso y desgraciado. El término reivindicación resulta demasiado leve y superficial: la propuesta de Sepúlveda es tan contundente como bella, plagada de detalles estéticos, momentos de frenesí ensangrentado, catarsis para quien lo lee con el alma abierta y roja.

   Dos son los cuentos que magistralmente vinculados implosionan dentro de sus unificadoras páginas: inaugura La sed y concluye Después, bailar, segmentos complementarios de una creación firme, a la que no le falta ni le sobra absolutamente nada. Vamos a comenzar con la historia del fascista bueno, fascista muerto, con ese general castigado, reventado por ese personaje que, desde su enormérrimo deseo de engrosar su gorro rojo, nos ha cautivado en formas y pretensiones. 

      La sed

   Desarrollado en tercera persona, este primer cuento narra el presente episodio de caza integrado en la hoja de ruta de un demoledor exterminador de malnacidos verdugos fascistas. Iniciada en marcha, coche parado a aledaños de la nueva ubicación destinada, la historia avanza con un sigilo y una tensión contenida cuyo mantenimiento responde a una admirable maestría del autor. 

   Nuestro protagonista de otra dimensión, procedente de más allá del horizonte, mar y país entero mediante, se introduce imperceptiblemente en la hacienda de un veterano alto mando militar: nada más ni nada menos que el carnicero de Badajoz. 

   Armado con una implacable pica y gobernado por un insólito gorro rojo, de apariencia vampiresca a mismo tono grisáceo y fisionomía característica pero menor tamaño prototípico -más duende que nosferatu-, feroz en sus ojos, crispador desde las sombras, experto, perfecto en paciencia, estrategia y sadismo. Así es el esperpéntico matafachas: se proyecta invencible, pérfido, superior, inmortal.

   Es de noche, dentro disfrutan de la cálida velada el condecoradísimo general y su mujer. La chimenea es la estrella de la estancia. La lectura de noticias en el periódico salpica recuerdos y pervivencias intolerables entre eventos, medallas, orgullos y Yagües varios. Pincha pupilas con muy diferentes sabores entre la curiosa esposa, el sacapecho brillante de su marido, tan nostálgico y emocionado, y nuestro héroe y nosotros mismos. Suena con ello la alarma. La primera.

   El jardinazo enterrador de vida cruelmente segada será testigo de la segunda. De la definitiva. Hacia allá camina una juguetona pareja. El infinito celestial y el crudo reparto más terrenal de agujeros cosidos a balazos representan las fotografías estáticas que envuelven la atmósfera de una ocasión mágica para el acto mancillador supremo: lo más asqueroso que hemos contemplado en cientos de libros, apenas empatado por ciertas escenas de El Enviado -de Miguel Babiano, también en el hogar de 2Cabezas-. Desvelemos solo la fusión de líquido dorado y tierra cadavérica pisada. ¡Desátese la furia!

   Asistimos al ataque de nuestro guardián de la memoria: una escena brutal, exquisita en su violencia, su componente tétrico y su genial tono jocoso, con esas risas de ultratumba ocupando sus oídos, con ese burdo intento de huida por parte del general que no hace sino incrementar más el placer al convertir el combate en caza. La tormenta de sangre alimenta el gorro rojo y abastece de calor, buen gusto y felicidad al monstruoso salvador y a nosotros sus espectadores. Se acerca el amanecer como se acerca el regreso de su transporte.

   Aquel coche aparece para dirigirle hacia su siguiente equis en el mapa. Un final de postal con textura cinematográfica que nos conquista y deja alto el listón de un primer bocado que nos ha sabido muy, muy original, entretenido, emocionalmente tremendo y escrito de modo magnífico.

   El estilo del autor es preciso, lírico en ciertas coordenadas descriptivas, ideal en el acompañamiento de los sucesos, un estilo que conecta con naturalidad y solvencia desde lo equilibrado, lo lúdico-terrorífico y lo expresivamente anímico. Esta manera de vestir el texto tendrá una igualmente fabulosa extensión en nuestra siguiente parada, en la que danzaremos hasta desfallecer.

      Después, bailar

   Compartido también en tercera persona, su localización es aún más cronística: viajamos a Maastricht (Países Bajos) en una noche de abril de 1278. Juan I El Victorioso, duque de Brabante, gobierna desde su palacete con la bandera de la tiranía ondeando a todo trapo un pueblo destripado por la opresión y desmembrado por la vergüenza.

   Como los mejores planes surgen de bares, la taberna será el cuartel general de la genial idea aún medio broma: esa propuesta de asaltar el hogar noble y arrasar con la vida de cuantos culpables se hallen allí, muy especialmente la del antagónico duque. Lo colectivo se zampa lo individual y la masa sustituye a aquel ser solitario -casi sicario- que machacó al carnicero de Badajoz. Doscientas personas se levantarán.

   Progresa nocturna la cada vez más numerosa marabunta siguiendo el curso del río Mosa en su escalada hacia la consecución de la venganza contra el totalitarismo. Antes de ser bañados por el amanecer, los habitantes de Maastricht acechan ya el temeroso escondrijo del duque y su familia. 

   Irrumpen en busca de los tres miembros privilegiados, atropellando como un unitario monstruo de múltiples aristas cuanto aparece ante sus pies. Recluidos, espantados pero aún arrogantes, duque, duquesa y heredero se pertrechan frente a la inminente fatalidad. Daga en mano, el máximo responsable del ducado da un paso al frente para atajar la rebelión. Sin titubeos, es contrarrestado por el que da una tejedora, primera heroína identificable del bloque. Logran apabullarlos y, desnudos integralmente, los trasladan al inmenso patio. 

   La tejedora será también la primera ejecutora: degollará de manera atroz el gobierno del ya-no-muy-victorioso. Le secundará un animado herrero, que continuará jerárquicamente con la mortificada saga. Fuera de cámara, la tercera cabeza, la más pequeña de todas, será la última en rodar. Tres nuevas compañeras en la faldriquera colectiva: ¡ahora toca celebrar! 

   La muchedumbre aprieta aún más su carne y se funde ineludible en un gigantesco ente jubiloso, ruidoso, irrefrenable, liberado por el grandioso objetivo de la gloria redentora conseguida. No caben en su propio cuerpo y necesitan respirar aire nuevo fuera de los límites de su localidad. La alegre procesión llega al puente sobre el río Mosa y ¡baila!, ¡baila como jamás había bailado!

   La versión más tragicómica que recordamos del concepto de dulce muerte. El río será el cementerio. Con la caída del puente nace la leyenda. Dicen que desde su moderno sustituto se pueden apreciar inconfundible cierto trébol cabezudo. Lo demás es misterio, catástrofe y pedazo de historia.

   La fortaleza entre el binomio formado por la violencia y la belleza adquiere en este cuento un grado extraordinario, incluso más elevado que el exhibido en La sed. El principal motivo de este mínimo ascenso del sobresaliente al sobresaliente con asterisco radica en la propia confección del portador de la acción capital: ese pueblo de doscientos corazones muestra desde su autonomía y su valor una determinación inapelable, mientras realiza una coreografía espectacular de taberna a puente. Cuánto gozo.

     Thirsty Dancing es un tesoro que rebosa riqueza. Su pareja de cuentos es tremendamente entretenida, intensa, necesaria. Sepúlveda se destapa como un narrador estupendo, convincente, hábil, pulcro en tempos y cantidades de gris social, negro horror y rojo cruento. Alabamos y avalamos su destreza y nos quedamos con ganas de más fuera de este fascinante artefacto cosechado en el indescriptible huerto de 2Cabezas: la editorial favorita de tu editorial favorita.

Altavoz Cultural

ENTREVISTA A ALBERTO SEPÚLVEDA

Quisiéramos comenzar sabiéndolo todo de Thirsty Dancing como artefacto bicéfalo: ¿cómo surge el hilo argumental que justifica la unión de ambos textos en un mismo espacio?

Antes de nada, me gustaría agradecer a todo el mundo que está leyendo el Thirsty Dancing. Gracias también a Altavoz Cultural por interesaros en mis dos cuentitos. Me hace una ilusión tremenda cuando veo que mis historias son leídas. Y gracias, un montón de gracias, a 2Cabezas por el buenísimo trato que están teniendo conmigo en todo momento, un amor enorme para la labor literaria y combativa que llevan a cabo ❤

Cuando pienso en el hilo argumental del Thirsty Dancing siempre me surgen dos palabras: venganza y dignidad. Creo que ambos cuentos se construyen en torno a esos dos conceptos. Después, sin duda alguna, tienen en común que ambas ambientaciones son históricas. Y, por último, un toque pulp que funciona como líquido viscoso aglutinador, y que creo que se respira en la propia edición, muy de literatura de quiosco. Creo que el Thirsty Dancing podría ser justo eso: dos cuentitos de terror histórico un poco pulperos sobre venganza y dignidad.

¿Cuál de los dos cuentos que lo conforman, La sed y Después, bailar, fue creado antes?

El proceso de escritura de los dos cuentos fue un poco como un bumerang. Todo comienza con Después, bailar. Más o menos hará un año empecé a escribir el cuento al leer un libro de La Felguera (La facción caníbal: Historia del vandalismo ilustrado, de Servando Rocha, que es un librazo espectacular) y tirar del hilo de una anécdota histórica que allí se cuenta. Cuando terminé la primera versión, yo veía que tenía algo guay y potente, pero no me terminaba de convencer y lo dejé reposar. Meses después me surgió la idea de La sed, que es una historia pulp algo más clásica, por así decirlo, pero con ese punto de vista histórico que me parecía un juego muy divertido de escribir. Cuando terminé La sed lo mandé a 2Cabezas y vi que había una conexión directa con aquel relato que tenía un poco aparcado en el cajón, el cual rescaté y también mandé al editor. Juntos lo corregimos hasta convertirlo en lo que ahora es Después, bailar.

¿Qué referencias visuales, de cine, de literatura, trabajaste en tu laboratorio mental para crear el ser grotesco e insaciable que protagoniza La sed?

Me gustan bastante los duendes. Los goblins, los trasgos y los trolls. Me gustaría mucho leer más historias sobre duendes, goblins y trolls, tanto en fantasía como en terror. Ya que estoy aprovecho y hago un llamamiento para que me recomendéis libros de trasgos y goblins. Yo quería que mi ser vengador, mi monstruo antifascista, fuese una especie de duende sanguinario. Un día, no recuerdo muy bien cómo, me topé con una carta Magic que me flipó (Murderous Redcap, se llama). En esa carta aparece un ser bastante similar a cómo imagino yo al duende de La sed. A partir de esa carta, investigué un poco y descubrí que existen unos duendes escoceses, llamados redcap, que se dice que moran en castillos ruinosos donde en algún momento se derramó mucha sangre, principalmente en la frontera entre Escocia e Inglaterra. Hay un montón de este redcap en mi duende (su sediento gorro rojo, por ejemplo). Más allá de estas referencias, me gusta pensar que cada lector y cada lectora pueden hacer un poco suyo al ser vengador del cuento, de imaginar sus orígenes y sus ambiciones.

¿Qué te llama la atención particularmente del contexto de venganza -personaje del general y su vil historia respecto de Badajoz- de entre tantísimas historias que por desgracia podrían haber sido objetivo de nuestra criatura justiciera en La sed?

Me resultó complicado concretar el escenario del cuento de La sed. Sabía que quería ambientarlo históricamente en el primer franquismo y que el personaje del militar tenía que ser un personaje reconocido. Por otra parte, temía que el relato pudiera resultar condescendiente con las víctimas y su memoria, por lo que lo tomé todo con mucha calma. Un día, en una charla entre colegas, alguien habló sobre la matanza de Badajoz, liderada por el general franquista Juan Yagüe, al que apodaron como “el carnicero de Badajoz”. Yo no soy historiador, hablo de esto desde la curiosidad y el respeto, pero no desde el conocimiento. Yo sabía de la batalla de Badajoz y la posterior represión, pero me quedé bastante roto escuchando los niveles de brutalidad y criminalidad con los que los fascistas sometieron a la población. Si no me fallan las cifras, se ejecutaron a unas 4000 personas en cuatro días y todavía hoy para muchas familias pacenses el nombre del general Yagüe produce un dolor y una rabia tremendas. Creí que el general Yagüe, fascista a reventar y nombrado ministro del Aire tras la Guerra Civil, era el militar idóneo para que el ser vengador del cuento comenzase sus andaduras.

De la figura única perseguidora al gran personaje colectivo que amenaza a la nobleza tirana en Después, bailar: ese pueblo de Maastricht tan poderoso y entregado a su revolución. Cuéntanos su mayor secreto: ¿cuánto tiene la trama de leyenda, cuánto tiene de invención, qué poso histórico tomas para su construcción?

Esto que me preguntáis me parece lo más guay de haber escrito el Thirsty Dancing. ¿Cuánto de verdad histórica hay en los cuentos? En ambos relatos hay un falseo de la Historia, que es algo que me encanta encontrarme como lector. Soy un fan declarado de las novelas de Wu Ming. Q, que publicaron todavía con su seudónimo anterior, Luther Blissett, me parece una maravilla. También la última, Proletkult. Y sin duda alguna Terroristas modernos, de Cristina Morales. Incluso, desde un tono completamente diferente, La hoguera pública de Robert Coover. En todos estos libros yo nunca he sabido del todo cuánto de verdad y cuánto de invención hay, y al final creo que me acaba dando un poco igual porque la intención de la novela sobresale por encima de la veracidad de lo narrado. Hace años probé a escribir un relato breve similar, falseando un episodio de La Comuna de París, y me gustó un montón el proceso. Yo quería que con los dos cuentitos del Thirsty Dancing pasase algo parecido, y desde luego que he disfrutado mucho escribiéndolos.

Más allá de eso, sí que hay un poso histórico en Después, bailar; mucho más que en La sed, que es plena invención más allá del contexto y el personaje del general franquista. Vuelvo de nuevo al libro editado por La Felguera, La facción caníbal. Es allí donde leo que en 1278, en Utrecht (aunque yo lo cambio a Maastricht porque las fuentes varían entre ambas ciudades), un montón de ciudadanos empiezan a bailar enloquecidos encima de un puente, haciendo que el puente se derrumbe con ellos encima. A mí me fascinó este hecho tan trágico y sublime y quise saber más, sobre este y otros casos de coreomanía. A raíz de ahí yo intento construir una trama que es pura suposición ficcional. Bailar se bailó. ¿Por qué? Yo solo especulo.

La escena del clímax bailongo es sublime. ¿Qué habría hecho ahí entre toda esa masa dinámica Alberto Sepúlveda si hubiera sido uno de sus doscientos integrantes?

Me considero una persona vergonzosa. Quizá no muy tímida, pero sí con miedo al ridículo. Creo que si yo hubiera formado parte de esa multitud hubiera bailado sin demasiado aspaviento. Unos movimientos de cadera y brazos sencillos, nada fantasioso. Seguro que habría acabado contagiándome del éxtasis popular, eso seguro. Me gusta mucho cuando en un grupo todas las personas comparten, casi siempre durante no mucho tiempo seguido, una especie de bruma emocional común. Cuando miras las caras y todos los ojos brillan parecido porque se están fundiendo en un solo ser. Creo que en la muchedumbre de Después, bailar hay mucho de eso. Rabia compartida, necesidad de justicia popular. Me gusta imaginarme dentro de la multitud danzante, fascinado y acogido.

¿Cómo acaba Thirsty Dancing publicado por 2Cabezas? ¿Qué primera impresión estás percibiendo que deja entre sus lectores?

Yo conozco 2Cabezas a raíz de twitter. Me gustó mucho lo que hacían y leí un par de títulos. Luego llegó el Antifastopías, una antología en la que participaban varias autoras y autores que yo respeto mucho y cuyos relatos suelen gustarme. El Antifastopías me moló un montón y fue cuando vi que lo mismo yo podía mandarles algo para que valoraran su publicación. No hace mucho, a finales del verano pasado, en un mercadillo de fanzines y edición independiente que se monta de vez en cuando en La Maripepa, yo fui a por un par de fanzines y me compré El enviado, de Miguel Babiano, también de 2Cabezas, y básicamente ya pregunté si podía mandar algún relato. Y bueno, siempre agradecido por darme la oportunidad.

Respecto a cómo veo que está siendo acogido el Thirsty Dancing, me gusta mucho una opinión general que voy percibiendo. La gente me dice que el libro es cuqui pero peligroso, y la verdad es que eso me encanta. Esa edición de bolsilibro, como dije antes muy de literatura de quiosco, esconde dentro dos textos que me gusta pensar que tienen cierta fuerza antifascista. Creo que la gente está leyendo los cuentos bajo esa lupa y eso me pone muy contento. Por ahora conozco las opiniones de gente cercana, de amigos y amigas y de otras autoras y autores con los que comparto textos y lecturas. De momento el Thirsty Dancing solo me da alegrías. Ojalá que continúen viniendo.

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