Querido Juan: 

Hay montañas de papel arrugadas bajo el ala izquierda de una paloma.  

Hay gravedades en lo alto que pronuncian las consonantes de tu apellido con las mismas  cuerdas de parque.  

Hay tinta en la piel que se sienta y reza por curar heridas y otra que prefiere la piel del  desollado.  

La salud mental está sobrevalorada, querido Juan, cuando la distancia entre vocales crea un  camino de cristales rotos y desesperados. 

Gracias por el verde y rojo de tu bandera, que no dejan de ser pigmentos molidos sobre tela  gastada a la que tú le pones el acento.  

A veces la vida cuesta; a veces el páramo encoge y la carcajada se suelta entre las cuerdas  flojas.  

Poco se habla del peso del escritorio del autodidacta respecto a la pluma.  Poco se habla del gallo del oro y de la altitud de tu terreno.  

Gracias por darnos el 52.  

Atte.:  

Tus fieles regionales. 

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