Por

Ghetto Blaster

Saludos, querido lector, querida lectora. Después de un mes de “descanso”, aquí estoy de nuevo. Llevaba dando vueltas a esta sección los dos meses que se han extendido desde la última. Hoy vengo a hablar, mejor tarde y bien que pronto y mal, del último disco de Kendrick Lamar, Mr. Morale and The Big Steppers. En un principio pretendía traer la review, pero finalmente me he decantado por algo más personal.

Empecé a escuchar a Kendrick allá por 2016. Empecé por King Kunta, de ahí al disco entero de To pimp a butterfly y después a good kid, m.A.A.d city y Section.80. Como buen friki me enamoré de su storytelling, de sus referencias, de todo lo que había detrás de sus letras… Nosetalgia, su colaboración con Pusha T en su disco My name is my name, es el perfecto ejemplo de esto y en mi opinión uno de los mejores temas de rap de la historia en todos sus aspectos. Y aunque esta maestría lírica es lo que más me gusta de Kendrick, creo que se ha convertido en su mayor lastre. Enseguida vamos con eso.

Recuerdo cuando en 2017 salió DAMN. Fue criticadísimo, lo pusieron a caer de un burro. Leía cosas como que después de la carga social de sus otros trabajos cómo podía haber sacado un disco tan… ¿comercial, mainstream, vacío de contenido? Creo que todas esas cosas dijeron. A mí me pareció un discazo y el tiempo me ha dado la razón: leía hace poco en Twitter a varias personas reflexionar sobre lo bien que a DAMN le ha sentado el paso de los años.

¿Y a qué viene todo esto, Mikel? Pues viene a sentar un contexto para desarrollar el punto de esta sección. Ha llegado el momento y lo voy a decir: Mr. Morale and The Big Steppers no me ha gustado nada. Nada en absoluto. No me gusta porque lo he sentido como un disco insufriblemente pretencioso por la combinación de una serie de factores. Por un lado, siento que todo lo bueno que hay en Kendrick está presente en este disco, pero de manera muy forzada. Puedes coger good kid o TPAB y pensar que esas letras merecen realmente estudiarse en la academia. Pero no son letras escritas para ser estudiadas. Son letras con alma detrás. Mr. Morale es un disco pretendidamente artificioso, más pareciese hecho para analizarlo que para sentirlo. ¿Debido a las críticas a DAMN? No soy quién para afirmarlo.

Por otro lado, escucho a un Kendrick engrandecido por su audiencia hasta el punto de creerse realmente lo que dicen de él. Y, aunque parezca imposible, los ultras de Kendrick son aún más fanáticos que los de Kanye, que ya es decir. Hace años, tras mucho tiempo sin noticias de Kendrick, apareció un link en su cuenta de Twitter que llevaba a una web con un mensaje que me hizo temer por sus delirios de grandeza. Su cacho en Family ties el pasado verano agravó estos pensamientos, pero le escuché bastante en forma. Al final alejé estos temores con el anuncio del disco y cuando tras el lanzamiento lo empecé a escuchar con ansia, a pesar de la fatídicamente profética portada. Hasta que llegué al séptimo track y lo quité, totalmente decepcionado. Me costó mucho escuchar el disco entero por primera vez.

Y sí: es verdad que no todo es malo. Objetivamente no es un mal disco y la producción es soberbia. Crown y Mother I sober me parecen muy buenos temas y Auntie Diaries está a la altura del mejor Kendrick Lamar que hemos tenido. Pero no puedo dejar de pensar que el emperador se pasea desnudo. Parafraseando a Hanif Abdurraqib, autor de Go Ahead in the Rain: Notes to A Tribe Called Quest, ser bueno es fracasar si has sido el mejor tres veces seguidas.

En fin, hasta aquí lo que pienso sobre Mr. Morale and The Big Steppers. Cuidaos mucho, bebed mucha agua y cuidado con el calor. Nos leemos el mes que viene. Abrazos.

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