Bienvenida, querida Irene, a Altavoz Cultural. ¿Cómo deseas presentarte ante nuestra comunidad? ¿Qué pasiones e intereses constituyen, principalmente, tu vida?

Ante todo, gracias por la acogida en vuestra comunidad, es un placer para mí. Me dedico profesionalmente a la traducción y es un trabajo que podría decirse que forma plenamente mi vida. Disfruto mucho traduciendo. Hago traducciones de muchos tipos de documentos, no solo editorial o literaria, y la verdad es que aprendo con todo, es una bonita forma de habitar o deshabitar el mundo, es decir, de abstraerme. Además, como traduzco de varios idiomas, también es una forma de dejar un poco el mundo en castellano y pasarme a otros países, habitar sus miradas y sus perspectivas. Te abre la mente. También disfruto mucho leyendo, tanto a autores o autoras contemporáneos como a los clásicos. No me canso de descubrir autores y autoras y suelo leer un poco de todo, pero hay géneros que me gustan más que otros. En particular me gusta mucho el relato breve. Aparte de traducir y de leer también me gusta mucho escribir, y me he decantado precisamente por el relato breve, pero no descarto explorar otros géneros en mi escritura. Otra de mis pasiones o aficiones es la danza, pero eso se sale un poco del tema aquí. La música, la cocina, la naturaleza. Tampoco concibo mi vida sin eso.

¿Cuándo y cómo conoces la Literatura? ¿Cuáles son tus primeros pasos como autora?

Esto es muy difícil de precisar. Solo recuerdo que mi padre me enseñó a leer con los libros Micho antes de ir al colegio, tendría tres años. Después de eso no paré de leer cuentos y más cuentos de pequeña. Ese sería mi primer contacto con la literatura. Las colecciones de El barco de vapor eran mis preferidas. Mi padre nos enseñó a tener una biblioteca cuidada y nos compraba un libro nuevo con mucha frecuencia, que nos dejaba elegir a mis hermanos y a mí. De adolescente ya llegaron otras lecturas, Rayuela de Cortázar, Metamorfosis de Kafka, En la carretera de Kerouak, Rebelión en la granja de Orwell, entre otras.

Mis primeros pasos como autora tampoco están muy definidos. Creo que he escrito desde que sé escribir. Tenía un diario y siempre que necesitaba sacar algo lo escribía. Esa costumbre la tuve desde muy pequeña. También creaba cuentos completos y los grapaba en folios y cartulinas siendo muy niña. He seguido escribiendo durante toda mi vida, aunque en algunas etapas de forma más productiva que en otras. Algunas veces publiqué en revistas, y tengo también dos fanzines autopublicados, pero la escritura siempre supuso algo muy secundario. No ha sido hasta el mes de octubre pasado que he decidido que la escritura se podría convertir en una rutina y cada semana escribo desde hace varios meses y eso se nota mucho en el resultado, claro. Para escribir bien hay que escribir mucho. Intento que mi vida artística le vaya ganando un poco de terreno a la profesional, pero eso es difícil de alcanzar. De todas formas, estoy en ello y creo que va bien encaminado.

¿Cómo dirías que dialogan tu dedicación profesional al ámbito de la traducción y tu faceta como autora? ¿Cómo crees que se alimentan entre ellas?

Se alimentan muchísimo. Beben constantemente unas de otras. Sin leer no puedo traducir bien. Para traducir bien una obra literaria o de ficción tienes que saber qué es lo que se produce en el mercado, y para eso tienes que leer. Para escribir es exactamente lo mismo. Cuando traduzco estoy creando un texto publicable con un guion, el texto original. Para escribir es exactamente lo mismo, pero sin un guion. Escribir me da mucha más libertad para jugar con elementos como el ritmo, las palabras utilizadas, las rimas o cacofonías. En la traducción estás muy limitada al texto original, tienes que serle fiel, pero a la vez tienes que conseguir que se lea bien y fluido.

Ahora que me preguntáis esto, creo que empecé a escribir más en serio cuando empecé a traducir literatura, en concreto empecé traduciendo relato. Cuando terminaba la traducción de un relato me daba cuenta de que lo había creado yo, pero con el estilo y las ideas de otra persona, y yo quería crear escritos con mis ideas y mi propio estilo. Entonces empecé a escribir por mi cuenta. La técnica ya la tenía, solo me faltaba añadir mi toque personal, mi voz. Es muy bello cómo dialogan entre ellas estas dos artes.

¿Qué grado de relevancia les otorgas a los cursos, certámenes y demás formatos destinados a fomentar la creatividad, el oficio de la escritura?

Cuando decidí crear una rutina también decidí empezar un curso de relato breve. Sé que hay autores y autoras que no les encaja en su forma de ser, que no les sacan provecho a esos talleres, pero en mi caso no fue así. Me parece muy útil tener una guía, saber la teoría, aunque no la apliques, sabértela. Eso ayuda mucho. También me ayudó mucho a seguir, porque en las clases te expones, expones tus relatos al profesor y a los compañeros y ellos te hacen comentarios que te ayudan a seguir y a cambiar cosas que tú sola no ves. Me parecen muy productivos.

En cuanto a los certámenes, me he presentado a unos pocos y creo que te sirven para tener tu obra al día. Cuando presentas un texto a un certamen no es lo mismo que cuando lo escribes para ti misma. Entonces te ayuda a tener tu obra impoluta, aparte de que si te lo conceden te da visibilidad, te anima a seguir y, en algunos casos, te da un poco de alivio económico para seguir creando tranquila. Por tanto, mi experiencia es positiva.

¿Cómo se gesta tu relato Infinito más uno, distinguido en la presente convocatoria de Altavoz como relato del mes de julio?

Pues siempre llevo una libretita conmigo para escribir lo que me llama la atención de lugares, conversaciones, personas por la calle, en los bares, en el transporte público. La verdad es que bebo de todo mi alrededor. La historia de que un niño encuentre a su periquito muerto en la basura de la cocina es una historia real, del amigo de una amiga. Estábamos tomando algo los tres y de repente contó esta historia y me pareció bastante poderosa, entonces la anoté en mi cuaderno. En este caso le avisé de que igual hacía un cuento. Esa nota quedó en mi cuaderno bastante tiempo. Cuando empiezo a escribir leo esa libretita antes porque me da inspiración, entonces lo vi y empecé a escribir, a ver qué salía. El tema del infinito también estaba escrito en esa libreta, y me salió solo unir esas dos historias. Así se creó el relato.

¿Cómo valoras el panorama literario actual? ¿Qué tres obras y qué tres autoras nos recomiendas?

Me parece que están saliendo obras muy buenas constantemente. Hay mucha publicación y eso es muy bueno. Lo único malo es que da ansiedad por abarcarlo todo, no se puede leer todo, más que nada porque no tenemos tanto tiempo de abarcar todo lo que se publica. Me encanta que las autoras se estén animando y esta nueva ola de autoras tan potentes. Me gusta que tengan voz historias bastante ocultas hasta hace muy poco. Entre mis tres recomendaciones dejo estas: Nerea Pallares, Los ritos mudos (Ed. InLimbo), Valeria Correa Fiz, Hubo un jardín (Ed. Páginas de espuma), Belén Palos, La voz esquiva (Ed. Edieciséis).

¿Qué proyectos tienes a corto y medio plazo? ¿Dónde puede nuestra comunidad encontrarte y seguirte de cerca?

Tengo proyectos en mente para traducir a autores o a autoras holandeses o flamencos, hacer informes de sus obras y presentarlos a editoriales españolas para su traducción. Eso es lo que más me ocupa en estos momentos y a lo que quiero encaminar mi trayectoria profesional.

Como autora estoy trabajando en una colección de relatos, que todavía está muy verde pero que ya va tomando algún tipo de forma. Mi idea es darle un empujón este verano y ver para dónde tira. De momento mis protagonistas son todas mujeres de diferentes edades y predomina un poco el diálogo interior o el monólogo, como el relato que me vais a publicar. Va un poco en esa línea. En cuanto a dónde me podéis encontrar, supongo que en Instagram, allí suelo publicar algunas de mis novedades. También tengo página web, por si me queréis contactar más directamente.

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