-autor de Las ciudades (Accésit del Premio Adonáis 2022 – Rialp)

¿Cuánto te han afectado, creativamente, los lugares que has conocido fuera de tu lugar de residencia a lo largo de los últimos años?
Los lugares en general tienen mucha presencia en «Las ciudades» como indica el propio título. Aunque mi lugar de residencia (Murcia región y Murcia ciudad) tal vez sea el que más peso tiene, también hay otros que van apareciendo en la lectura: Madrid (ciudad donde estudio), concretamente El Retiro, Santander (la familia por parte de mi madre es de Cantabria, por lo que hemos viajado muchas veces), Buenos Aires… Más allá de aprovechar el entorno urbano no por cuestiones puramente poéticas y de aspiraciones literarias del libro, en la mayor parte de casos (no en todos, como en los relativos a Villafranca del Bierzo o al río Ebro) se trata de espacios donde han tenido lugar muchas y muy importantes experiencias vitales.
¿Qué leías durante la confección del poemario?
Habiendo empezado a interesarme hace apenas unos años por la poesía y siendo mi primer libro, podría decir que prácticamente la totalidad de mis lecturas (al principio y durante bastante tiempo recomendadas —casi dirigidas— por el poeta Luis Escavy) hasta la confección del libro han influido en él. Si tuviese que destacar, diría la Comedia de Dante, los relatos y la poesía completos de Borges, la poesía de Julio Martínez Mesanza, de Amalia Bautista, de Luis Alberto de Cuenca, de Miguel D’Ors, de Víctor Botas… y «Otras nubes», de Guillermo Marco Remón.
¿Cuáles de tus obsesiones se han visto particularmente satisfechas, acaso purgadas, en Las ciudades?
Más que obsesiones, tengo mis gustos, mis preferencias, mis manías… (como todos, supongo). Por ejemplo, abogo firmemente por una poética muy concreta, basada —entre otras muchas cosas, algunas acaso más importantes incluso— en el uso de un lenguaje conversacional, aun coloquial —a excepción de ciertos términos tal vez más líricos, rehuyo de aquellos que nunca o con muy poca frecuencia se emplean en una conversación de amigos—, pero también evitando —tal vez de manera contraproducente— otros que son omnipresentes, como aquellos relacionados con redes sociales o tecnología —desde luego, forman parte de la vida cotidiana, pero del lado más frío o menos humano de ella a mi juicio—. O el uso de la métrica con una tendencia evidente hacia el endecasílabo única y exclusivamente motivada por mi gusto por la lectura con métrica y especialmente endecasilábica —aunque su ausencia en ningún caso desmerezca un poema—.
¿Qué es lo que más complicado te resulta de concluir un libro de poemas, de alcanzar ese punto en el que dices «Ya está»?
Tiene gran parte de misterio. En este caso, fue justo antes de enviarlo al premio, el mismo día de antes. De pronto, lo vi terminado. No sé, no tengo demasiada experiencia en ello teniendo un único libro, pero diría que tanto el concepto de obra como las circunstancias son lo más determinante: una parte de decisión y otra de providencia.
¿Cómo has vivido la experiencia Adonáis? ¿Sientes que el certamen logra generar una suerte de compañerismo que se perpetúa posteriormente ya desde la carrera individual de cada autor?
Ha sido una experiencia verdaderamente maravillosa, y me quedo corto. Todo lo que puedo decir no sería suficiente. Desde el mismo día de la gala —con otros amigos finalistas, acompañado de mi familia y de mis amigos, pudiendo conocer al jurado, todo ello en la Biblioteca Nacional…—, pasando por la publicación —indescriptible, no sé si por ser la primera— y por lo que ha supuesto todo ello —adentrarme más en la poesía, conocer a gente estupenda, personas a las que les gusta lo que escribo, tener la oportunidad de publicar en varias revistas, de acudir a lecturas, de presentar mi libro aquí o allá…—. De verdad que no podría abarcarlo todo. En cuanto al compañerismo, creo que eso va en las personas, pero en Adonáis —es una opinión personal— se cuida mucho, o al menos esa ha sido mi experiencia. Por ejemplo, desde el accésit y la publicación del libro, mi relación con Carmelo (Guillén Acosta, director de la colección) es muy especial, tanto a nivel literario como a nivel personal. Hemos coincidido en diversos actos (en la presentación de su último libro, En estado de gracia, en Murcia, presentado además por Luis Escavy, o en la inauguración de la exposición del 75 aniversario de Adonáis en el Instituto Cervantes de Alcalá de Henares), y he recurrido a él para varias cuestiones, encontrando siempre su predisposición, su ayuda y siempre su cariño. Con Nuria (Ortega Riba) y Félix (Moyano), compañeros de edición, he tenido la oportunidad de conocerles durante este tiempo, y puedo decir que son dos personas fantásticas, con quienes también he tenido la suerte de coincidir (presentando conjuntamente nuestros libros en la Biblioteca Regional de Murcia, acompañados por Carmelo, o acudiendo a la Feria del Libro de Madrid) siempre con mucha alegría.
¿Qué proyectos literarios tienes a corto y medio plazo?
Bueno, probablemente el más inminente es un libro sobre la presencia de la Región de Murcia precisamente en la colección y en el premio Adonáis. Me hace mucha ilusión por el cariño que le tengo a Adonáis —especialmente desde el accésit, como es lógico— y porque, además, en 2023 se cumplirán 80 años desde su fundación en la Editorial Hispánica de Juan Guerrero Ruiz, otro murciano. También hay un proyecto de segundo libro, diría que avanzado, pero estas cosas nunca se saben. Las salidas editoriales, siendo joven, son complicadas, y el sistema de premios, una tómbola. Tampoco tengo prisa. Estoy muy contento con «Las ciudades» y, por supuesto, aún sigo disfrutando de todo lo que me ha dado y sigue dando.