Tras cualquier obra se esconde necesariamente un arduo trabajo de investigación, pero es un hecho que el género histórico conlleva un nivel de meticulosidad mayor para no caer en el equívoco y garantizar, al final, uno de los tantos objetivos que puede llegar a perseguir un trabajo tan ambicioso: la representación de una etapa histórica concreta, ya sirva como telón de fondo o como escenario principal de la trama.

Con esta consideración fue que comencé mi lectura de Waaseyaa: Besada por el fuego, primera parte de lo que es, hasta el momento, una trilogía en proceso de creación. No me esperaba, sin embargo, que, conforme mi lectura avanzaba a través del primer tomo, mi fascinación por lo que entraña este género aumentase aún más si cabía.

Su primer libro, para comenzar, ya nos sumerge en un periodo histórico que, si bien no ha sido olvidado, podría aseverarse que ha sido maquillado a lo largo de los años por los intereses socio-políticos de cada época, enterrando, así, intencionalmente, las injusticias acometidas durante un periodo tan convulso como fue la colonización y los años posteriores. Lo mejor de este primer contacto con la época es la perspectiva desde la que se nos ofrece la visión de ese nuevo mundo, prestada a partir de los ojos de un personaje que, tan inocente e ignorante como nosotros, se ve sobrepasada ante la evidente ceguera a la que su cultura la había arrojado en un mundo tan variado y rico, culturalmente hablando, como es en el que vivimos.

Así, guiados de la mano de Catherine, su protagonista, iremos aprendiendo y desarrollándonos como lo hace ella, atendiendo a las atrocidades que, tanto entonces como incluso en nuestro presente todavía, se van acometiendo a lo largo de la historia. Y es que, en definitiva, esta obra no es tan solo un mazazo de justicia para con los pueblos indígenas, sino también con aquellos estratos de la sociedad que, llevados por una cultura machista y clasista, han sido enterrados bajo palas de silencio y represión por muchos siglos. Se lleva a cabo de ese modo, a través del personaje principal, un proceso de análisis y de reconocimiento de los engranajes que hacen girar las sociedades de la época que retrata; engranajes que, desgraciadamente, aun a día de hoy, hacen funcionar el mecanismo de nuestra propia sociedad.

Waaseyaa, en conclusión, se podría considerar una obra del ayer y del ahora. Repleta de personajes tan humanos que alcanzan a despertar sentimientos contradictorios en el lector, esta trilogía sirve de escenario de desengaños, injusticias y muerte, pero, al mismo tiempo, también encierra entre sus páginas la esperanza, el amor y cierta búsqueda de justicia que hará que en el interior del lector se desate una llama difícil de apagar. Con su lectura no solo nos cuestionaremos los conocimientos que nos han sido dados sobre el pasado, sino también los propios cimientos de nuestro presente más personal y cercano.

Julia Dean: autora de Waaseyaa

Julia Dean, seudónimo con el que es conocida la autora de esta trilogía, nació en Valencia en la década de los años noventa. Enamorada de las letras desde la infancia, fue desarrollando su talento a lo largo de la adolescencia de la mano de la poesía, género que todavía hoy día cultiva junto con la narrativa. Su primera obra publicada, Waaseyaa, no es sino una promesa de lo que su pluma puede llegar a ofrecer. Por ello, hemos decidido prestarle nuestro altavoz para daros a conocer su ya sonado espíritu entre la comunidad de lectores que ha seguido el recorrido ya hecho de su trilogía aún en desarrollo.

¡Esperamos que esta entrevista os inspire a querer conocer más íntimamente su obra!

¿Cómo y cuándo despertó tu amor por la literatura? ¿Cuáles son tus primeros recuerdos y amores literarios?

Mi amor por la literatura empezó desde muy joven, en la niñez. Era una niña extremadamente tímida, retraída, introvertida. El mundo exterior me resultaba aterrador, me costaba relacionarme con mis iguales, y encontré una fiel compañía en los libros. Recuerdo a mi madre leyéndonos libros en voz alta a mi hermana y a mí antes de dormir, siendo nosotras muy pequeñas; también a mi padre, que durante los fines de semana devoraba libros y libros en su esquina predilecta del sofá; y a mi prima, que me los regalaba a montones.

La literatura para mí fue una escapatoria y un descubrimiento. Me ayudó a potenciar mi imaginación. Gracias a ella empecé a escribir, aunque al principio solo fuera un diario. Creaba mis propias historias en voz alta mientras jugaba en mi habitación y creo que leer nutría esa capacidad.

Respecto a mis primeros amores literarios, es curioso porque pasada la adolescencia es un género que me cuesta leer, pero en su momento era una fanática del género fantástico. Las trilogías de Laura Gallego —Memorias de Idhún, las Crónicas de la Torre— fueron un antes y un después. Los devoraba. Amaba a sus personajes. Fue la primera vez que lloré leyendo un libro. Creo que fueron mis primeros amores literarios, les guardo gran cariño.

¿Qué obras y/o autores te han marcado? ¿Crees que han podido influenciar tu estilo?

El autor que más me ha marcado —y lo digo siempre— es el poeta Miguel Hernández. Gracias a sus poemas, cambié mi rumbo por completo: decidí que me centraría en estudios humanísticos, concretamente en estudiar Filología Hispánica, y que no pararía hasta poder escribir algo que pudiera permanecer a la sombra —nunca sobrepasarla, pienso que es imposible— a cualquier poema suyo. Me dio un motivo, un sueño. Está en todo lo que escribo. El primer poema que conocí fue la Elegía a Ramón Sijé, que una profesora mía nos leyó en voz alta durante una clase en segundo de la ESO, y opino que me he pasado años intentando perseguir esa sensación electrificante que sentí entonces, al escuchar sus versos. Miguel Hernández es amor en todas sus facetas, muerte, fragilidad humana, lucha. Esos son los preceptos de mi escritura. Waaseyaa es hija de la obra de Miguel Hernández, sin él no habría podido existir tal como es.

Mi estilo ha recibido influencia de numerosas fuentes. Opino que cualquier escritor que se precie debe pasar más tiempo leyendo que escribiendo. Lo que otros han dicho y cómo lo han dicho es un conocimiento fundamental. Aunque no quieras, tus lecturas te acaban influyendo, a veces ni te percatas hasta que pasan los años. En el caso de Miguel Hernández —o de Lorca o de Pizarnik—, lo más importante que ha marcado mi estilo ha sido enseñarme que debo escribir una historia con honestidad, sea de la temática que sea, y que ha de haber una lucha en la superficie: la tensión que es propia de cualquier ser humano que existe. Asimismo, como empecé escribiendo poesía, no narrativa, estas se subvierten la una a la otra —Waaseyaa es un ejemplo de ello—, por lo que las descripciones pueden rozar lo onírico y tiendo a las ambientaciones que nacen de la emoción del personaje, no del espacio. El espacio es como lo siente el personaje, todo debe interactuar con él. Si soy sincera, no sabría cómo describir mi estilo, depende de un gran número de factores y de lo que esté escribiendo en concreto.

Más allá de la última parte de la trilogía de Waaseyaa, ¿qué futuros proyectos tienes ahora entre manos?

Si la última parte de Waaseyaa no me arrebata la vida, mi próximo proyecto es un poemario de amor en torno a la enfermedad crónica que padezco, una neuralgia. La obra está todavía en proceso, pero he querido experimentar con el canónico poemario de amor clásico, pero no hacia una persona en sentido estricto, sino a una dolencia. En cierto sentido, la enfermedad se transforma en una persona en la que vuelcas tu dolor y tus frustraciones. Debes aceptarla como una parte inherente de ti misma, sin embargo, es un proceso que, en mi opinión, permanece en la sombra de quienes están enfermos. Nadie te enseña ni te guía en un primer momento sobre cómo afrontar algo así y pensé que sería interesante, y terapéutico, navegar por ello. Las distintas fases…, es similar a un duelo. Además de ayudarme a nivel personal, podrá ser un buen método para reivindicar con orgullo la situación de muchas personas.

¿Hay alguna red social o plataforma donde podamos seguirte y leerte?

Me podéis seguir en mi cuenta personal de Instagram (@sobreuncronopio ¡en honor a Cortázar!) y en mi perfil de Twitter (@juliadeanautora), aunque advierto que este último no lo uso lo que debería (yo y las redes sociales tenemos una relación amor-odio). En Instagram suelo colgar algunos de mis poemas, hago lecturas de capítulos…, es un espacio donde podéis conocerme más a fondo.

Por otro lado, a pesar de que la primera parte de Waaseyaa permanece en venta en Amazon, tomé la decisión de mantener los libros en abierto en la plataforma donde nacieron, que es Wattpad. Allí (mi usuario es @situmedicesven) podréis leerla sin coste alguno y tal como la escribí en su momento.

¿Por qué te decidiste por la autopublicación? ¿Qué ventajas te ha aportado?

Decidí autopublicarme porque me cansé de enviar el manuscrito de mi novela y ser rechazada. Jamás pensé en sacar la historia fuera de Wattpad, fueron los propios lectores los que me animaron a que la publicara en físico, así que me puse a ello. Tras las negativas, opté por la autopublicación. Una vez realizada la edición, maquetación y el diseño de la portada (por Yolanda, una gran ilustradora), me embarqué en este proyecto, que en un principio me aterraba —fuera de la plataforma, la novela queda en manos de quien decida leerla o comprarla, y eso es un mercado muy amplio—, ya que estaba sumamente insegura, pero que me ha reportado grandes beneficios. Y no me refiero a beneficios económicos, sino personales: que un mayor número de personas pueda adentrarse en mi historia y conozca, aunque sea superficialmente, una parte de la historia que persiste silenciada es premio suficiente. Todos los escritores queremos que nos lean, queremos que nuestras fantasías perduren a través del tiempo, y la autopublicación me ha aportado mucho en ese sentido.

Todos sabemos que, a la hora de escribir una novela histórica, se ha de realizar un trabajo previo de investigación para ser lo más fieles posibles al periodo en el que se ambienta la trama. ¿Qué consejo darías a aquellos autores y autoras a los que les gustaría iniciarse profesionalmente en la novela histórica pero no saben por dónde empezar?

La base de una novela histórica es la documentación. Si ese elemento falla, la historia va perdiendo agua hasta hundirse. Por supuesto que hay otros elementos importantes a los que hay que prestar atención antes y después de la escritura, pero la documentación es básica. Lo es en cualquier género, mas el rigor que requiere la novela histórica es mayor.

Mi consejo es que amen la historia sobre la que van a escribir. Si no la aman, el proceso de documentación será una tortura. Has de querer a tu historia para pasarte años solo leyendo antes de escribir. Deben preguntarse qué nivel de responsabilidad hay entre la historia que van a escribir y su contexto histórico, ya que en el género del que hablamos los personajes no son nada sin su contexto histórico: les condiciona enormemente.

Grandes dosis de paciencia y organización. Aprender a discernir qué elementos pueden ser omitidos, cuáles no, y de qué forma vas a integrarlos. La integración es básica, dado que la documentación debe fundirse con el resto de los elementos de la narración, debe fluir. Poner fechas y emplear términos de la época no es suficiente: si la novela está ambientada en el siglo XVIII, el lector no debe olvidar nunca que está en el siglo XVIII. Documentación es la ropa —cuánto tardan en vestirse, por ejemplo; si un vestuario en cuestión les impediría moverse por la escena y sería coherente—, las normas de cortesía —los silencios de las mujeres en los diálogos, en contraste con los de los hombres; quiénes dan su opinión abiertamente, quiénes la reprimen y ello repercute en su gesticulación—, las estaciones del año, la arquitectura y, sobre todo, la mentalidad y los valores. A este último aspecto le otorgo especial importancia y pienso que es una gran forma de “demostrar” el control sobre la documentación: no podemos pretender que un personaje del siglo XVIII piense o actúe como nosotros, lo que sí podemos hacer es procurar que se cuestione sus creencias a través de situaciones lógicas.

Waaseyaa, como novela de ficción histórica, debió conllevar un arduo trabajo de investigación. ¿Cómo fue ese proceso de documentación?

El proceso de documentación de Waaseyaa fue de casi dos años antes siquiera de empezar a escribir el primer borrador. Tenía un guion sobre la historia que quería escribir, de una página, y a partir de ahí me pregunté sobre qué y por cuánto tiempo tendría que documentarme, y así lo hice. Era una responsabilidad llevarlo a cabo con respeto, porque la novela precisamente defiende que la historia de los nativos canadienses no ha sido contada (si yo misma no estaba a la altura, todo habría resultado un sinsentido). Al principio fue duro…, no existen muchas fuentes, y menos en español, sobre las tribus en esa época, pero poco a poco, estudiando también sobre los órganos de gobierno, las batallas, las costumbres, la situación socioeconómica y política en general, fui rellenando el mosaico de Waaseyaa.

Leí sobre leyes, decretos de la época, personajes importantes; me enfrasqué en mapas, volúmenes sobre armas, caballos, vestimenta, decoro; estudié de cero la lengua ojibwa, una de las innumerables lenguas nativas, para que sus protagonistas tuvieran una voz que no fuera la voz del hombre blanco, sino la suya propia.

Una vez transcurridos aquellos dos años, y cuando sentí la confianza de hacerme cargo de la historia en condiciones, comencé a escribirla —tardé casi dos años en terminar el primer libro— y no he dejado de documentarme desde entonces. Es un proceso que no acaba. Sin embargo, gracias a la documentación puedo establecer los límites de pasajes puramente reales combinados con pasajes que son ficción, pero tras los cuales hay todo un engranaje que los sostiene y les da veracidad, y que además permite mayor libertad para explorar a los personajes.

A este respecto, tal y como comentas, siendo una obra de ficción nativoamericana, podemos encontrarnos entre sus páginas numerosas referencias al léxico ojibwa. ¿Qué te inspiró a querer plasmar en tu obra esta riqueza lingüística? Entendemos que debió conllevar una labor de aprendizaje previa.

Como ya he comentado en la anterior pregunta, mi aprendizaje de la lengua ojibwa no ha terminado, ni creo que termine. Es una lengua compleja, con significados que van más allá de cómo entendemos la semántica en nuestro idioma —para ellos es una ceremonia sagrada que carga con la memoria de sus historias y sus ancestros—, y sigue suponiendo un reto a medida que he ido avanzando en la trilogía. Dicho esto, para mí era fundamental plasmarla en mi obra. No hacerlo hubiera sido una traición a sus ideales. Me generaba gran inseguridad que una mujer blanca, europea, del primer mundo, como soy yo, contara una historia que quizás no me pertenece. Sentí que debía “ganarme” ese derecho. No podía escribir Waaseyaa sin, con humildad, pedir una suerte de permiso a los verdaderos narradores de este pueblo que ha sufrido tanto. Consideré que una manera de hacerlo era utilizar su lengua tanto como me fuera posible, en consonancia con la evolución de la protagonista. Sin desvelar spoilers, Catherine no puede entender a Namid, que es ojibwa, ni él a ella, porque literalmente, aunque sea un símbolo, sus dos mundos no se entienden.

Entender o no una lengua también es política. El porqué unos deben de aprenderla y otros no sienten que deban. Ese proceso en el que ambos personajes logran comprenderse sin compartir el mismo idioma es un ideal principal de la novela, que Catherine renombre su mundo abriéndose a otro que, a decir verdad, no es tan distinto.

¿Qué fue lo que despertó en ti el interés por la cultura nativoamericana? ¿Qué fue aquello que te hizo clic para decidir escribir una historia como Waaseyaa?

Darme cuenta de lo ignorante que era me hizo decidirme a escribir Waaseyaa. Fue fruto de una casualidad, como casi todo en la vida. Estaba leyendo sobre los reyes absolutistas de Francia y descubrí el concepto de “las hijas del rey”, nobles en su mayoría que eran enviadas al Nuevo Mundo para casarse con los colonos y engendrar hijos allí. Me llamó la atención y seguí investigando. Cuando descubrí —como era lógico, en realidad— que Nueva Francia, la actual Canadá, estaba poblada por tribus, la cabeza me explotó. Me explotó porque, a pesar de que me consideraba una persona concienciada, jamás me había parado a pensar que los indios, los nativos americanos —o las Primeras Naciones, término que suelen preferir—, no eran solo los que recibían tiros por parte de John Wayne. Todo el continente americano estaba repleto de ellos. Entonces me pregunté por qué la historia jamás hablaba, ni tan siquiera en la cultura popular, de muchas de las cosas ocurridas en Nueva Francia. Si la historia no hace hincapié en algo, ahí es donde debes mirar, porque probablemente se esté cometiendo una injusticia. El silencio puede convertirse en un genocidio lento. A partir de ahí, no hubo marcha atrás. Conforme más leía —y más alucinaba con ciertos hechos—, más ganas sentía de escribir sobre ese vacío. Me propuse dar voz a dichas historias, las de las minorías olvidadas, que en este caso en concreto son, a grandes rasgos, las Primeras Naciones y la mujer.

Waaseyaa, además de una novela de ficción histórica que persigue plasmar la crudeza de la etapa posterior a la colonización, es una obra de denuncia en muchos sentidos. ¿Era este el objetivo inicial que perseguías, o se fue forjando el tono conforme desarrollabas al personaje protagonista?

La denuncia hacia el proceso colonizador y la desigualdad de la mujer fueron los objetivos desde el principio, como he intentado explicar más arriba. Mis personajes fueron creados en base a esos objetivos, es decir, la denuncia los moldea, no al revés. No es una faceta más, es la única. Del mismo modo que he dicho en una pregunta anterior, mi novela es una novela sobre la tensión de la existencia, y en esa tensión tienen cabida qué significa ser ojibwa en la Nueva Francia del siglo XVIII y qué significa ser mujer. Es triste darte cuenta de que, a día de hoy, ambos siguen estando en desventaja. Se trata de una ficción histórica, pero es más actual de lo que pueda parecer. Un personaje como Catherine no puede escapar de su condición de mujer, ello influye en cómo respira, duerme, come, se relaciona. Lo mismo ocurre con Namid. Y con muchas personas alrededor del mundo en el siglo XXI.

Los personajes de tu novela son enteramente humanos. ¿Cuál destacarías por su personalidad y características y por qué?

Es muy difícil escoger a un personaje, pero como Waaseyaa está narrada por la protagonista, Catherine (o Waaseyaa), la elegiré a ella. En este primer volumen, estamos ante una niña de catorce años, recientemente huérfana, y que ha sido enviada al Nuevo Mundo contra su voluntad. No obstante, no puede verbalizar ni interiorizar que es “contra su voluntad”. Su papel es otro. Se trata de una niña silenciosa, llena de miedos, ignorante y racista; pero también es una niña generosa, valiente, justa y tolerante. Lo va destapando a medida que va enfrentándose al mundo que tanto le aterra. Todo lo que cree que es, o debe ser, se desmorona, y descubre que tiene derecho a amarse a sí misma en sus propios términos. Quería que Catherine, como el resto de los personajes, resonaran en nuestras batallas del día a día. Es humana, con defectos y virtudes, y creo que esa es la mejor presentación.

¿Qué procesos, artísticos y personales, crees que te han hecho atravesar la producción de esta historia? ¿Sigues siendo la misma persona después de haber desarrollado tu obra?

Esta historia, la primera obra de narrativa que escribo, me ha enseñado que soy capaz de embarcarme en un proyecto ambicioso. Me ha enseñado tantas cosas que tardaría días en enumerarlas todas. Artísticamente, ha pulido mi estilo, me ha ayudado a gestionar páginas y páginas de diálogos, de descripciones, de escenas en una habitación cerrada que debían mantener la atención del lector, de explotar a los personajes hasta llevarlos a sus extremos. Me ha hecho una mejor escritora, más competente diría yo. Personalmente, me ha mantenido a flote. Seguro que alguno de vosotros ha pasado por una época en su vida en la que vivir a través de otras voces, batallar las luchas de otros, en este caso los personajes, aligeraba la carga de la vida real. Cuando había días que no podía más (mi enfermedad empezó de manera repentina al comenzar el segundo libro de la trilogía. Es muy curioso leer el primer libro sabiendo que fue lo último que escribí estando sana), yo me levantaba cada vez que Catherine se levantaba. La batalla por el derecho al amor y a la dignidad de los personajes me recordaba que hay algo superior a mi propio dolor y que merece la pena sacrificarme. Soy de las que cree que si una obra no te cambia, prefiero no escribirla y esperar a la que sí lo haga.

¿Cuántos conflictos sociales de los que representas en la trilogía dirías que se mantienen aún a día de hoy?

Diría que todos. En parte me entristece, en parte aumenta mis ganas de continuarla. Conflictos como la violencia contra la mujer —podemos mirar las estadísticas de violencia de género en España, los feminicidios en América Latina, la actual situación en Afganistán e Irán— están en las primeras páginas de los periódicos. El racismo es parte de nuestra realidad, también el desigual reparto de la riqueza. Los nativos no han recuperado sus derechos en absoluto, siguen siendo vejados constantemente, reducidos a pequeñas reservas, las zonas con más pobreza, alcoholismo y violencia de género de todo Estados Unidos. Las guerras por trozo de tierra siguen vigentes. Los niños se ahogan en el Mediterráneo a puñados. Podría seguir hasta el hartazgo.

¿Qué impacto, más allá del literario, querrías que tuviera tu obra?

Lo único que deseo es que, aunque sea durante un instante, quien la lea sienta algo. Sienta incomodidad. Amor. Con un par de segundos me basta.

Y, para finalizar, ¿qué mensaje querrías transmitir tanto a tus lectores actuales como a los futuros?

Primero que todo, actuales, bien sabéis que sin vosotros y vosotras nada de esto hubiera sido posible. Una página puede estar escrita de pies a cabeza, pero si una voz no la lee, está en blanco. Habéis dado alas a esta historia. Os estaré agradecida eternamente, espero poder pagaros con una trilogía que esté a la altura.

Por último, a mis lectores futuros, que espero que haya algunos tarde o temprano, solo quiero transmitiros que entréis a esta historia sin prejuicios, dispuestos a descubrir y a sentir. Sois bienvenidos. Waaseyaa también es vuestra.

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