
Traducción de María Pérez de San Román
-La biblioteca de Carfax-
La oscuridad humana se apellida Ketchum. Es la tercera vez que nos deleitamos con el grandioso autor de Nueva Jersey gracias a la inestimable labor editorial de nuestra querida y admirada compañera del escalofrío La biblioteca de Carfax. La chica de al lado, Joyride y ahora esta brutal, excelsa Perdición, una soberana oda al suspense agudo, al terror antropológico, al afilado mundo de los asesinos sin escrúpulos y su artístico universo de crimen y pasión.
Ray Pye es la figura de esta novela, su estrella brillante y negra -a riesgo de con esto alinearnos con su desmesurado ego, pues es el perfecto ejemplo del narcisismo como implacable amenaza-. El joven no conoce conciencia ninguna, desprende un atractivo adictivo para propios, extraños, fans y detractores. Es el resultado más letal que hayamos observado del efecto Pigmalión, un increíble porcentaje de encanto y éxito de la obra.
Uno de los méritos más impresionantes de Ketchum vuelve a ser su pasmosa facilidad para dotar de personalidad caladora, voz independiente y autonomía actante a una gama numerosísima de personajes que, si bien rotan alrededor del eje magnético de Pye, desenrollan líneas biográficas ambiciosas, atrayentes, ciertamente emocionantes en sus cúspides. Incluimos en esa nómina a la gata de nombre desconocido hasta el epílogo, el personaje que atraviesa con esa impronta de simbolismo desde el principio la obra, de parte a parte, en torno a una acción frenética ambientada hasta el extremo en los años 60, como un vehículo de transmisión de reflejos humanos, aciertos, desgracias y triunfos.
La extraordinaria proliferación de referencias socioculturales es también marca Ketchum: en esta ocasión nos deslumbran las esferas musicales, cinéfilas y literarias, así como celebridades de espectro misceláneo y célebres efemérides, entre las que cobrará una relevancia crucial el trágico episodio criminal protagonizado por la familia Manson contra los Polanski, aquel asesinato salvaje de Sharon Tate y la feroz oleada de flashes sobre la noticia en los medios de la época.
Las densas, tan bien asentadas, dos partes de la obra y la tercera, que activa un epílogo diseñado en capas -cada altura incluye alegría, justicia, horror, tristeza, según el foco elegido-, señalan el doble número clave, como una filia estilístico-estratégica, que permite el desglose más intuitivo del complejo argumento que desenfunda: el dos (2) y el tres (3). Vamos paso a paso sin resbalar a causa de la sangre, el cristal o el polvo blanco: como un cerbero de tres cabezas femeninas hallamos a Jennifer, Katherine y Sally, las estrellas del insaciable Ray. Como un bicéfalo solidificado en amistad conocemos a los primerísimos Tim-Jannifer. Como una pareja cercana al matrimonio profesional, Schilling y Ed asumen el otro lado del tablero respecto del genio monstruoso. Dejamos para la última mención el dúo desencadenante, primario para cuanto nos revela Perdición: el desventurado Lisa Steiner&Elise Hanlon. Pocas veces hemos sufrido tanto bajo la palabra ‘víctimas’, pocas veces hemos visto su sombra silábica tocar tantas páginas, acariciar áspera tantos momentos, permanecer ahí mirando, gimiendo y doliendo.
Los secundarios que acompañan a estas breves agrupaciones son igualmente descritos al milímetro, al lunar: desde la cosificada Dee Dee hasta la decepcionante madre Bárbara. Una cualidad de ellos, y entiéndase en su esencia como algo admirable, es que funcionan como lienzos de expresión de los más prominentes: reciben, proyectan y/o rebotan sus obsesiones, sus rabias, sus podredumbres, sus expectativas frustradas, sus antojos, caprichos y retornos a la supervivencia ansiada por absolutamente el elenco al completo.
La gata no constituye el único mantra transversal de la narración: hablando de geniales secundarios, la hora feliz del bar de Teddy Panik representa la necesidad de reencuentro constante, con uno mismo y con su equipo emocional, el cual es común a la mayoría de personajes, que deciden o padecen sus propias formas de hablarse, cuestionarse y desentrañar sus intenciones e intereses más vitales. Charlie Schilling es el que más se identifica en este menester con el local, que por otra parte supone el patio de juego que mayor cota de atención emite junto con el motel donde trabaja la familia Pye.
Asimismo, resulta inevitable enlazar ese hogar que es el Panik con otro componente ineludible que se pega a la piel de los protagonistas: el vicio en su sentido más perjudicial, en concreto el consumo de alcohol y drogas, que significan oficio, distracción, necesidad, artillería arrojadiza, excusa colectivosocial, indicio, registro, autoflagelación o éxtasis.
Entre la cantidad ingente de escenarios principales para vertebrar el camino de la historia debemos resaltar uno sin paliativos: la propuesta indecente de retrato fotográfico que le hace Ray a Sally, imagen que jamás llegó a ser satisfecha por la nueva empleada del motel y que, sin embargo, nos compete a todos en su versión más preciosista, temible, grandiosa, como mismísima cubierta de la novela. Ese retrato idílico y egocéntrico de nuestro sanguinario protagonista, que extrapola influencias de Elvis y posteriormente de Manson en un viraje salvaje de admiración, desliza al mismo tiempo el más grotesco contraste psicoanalítico de Perdición, acaso la puerta de doble fondo que integra todo cuanto se vierte sobre Ray Pye en estas páginas y, por ende, la fuente de la que bebe (casi) la totalidad de xxx.
Para entender esa alusión contrastiva, que expone en polos alejados del río narrativo sus dos caras confrontadas, debemos zambullirnos sin resistencia en un libro maravillosamente escrito, durísimo en su fondo, ridículamente cálido en sus últimos pasos después de lo vivido en su interior. La sonrisa nunca es plena con Ketchum, no puede serlo, pero su mano en nuestro hombro no falta jamás. Muchas gracias por este sensacional viaje, Jack, María, Shaila.
Altavoz Cultural
Entrevista a Shaila Correa y María Pérez de San Román
-Editrices de La biblioteca de Carfax-

La chica de al lado, Joyride, Perdición. Vaya camino. ¿Cómo ha sido para La biblioteca de Carfax volver a trabajar con un texto de Jack Ketchum? ¿Qué cualidades destacaríais de Perdición en contraste con las que ofrecen las otras obras?
Publicar a Jack Ketchum siempre nos produce mucha satisfacción porque es un autor al que admiramos mucho y sus novelas son toda una experiencia lectora.
Perdición es una obra que se publicó originalmente en 2001, cuando Ketchum ya llevaba más de diez novelas a sus espaldas, y en la que decide meterse de lleno en un tema que le fascina: el nacimiento de un asesino. Esto es algo que ya explora en Joyride, pero en Perdición se toma su tiempo para desarrollarnos al personaje principal, Ray Pye, para que le conozcamos, para que sepamos exactamente qué es lo que le va a hacer saltar, básicamente, para meternos en su cabeza. No solo lo hace con Ray, también con otros personajes como Jennifer o Sally; Perdición es un estupendo estudio de personajes.
Hace unos meses realizamos este mismo recorrido por la pluma de Stephen Graham Jones, otro enorme autor que ocupa parte del catálogo de la editorial. ¿Qué virtudes valoráis de Ketchum frente a otros monstruos de la literatura de género como el propio Graham Jones? ¿Qué puntos de semejanza encontráis entre ellos como grandes figuras vigentes del escalofrío?
Algo que siempre va a diferenciar a Jack Ketchum es su capacidad de plasmar las situaciones más horripilantes, sangrientas y estremecedoras sin perder el toque humano. Nada es gratuito, no es el gore por el gore, todo tiene una intención que suele ser entender la psique humana y por qué a veces es tan siniestra. Es un narrador de historias excepcional.
Stephen Graham Jones, por otro lado, escribe un tipo de literatura de terror diferente; le gusta introducir elementos sobrenaturales en sus historias, algo que Ketchum no tiende a hacer. Pero, sin duda, algo que los une es la capacidad que tienen de retener al lector, que no siempre es fácil. Saben qué historia quieren contar y la desarrollan de tal manera que no te dejan más remedio que beberte sus libros.
Entremos de lleno en el mundo de Perdición. Su contexto sociocultural es tan significativo en su época, tan trascendente para las generaciones sucesivas, especialmente en torno a determinado hecho tan trágicamente célebre… ¿Preferís que los hechos narrados en la novela se emparenten desde su pura ficción con hechos propiamente reales? ¿Por qué? Por otro lado, ¿qué banda sonora le ponéis a Perdición en su totalidad con una única canción (o dos si no la consensuáis entre vosotras) como pequeña pista para quien no la haya leído aún?
Lo cierto es que no tenemos ninguna preferencia sobre que se usen o no hechos reales en las historias de ficción. Lo que nos importa es que la historia esté bien construida, ya sea sobre algo ficticio o sobre algo que ocurrió.
En cuanto a la banda sonora, sin duda, habría que incluir a los Rolling Stones y a Elvis; y aunque él detestaba a los Beatles, o por eso precisamente, también deberían estar. Si tuviéramos que elegir diríamos Jumpin’ Jack Flash, de los Rolling Stones y Helter Skelter, de los Beatles, porque aunque esta última no aparece mencionada directamente en la novela, es una canción que Charles Manson pensaba que era profética, y el asesinato de Shaton Tate tiene mucha relevancia en Perdición.
¿Qué os sugiere, de primeras, como impresión original, el personaje central y antagonista natural de la trama: Ray Pye? ¿Qué características destacaríais de él como figura atractiva para el lector y como motor de la historia que se desarrolla en la obra? ¿Cómo vivís la evolución del personaje hasta su éxtasis y posterior descenso?
Desde las primeras frases del prólogo del libro, sabes que Ray Pye es un cabrón, tal cual. Ketchum no se anda con chiquitas a la hora de establecer que esta persona no es de fiar y no es buena gente. Es algo que sabes desde el principio, sabes que no te puedes fiar de él y a partir de ese primer párrafo sabes que estás en un viaje al que este personaje no va a traer nada bueno.
Partiendo de eso, sabiendo desde el principio que Ray Pye es un villano en toda regla, Ketchum te obliga a conocerlo en profundidad. Te presenta sus debilidades, te enseña cómo es su versión de enamorarse, por un momento, hasta hace que te dé pena de que a lo mejor no vaya a conseguir a la chica. Tiene todas las características de «chico malo» que siempre resultan atractivas, y que él explota porque también lo cree: es guapo, pero bajo, y solo el lector y otro de los personajes saben que se pone relleno en las botas para parecer más alto; se maquilla muy sutilmente, él cree que no se nota, pero es obvio para los demás; es arrogante, quiere ser misterioso y engrandece episodios de su vida añadiéndoles detalles inventados. Es racista, homófobo, misógino y se cree por encima de los demás. Tiene la mecha muy corta y odia no poder salirse con la suya.
Es un personaje fascinante, al que odias profundamente desde el principio, pero al que sigues sin remedio y sin dejar de preguntarte cuándo va a volver a explotar. Ese es el genio de Jack Ketchum, que te coge de la mano y te dice: «Mira esta persona que ha matado solo por saber qué se siente, mírala, síguela, porque tú y yo sabemos que va a volver a matar, pero nunca vas a saber cuándo», y te mantiene en vilo mientras te muestra la evolución del personaje hasta su punto de no retorno.
¿Conocéis la adaptación cinematográfica The Lost (2006)? En tal caso, ¿creéis que le hace justicia al original de Ketchum? Si no la habéis visto, os preguntamos en su lugar: ¿creéis que es una obra hasta cierto punto fácilmente adaptable a la gran pantalla, pretendiendo un buen resultado, o, por contra, os parece demasiado compleja o profunda como para correr tamaño riesgo?
Sabemos que existe, pero no la hemos visto. En general, Ketchum y su forma de escribir es bastante cinematográfica porque le gusta ser conciso, no se anda por las ramas y va directo a la acción. Se nota que trabajó también como guionista.
Pensamos que Joyride es la más adaptable de las tres novelas que tenemos publicadas, y una que no nos importaría ver. Sin embargo, hacer una buena peli de Perdición no sería fácil. Como decíamos al principio, es un estudio de personajes, y plasmar eso requiere de buenas interpretaciones y una buena dirección, algo de lo que suelen carecer la mayoría de las adaptaciones que se hicieron. Es fácil caer en lo fácil, en el psicópata sin trasfondo que ama la violencia. Pye es un poco más complejo que eso.
¿Qué consideráis que le puede aportar la publicación de Perdición al panorama literario hispanolector en este momento? ¿Tenéis algún plan promocional concreto alrededor de ella?
La obra de Jack Ketchum en castellano es prácticamente inexistente; solo se habían traducido tres de sus novelas, por lo que consideramos que traer una obra suya inédita es un enriquecimiento del panorama literario en español. No en vano hablamos de uno de los maestros del género. Estamos convencidas que terminar lo que empezó La Factoría de Ideas era necesario y los lectores nos lo agradecen y siempre piden más.
Nos gustaría poder lanzar una campaña promocional, pero de momento no tenemos dinero (o suficiente imaginación) para hacerlo. Lo compartimos todo lo que podemos en redes sociales y esperamos que los lectores se vayan recomendado el libro.