Sara J. Trigueros

-Candaya-

   Arkhé, el tesoro poético, como un cofre de monedas negras relucientes, de Sara J. Trigueros es uno de los más duros, lacerantes encuentros literarios que hemos experimentado: un canto agudamente grave, como esas voces hondas-tamaño-pozo que logran alcanzar notas altísimas en potencia sin rebajar ni un ápice su color oscuro. Nos ha desarmado por completo, nos ha conmovido como poquísimas obras lo han conseguido -sin que ello revista una dificultad extraordinaria, sino que sirva para situar su grado de impacto respecto de otras propuestas afines, aunque difícilmente comparables en más de un par de cualidades-. Porque Sara demuestra, entre otras virtudes, que se puede escribir con altísimo sentido de la belleza y enorme responsabilidad de conocimiento una terrible carta de amor al dolor. Decimos que nos ha conmovido porque usa la verdad: entre esa amalgama de voces clásicas, referencias grecolatinas inmortales, un gusto exquisito para la inter- y la meta- textualidad y una sensacional selección semánticovisual se desarrolla todo un camino de la honestidad, de la sinceridad más ósea, de la humanidad más desgarradora, que nos retrotrae a lo que somos, a lo que configura nuestra alma, a nuestra siempre conflictiva relación con nuestro entorno y sus innumerables amenazas para nuestra existencia.

   Arkhé es soberanamente presentado por un excelso prólogo de Noelia Illán Conesa (PROQUE ELEGIMOS), leído a posteriori por defecto profesional, para evitar pistas inconscientes y discursos forzosamente paralelos. Si todo ingrediente editorial debe estar a la altura del texto central que supone el cuerpo de la obra, la pluma de Noelia no se conforma con el digno cumplimiento de la premisa, sino que derrocha talento, afecto y brillantez más allá de su fantástica función introductoria. 

   Al bajar de su barco nos chocamos de bruces con la dedicatoria a Carmen. Como otra de las grandiosas excepciones, en esta ocasión nos vemos en la obligación de señalarla: Carmen es mucho más que la persona al otro lado del regalo literario, es causa, fuerza única, dirección y meta de la voz plasmada en el tú y, más aun, en el nosotras. Si destacamos Arkhé por su gigantesco visionado del dolor, debemos aplicar con justicia su misma medida de halago para su esèctacular dedicación al amor -no lo olvidemos: amor y dolor como las dos hebillas entrelazadas del mismo cinturón vital que nos ciñe a la vida-.

   Detrás de Carmen abrimos el cajón estructural de todas las a/simetrías: Ángel González y Ada Salas enmarcan con sus perfectas voces la cascada versificada que arrasará nuestras costillas durante más de cincuenta páginas, una treintena de poemas y dos etapas temático-discursivas partidas por un genial INTERLUDIO. 

   La primera imperfección simétrica la hallamos en la tarea previa a la etapa inaugural (TESELAS AFILADAS) una vez hemos degustado la bienvenida del padrino poético: “Largo es el arte; la vida en cambio corta como un cuchillo”, dice Ángel González. Tras él emerge como una hoja de sierra la palabra de Sara J Trigueros para enmudecer el patio de butacas: no hay carta al padre (la negación y la feroz red gramatical del ‘no’ se despliega recurrentemente sobre la tinta que recorre el libro), toda poética es un surco… y se rompe ahí la comunicación inteligible de un texto que expone con tanto descaro como virulencia una característica soberbia pegada a las páginas de Arkhé: se trata de un poemario plagado de huecos, escondites, trampas y espacios para el disfrute del lector más curioso y despierto; un poemario ciertamente complejo en su sentido más agradable que carga una importante cantidad de relevancia al equilibrio entre lo que se dice y lo que no se dice.

   La segunda protesta contra la redondez estructural la hallamos en el propio conteo de textos: quince-TESELAS AFILADAS vs. catorce-AUSCHWITZ II. A ellos les sucede una CODA que antecede a la cita-cierre de la madrina poética Ada Salas (“Acaricia este amor. Arráncale las alas de la muerte”), una CODA que dialoga abiertamente con los mismísimos AGRADECIMIENTOS que rematan la dedicatoria última, el último bostezo de intimidad, ya con nuestra autora apoyada sobre la superficie, mirándonos a los ojos.

   Arkhé [definido como ‘principio o esencia última de todas las cosas’] contiene poesía dura de verdad, cementicia, hormigónica, labrada desde un pesimismo lúcido, engarzada por el bronce de los dioses y la filosofía. Terrenal, anímica, sumamente carnal: es el cuerpo lienzo, mapa, testimonio de herida, cicatriz, isla, error, recuerdo, miedo. Roza el body horror un poderoso tono tocado por la agonía más viviente, por una pesadumbre que notoriamente cala en los párpados del lector a través de su manifestación del vacío y del silencio, apenas esbirros escenográficos de un infierno de actividad incontenible.

   Si V y S son e_pacio y _erbo ausentes, dos H ocupan el _ueco vacante para golpearnos _asta bañar nuestra piel con lágrimas: el decorado dantesco es posible gracias a la Herida y la Huida, coristas privilegiadas de una tragedia humana que retrata el sentido de supervivencia más genético mientras transcurre el descenso del alma por las rampas de una aventura épica -Sara J. Trigueros no solo toma imaginario de los tiempos de prominencia griega, sino que sugiere (lo pedimos explícitamente) que su gesta sea contemplada desde ese prisma guerrérico que haría las delicias de juglares, trovadores y escribas ansiosos por transmitir hazañas-. Nos movemos en un anacronismo prodigioso.

   Y no hay épica sin muerte: el universal más fatal abarca un amplio foco-diana de los versos con punta de flecha. Su paulatino derrumbe coincide sin azares con un cambio significativo en la narrativa de la segunda etapa de nuestra travesía (AUSCHWITZ II), que levanta un vosotros -de público- y persigue incesantemente atender la importancia de pronunciar(se/nos), de decir(se/nos), de nombrar(se/nos)… la importancia del verbo.

   Pisamos las movedizas tierras del más primitivo concepto de fracaso y vestimos la necesidad de arqueología para detectarnos en los restos una vez hemos efectuado nuestra elección: el dolor frente a la nada, como convencidos discípulos de William Faulkner. “Entre el dolor y la nada, elegí el dolor” encabeza el último poema que constituye AUSCHWITZ II.   Tales palabras bordan en nuestras pupilas el gran lema de esta obra, que, por otro lado, no escatima en trufar de claves supratextuales su repertorio multiangular: citas y dedicatorias bailan alrededor del fuego para trascender, susurrar y restaurar, notas al pie acogen las firmas de frases y versos tomados y el juego y su explicación forjan poemas como artísticas piezas de composición tridimensional.

   Bajo el manto del perdón, la redención y el retorno de aliento alado más próximo al fénix señalamos la tercera y última imperfección estructural: las citas introductorias se acumulan en los tramos internos 1-2-3 en la primera parte del poemario y 2-3 en la segunda, con cadencia hacia el final. Ello implica una interesante discusión acerca del subentramado reminiscente que sujeta cada una de las filas de textos según el trozo argumental que estemos digiriendo en ese momento. En otro orden de cosas, Arkhé es una ejemplarizante demostración de que la perfección está compuesta de una acertada suma de asimetrías.

   A espaldas de TESELAS AFILADAS crece un INTERLUDIO de enorme boca: a partir de un ejercicio de Re-reescritura de un fragmento de texto del no menos mítico Hermann Hesse que atañe al poeta David González como primer filtro adaptativo. Este puente entre la primera etapa narrativa y AUSCHWITZ restalla como punto álgido del aspecto más lúdico-experimental exhibido por la pluma de Trigueros. 

   Tras AUSCHWITZ II gozamos de la CODA, que sostiene como a Simba un precioso “juntas” para rematar el abrazo final de la curada voz de Sara J. Trigueros con aquella que anunciaba tormenta ((“Has recogido los restos. Me nombras y en tu boca Láquesis se vuelve a pronunciarnos juntas”)). No sabes lo hermosa que es esta forma de concluir el texto si no lo has leído desde el principio y te has empapado, calado hasta la vida con el salvaje viaje, la evolución tan orgánica de la protagonista, que te lanza receptores de empatía como anclas de barcos pesados. Qué belleza, qué preciosidad, qué amor. Qué verdad.

   Queremos emplear este párrafo que típicamente destinamos a alguna suerte de cierre impactante desde la humilde búsqueda de la recomendación/promoción de la obra a quien acude a nuestra reseña para esta vez obviar lo evidente y dirigirnos a ella, a Sara con un infinito agradecimiento: gracias, Sara, muchas, muchas gracias por haber escrito este libro. Gracias, muchas gracias por haber compartido tus palabras, tu desnudo mensaje poético, tu tesoro más personal. Gracias, muchas gracias por Arkhé y por todo lo que significa.

Altavoz Cultural

ENTREVISTA A SARA J. TRIGUEROS

Bienvenida, querida Sara, a Altavoz Cultural. Nos gustaría comenzar esta entrevista preguntándote por cómo estás, por cómo te encuentras en este momento, con Arkhé recién publicado. ¿Cómo estás viviendo su recorrido por las manos lectoras?

¡Hola, amigos! La verdad es que una no se termina de acostumbrar a las entrevistas o a verse entre otras manos. Está siendo un proceso muy emocionante y lleno de ilusión. Todo lo vivo como algo inesperado y con muchísima gratitud, e imagino que debe de ser algo paradójico, acostumbrada como estoy, por mi trabajo en 80 Mundos, a cómo son los primeros pasos de cualquier libro, y de que lo normal es que se lean, obvio, pero hay algo de incredulidad permanente en ese «me está pasando a mí» con la que no contaba y que, desde luego, es preciosa.

Estamos ante un tremendo viaje a lomos del binomio dolor-amor. Pero vamos al hueso de ambos: ¿cuál es la primera experiencia relacionada con el dolor que recuerdas en tu vida? ¿Cuál fue la primera vinculada con el amor?

Creo que aquí el poemario refleja cuál es mi visión personal del dolor y el amor, en tanto que aquel va más allá del dolor físico, y este mucho más allá del amor romántico, así que para mi primera experiencia van a tener que ir entremezclados. Por absurdo que parezca, me parece que la primera experiencia dolorosa y la primera experiencia en la que fui consciente de lo que era el amor, de la que tengo recuerdos nítidos, son la misma. 

Recuerdo estar en el patio de lo que entonces era preescolar con Andrés. Lo recuerdo tanto que podría deciros los apellidos de aquel chaval, pero lo vamos a dejar en Andrés. Estábamos jugando a pasar por encima de unos bancos hechos con troncos y que nosotros habíamos unido mediante ruedas de coche (banco-rueda-banco-rueda). Andrés iba delante, una rueda resbaló, y se cayó. Creo que esta fue la primera vez que sentí algo parecido al amor: me impactó tanto que él se hubiera hecho daño que le pedí que me quitase la rueda cuando fuera a pasar por el mismo sitio para poder sentir lo mismo que él. El dolor es más fácil de explicar: mi hostia fue considerablemente más grande.

Lo cierto es que esa imposibilidad de sentir al otro también me produjo bastante sufrimiento, y esa lucha me ha acompañado el resto de mi vida.

La Grecia clásica y la mitología emergen como grandes pilares instrumentales que vehiculan el discurso poético en Arkhé. Asimismo podemos leer palabras como ‘tuiter’ o los nombres de algunos medicamentos. ¿Cómo ha sido el proceso creativo de Arkhé en cuanto a esa conjunción de realidades y paisajes tan original, tan potente?

Aquí yo creo que juego con ventaja porque el material de trabajo no he tenido que ir a buscarlo muy lejos. Los elementos que citáis, por no irme más lejos, son concretos y la dificultad más que en encontrarlos ha estado en construir algo literario con ellos y en conjugar las dos partes. Yo tenía muy claro que quería articular Arkhé con elementos de la literatura grecolatina. Y sobre todo lo que quería era que el sujeto poético tuviera puntos en común con los personajes y situaciones de ese pasado literario. En algunas ocasiones el paralelismo para mí estaba muy claro y puedo encontrar situaciones reales en las que yo he llegado a pensar A es como B (se me ocurre, por traer un ejemplo, ese «[m]e casé con Filoctetes»), y en otras, como la conversión en Orestes, ha sido menos inmediato. Pero en cualquier caso yo creo que si funciona es porque creo muchísimo en la idea de que esa literatura está muy viva y sigue hablándole al sujeto contemporáneo. 

De Ángel González a Ada Salas pasando por Juan Carlos Monedero. Reúnes numerosas voces que funcionan maravillosamente según los intereses comunicativos de tu poética. No obstante, atravesemos las referencias y las lecturas: ¿qué huella personal consideras que imprime Sara J. Trigueros al panorama literario con su flamante obra publicada en una editorial como Candaya?

Por cómo he enfocado la pregunta anterior, es posible que esta esté respondida en parte. Si esto lo planteáramos en términos muy prosaicos, lo que yo he querido hacer es traer al presente una literatura que a mí me sirve para comprender mejor las situaciones en las que me encuentro. No obstante, me gustaría pensar que hay algo más. Si los temas que toca el poemario son tan delicados y no me he limitado a escribir un libro más amable y dejar todo lo demás para mi intimidad ha sido porque creo, por un lado, en la utilidad de la literatura (no en que toda la literatura deba ser útil, ojo) y, por otro, en que todo puede ser objeto literario. En la parte «utilitarista» me he llevado ya alguna sorpresa, y es bastante reconfortante. 

¿Qué planes promocionales a corto y medio plazo puedes confesarnos? ¿Dónde puede encontrarte y seguirte nuestra comunidad altavocista? 

Como las primeras presentaciones son en la ciudad de mis editores, estamos aprovechando esos días para ultimar cómo vamos a enfocar la «gira» del libro. Puedo adelantar que pisaré Madrid y, desde luego, la zona mediterránea, pero no puedo avanzar mucho más. También quiero ir con calma: soy consciente de que un libro que acaba de salir tiene que tener cierto tirón inicial, pero tampoco me gusta la idea de agotar todas las posibilidades en un período muy breve de tiempo. Está bien que las obras respiren. 

Encontrarme, menos en Facebook, me podéis encontrar en casi cualquier sitio. Soy @sjtrigueros en Twitter y @flokimotors en Instagram (Floki es uno de mis gatos y ronronea mucho). Y luego están las redes sociales de 80 Mundos (@Lib80Mundos), donde hay bastante de mí. A veces más de lo que sería sensato.

Muchísimas gracias por abrirme vuestra casa y por la lectura atenta que habéis hecho. Y muchísimas gracias a quienes se acerquen a Arkhé, tanto al libro como a estos diálogos que se entretejen en torno a él.

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